Publicado en El País (18/112010)
Hay una teoría que el PSOE viene explicando en Andalucía desde hace 30 años. Tesis: el lobo es la derecha. Antítesis: los corderitos son los andaluces, a los que el Partido Popular les va a despojar de todos sus derechos sociales. Síntesis: voten a los socialistas, los valedores y garantes del Estado del bienestar. Los buenos y los malos; unos quitan y otros dan.
Vuelven los socialistas andaluces a las andadas, a la dialéctica elemental, casi animal, de apelar al miedo como elemento fundamental de la estrategia electoral. Vuelven los asustaviejas. A falta de un discurso de principios -en el campo de las ideas lo de "la sostenibilidad en igualdad" es de aurora boreal-, a falta de venta de una gestión o de plantear propuestas válidas para salir de la crisis, el argumento vuelve a lo sentimental, a lo prístino. Por eso desde las últimas semanas ha vuelto a prodigar en los discursos del PSOE aquello tan manido, y tan viejo, de que si la derecha malvada gobierna la eliminación de las pensiones, la supresión de los subsidios de desempleo o la regresión autonómica están aseguradas. Me produce cierta desolación que los planteamientos de mis adversarios discurran por estos derroteros tan maniqueos y falsos, como si la política fuera una prédica simplista dirigida a una manada de descerebrados. Aunque también debo reconocer que a la par me produce un enorme alivio. Si esto es lo que tiene que ofrecer el PSOE a los andaluces, la victoria electoral de mi partido está asegurada. Particularmente, por la facilidad para rebatirlos.
En primer lugar, porque no hace falta tener una memoria de elefante para recordar cómo en 1996 todos aquellos malos augurios previos al primer Gobierno popular de la democracia fueron derrotados por la gestión económica y social exitosa posterior: creación de empleo, acuerdos con los sindicatos, leyes que aseguraron el poder adquisitivo de los pensionistas, planes para la igualdad de la mujer y un largo listado de logros que conforman un indudable balance positivo, latente hoy en la memoria de muchísimos andaluces.
En segundo lugar, porque la pésima gestión del Gobierno andaluz nos ha devuelto a los indicadores socioeconómicos de la preautonomía. Quien está poniendo verdaderamente en riesgo el Estado de bienestar es el Gobierno que nos ha situado en más de un millón de parados y gestiona solo para mantener su estructura de poder. Por no hablar del "Gobierno amigo" de Zapatero: ha congelado las pensiones, ha rebajado el sueldo de los funcionarios, ha subido los impuestos y nos ha colocado en unas cifras de deuda pública que rozan la locura. Para recortes sociales brutales, los citados.
Y el colmo de la desfachatez. Nos acusan ahora de querer privatizar los servicios públicos, como si fuera un crimen de lesa humanidad, al que, en cualquier caso, descaradamente ya se ha apuntado el PSOE. El Gobierno andaluz tiene en manos del sector privado prácticamente la totalidad de los servicios sociales: los centros de día, la ayuda a domicilio, las residencias de mayores, los centros de mujeres maltratadas. Por ejemplo, solo en educación infantil y primaria, las unidades concertadas alcanzarán en 2011 la cifra de 6.357. Claro que ellos no privatizan, ellos "externalizan los servicios".
En tercer lugar, ese tipo de crítica proyecta una carencia absoluta de ideas. Es que el socialismo en Andalucía ya no da para más. La California española, la Andalucía imparable, la nueva Finlandia del sur, la segunda modernización... Ahora, la Andalucía sostenible; eslóganes vacíos convertidos en decepciones históricas. Fíjense en el resultado de sus últimos proyectos estrella: la política de I+D+i ha retrocedido y el parón en las energías renovables es hoy una desgraciada evidencia.
Si el ofrecimiento de estas nuevas casandras se basa en retomar el discurso del miedo y con la brocha gorda estigmatizar al PP es que no pueden ofrecer ya nada a la sociedad andaluza, salvo un puñado de antiguas leyendas negras.
Del liderazgo político mejor no hablar. Por más que pretendan hacer de Javier Arenas un ángel exterminador, quien huele a rancio es Griñán y a naftalina, su partido. Y no digamos, por antidemócrata, su secretaria de Organización, que ha afirmado que "bajo ningún concepto" el Partido Popular ganará en Andalucía, como si fuéramos una maldición, como si el PSOE fuera el dueño de la historia.
No. No viene el lobo. Viene el cambio y con él llegará la confianza. Y que los socialistas acaben con el cuento que no convence a nadie. A renovarse y a regenerarse. ¡Que ya va siendo hora!
Rafael Salas es senador del Partido Popular.
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