Por Jesús Sánchez Quiñones
Publicado en Cotizalia (05/07/2011)
España se ha comprometido a alcanzar un déficit de sus cuentas públicas del 6% sobre el Producto Interior Bruto (PIB) este año, reduciéndolo hasta el 3% en 2013. El gobierno ha considerado que el objetivo de este año es irrenunciable, de tal forma que se tomarán todas las medidas necesarias de ajuste para alcanzar la cifra de déficit comprometida. Así, la atención de medios de comunicación, analistas, agencias de rating e inversores está centrada en la evolución de dicho ratio dejando de lado otros indicadores cruciales para la sostenibilidad de nuestras finanzas.
Siendo importante la evolución de las cuentas públicas, existe una variable incluso más crítica: el déficit por cuenta corriente de la economía española, el cual refleja las necesidades de financiación exterior de nuestra economía. Mide el importe que la economía española necesita conseguir prestado de inversores extranjeros para cubrir el déficit de ahorro interno.
Pese a llevar cuatro años de crisis, y con una demanda interna todavía en recesión (no así el PIB que comienza a crecer gracias al sector exterior), España sigue presentando un elevado déficit anual por cuenta corriente, superior al 4%. En la última década, la necesidad de financiación exterior ha sido crónica. Sólo un año se situó por debajo del 4% del PIB, llegando a alcanzar el 10% en el año 2007.
Esta creciente necesidad de financiación externa ha llevado a la economía a endeudarse más y más con el exterior. De este modo,con datos del Banco de España, el saldo de nuestra deuda externa alcanza ya los 1,7 billones de euros, prácticamente el 170% del PIB y lejos de reducirse no ha parado de crecer.
La financiación externa de nuestra economía se lleva a cabo, principalmente, a través de las emisiones realizadas por las distintas administraciones públicas y las empresas privadas en los mercados internacionales. Hasta ahora, los inversores han confiado en nuestra economía y han aumentado año a año el montante de financiación concedida a España.
La entrada en el euro facilitó el fuerte incremento de dicha financiación exterior. Los inversores del Área Euro ya no corren riesgo de tipo de cambio al invertir en España. Incluso los inversores no pertenecientes a la zona euro han visto reducido el riesgo de tipo de cambio. A modo de ejemplo, un inversor en bonos griegos que haya aguantado hasta el vencimiento del mismo, no tiene necesidad de cambiar el importe obtenido a otra divisa, pudiendo reinvertir el capital resultante en otros activos en euros. Si la inversión hubiese sido realizada en dracmas, la depreciación en la conversión a otra divisa habría sido muy significativa.
Culpar, aunque sea parcialmente, de los problemas actuales de la economía española a “los mercados” que nos han financiado y nos siguen financiando es una pérdida de tiempo. Los mercados están compuestos por miles de inversores que tienen múltiples opciones donde invertir. El que sigan financiando a la economía española depende del atractivo de futuro que presente España. Incluso los propios inversores españoles pueden canalizar sus ahorros hacia otros mercados, desde cualquier entidad española, si el binomio rentabilidad-riesgo de las inversiones en España no fuese suficientemente satisfactorio.
Mientras sigamos necesitando financiación del exterior, nos vemos obligados a competir en atractivo con otras muchas opciones de inversión en otros países. Sin duda, eso lleva, entre otras cosas, a mantener la credibilidad de nuestras cuentas públicas y a realizar las reformas necesarias para que los inversores perciban que España se encamina hacia la senda de un crecimiento sostenible que permita, entre otras cosas, reducir nuestra abultada tasa de paro. La alternativa es renunciar a dicha financiación externa, algo implanteable.
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