Por Antonio Casado
Publicado en El Confidencial (11/07/2011)
Futuro con erre. Con erre de Rajoy. O de Rubalcaba, vaya usted a saber, aunque el parte de daños en la causa electoral del PSOE es interminable. Parece tarea imposible su recuperación a corto plazo. Pero ese es el objetivo del candidato socialista a la Moncloa en su hora cero. El sábado demostró una vez más que es una máquina de parir frases redondas y sabe decir las cosas. Ya con dedicación exclusiva y a tiempo completo, ahora deberá convencer a los desertores, unos dos millones de votantes desalentados, de que sabe y puede hacerlas.
Estuvo cercano, firme, persuasivo y didáctico. Siempre mirando a los asistentes al acto y no a la consabida sucesión de folios del orador inseguro. Setenta minutos de discurso apacible, sin gritos, sin soflamas, sin descalificaciones, durante los cuales habló varias veces de “socialismo” y de “los socialistas”, pero una sola vez de “Partido Socialista” (en relación con la austeridad), una sola vez de “la izquierda” (en relación con la educación), una sola vez de Rodríguez Zapatero (en relación a su sacrificio político por España) y ninguna del PSOE.
Repito. Ni una sola vez se refirió a su partido por la marca. Señal inequívoca de que, efectivamente, busca la confrontación en el terreno de los líderes más que en el de las siglas, consciente de que las suyas están seriamente averiadas y de que el votante de centro-derecha no lo ve con malos ojos (no confundir, por favor, con nuestro Tea Party de cercanías). Sin embargo, no era el día de hacerse el encontradizo con Rajoy. Ni una sola mención al líder del PP. Le aguarda en la batalla de los debates televisados, que piensa reclamar como un derecho de los ciudadanos. Frente a la previsible negativa de un adversario a correr el riesgo de salir perdiendo en el cuerpo a cuerpo cuando los sondeos le aconsejan huir de la distancia corta.
Más cuestiones formales. Diferenciación y cercanía. Líneas rojas en lugar de los habituales tonos azules en la corbata del aún vicepresidente del Gobierno, portavoz y ministro del Interior (solo por unas horas). Eliminación de barreras entre quien habla y quienes escuchan para que el verbo se haga carne: “Gracias a vosotros, no me siento sólo”. Lo de diferenciarse es más difícil, aunque no deja de intentarlo. Abandonar los cargos era la primera condición del distanciamiento. Lo suficiente para marcar la diferencia; y no lo bastante para que pueda hablarse de ruptura, pues sería absurdo en quien ha sido determinante en la formación y conformación de los Gobiernos de Zapatero.
En cuanto a contenidos, las grandes líneas programáticas del proyecto Rubalcaba, expuestas el sábado ante un auditorio entregado, respondieron a lo previsto: relectura de la Socialdemocracia (elogio de los servicios públicos, gobernar es redistribuir), conexión con los indignados del 15-M (“O contamos con ellos o ellos dejan de contar con nosotros”, por una política más decente y menos crispada) y guiños centristas (menos funcionarios, más empresarios: “Me voy a partir el pecho por los emprendedores”).
En esas coordenadas hilvanó su esbozo de programa inspirado en la máxima de que hay que ser ambiciosos en los objetivos pero realistas en las propuestas. Demasiado pronto para ir más allá. En el ámbito de las musas todo suena muy bien. Esperemos la prueba del contraste con la realidad para empezar a hacernos una idea de si el vuelo de Rubalcaba es alto y largo como el del águila o corto y apresurado como el de una codorniz.
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