Por Carlos Fonseca
Publicado en El Confidencial (04/05/2011)
La profesión periodística, tan escasamente reivindicativa y tan insolidaria consigo misma, se ha rebelado en Twitter con una campaña espontánea (el hashtag es #sinpreguntasnocobertura) con la intención de poner fin a una práctica cada día más habitual entre los políticos, que consiste en convocar ruedas de prensa en la que los informadores no pueden hacer preguntas. El dirigente se pone delante del atril y lee una declaración que critica los defectos ajenos, alaba las virtudes propias y da un par de frases “cocinadas” por sus asesores para que los presenten sepan como titular una intervención insustancial, llena de lugares comunes, vaticinios de desgracias y promesas de solución.
La obligada presencia de plumillas, cámaras de televisión y cadenas de radio garantiza que lo dicho tenga una repercusión proporcional al grosor de los adjetivos utilizados. Es la no noticia, periodismo declarativo que no transmite hechos, sino propaganda. Lo hacen el PSOE y el PP, desde el Gobierno y la oposición. Los partidos minoritarios ni lo intentan porque solo les falta rehuir las preguntas para que les hagamos aún menos caso en este escenario bipartidista que es la política nacional.
Una día dicen que no admiten preguntas y evitan contestar cuestiones incómodas, y otro acceden pero si la pregunta les incomoda recurren al “hoy no toca”. Tienen tanto interés en facilitarnos el trabajo que nos abruman con notas de prensa con declaraciones o información que podemos utilizar ¡sin citar su procedencia! Vamos, que si el periodista no tiene muchas ganas de trabajar ese día puede aplicar el corta y pega al párrafo que considere oportuno y añadir la muletilla “según las fuentes (de tal o cual ministerio o partido) consultadas por este diario”. En los mítines electorales, la campaña de las municipales y autonómicas comienza el viernes, la televisión es la reina. Los partidos lo saben y facilitan las imágenes editadas (ellos eligen lo que se puede ver y lo que no).
Hay políticos que para ser entrevistados reclaman un cuestionario previo, otros exigen ver la entrevista antes de ser publicada y algunos las dos cosas a un tiempo. Y hay periodistas que acceden a este cambalache que ha devaluado el género de la entrevista hasta hacerla, salvo excepciones, prescindible.La entrevista pide diálogo: pregunta, respuesta y repregunta sobre lo contestado. Un debate, no una suma de declaraciones huecas que en ocasiones ni siquiera contestan los entrevistados, sino sus asesores de prensa.
La culpa es nuestra por haber aceptado lo inaceptable y devaluado con ello nuestra profesión. Bastante tenemos con hacer frente a las penurias de la profesión en esta etapa sombría de despidos masivos. Ya no marcamos la agenda informativa con nuestras noticias, son los partidos los que lo hacen y nos dicen lo que es noticia y lo que no lo es. Nos han comido la merienda y nos quedamos tan panchos. El periodismo declarativo está acabando con la esencia de esta profesión, que consiste en ir allí donde ocurren los hechos, ser testigo de ellos y contarlos, contextualizando la información para que el lector/oyente/televidente tenga elementos para interpretar la realidad. Cada día somos menos críticos con el poder, sea del color que sea, cuando nuestra función no es adular, sino controlar que quienes lo detentan no se desvíen de su obligación de servir al bien común y no al particular.
La batalla de la inmediatez (no por la exclusiva, resultado del trabajo bien hecho), por ser el primero en subir una noticia a Internet o contarla en la radio facilita el trabajo a los políticos. Basta con acudir a cualquiera de las ruedas de prensa que PSOE y PP convocan todos los lunes, tras las reuniones de sus ejecutivas, para ver a muchos compañeros escribir en su ordenador las declaraciones del portavoz de turno al tiempo que las realiza, sin tiempo para atendery discernir lo relevante de lo prescindible. Escribe y envía. Escribe y envía. Las empresas aprietan, y los políticos tan contentos.
No sé si la iniciativa #sinpreguntasnocobertura tendrá finalmente éxito y conseguirá que nos pongamos de acuerdo para no acudir a convocatorias sin preguntas, o nos levantemos y nos vayamos si no se aceptan, pero la revuelta me parece tan inédita en la profesión, que ya el solo hecho de haberla planteado merece la pena. Los políticos tienen que saber que los ciudadanos tienen derecho a una información veraz y que los periodistas somos sus intermediarios. Su silencio es una falta de respeto a ambos.
Hasta el próximo miércoles.
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