Por Melchor Miralles
Publicado en El Confidecial (12/05/2011)
El etarra Errandonea ha sido protagonista, sin duda, de la gran foto de la campaña electoral. Puño en alto, sonriente tras salir de la prisión de Herrera de la Mancha, rodeado de familiares y amigos, con la pancarta en la que se evidencia que los terroristas votan Bildu, la marca de la casa. Pascual Sala, presidente del Tribunal Constitucional por la gracia de José Luis Rodríguez Zapatero, nos dirá que la leyenda "Independentzia ETA sozialismoa" significa "Independencia y socialismo", porque en euskera 'eta' es la conjunción copulativa, pero insisto, a otro perro con ese hueso, porque no hay tribunal, por constitucional que sea, que convenza a nadie que sepa de qué va la cosa de que la leyenda ETA, en manos de un miembro de la organización terrorista y sus amigos, no es sino el acrónimo de la banda.
A estas alturas me parece evidente que al Tribunal Constitucional le facilitaron el trabajo los magistrados del Tribunal Supremo que formularon voto particular, porque leído el texto y comparado con el fallo, aunque comparto la decisión final que impedía a Bildu comparecer a las elecciones, me parece que la argumentación, la arquitectura jurídica que sostenía el criterio minoritario estaba mejor construido y no me cabe duda alguna de que así lo han interpretado quienes en el TC tenían claro que querían resolver del modo que le interesaba al Gobierno.
Dicho, o mejor, escrito esto, tampoco albergo dudas respecto a que el TC se ha pasado por el arco del triunfo lo establecido en la Constitución respecto a sus funciones. El artículo 161 establece claramente que es competente para conocer de los recursos de inconstitucionalidad contra leyes y disposiciones normativas con fuerza de ley y del recurso de amparo por violación de los derechos y libertades fundamentales, pero no se trata de un tribunal de instancia, es decir, no puede entrar a valorar los hechos juzgados, ya que la Constitución señala que es el Tribunal Supremo "el órgano jurisdiccional superior en todos los órdenes". El TC ha invadido por tanto competencias que no tiene.
Nunca atendiendo al interés de los ciudadanos
La foto ha generado reacciones en cascada ya ampliamente comentadas. Sí quiero insistir en que es incomprensible que el Gobierno y el PSOE que los sustenta, tras expresar su satisfacción y comodidad con la sentencia del Constitucional, nos digan que el Ejecutivo ha pedido a la Abogacía del Estado la foto por si debiera tener consecuencias legales y el partido que rechaza enérgicamente su rechazo a la actitud de Errandonea. Que me lo expliquen, por favor. Si ETA no está detrás de Bildu y están encantados de la vida de que Bildu se presente a las lecciones, ¿por qué les genera rechazo la foto? Debieran haberla aplaudido e incluso podían felicitarse de que se la hayan hecho.
Triste panorama. Y no nos engañemos. Mientras no se proceda a una reforma de la Constitución, seguiremos igual y, como un deja vu, como un día de la marmota que nunca termina, reviviremos episodios similares. La reforma de la Carta Magna sería bienvenida por muchas razones y tocando muchos artículos (título preliminar, título segundo, título III...), pero, en lo que se refiere al asunto que nos ocupa, mientras el artículo 159 no se modifique y el Tribunal Constitucional siga teniendo doce miembros nombrados cuatro a propuesta del Congreso y otros tantos del Senado, en ambos casos por mayoría de tres quintos; dos a propuesta del Gobierno y dos a propuesta del Consejo General del Poder Judicial, seguiremos en las mismas. Mientras el Poder Ejecutivo, omnímodo, consiga a través del Legislativo, reproducir en el Judicial miméticamente el reparto de escaños de las Cámaras, imponiendo el poder absoluto derivado de la aritmética electoral en el control férreo de la Justicia, seguiremos asistiendo a espectáculos como este, unas veces en favor de posiciones defendidas por el Partido Socialista y otras en favor de argumentos del Partido Popular, y nunca atendiendo al interés de los ciudadanos y a garantizar un funcionamiento adecuado y democrático de un Estado de Derecho que deja mucho que desear.
Esto es lo que hay. Nos guste o nos disguste. Podemos seguir erre que erre en la polémica, y mientras tanto, con el beneplácito de los dos partidos mayoritarios y la risa floja de los partidos nacionalistas siempre dispuestos a sacar tajada de las debilidades democráticas del sistema, siguen resquebrajándose principios esenciales que debieran ser los pilares de la arquitectura de nuestro Estado de Derecho. Pues nada, que continúe la fiesta, que siga la campaña, que no paren los mítines, y los del Constitucional que se vayan de vacaciones, que ya se han ganado el sueldo al servicio de los partidos políticos a quienes sirven fielmente. Y a los ciudadanos, ajo y agua, que llega el verano.
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