Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.

martes, 19 de abril de 2011

Hablando en el Desierto - Historia Imaginaria

(Francisco Bejarano - Publicado en el Diario de Cádiz el 19.04.2011)


Los días grandes de las celebraciones republicanas han pasado, pero no al olvido: el goteo de la propaganda para simplificar la situación, complejísima, que se dio en España en el decenio de los años 30 del siglo XX continuará mientras haya pensamiento simple y acrítico que alimentar. Quitar las herramientas de pensar, dando los juicios ya hechos para comodidad de todos, es una tentación de la política en general, pero muy particularmente de los partidos de vocación totalitaria.


El pueblo necesita odiar y amar esquemas. En El placer de odiar, de 1826, escribió William Hazlitt que el pueblo inglés había encontrado un gran desahogo para sus iras en el Papa, los Borbones y la Inquisición, sin que en los últimos tiempos les hubieran causado daño alguno: "No, pero tenemos una cantidad excesivas de bilis en el estómago y necesitábamos un objetivo en quien volcarla." Se refiere también a la resistencia a perder la fe en brujas y fantasmas, para no renunciar a los placeres de perseguir a las unas y asustarse de los otros.


La comodidad de no esforzarse y que nos den los prejuicios hechos y los objetos de reverencia o rechazo definidos, sin que tengamos que hacer juicios críticos ni análisis, hace que una vida baste para ver cómo cambian, y esto sólo debería incitar a pensar. ¿Por qué hay guerras, dictaduras, crímenes, persecuciones, asfixia social, mordazas y censuras defendibles y condenables? Cada época tiene sus brujas y fantasmas y en la España del siglo XX han cambiado de signo con frecuencia. Se recuerdan en estos días frases brillantes, ingeniosas como mínimo, sobre los cambios políticos españoles: España se acostaba monárquica y se despertaba republicana, o España había dejado de ser católica, o si se había levantado el ejército de África, el presidente del Consejo se iba a acostar. Si no fuera porque estas afirmaciones se decían en momentos delicados o dramáticos, parecerían frivolidades. Y lo eran. La República fue una frivolidad que no podían permitirse las naciones modernas y civilizadas.


Los anglicanos y los católicos han dejado de quemarse en la hoguera mutuamente, dice Hazlitt, pero en muchos pueblos se sigue celebrado la quema en efigie Guy Faux, y los improperios, las agresiones y los zarandeos dirigidos a un muñeco de trapo y paja es motivo de alegría y celebración popular. La bestia depredadora nos domina en esos momentos y dejamos de lado la civilización para convertirnos en cazadores primitivos de nuestros propios semejantes.


En España hay fiestas parecidas. Este es el espíritu vengador que se quiere reavivar en España con la memoria 'histórica' y el republicanismo, la resurrección de brujas y fantasmas, que la cultura y la civilización combaten, en los que ya no creemos ni nos hacen daño, pero encauzan nuestras iras y frustraciones contra efigies traídas de lejos y no contra la realidad presente.

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