Por Antonio Casado
Publicado en El Confidencial (18/04/2011)
Cuatro cúpulas de ETA reventadas, 430 detenciones y la mayoría de los presos, favorable al abandono de las armas, mientras en la banda terrorista reina una situación de “inseguridad, confusión y vacío de poder”, según un informe policial desvelado ayer por el diario El País. Es el balance de la política antiterrorista del Gobierno de la Nación desde que las esperanzas de un final dialogado quedaron enterradas bajo los escombros de la T-4. Son elementos de prueba suficientes para cargar de razón y saludar las palabras del presidente, Rodríguez Zapatero, y del lehendakari, Patxi López, ayer en Durango, dando a ETA por “derrotada y a punto de desaparecer”.
No parecen las señales propias de una complicidad tóxica entre el PSOE gobernante y el grupo de criminales que nos ha amargado la vida durante los últimos cuarenta años. Da igual. Desde el lado derecho de la barricada política se siguen venteando maldades en ese sentido. O alentando manifestaciones de advertencia a Zapatero y Rubalcaba para que no se les ocurra hacerle favores a la banda terrorista, dados sus antecedentes negociadores con la cúpula de ETA.
Es como si desde el lado izquierdo de la barricada se convocasen manifestaciones de advertencia para que al PP no se le ocurra poner en marcha la recuperación del Franquismo en base a los antecedentes franquistas de algunos de sus dirigentes, empezando por el fundador, don Manuel Fraga. Qué barbaridad, dirán ustedes. Con razón. Pero no es mayor barbaridad que referirse al ministro del Interior como colaborador de banda terrorista o al presidente del Gobierno como un cómplice de Eta.
Sin embargo, véase como hay sectores mediáticos dispuestos a venderlo y sectores sociales dispuestos a comprarlo. También los habría por el lado de la izquierda si a este lado de la barricada se alcanzase un nivel similar de indecencia. No es el caso. Dicho sea lo uno y lo otro sin ánimo de generalizar porque gente decente la hay en las dos partes, pero creo que se me entiende.
Cospedal, Pons, Mayor Oreja, Trillo, saben perfectamente que este Gobierno está seriamente comprometido en la tarea de echar a ETA de nuestras vidas. También saben que ponerlo en duda tiene relevancia política y electoral. Tanta como desde el otro lado le otorgan a la posibilidad de que, como dice Zapatero, Patxi López se convirtiese en el “lehendakari de la paz” o Rubalcaba en el ministro del Interior que puso a ETA contra las cuerdas. Ahí está la caja negra de esa operación, a mi juicio indecente, encabezada por el ex ministro Mayor Oreja y nunca expresamente desautorizada por Mariano Rajoy.
La operación consiste en impedir que un eventual fin de ETA quedase asociado a la gestión de un Gobierno del PSOE. Y no importa que para conseguirlo se tome la palabra de ETA como verdad revelada o se asimilen decisiones judiciales a la voluntad del Gobierno, si la palabra de ETA o dichas decisiones no favorecen los planes de esa derecha que aún lleva luto por la derrota del 14-M- No hay más que echar un vistazo a las últimas declaraciones del ex presidente del Gobierno, José María Aznar, capaz de sostener que Gadafi es de mejor condición que Sadan Husein, o que los acreedores van a castigar a la economía española. Sólo por situarse al lado contrario de su sucesor en Moncloa, al margen de que eso coincida o no con los intereses generales o con la defensa de la imagen de España en el exterior.
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