Por Antonio Casado
Publicado en El Confidencial (30/05/2011)
¿Cómo se las arreglará para desengañar a quienes lo ven como el candidato de la resignación? Dispone de diez meses y talento político no le falta. Ni voluntad. “Solo os pido una cosa: que tengáis tantas ganas de ganar como yo, que tengáis tanta seguridad de que podemos ganar como yo y que tengáis tanta determinación para ganar como yo”, dijo el vicepresidente del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, después de dar el “sí, quiero” a los más de doscientos miembros del Comité Federal del PSOE.
Por tanto, guerra abierta a quienes en sus propias filas especulen con las teorías del mal menor. Hablar de salvar los muebles es también una forma de derrotismo y un regalo al adversario, en su opinión. No lo piensa consentir. Por la cuenta que le trae a él y a su partido. El vicepresidente es un profesional de la política y los profesionales de la política garantizan el desastre de cualquier candidato que, por errores suyos o aciertos del adversario, sea percibido como un interino.
Más que adversario, su verdadero enemigo es un intangible alimentado por las encuestas y el recuento del pasado 22 de mayo. Me refiero a la generalizada percepción de que el PP va lanzado hacia la mayoría absoluta en las elecciones generales. Pero no es ningún intangible sino una magnitud sometida al sistema de pesos y medidas que la considerable ventaja del PP sobre el PSOE no se debe a un espectacular aumento en la facturación electoral del primero sino al hundimiento del segundo a causa del palpable desaliento de sus electores.
En los cálculos de quienes le aclamaron como aspirante socialista a la Moncloa en el último Comité Federal, que es el depositario de la voluntad de la militancia entre congreso y congreso, es dominante la idea de convertir a Rubalcaba en el despertador del votante socialista. Y él la hace suya. La otra coordenada del análisis es que viene para quedarse, en coherencia con su estratégica aversión a quienes interpretan esta apuesta socialista como una forma de minimizar los daños.
Lo iremos viendo con el paso de los meses. O mejor, de las semanas. De momento corren los días de espera hasta que sea designado oficialmente el candidato socialista a la Moncloa. Si no sale otro, u otros, eso ocurrirá en la reunión del Comité Federal del próximo 18 de junio. Y me van a perdonar si, tras el paso atrás de Carme Chacón, considero imposible la tarea de reunir los avales necesarios a un inesperado aspirante. Todos los que podían tener posibilidades están aplaudiendo con las orejas la solución Rubalcaba.
Lógico. Aunque Zapatero fuese el último en darse cuenta, había una buena razón para desestimar un cruce político y generacional a cara de perro con Carmen Chacón: eximir a la zurrada militancia socialista de un stress añadido a la depresión postelectoral. El actual vicepresidente del Gobierno y ministro del Interior es, por otra parte, el dirigente socialista mejor equipado para frenar al PP en la reconquista de la Moncloa. O para intentarlo. Por su alta valoración ante los ciudadanos de distinto credo político, por encima de la de Zapatero y Rajoy. Por la adhesión, el reconocimiento y el cariño de su partido. Por haber liderado una política antiterrorista que ha puesto a ETA contra las cuerdas. Y porque la condición de sus enemigos le permite hacer nuevos amigos cada día, dentro y fuera de su partido.
Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.
lunes, 30 de mayo de 2011
Ni Congreso ni primarias: democracia orgánica
Por Carlos Sánchez
Publicado en El Confidencial (30/05/2011)
Que Rubalcaba no es Churchill es una obviedad. Pero tras su entronización como líder del PSOE -sobre el cadáver insepulto del propio Zapatero- conviene recordar una deliciosa anécdota que un día contó un lector de El Confidencial. Estaba Churchill a punto de dar una conferencia multitudinaria y una señora se le acercó para darle la enhorabuena por la nutrida concurrencia.
-‘¡Mire, le dijo, han venido más de 2.000 personas a escucharle’! Churchill debió poner cara de incredulidad y le espetó a la mujer. ‘No se preocupe. Si hubiera sido para ver mi ahorcamiento, seguro que habría venido el doble’.
Hay razones para pensar que los mismos que ayer jaleaban al nuevo líder del PSOE acudirán a su entierro político dentro de unos meses. Y no sólo por la probable derrota electoral del Partido Socialista. Sobre todo, porque Rubalcaba representa volver al viejo socialismo del centralismo democrático. O de la democracia orgánica, como se prefiera. Aquel invento del franquismo que consistía en articular la representación popular a través de la familia, el municipio y el sindicato. En este caso, a través de los barones regionales, que en realidad son quienes controlan el partido. Ninguno ha tenido la honestidad política de dimitir tras el desastre electoral. Al contrario, todos y cada uno han salido reforzados del comité federal, como si el hundimiento del PSOE no fuera con ellos.Ayer era conmovedor verlos responder a los periodistas de forma ufana en Ferraz -incluidos Alarte o Tomás Gómez-, como si no hubiera pasado nada.
Los barones sin baronía han descubierto que el mejor camino para ganar unas elecciones -y mantenerse en el poder- es cargarse el único bastión de libertad dentro de un partido político: la existencia de elecciones primarias. Y el caballo de Pavía que ha roto las reglas del juego no ha sido otro que el lehendakari López. O mejor dicho, el hombre de confianza de Rubalcaba en el País Vasco, y que responde al nombre de Rodolfo Ares. La propuesta de convocar un Congreso no era más que una provocación destinada a poner al partido (aparentemente) al borde del abismo con una sola intención: reventar la candidatura de Chacón. Objetivo cumplido. La ministra de Defensa -sin fuste para liderar nada después de su espantá- no ha sido capaz de aguantarle el primer pulso a Rubalcaba. Probablemente por esa incapacidad que tiene los partidos españoles para discutir abiertamente sobre ideas o nombres sin romperse (ver el caso de Álvarez Cascos). ¿Se imaginan que sucedería en EEUU si a demócratas o republicanos se les hubiera ocurrido suprimir de facto unas elecciones primarias?
España es desde Viriato un país de caudillos, y eso explica la necesidad que tienen los partidos de encontrar no un líder, sino un guía que señale el camino. Aunque sea sin programa y sin hoja de ruta. ¿Conoce alguien la ideología de Rubalcaba?
El hecho de que APR vaya a ser candidato por aclamación -la convocatoria formal aprobada ayer es una pantomima- sólo demuestra que los indignados -al menos en este punto- tenían razón cuando reclamaban un nuevo sistema político en el que los afiliados y simpatizantes tuvieran algo que decir a la hora de elegir sus líderes. No ha sido así, y el PSOE vuelve al pasado más oscuro. Cuando las camarillas de Ferraz –felipistas y guerristas- dirigían el partido con mano de hierro.
Ironías de la historia, dando la razón a aquello que decía Gabriel Arias Salgado refiriéndose a Franco: los caudillos, sostenía el mayor manipulador informativo del régimen, surgen del desmoronamiento de las instituciones, y eso hace que el pueblo se ponga en mano de un individuo con cualidades excepcionales para suplir, precisamente, esa ausencia. Y esta es, en última instancia, la tragedia de la decisión socialista: de nuevo, la democracia sucumbe ante el caudillaje.
Lo curioso del caso es que el comité federal ha quebrantado un principio emanado de un Congreso, lo cual es abiertamente antirreglamentario. La apertura formal de las elecciones primarias no es más que un fraude de ley, como lo demuestra la intervención de Chacón el pasado jueves. No habrá candidatos simplemente porque la dirección (o sea, Rubalcaba) no quiere. Probablemente porque el ministro sabe -él mismo lo ha reconocido en privado- que pese a su dilatada trayectoria política, nunca ha ganado una batalla orgánica. ¿Por qué será?
Esta decisión convierte al PSOE en un partido vulgar y anacrónico -algo que le hubiera podido diferenciar del PP- y le aleja un poco más de sus bases sociales. Lo peor, con todo, es que el auto golpe de Estado de Ferraz sobre Moncloa (indigno el papel de un personaje como Gaspar Zarrias) debilita al presidente del Gobierno en unos momentos particularmente importantes para España. La talla intelectual de Zapatero, en todo caso, la ofrece este discurso pronunciado ayer –probablemente el más importante de su vida política- plagado de lugares comunes y de ocurrencias de adolescente. Como esa referencia a la capacidad de APR para correr los cien metros lisos. Y que acaba con un tierno 'Alfredo, ¿por qué no es 2012. Yo creo que sí, que podemos hacerlo en 2012', como se ve un prodigio de discurso político digno de Operación Triunfo.
Es evidente que lo más sensato que puede hacer Zapatero en este momento histórico es disolver las Cortes en otoño después de aprobarse las leyes que hoy tramita el parlamento. Y a partir de ahí iniciar una etapa política.
Merece la pena leer este artículo del profesor Bentolila para darse cuenta de que los problemas de este país no sólo se arreglan con la marcha de Zapatero, sino con una nueva forma de hacer política que desde luego no pasa por la cabeza de Rubalcaba. Recuerda Bentolila que si hace cuatro años la tasa de paro de los cabezas de familia era del 6% y la de los cónyuges del 8%, ahora ambas son del 18%. Pero es que de los 17,3 millones de hogares, en nada menos que 1.8 millones (11%) el cabeza de familia está parado y en 850 mil (4%) no hay ningún perceptor de renta laboral (salario, prestación por desempleo o pensión). En un trabajo reciente, José Mª Casado, Cristina Fernández y Juan F. Jimeno destacan que un 40% de los parados vive en hogares en los que ningún miembro trabaja, superándose la cota del 38% alcanzada en 1994.
Como se ve un panorama desolador. Pero ayer ningún miembro del comité federal desmintió a Zapatero cuando dijo que el nivel de protección social es 'el más alto de la historia de nuestro país'. Nadie dijo nada. Sólo el aplauso fácil y acrítico con el poder.
Es en este contexto social en el que un presidente irresponsable anuncia que no se volverá a presentar. Pero en lugar de promover un proceso de sustitución ordenado y de acuerdo a las instituciones del PSOE, lo que hace es meter en un mismo saco partido y Gobierno, reforzando esa idea de democracia orgánica que no sólo recuerda al franquismo, sino también al mexicano PRI. El hecho de que el candidato a sustituir a Zapatero en el partido sea al mismo tiempo vicepresidente primero (Rajoy saltó del Gobierno con el ‘dedazo’ de Aznar) liquida tanto la autonomía del partido como la del propio Consejo de Ministros, algo esencial en una democracia sin apellidos, como le gusta decir a Esperanza Aguirre.
No es un asunto baladí. En un sistema electoral de listas cerradas como es el español, son los dirigentes de los partidos -y no los electores- quienes deciden el poder legislativo. y por eso, es fundamental autonomía del partido respecto del Ejecutivo, y vicerversa, porque de lo contrario, al final no habrá separación de poderes. La canibalización del partido por el Gobierno es, por ello, una mala noticia que no parece importar a nadie. ni por supuesto a una formación que ha puesto rumbo a ninguna parte.
Publicado en El Confidencial (30/05/2011)
Que Rubalcaba no es Churchill es una obviedad. Pero tras su entronización como líder del PSOE -sobre el cadáver insepulto del propio Zapatero- conviene recordar una deliciosa anécdota que un día contó un lector de El Confidencial. Estaba Churchill a punto de dar una conferencia multitudinaria y una señora se le acercó para darle la enhorabuena por la nutrida concurrencia.
-‘¡Mire, le dijo, han venido más de 2.000 personas a escucharle’! Churchill debió poner cara de incredulidad y le espetó a la mujer. ‘No se preocupe. Si hubiera sido para ver mi ahorcamiento, seguro que habría venido el doble’.
Hay razones para pensar que los mismos que ayer jaleaban al nuevo líder del PSOE acudirán a su entierro político dentro de unos meses. Y no sólo por la probable derrota electoral del Partido Socialista. Sobre todo, porque Rubalcaba representa volver al viejo socialismo del centralismo democrático. O de la democracia orgánica, como se prefiera. Aquel invento del franquismo que consistía en articular la representación popular a través de la familia, el municipio y el sindicato. En este caso, a través de los barones regionales, que en realidad son quienes controlan el partido. Ninguno ha tenido la honestidad política de dimitir tras el desastre electoral. Al contrario, todos y cada uno han salido reforzados del comité federal, como si el hundimiento del PSOE no fuera con ellos.Ayer era conmovedor verlos responder a los periodistas de forma ufana en Ferraz -incluidos Alarte o Tomás Gómez-, como si no hubiera pasado nada.
Los barones sin baronía han descubierto que el mejor camino para ganar unas elecciones -y mantenerse en el poder- es cargarse el único bastión de libertad dentro de un partido político: la existencia de elecciones primarias. Y el caballo de Pavía que ha roto las reglas del juego no ha sido otro que el lehendakari López. O mejor dicho, el hombre de confianza de Rubalcaba en el País Vasco, y que responde al nombre de Rodolfo Ares. La propuesta de convocar un Congreso no era más que una provocación destinada a poner al partido (aparentemente) al borde del abismo con una sola intención: reventar la candidatura de Chacón. Objetivo cumplido. La ministra de Defensa -sin fuste para liderar nada después de su espantá- no ha sido capaz de aguantarle el primer pulso a Rubalcaba. Probablemente por esa incapacidad que tiene los partidos españoles para discutir abiertamente sobre ideas o nombres sin romperse (ver el caso de Álvarez Cascos). ¿Se imaginan que sucedería en EEUU si a demócratas o republicanos se les hubiera ocurrido suprimir de facto unas elecciones primarias?
España es desde Viriato un país de caudillos, y eso explica la necesidad que tienen los partidos de encontrar no un líder, sino un guía que señale el camino. Aunque sea sin programa y sin hoja de ruta. ¿Conoce alguien la ideología de Rubalcaba?
El hecho de que APR vaya a ser candidato por aclamación -la convocatoria formal aprobada ayer es una pantomima- sólo demuestra que los indignados -al menos en este punto- tenían razón cuando reclamaban un nuevo sistema político en el que los afiliados y simpatizantes tuvieran algo que decir a la hora de elegir sus líderes. No ha sido así, y el PSOE vuelve al pasado más oscuro. Cuando las camarillas de Ferraz –felipistas y guerristas- dirigían el partido con mano de hierro.
Ironías de la historia, dando la razón a aquello que decía Gabriel Arias Salgado refiriéndose a Franco: los caudillos, sostenía el mayor manipulador informativo del régimen, surgen del desmoronamiento de las instituciones, y eso hace que el pueblo se ponga en mano de un individuo con cualidades excepcionales para suplir, precisamente, esa ausencia. Y esta es, en última instancia, la tragedia de la decisión socialista: de nuevo, la democracia sucumbe ante el caudillaje.
Lo curioso del caso es que el comité federal ha quebrantado un principio emanado de un Congreso, lo cual es abiertamente antirreglamentario. La apertura formal de las elecciones primarias no es más que un fraude de ley, como lo demuestra la intervención de Chacón el pasado jueves. No habrá candidatos simplemente porque la dirección (o sea, Rubalcaba) no quiere. Probablemente porque el ministro sabe -él mismo lo ha reconocido en privado- que pese a su dilatada trayectoria política, nunca ha ganado una batalla orgánica. ¿Por qué será?
Esta decisión convierte al PSOE en un partido vulgar y anacrónico -algo que le hubiera podido diferenciar del PP- y le aleja un poco más de sus bases sociales. Lo peor, con todo, es que el auto golpe de Estado de Ferraz sobre Moncloa (indigno el papel de un personaje como Gaspar Zarrias) debilita al presidente del Gobierno en unos momentos particularmente importantes para España. La talla intelectual de Zapatero, en todo caso, la ofrece este discurso pronunciado ayer –probablemente el más importante de su vida política- plagado de lugares comunes y de ocurrencias de adolescente. Como esa referencia a la capacidad de APR para correr los cien metros lisos. Y que acaba con un tierno 'Alfredo, ¿por qué no es 2012. Yo creo que sí, que podemos hacerlo en 2012', como se ve un prodigio de discurso político digno de Operación Triunfo.
Es evidente que lo más sensato que puede hacer Zapatero en este momento histórico es disolver las Cortes en otoño después de aprobarse las leyes que hoy tramita el parlamento. Y a partir de ahí iniciar una etapa política.
Merece la pena leer este artículo del profesor Bentolila para darse cuenta de que los problemas de este país no sólo se arreglan con la marcha de Zapatero, sino con una nueva forma de hacer política que desde luego no pasa por la cabeza de Rubalcaba. Recuerda Bentolila que si hace cuatro años la tasa de paro de los cabezas de familia era del 6% y la de los cónyuges del 8%, ahora ambas son del 18%. Pero es que de los 17,3 millones de hogares, en nada menos que 1.8 millones (11%) el cabeza de familia está parado y en 850 mil (4%) no hay ningún perceptor de renta laboral (salario, prestación por desempleo o pensión). En un trabajo reciente, José Mª Casado, Cristina Fernández y Juan F. Jimeno destacan que un 40% de los parados vive en hogares en los que ningún miembro trabaja, superándose la cota del 38% alcanzada en 1994.
Como se ve un panorama desolador. Pero ayer ningún miembro del comité federal desmintió a Zapatero cuando dijo que el nivel de protección social es 'el más alto de la historia de nuestro país'. Nadie dijo nada. Sólo el aplauso fácil y acrítico con el poder.
Es en este contexto social en el que un presidente irresponsable anuncia que no se volverá a presentar. Pero en lugar de promover un proceso de sustitución ordenado y de acuerdo a las instituciones del PSOE, lo que hace es meter en un mismo saco partido y Gobierno, reforzando esa idea de democracia orgánica que no sólo recuerda al franquismo, sino también al mexicano PRI. El hecho de que el candidato a sustituir a Zapatero en el partido sea al mismo tiempo vicepresidente primero (Rajoy saltó del Gobierno con el ‘dedazo’ de Aznar) liquida tanto la autonomía del partido como la del propio Consejo de Ministros, algo esencial en una democracia sin apellidos, como le gusta decir a Esperanza Aguirre.
No es un asunto baladí. En un sistema electoral de listas cerradas como es el español, son los dirigentes de los partidos -y no los electores- quienes deciden el poder legislativo. y por eso, es fundamental autonomía del partido respecto del Ejecutivo, y vicerversa, porque de lo contrario, al final no habrá separación de poderes. La canibalización del partido por el Gobierno es, por ello, una mala noticia que no parece importar a nadie. ni por supuesto a una formación que ha puesto rumbo a ninguna parte.
jueves, 26 de mayo de 2011
Crónica del tiempo convulso que está viviendo el PSOE
Por Antonio Casado
Publicado en El Confidencial (26/05/2011)
Zapatero lo dejó claro ayer en los pasillos del Congreso. Habrá primarias internas. Conviene añadir: siempre que Chacón dé un paso adelante y Rubalcaba no dé un paso atrás. No parece. Las dos incógnitas se despejarán este fin de semana. Sin descartar que haya otros candidatos, por supuesto, y descartando la celebración de un congreso extraordinario expresamente convocado para la elección de una nueva Ejecutiva Federal, como propone el líder socialista vasco, Patxi López.
Podría repetir mi comentario del martes sin quitar una coma (“Ruido de primarias en un PSOE noqueado en las urnas”) sobre las voces más o menos desorientadas que especularon respecto a la posibilidad de celebrar un congreso federal antes de las elecciones generales, un cierre de filas en torno a Rubalcaba o un pacto de éste con Carmen Chacón que evitase las primarias en momentos de tribulación interna.
Tres días después del batacazo electoral de los socialistas, éstos proyectan la imagen de un partido en descomposición. Con valiosas aportaciones de sus propios dirigentes. Empezando por la ministra Carme Chacón, que aprovechó la Ejecutiva del lunes pasado para presentar de hecho su candidatura a las primarias con una intervención escasamente zapaterista. Y siguiendo por quien le afeó la conducta desde los medios de comunicación, la también ministra Trinidad Jiménez.
Menciones especiales para los barones regionales. Desde José María Barreda (su desmarque preventivo de Zapatero no le sirvió de nada en Castilla-La Mancha pero le retrató), a Patxi López (el más razonable, a mi juicio, en la formulación de su propuesta), pasando por Fernández Vara (su imposible tándem Rubalcaba-Chacón) y su inefable antecesor, Rodríguez Ibarra, que se mofa del eventual careo político entre el “ministro de los guardias” y la “ministra de los soldados” como vía más adecuada para despertar a los militantes y frenar a Mariano Rajoy.
Adecuada o no, el responsable será un Zapatero en retirada. Me explico. Las elecciones primarias que se convocarán en el Comité Federal del PSOE de pasado mañana, de las que saldrá el o la cabeza de lista para las elecciones de 2012, se han convertido en un empeño personal de Rodríguez Zapatero. Así que se recordarán como la última decisión relevante tomada con el viento en contra por un secretario general en el tramo final de su mandato. Para bien o para mal.
En su no resignada condición de secretario general, Zapatero será el culpable ideal en el que los demás descarguen los reproches si el proceso de primarias acaba generando males mayores. Nadie lo descarta en las actuales circunstancias. Males mayores, se entiende, que los que podría generar la celebración de un congreso donde se visualizase la asunción de responsabilidad política por el batacazo del 22-M. Pero esa va a ser la opción perdedora en el debate interno del sábado que viene (salvo que Patxi López movilizara a la mitad más uno de los militantes), previo paso de los barones, mañana por la tarde, por el confesionario del todavía líder del PSOE.
Publicado en El Confidencial (26/05/2011)
Zapatero lo dejó claro ayer en los pasillos del Congreso. Habrá primarias internas. Conviene añadir: siempre que Chacón dé un paso adelante y Rubalcaba no dé un paso atrás. No parece. Las dos incógnitas se despejarán este fin de semana. Sin descartar que haya otros candidatos, por supuesto, y descartando la celebración de un congreso extraordinario expresamente convocado para la elección de una nueva Ejecutiva Federal, como propone el líder socialista vasco, Patxi López.
Podría repetir mi comentario del martes sin quitar una coma (“Ruido de primarias en un PSOE noqueado en las urnas”) sobre las voces más o menos desorientadas que especularon respecto a la posibilidad de celebrar un congreso federal antes de las elecciones generales, un cierre de filas en torno a Rubalcaba o un pacto de éste con Carmen Chacón que evitase las primarias en momentos de tribulación interna.
Tres días después del batacazo electoral de los socialistas, éstos proyectan la imagen de un partido en descomposición. Con valiosas aportaciones de sus propios dirigentes. Empezando por la ministra Carme Chacón, que aprovechó la Ejecutiva del lunes pasado para presentar de hecho su candidatura a las primarias con una intervención escasamente zapaterista. Y siguiendo por quien le afeó la conducta desde los medios de comunicación, la también ministra Trinidad Jiménez.
Menciones especiales para los barones regionales. Desde José María Barreda (su desmarque preventivo de Zapatero no le sirvió de nada en Castilla-La Mancha pero le retrató), a Patxi López (el más razonable, a mi juicio, en la formulación de su propuesta), pasando por Fernández Vara (su imposible tándem Rubalcaba-Chacón) y su inefable antecesor, Rodríguez Ibarra, que se mofa del eventual careo político entre el “ministro de los guardias” y la “ministra de los soldados” como vía más adecuada para despertar a los militantes y frenar a Mariano Rajoy.
Adecuada o no, el responsable será un Zapatero en retirada. Me explico. Las elecciones primarias que se convocarán en el Comité Federal del PSOE de pasado mañana, de las que saldrá el o la cabeza de lista para las elecciones de 2012, se han convertido en un empeño personal de Rodríguez Zapatero. Así que se recordarán como la última decisión relevante tomada con el viento en contra por un secretario general en el tramo final de su mandato. Para bien o para mal.
En su no resignada condición de secretario general, Zapatero será el culpable ideal en el que los demás descarguen los reproches si el proceso de primarias acaba generando males mayores. Nadie lo descarta en las actuales circunstancias. Males mayores, se entiende, que los que podría generar la celebración de un congreso donde se visualizase la asunción de responsabilidad política por el batacazo del 22-M. Pero esa va a ser la opción perdedora en el debate interno del sábado que viene (salvo que Patxi López movilizara a la mitad más uno de los militantes), previo paso de los barones, mañana por la tarde, por el confesionario del todavía líder del PSOE.
miércoles, 25 de mayo de 2011
Este país necesita una nueva izquierda
Por Carlos Fonseca
Publicado en El Confidencial (25/05/2011)
Los indignados del 15M se enfrentan a partir de la próxima semana, cuando concluya la acampada que mantienen en la Puerta del Sol, al dilema de convertirse en un movimiento organizado o diluirse tras haber sacado a la calle a decenas de miles de ciudadanos cabreados con la situación política y económica que vivimos. No es fácil que el descontento expresado en la calle se convierta en un movimiento que trascienda las jornadas de protesta para influir en la política del día a día, pero me parece imprescindible que lo haga.
En un país donde la participación de los ciudadanos en la política se limita a votar cada cuatro años; donde solo dos partidos tienen posibilidades reales de gobernar y el resto se resigna con rellenar mayorías; donde un Gobierno pretendidamente de izquierdas ha llevado a cabo el mayor recorte de derechos laborales de la democracia; donde la experiencia laboral es un estorbo, la sobrecualificación un problema y ser joven es sinónimo de precariedad, es necesaria una nueva izquierda que reivindique los valores a los que el PSOE ha renunciado y que IU es incapaz de canalizar, perdida en rencillas internas de poder que la han dejado inane.
El 15M puede ser el embrión de esa nueva izquierda inconformista, irreverente, reivindicativa y radical que defienda principios sin renunciar al pragmatismo necesario para conseguir que las instituciones representen de forma real, y no solo formal, la voluntad de los ciudadanos. La reforma del sistema electoral para que cada voto valga lo mismo, las listas abiertas o la exclusión de los imputados de las candidaturas son algunas de las numerosas propuestas que han acordado estos días en asamblea, y que ahora es necesario articular para que no se queden en meros enunciados. No sé si la fórmula es un nuevo partido, entiendo el temor de los indignados a ser engullidos por el sistema que critican, pero es necesario pasar de las palabras a los hechos para no quedarse en nada. El debate debe alumbrar la fórmula organizativa más adecuada sin temor a equivocarse.Sin prisas pero sin pausas y siendo conscientes de que lo andado hasta ahora ya es mucho.
Lo consiga o no, el 15M ha sido un rotundo éxito, digan lo que digan algunos políticos y medios de comunicación empeñados en medir el mismo por el porcentaje de abstención o de voto en blanco. ¡Como si la realidad se pudiera cambiar en una semana! Los indignados no han perdido las elecciones porque no se presentaban a ellas, ni pedían el voto para ninguna formación, y tampoco recomendaban la abstención, ni el voto nulo o en blanco. Reclaman una regeneración de la política para que el ciudadano participe de ella y deje de ser una mera mercancía. Es un grito de rebeldía y una advertencia del enorme descontento social con los partidos, y lo que eso supone de descrédito de la política. Nada más, y nada menos.
El desconcierto provocado en las filas de todos los partidos, a derecha e izquierda, es el principal termómetro de su éxito. La izquierda se ha mostrado condescendiente, pero tras la debacle electoral no ha dudado en señalar a los manifestantes como responsables en parte de su desastre. Como si reclamaran el voto cautivo y marcial, la fidelidad ciega del ciudadano acrítico que vota siglas aunque sea tapándose la nariz.
La derecha ha ido aún más allá y ha culpado a los acampados de ser parte de una estrategia de Alfredo Pérez Rubalcaba, el “Maquiavelo” del PSOE, para perjudicar electoralmente al PP (las concentraciones tienen lugar frente a la sede de la Comunidad de Madrid y no en La Moncloa, Esperanza Aguirre dixit), de “amasijo de delincuentes a las órdenes de lo más bajo de la izquierda española” y de ETA/Batasuna (César Vidal) o de antisistemas como sinónimo de zarrapastrosos. Han perdido el decoro y la vergüenza.
Basta con pasarse por la Puerta del Sol para darse cuenta de a quién representa el Movimiento 15M. Allí hay estudiantes, jóvenes en paro, trabajadores, padres con hijos y gente de edad unidos por un monumental cabreo hacia una clase política que crea más problemas que resuelve. Justo lo que más incomoda a quienes prefieren una sociedad dócil a otra crítica que no acepta sin más el obedece y calla.
Hasta el próximo miércoles
Publicado en El Confidencial (25/05/2011)
Los indignados del 15M se enfrentan a partir de la próxima semana, cuando concluya la acampada que mantienen en la Puerta del Sol, al dilema de convertirse en un movimiento organizado o diluirse tras haber sacado a la calle a decenas de miles de ciudadanos cabreados con la situación política y económica que vivimos. No es fácil que el descontento expresado en la calle se convierta en un movimiento que trascienda las jornadas de protesta para influir en la política del día a día, pero me parece imprescindible que lo haga.
En un país donde la participación de los ciudadanos en la política se limita a votar cada cuatro años; donde solo dos partidos tienen posibilidades reales de gobernar y el resto se resigna con rellenar mayorías; donde un Gobierno pretendidamente de izquierdas ha llevado a cabo el mayor recorte de derechos laborales de la democracia; donde la experiencia laboral es un estorbo, la sobrecualificación un problema y ser joven es sinónimo de precariedad, es necesaria una nueva izquierda que reivindique los valores a los que el PSOE ha renunciado y que IU es incapaz de canalizar, perdida en rencillas internas de poder que la han dejado inane.
El 15M puede ser el embrión de esa nueva izquierda inconformista, irreverente, reivindicativa y radical que defienda principios sin renunciar al pragmatismo necesario para conseguir que las instituciones representen de forma real, y no solo formal, la voluntad de los ciudadanos. La reforma del sistema electoral para que cada voto valga lo mismo, las listas abiertas o la exclusión de los imputados de las candidaturas son algunas de las numerosas propuestas que han acordado estos días en asamblea, y que ahora es necesario articular para que no se queden en meros enunciados. No sé si la fórmula es un nuevo partido, entiendo el temor de los indignados a ser engullidos por el sistema que critican, pero es necesario pasar de las palabras a los hechos para no quedarse en nada. El debate debe alumbrar la fórmula organizativa más adecuada sin temor a equivocarse.Sin prisas pero sin pausas y siendo conscientes de que lo andado hasta ahora ya es mucho.
Lo consiga o no, el 15M ha sido un rotundo éxito, digan lo que digan algunos políticos y medios de comunicación empeñados en medir el mismo por el porcentaje de abstención o de voto en blanco. ¡Como si la realidad se pudiera cambiar en una semana! Los indignados no han perdido las elecciones porque no se presentaban a ellas, ni pedían el voto para ninguna formación, y tampoco recomendaban la abstención, ni el voto nulo o en blanco. Reclaman una regeneración de la política para que el ciudadano participe de ella y deje de ser una mera mercancía. Es un grito de rebeldía y una advertencia del enorme descontento social con los partidos, y lo que eso supone de descrédito de la política. Nada más, y nada menos.
El desconcierto provocado en las filas de todos los partidos, a derecha e izquierda, es el principal termómetro de su éxito. La izquierda se ha mostrado condescendiente, pero tras la debacle electoral no ha dudado en señalar a los manifestantes como responsables en parte de su desastre. Como si reclamaran el voto cautivo y marcial, la fidelidad ciega del ciudadano acrítico que vota siglas aunque sea tapándose la nariz.
La derecha ha ido aún más allá y ha culpado a los acampados de ser parte de una estrategia de Alfredo Pérez Rubalcaba, el “Maquiavelo” del PSOE, para perjudicar electoralmente al PP (las concentraciones tienen lugar frente a la sede de la Comunidad de Madrid y no en La Moncloa, Esperanza Aguirre dixit), de “amasijo de delincuentes a las órdenes de lo más bajo de la izquierda española” y de ETA/Batasuna (César Vidal) o de antisistemas como sinónimo de zarrapastrosos. Han perdido el decoro y la vergüenza.
Basta con pasarse por la Puerta del Sol para darse cuenta de a quién representa el Movimiento 15M. Allí hay estudiantes, jóvenes en paro, trabajadores, padres con hijos y gente de edad unidos por un monumental cabreo hacia una clase política que crea más problemas que resuelve. Justo lo que más incomoda a quienes prefieren una sociedad dócil a otra crítica que no acepta sin más el obedece y calla.
Hasta el próximo miércoles
¡No es la economía, amigos!
Por Antonio Rubio Merino
Publicado en El Confidencial (25/05/2011)
Atribuyen a un asesor demócrata la frase “es la economía, estúpidos”, con la que trataba de explicar a sus colegas el imparable ascenso de sus rivales republicanos. No me apetece calificar de la misma forma a aquellos que disientan de la opinión que aquí expongo, pero creo que están en un grave error aquellos que califican de meramente “económica” la actual crisis que sufre la sociedad española.
Una crisis económica puede deberse a graves desajustes entre la oferta y la demanda (en España, por ejemplo, la de viviendas), al necesario traslado de inversiones de unos sectores a otros (quizás del inmobiliario y la banca hacia otros más productivos), a factores de competencia externa (España ha perdido un 30% de productividad respecto a Alemania en la última década) y a otras muchas circunstancias.
España es un país bastante ineficiente en comparación con las economías con las que le gusta, no obstante, compararse, así que necesita que el PIB crezca más del 2,2% anual para generar empleo. Como ninguna estadística augura que eso ocurra en los próximos cinco años, la situación que sufrimos -de bajo crecimiento económico con alto desempleo- ha llegado para quedarse. Nos encontramos pues en medio de una importante crisis económica.
Pero la gravedad de nuestra crisis no viene determinada por esos factores económicos, medibles y objetivos. En mi opinión, se trata de algo mucho más grave. La crisis española es muy profunda, es generacional, y es esencialmente de naturaleza moral. Se viene gestando quizás desde hace más dos décadas. Y se resume en que España se ha convertido en un país en el que se desprecia el esfuerzo. Se desprecia en todas las acepciones de la palabra. No se aprecia el valor humano y moral del esforzarse, de mejorar, de sacrificar beneficios inmediatos por otros futuros, mayores. Y se estigmatiza personalmente al que se esfuerza, con la despectiva descalificación al comienzo de la competición, con la condena y cuestionamiento al derecho al premio, una vez que la carrera termina.
Dicen preocupados muchos jóvenes que puede que ellos sean la primera generación de españoles que vive peor que sus padres. También puede que sea la primera generación de españoles que se esfuerza menos, desaprovechando una mejor infraestructura, que la generación anterior. Y si eso es así, el hecho de que la siguiente generación viva peor que la anterior es simplemente un acto de justicia.
Derechos frente a obligaciones
Decía Maimónides que una persona sólo puede desarrollarse equilibradamente en una sociedad en que estén proporcionados derechos y obligaciones. Durante el último cuarto de siglo los sistemas educativos, los medios de comunicación, los “valores” dominantes han hablado hasta el cansancio de derechos -al trabajo, a una vivienda, a viajar, a calidad de vida, etc.- sin tener en cuenta las obligaciones. Más aún, sin considerar el dato real elemental: que todo bien necesita del trabajo de alguien para ser producido. Y que consumir sin producir, derechos sin obligaciones, es la peor de las tiranías: se llama ‘esclavitud’ para el que la sufre, para el que ha de trabajar para beneficio de otros que no lo quieren hacer personalmente, pero sí desean los frutos del trabajo ajeno.
El dinero para sufragar esos “derechos” no viene del aire. Viene de los impuestos que pagan los que producen. Viene, en el caso de esas transferencias desde los complacientes u oprimidos papás a los exigentes hijos, del trabajo de unos padres, de sus ahorros y su esfuerzo, que la nueva generación dilata indefinidamente en el tiempo comenzar a su vez a producir para compensar o reponer.
¿Se han parado a pensar los jóvenes “indignados” en quién va a pagar sus “derechos”? ¿Han considerado si ellos están cumpliendo con sus obligaciones? ¿Saben acaso qué significa esa palabra?
Mucho me temo que no. Saben qué significa “vivir su propia vida” -o eso creen, porque sólo se puede vivir una vida “propia” si uno corre con sus gastos-, “no ser un esclavo de ocho a tres”, “tener un trabajo que me guste y poder dedicarme también a mis aficiones”, etc.
Pues bien queridos, la vida no es así. La realidad no es así. Gracias a Dios, el que se esfuerza recibe un premio. Y el que no, un castigo. El esfuerzo de la generación de la posguerra produjo un país con una clase media que supo del sacrificio, pero también de la satisfacción, de ir adquiriendo un coche, un piso, un teléfono, un televisor, un local comercial o un apartamento. Poco a poco, con ahorro, con tesón, con renuncias…y con premios.
Una generación que dilata hasta los treinta el emanciparse de sus padres, el buscar un trabajo y que cuando llega a las puertas de éste sus primeras preguntas son acerca de salarios, horarios y vacaciones… ¿por qué razón piensa que la realidad va a premiar su holgazanería? La naturaleza no es así y es implacable con las cigarras cuando llega el invierno.
Evidentemente, esta generación de jóvenes, la mejor preparada de la historia de España, tiene en su seno gran cantidad de excelentes profesionales, activos o en potencia aún, trabajadores y abnegados como sus progenitores, con una amplia visión de su país y del resto del mundo. Para ellos, con su esfuerzo y sacrificio, hay un premio esperando. Para los demás… la crisis sólo será una cuestión de justicia.
Comencemos por hablar claro a nuestros hijos: hay que comenzar a esforzarse más y quejarse menos. Hay que cumplir con nuestros deberes, para poder reclamar nuestros derechos. Si decir esto es un escándalo en la España de hoy, concluiremos pues que estamos dentro de una inmensa crisis moral. Y sólo superándola venceremos a la crisis económica.
Publicado en El Confidencial (25/05/2011)
Atribuyen a un asesor demócrata la frase “es la economía, estúpidos”, con la que trataba de explicar a sus colegas el imparable ascenso de sus rivales republicanos. No me apetece calificar de la misma forma a aquellos que disientan de la opinión que aquí expongo, pero creo que están en un grave error aquellos que califican de meramente “económica” la actual crisis que sufre la sociedad española.
Una crisis económica puede deberse a graves desajustes entre la oferta y la demanda (en España, por ejemplo, la de viviendas), al necesario traslado de inversiones de unos sectores a otros (quizás del inmobiliario y la banca hacia otros más productivos), a factores de competencia externa (España ha perdido un 30% de productividad respecto a Alemania en la última década) y a otras muchas circunstancias.
España es un país bastante ineficiente en comparación con las economías con las que le gusta, no obstante, compararse, así que necesita que el PIB crezca más del 2,2% anual para generar empleo. Como ninguna estadística augura que eso ocurra en los próximos cinco años, la situación que sufrimos -de bajo crecimiento económico con alto desempleo- ha llegado para quedarse. Nos encontramos pues en medio de una importante crisis económica.
Pero la gravedad de nuestra crisis no viene determinada por esos factores económicos, medibles y objetivos. En mi opinión, se trata de algo mucho más grave. La crisis española es muy profunda, es generacional, y es esencialmente de naturaleza moral. Se viene gestando quizás desde hace más dos décadas. Y se resume en que España se ha convertido en un país en el que se desprecia el esfuerzo. Se desprecia en todas las acepciones de la palabra. No se aprecia el valor humano y moral del esforzarse, de mejorar, de sacrificar beneficios inmediatos por otros futuros, mayores. Y se estigmatiza personalmente al que se esfuerza, con la despectiva descalificación al comienzo de la competición, con la condena y cuestionamiento al derecho al premio, una vez que la carrera termina.
Dicen preocupados muchos jóvenes que puede que ellos sean la primera generación de españoles que vive peor que sus padres. También puede que sea la primera generación de españoles que se esfuerza menos, desaprovechando una mejor infraestructura, que la generación anterior. Y si eso es así, el hecho de que la siguiente generación viva peor que la anterior es simplemente un acto de justicia.
Derechos frente a obligaciones
Decía Maimónides que una persona sólo puede desarrollarse equilibradamente en una sociedad en que estén proporcionados derechos y obligaciones. Durante el último cuarto de siglo los sistemas educativos, los medios de comunicación, los “valores” dominantes han hablado hasta el cansancio de derechos -al trabajo, a una vivienda, a viajar, a calidad de vida, etc.- sin tener en cuenta las obligaciones. Más aún, sin considerar el dato real elemental: que todo bien necesita del trabajo de alguien para ser producido. Y que consumir sin producir, derechos sin obligaciones, es la peor de las tiranías: se llama ‘esclavitud’ para el que la sufre, para el que ha de trabajar para beneficio de otros que no lo quieren hacer personalmente, pero sí desean los frutos del trabajo ajeno.
El dinero para sufragar esos “derechos” no viene del aire. Viene de los impuestos que pagan los que producen. Viene, en el caso de esas transferencias desde los complacientes u oprimidos papás a los exigentes hijos, del trabajo de unos padres, de sus ahorros y su esfuerzo, que la nueva generación dilata indefinidamente en el tiempo comenzar a su vez a producir para compensar o reponer.
¿Se han parado a pensar los jóvenes “indignados” en quién va a pagar sus “derechos”? ¿Han considerado si ellos están cumpliendo con sus obligaciones? ¿Saben acaso qué significa esa palabra?
Mucho me temo que no. Saben qué significa “vivir su propia vida” -o eso creen, porque sólo se puede vivir una vida “propia” si uno corre con sus gastos-, “no ser un esclavo de ocho a tres”, “tener un trabajo que me guste y poder dedicarme también a mis aficiones”, etc.
Pues bien queridos, la vida no es así. La realidad no es así. Gracias a Dios, el que se esfuerza recibe un premio. Y el que no, un castigo. El esfuerzo de la generación de la posguerra produjo un país con una clase media que supo del sacrificio, pero también de la satisfacción, de ir adquiriendo un coche, un piso, un teléfono, un televisor, un local comercial o un apartamento. Poco a poco, con ahorro, con tesón, con renuncias…y con premios.
Una generación que dilata hasta los treinta el emanciparse de sus padres, el buscar un trabajo y que cuando llega a las puertas de éste sus primeras preguntas son acerca de salarios, horarios y vacaciones… ¿por qué razón piensa que la realidad va a premiar su holgazanería? La naturaleza no es así y es implacable con las cigarras cuando llega el invierno.
Evidentemente, esta generación de jóvenes, la mejor preparada de la historia de España, tiene en su seno gran cantidad de excelentes profesionales, activos o en potencia aún, trabajadores y abnegados como sus progenitores, con una amplia visión de su país y del resto del mundo. Para ellos, con su esfuerzo y sacrificio, hay un premio esperando. Para los demás… la crisis sólo será una cuestión de justicia.
Comencemos por hablar claro a nuestros hijos: hay que comenzar a esforzarse más y quejarse menos. Hay que cumplir con nuestros deberes, para poder reclamar nuestros derechos. Si decir esto es un escándalo en la España de hoy, concluiremos pues que estamos dentro de una inmensa crisis moral. Y sólo superándola venceremos a la crisis económica.
lunes, 23 de mayo de 2011
De mayo a mayo: la implosión del zapaterismo
Por Jose Antonio Zarzalejos.
Publicado en El Confidencial (23/05/2011)
La contundente victoria del Partido Popular en los comicios de ayer no hace más que sentenciar el proceso de autodestrucción del PSOE zapaterista. Esta implosión socialista se ha consumado de mayo de 2010 a mayo de 2011. Comenzó con el giro radical de Zapatero abordando tarde y mal la crisis el 12-M, continúo con la ruptura interna de su partido que le llevó a anunciar en abril pasado su retirada política y se rubricó con el estallido social del 15-M. Las urnas no hicieron ayer otra cosa que entregar a la oposición el relevo, infligiendo al PSOE el castigo más duro de su historia en democracia. La patética comparecencia de anoche del presidente, ausente de la dimensión de su fracaso, arrojaba la imagen de un zombi.
Un relevo que no sólo es el resultado de las sostenidas torpezas del Presidente del Gobierno y del PSOE, sino también del acierto con el que Mariano Rajoy ha desarrollado una campaña templada, ajustada a un guión sopesado, bien planificada y con el discurso socio-económico calculado. Es verdad que el PP no ha volado alto con sus propuestas, pero también los es que ha sabido aliarse con las circunstancias y ponerlas al servicio de su estrategia. Incluso -aunque algunos de sus líderes estuvieron a punto de estropearlo- logró que la protesta del 15-M significase un problema adicional y sobrevenido -pero no sorprendente- para los socialistas, sin arañar siquiera las opciones del PP.
La democracia, por confusa y deteriora que esté la nuestra, tiene una sexto sentido colectivo que le induce siempre a la supervivencia. Ayer se demostró. Y alejó el sistema de un PSOE que con Zapatero se había introducido en una diabólica dinámica de ineficacia e irresponsabilidad, con política progresistas incompetentes y divisivas; con una ausencia de resolución clamorosa en las reformas necesarias y con una pobreza y frivolidad argumentales que producían horror vacui en la sociedad española. Los resultados de ayer son una forma expresiva y rotunda de lanzar un ¡basta ya! para, de inmediato, reiniciar el camino de la reconstrucción política y ética del país, ahora desesperanzado e indignado.
Zapatero, que verá con desolación la destrucción no sólo de los logros nacionales sino también en pavesa a su propio partido, no puede seguir prolongando la agonía en un “tiempo basura”, hasta alcanzar el final de la legislatura. Tanto él como su Gobierno y el PSOE se han quedado sin poder territorial suficiente para, en una Estado con poderes y competencias compartidas entre la Administración Central y las autonómicas y locales, continuar con mínima solvencia la gestión de los asuntos públicos.
Las elecciones generales en otoño debieran ser el corolario de los resultados del 22-M. La secuencia lógica sería cerrar las dos reformas pendientes (negociación colectiva y Cajas), elegir al candidato socialista a la presidencia del Gobierno, y no abrir ya el período parlamentario de sesiones en septiembre para en noviembre dar paso a las elecciones legislativas. El socialismo que encarna el PSOE, depredado, además, por IU y por UPyD, no puede seguir representando una mascarada política después de haber perpetrado su suicidio en apenas doce meses –de mayo a mayo. The party is over. Efectivamente, empieza una época nueva y se cierra, con un portazo histórico, la que representa el zapaterismo cuyos damnificados han sido España y el mismísimo PSOE.
Publicado en El Confidencial (23/05/2011)
La contundente victoria del Partido Popular en los comicios de ayer no hace más que sentenciar el proceso de autodestrucción del PSOE zapaterista. Esta implosión socialista se ha consumado de mayo de 2010 a mayo de 2011. Comenzó con el giro radical de Zapatero abordando tarde y mal la crisis el 12-M, continúo con la ruptura interna de su partido que le llevó a anunciar en abril pasado su retirada política y se rubricó con el estallido social del 15-M. Las urnas no hicieron ayer otra cosa que entregar a la oposición el relevo, infligiendo al PSOE el castigo más duro de su historia en democracia. La patética comparecencia de anoche del presidente, ausente de la dimensión de su fracaso, arrojaba la imagen de un zombi.
Un relevo que no sólo es el resultado de las sostenidas torpezas del Presidente del Gobierno y del PSOE, sino también del acierto con el que Mariano Rajoy ha desarrollado una campaña templada, ajustada a un guión sopesado, bien planificada y con el discurso socio-económico calculado. Es verdad que el PP no ha volado alto con sus propuestas, pero también los es que ha sabido aliarse con las circunstancias y ponerlas al servicio de su estrategia. Incluso -aunque algunos de sus líderes estuvieron a punto de estropearlo- logró que la protesta del 15-M significase un problema adicional y sobrevenido -pero no sorprendente- para los socialistas, sin arañar siquiera las opciones del PP.
La democracia, por confusa y deteriora que esté la nuestra, tiene una sexto sentido colectivo que le induce siempre a la supervivencia. Ayer se demostró. Y alejó el sistema de un PSOE que con Zapatero se había introducido en una diabólica dinámica de ineficacia e irresponsabilidad, con política progresistas incompetentes y divisivas; con una ausencia de resolución clamorosa en las reformas necesarias y con una pobreza y frivolidad argumentales que producían horror vacui en la sociedad española. Los resultados de ayer son una forma expresiva y rotunda de lanzar un ¡basta ya! para, de inmediato, reiniciar el camino de la reconstrucción política y ética del país, ahora desesperanzado e indignado.
Zapatero, que verá con desolación la destrucción no sólo de los logros nacionales sino también en pavesa a su propio partido, no puede seguir prolongando la agonía en un “tiempo basura”, hasta alcanzar el final de la legislatura. Tanto él como su Gobierno y el PSOE se han quedado sin poder territorial suficiente para, en una Estado con poderes y competencias compartidas entre la Administración Central y las autonómicas y locales, continuar con mínima solvencia la gestión de los asuntos públicos.
Las elecciones generales en otoño debieran ser el corolario de los resultados del 22-M. La secuencia lógica sería cerrar las dos reformas pendientes (negociación colectiva y Cajas), elegir al candidato socialista a la presidencia del Gobierno, y no abrir ya el período parlamentario de sesiones en septiembre para en noviembre dar paso a las elecciones legislativas. El socialismo que encarna el PSOE, depredado, además, por IU y por UPyD, no puede seguir representando una mascarada política después de haber perpetrado su suicidio en apenas doce meses –de mayo a mayo. The party is over. Efectivamente, empieza una época nueva y se cierra, con un portazo histórico, la que representa el zapaterismo cuyos damnificados han sido España y el mismísimo PSOE.
Zapatero lleva la marca PSOE al borde de la bancarrota
Por Antonio Casado
Publicado en ">El Confidencial (23/05/2011)
Barrió el PP. Sin paliativos. La debacle socialista estaba cantada y se confirmó. La macroencuesta real, sobre una muestra de 35 millones de españoles consultados en más de 8.000 ayuntamientos, coloca al PP a casi 10 puntos de ventaja sobre el PSOE, lo que supone doblar la mayor diferencia obtenida hasta ahora en unas elecciones municipales y colocarse de claro favorito en las próximas elecciones generales.
El desaliento de los votantes socialistas también se confirma en las urnas. La ruptura del pacto electoral de Rodríguez Zapatero con su clientela política, que se perpetró en mayo de 2010, le pasó ayer la factura. Sin embargo, en su comparecencia de anoche no existió la autocrítica. La que intentó sólo estaba dirigida a los ciudadanos, como presidente del Gobierno, por la crisis económica como imponderable.
Pero ayer se suponía que hablaba como secretario general del partido. Así que estando en Ferraz y no en Moncloa, debió ejercer una autocrítica especial ante la militancia. Aunque solo fuera por haber arrastrado en su caída a la marca PSOE. No lo hizo, cuando él sabe perfectamente que los militantes que en la noche triunfal del 14 de marzo de 2004 le rogaron “No nos falles” hoy acampan en la Puerta del Sol.
Otra de las noticias de la noche de ayer es el impacto de la masiva protesta popular de jóvenes y no tan jóvenes a lo largo y ancho de la geografía nacional. Lo tuvo negativamente en el PSOE porque hurgó en la herida. Sus indecisos se acabaron de decidir y votaron en blanco o se quedaron en casa siguiendo las consignas del “No les votes”, lo cual no afectó a unos votantes tan motivados como los del PP. El impacto en cambio fue muy positivo para otros partidos. Concretamente, Izquierda Unida y UPyD, el partido de Rosa Díez, fueron los grandes beneficiados de la causa general abierta por los “indignados” contra el bipartidismo y la clase política en general.
Tratamiento aparte merece la enorme cosecha de votos logrados por la izquierda abertzale empotrada en la coalición Bildu. Casi 300.000 votos. Frente a quienes siguen rasgándose las vestiduras por lo que consideran un salto de ETA a las instituciones, a mí me parece que este cosechón de votos supone reforzar la apuesta del pensamiento radical vasco por las vías democráticas. A la vista de todo lo que ha ocurrido hasta el polémico blanqueo de los amigos de la banda por el Tribunal Constitucional y que la eficacia policial tiene a ETA contra las cuerdas, es preferible que sus amigos estén en las instituciones sin que ETA mate a que se les expulse del sistema y la banda tenga una excusa para volver a las andadas.
Pero son muchas las esquinas del recuento de anoche, que nos deja un mapa político casi totalmente azul y un PSOE al borde de la bancarrota que se lo tiene que hacer mirar. Las primarias internas, donde se van a enfrentar dos proyectos muy diferenciados (Chacón y Rubalcaba), ya lo verán ustedes, puede ser el comienzo de una constructiva travesía del desierto
Publicado en ">El Confidencial (23/05/2011)
Barrió el PP. Sin paliativos. La debacle socialista estaba cantada y se confirmó. La macroencuesta real, sobre una muestra de 35 millones de españoles consultados en más de 8.000 ayuntamientos, coloca al PP a casi 10 puntos de ventaja sobre el PSOE, lo que supone doblar la mayor diferencia obtenida hasta ahora en unas elecciones municipales y colocarse de claro favorito en las próximas elecciones generales.
El desaliento de los votantes socialistas también se confirma en las urnas. La ruptura del pacto electoral de Rodríguez Zapatero con su clientela política, que se perpetró en mayo de 2010, le pasó ayer la factura. Sin embargo, en su comparecencia de anoche no existió la autocrítica. La que intentó sólo estaba dirigida a los ciudadanos, como presidente del Gobierno, por la crisis económica como imponderable.
Pero ayer se suponía que hablaba como secretario general del partido. Así que estando en Ferraz y no en Moncloa, debió ejercer una autocrítica especial ante la militancia. Aunque solo fuera por haber arrastrado en su caída a la marca PSOE. No lo hizo, cuando él sabe perfectamente que los militantes que en la noche triunfal del 14 de marzo de 2004 le rogaron “No nos falles” hoy acampan en la Puerta del Sol.
Otra de las noticias de la noche de ayer es el impacto de la masiva protesta popular de jóvenes y no tan jóvenes a lo largo y ancho de la geografía nacional. Lo tuvo negativamente en el PSOE porque hurgó en la herida. Sus indecisos se acabaron de decidir y votaron en blanco o se quedaron en casa siguiendo las consignas del “No les votes”, lo cual no afectó a unos votantes tan motivados como los del PP. El impacto en cambio fue muy positivo para otros partidos. Concretamente, Izquierda Unida y UPyD, el partido de Rosa Díez, fueron los grandes beneficiados de la causa general abierta por los “indignados” contra el bipartidismo y la clase política en general.
Tratamiento aparte merece la enorme cosecha de votos logrados por la izquierda abertzale empotrada en la coalición Bildu. Casi 300.000 votos. Frente a quienes siguen rasgándose las vestiduras por lo que consideran un salto de ETA a las instituciones, a mí me parece que este cosechón de votos supone reforzar la apuesta del pensamiento radical vasco por las vías democráticas. A la vista de todo lo que ha ocurrido hasta el polémico blanqueo de los amigos de la banda por el Tribunal Constitucional y que la eficacia policial tiene a ETA contra las cuerdas, es preferible que sus amigos estén en las instituciones sin que ETA mate a que se les expulse del sistema y la banda tenga una excusa para volver a las andadas.
Pero son muchas las esquinas del recuento de anoche, que nos deja un mapa político casi totalmente azul y un PSOE al borde de la bancarrota que se lo tiene que hacer mirar. Las primarias internas, donde se van a enfrentar dos proyectos muy diferenciados (Chacón y Rubalcaba), ya lo verán ustedes, puede ser el comienzo de una constructiva travesía del desierto
sábado, 21 de mayo de 2011
LA BENEVOLENCIA DE LOS JUECES por Eugenio Nasarre
(Publicado el 19-05-11)
La caída de la República de Weimar y el ascenso al poder de Hitler y el movimiento nazi es una de las páginas de la historia del siglo XX más estudiadas y más exhaustivamente analizadas. Constituye una experiencia de la que se deben extraer muchas lecciones. Uno de los aspectos en que coinciden la mayoría de los historiadores es que el comportamiento benevolente de los jueces alemanes con los actos delictivos del nazismo tuvo fatales consecuencias.
El violento y fallido golpe de Estado de 1923 en Munich supuso a Hitler una leve condena de prisión de tan solo un año y un mes. Los asesinatos de notorios personajes políticos, a comienzos de los años 20, como Rathenau y Erzberger quedaron impunes. Las “fuerzas de choque” del movimiento nazi fueron creando un clima de violencia creciente y de intimidación a lo largo de aquella década, sin que el aparato jurídico de la República de Weimar supiera hacerle frente. Hitler manejó hábilmente la doble vía de la violencia y de la participación electoral para ir escalando posiciones hacia la toma del poder. Estar dentro de las instituciones formó parte esencial de su “estrategia de la tensión” para liquidar el régimen. La “benevolencia” de la judicatura alemana se puso una vez más de manifiesto en el juicio contra tres oficiales, acusados de organizar con el partido nazi un golpe militar, en 1930. Hitler, testigo en aquel juicio, declaró ante el tribunal: “El movimiento nacionalsocialista procurará conseguir su objetivo en este Estado por medios constitucionales. La Constitución nos indica sólo los métodos, no el objetivo”. El juez, con una ingenuidad pasmosa, se contentó con pedirle que ratificase mediante juramento la veracidad de su testimonio. Hitler no tuvo ningún inconveniente en hacerlo. El historiador Ian Kershaw relata que Goebbels afirmó que el juramento de Hitler había sido “una maniobra brillante”. “Ahora somos ya absolutamente legales”, apostilló exultante. Tres años después Hitler accedía al poder.
La misma actitud de Goebbels es la que han tenido los promotores y ahora dirigentes legales de Bildu ante la sentencia del Tribunal Constitucional. Ha sido para ellos una gran victoria y de ninguna manera una victoria de la democracia. Los movimientos totalitarios surgidos en el siglo XX han observado siempre una estrategia que combina la violencia terrorista con la utilización de las vías legales. Eta ha sido siempre fiel a este modelo de estrategia. Para ella y para la consecución de sus fines resulta vital disponer de poder local. La democracia española, muy trabajosamente, fue dándose cuenta de que la derrota de Eta exigía impedirla aprovecharse de las ventajas de participar en las instituciones democráticas. Costó muchos años, muchos sufrimientos, muchas víctimas. La ley de partidos de 2002 fue un paso decisivo y la sentencia del Tribunal de Estrasburgo suponía el más claro aval jurídico a la voluntad del legislador español.
La responsabilidad de los jueces del Tribunal Constitucional es inmensa. El movimiento etarra podrá celebrar su sentencia por segunda vez la noche del 22 de mayo. Porque recuperará el poder municipal y con astucia podrá condicionar el futuro de muchos ayuntamientos y la vida política del País Vasco. Sabemos que el retroceso en la lucha antiterrorista es colosal. Eta queda fortalecida ante su actual empeño negociador. Bildu no ha renunciado a ninguno de los objetivos del movimiento etarra. Como hiciera Hitler ante el tribunal de Berlín, ha distinguido cínicamente entre “objetivos” y “métodos”. Pero el problema es que Eta sigue ahí, por lo que la apelación a los “métodos” resulta desvergonzadamente hipócrita, aunque, envueltos en su venda, los seis jueces no lo hayan querido ver.
El momento –reconozcámoslo- es sumamente delicado en una España sumida en una grave crisis económica, institucional y social. . Porque, con la Eta ya en las instituciones locales, la revisión de la “doctrina Parot” tendría unos efectos demoledores: el regreso “a casa” de los criminales etarras como vencedores desafiantes. La repugnante imagen del etarra Errandonea, saliendo de la cárcel con el cartel que identifica a Bildu con Eta, es el preludio de un posible escenario insoportable. Todo este camino conduce a la negociación, que –no podemos olvidarlo- fue autorizada por una mayoría parlamentaria en la pasada legislatura en el acto más triste y bochornoso de nuestra reciente historia democrática.
La caída de la República de Weimar y el ascenso al poder de Hitler y el movimiento nazi es una de las páginas de la historia del siglo XX más estudiadas y más exhaustivamente analizadas. Constituye una experiencia de la que se deben extraer muchas lecciones. Uno de los aspectos en que coinciden la mayoría de los historiadores es que el comportamiento benevolente de los jueces alemanes con los actos delictivos del nazismo tuvo fatales consecuencias.
El violento y fallido golpe de Estado de 1923 en Munich supuso a Hitler una leve condena de prisión de tan solo un año y un mes. Los asesinatos de notorios personajes políticos, a comienzos de los años 20, como Rathenau y Erzberger quedaron impunes. Las “fuerzas de choque” del movimiento nazi fueron creando un clima de violencia creciente y de intimidación a lo largo de aquella década, sin que el aparato jurídico de la República de Weimar supiera hacerle frente. Hitler manejó hábilmente la doble vía de la violencia y de la participación electoral para ir escalando posiciones hacia la toma del poder. Estar dentro de las instituciones formó parte esencial de su “estrategia de la tensión” para liquidar el régimen. La “benevolencia” de la judicatura alemana se puso una vez más de manifiesto en el juicio contra tres oficiales, acusados de organizar con el partido nazi un golpe militar, en 1930. Hitler, testigo en aquel juicio, declaró ante el tribunal: “El movimiento nacionalsocialista procurará conseguir su objetivo en este Estado por medios constitucionales. La Constitución nos indica sólo los métodos, no el objetivo”. El juez, con una ingenuidad pasmosa, se contentó con pedirle que ratificase mediante juramento la veracidad de su testimonio. Hitler no tuvo ningún inconveniente en hacerlo. El historiador Ian Kershaw relata que Goebbels afirmó que el juramento de Hitler había sido “una maniobra brillante”. “Ahora somos ya absolutamente legales”, apostilló exultante. Tres años después Hitler accedía al poder.
La misma actitud de Goebbels es la que han tenido los promotores y ahora dirigentes legales de Bildu ante la sentencia del Tribunal Constitucional. Ha sido para ellos una gran victoria y de ninguna manera una victoria de la democracia. Los movimientos totalitarios surgidos en el siglo XX han observado siempre una estrategia que combina la violencia terrorista con la utilización de las vías legales. Eta ha sido siempre fiel a este modelo de estrategia. Para ella y para la consecución de sus fines resulta vital disponer de poder local. La democracia española, muy trabajosamente, fue dándose cuenta de que la derrota de Eta exigía impedirla aprovecharse de las ventajas de participar en las instituciones democráticas. Costó muchos años, muchos sufrimientos, muchas víctimas. La ley de partidos de 2002 fue un paso decisivo y la sentencia del Tribunal de Estrasburgo suponía el más claro aval jurídico a la voluntad del legislador español.
La responsabilidad de los jueces del Tribunal Constitucional es inmensa. El movimiento etarra podrá celebrar su sentencia por segunda vez la noche del 22 de mayo. Porque recuperará el poder municipal y con astucia podrá condicionar el futuro de muchos ayuntamientos y la vida política del País Vasco. Sabemos que el retroceso en la lucha antiterrorista es colosal. Eta queda fortalecida ante su actual empeño negociador. Bildu no ha renunciado a ninguno de los objetivos del movimiento etarra. Como hiciera Hitler ante el tribunal de Berlín, ha distinguido cínicamente entre “objetivos” y “métodos”. Pero el problema es que Eta sigue ahí, por lo que la apelación a los “métodos” resulta desvergonzadamente hipócrita, aunque, envueltos en su venda, los seis jueces no lo hayan querido ver.
El momento –reconozcámoslo- es sumamente delicado en una España sumida en una grave crisis económica, institucional y social. . Porque, con la Eta ya en las instituciones locales, la revisión de la “doctrina Parot” tendría unos efectos demoledores: el regreso “a casa” de los criminales etarras como vencedores desafiantes. La repugnante imagen del etarra Errandonea, saliendo de la cárcel con el cartel que identifica a Bildu con Eta, es el preludio de un posible escenario insoportable. Todo este camino conduce a la negociación, que –no podemos olvidarlo- fue autorizada por una mayoría parlamentaria en la pasada legislatura en el acto más triste y bochornoso de nuestra reciente historia democrática.
viernes, 20 de mayo de 2011
Antología (no exhaustiva) de idioteces sobre los indignados
Por José L. Lobo
Publicado en El Confidencial (20/05/2011)
Es realmente sorprendente la impúdica exhibición de estupideces, simplezas y disparates con la que muchos dirigentes políticos y supuestos creadores de opinión están tratando de explicar el germen y los fines de ese magma heterogéneo de indignados que ha tomado las calles. Y no parece arriesgado deducir que si unos se han apresurado a cortejarlos sin pudor tras haberlos ignorado durante años -o más bien siglos-, y otros han corrido a etiquetarlos despectivamente, empujados por sus prejuicios, es porque creen ver en ese movimiento cívico que escapa a su control una amenaza para sus privilegios. Están nerviosos, descolocados. Y los indignados olfatean su miedo.
No tengo la menor idea de la influencia que la irrupción del Movimiento 15-M podrá tener en las elecciones del próximo domingo; o de si será este o aquel partido el que rebañará más votos de ese hastío colectivo cocido durante años a fuego lento; y resulta prematuro diagnosticar a estas alturas si estamos viviendo los primeros balbuceos de un acontecimiento histórico capaz de sacudir los cimientos de nuestra anquilosada democracia o se trata de un brote fugaz de rebeldía ciudadana, una suerte de kedada multitudinaria de aprendices de Mayo del 68. Pero, a juzgar por la ansiedad y la torpeza con que eso que llamamos el sistema -líderes políticos, partidos, instituciones, poderes fácticos, medios de comunicación...- ha reaccionado ante las protestas, me inclino a pensar que los protagonistas de esa caótica acampada en el corazón de Madrid ya han ganado su primera batalla.
Sólo la ansiedad y la torpeza pueden explicar que el alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, haya comparado las concentraciones espontáneas de los indignados con las movilizaciones que siguieron a los sangrientos atentados del 11-M; o que los mismos medios de comunicación ultramontanos que jalean las paranoias conspirativas de personajes como De la Riva y señalan la mano negra de Alfredo Pérez Rubalcaba detrás de las protestas, certifiquen luego en sus editoriales los supuestos efectos demoledores del 15-M sobre las ya de por sí raquíticas expectativas electorales del PSOE, o sea, el partido del vicepresidente.
Sólo la ansiedad o la torpeza -o ambas- pueden justificar que Felipe González trace paralelismos entre la Puerta del Sol y la Plaza de Tahrir, como si la nebulosa de reivindicaciones cívicas de nuestros activistas -un atropellado catálogo de regeneración democrática redactado por quienes jamás, en su inmensa mayoría, han conocido una dictadura- pudiese homologarse a las exigencias de primera necesidad de los jóvenes árabes, que arriesgan sus vidas -y las pierden- por una libertad que jamás han conocido; o que el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, dirigiéndose a la legión de desempleados instalada en Sol, dijese ayer que "su situación económica mejorará en 10, 20 o 30 años", afirmación que, sin duda, habrá calmado el desasosiego de quienes no encuentran trabajo.
Antisistema, guerrilla urbana, vínculos con ETA...
Sólo la ansiedad o la torpeza -o algo mucho peor- puede esconderse tras el exabrupto lanzado por el escritor y periodista César Vidal, que ayer proclamaba desde su púlpito radiofónico que muchos de los jóvenes concentrados en la Puerta del Sol tienen vínculos con ETA. "Lejos de ser, como pretenden, un movimiento ciudadano independiente, participativo y apolítico, pertenecen a los habituales grupos antisistema. Las Fuerzas de Seguridad han alertado en varias ocasiones del peligro que representan estos grupos, que mantienen contacto regular con Batasuna-ETA, y que han recibido entrenamiento de Segi en cursos de guerrilla urbana".
Sólo la ansiedad o la torpeza puede haber llevado a José Blanco a advertir a los indignados que "este sistema es el mejor" -aún no he escuchado a ninguno de los que se han echado a la calle reclamar la instauración en España de una república islámica teocrática o de una dictadura comunista-, y que cometen un "error" si piensan que pueden cambiar la política sin acudir a las urnas, como si una abstención masiva o un voto en blanco desorbitado no fueran un mensaje lo suficientemente contundente como para que nuestra casta política comprendiese que ha llegado el momento de sacudir las alfombras de la democracia. Sólo la ansiedad, la torpeza o la ignorancia pueden haber empujado al vicesecretario de Comunicación del PP, Esteban González Pons, a asegurar que el objetivo de estas protestas "es cambiar el Gobierno"; y no, no es sólo echar al Gobierno, a este Gobierno, lo que pretende el Movimiento 15-M: sus metas, utópicas o no, pasan por abrir de par en par las ventanas de la instituciones, las gobierne quien las gobierne, para limpiar el aire viciado por la corrupción, los privilegios y la mediocridad.
Sólo la ansiedad, la torpeza o la prepotencia -va a ser la prepotencia- pueden explicar que uno de los columnistas estrella del periódico de Pedro J. Ramírez sostuviese ayer que los convocados en Sol "no representan a los ciudadanos". Yo creo que sí. Si las 4.000 o 5.000 personas, jóvenes en su mayoría, que han tomado la plaza sólo se representasen a sí mismos, las Fuerzas de Seguridad ya las habría desalojado a todas, pacíficamente o por la fuerza; los partidos políticos seguirían enfrascados en su inane y aburrida campaña electoral; y los medios de comunicación habrían enviado a un par de reporteros en prácticas para cubrir las protestas. Los indignados han tenido el valor de sacudir las conciencias de una sociedad muy cabreada, sí, pero también adormecida. Mientras ellos se han echado a la calle, los demás seguimos lamentándonos en el sofá, el bar o la oficina. Pero hartos estamos todos. O casi todos.
Publicado en El Confidencial (20/05/2011)
Es realmente sorprendente la impúdica exhibición de estupideces, simplezas y disparates con la que muchos dirigentes políticos y supuestos creadores de opinión están tratando de explicar el germen y los fines de ese magma heterogéneo de indignados que ha tomado las calles. Y no parece arriesgado deducir que si unos se han apresurado a cortejarlos sin pudor tras haberlos ignorado durante años -o más bien siglos-, y otros han corrido a etiquetarlos despectivamente, empujados por sus prejuicios, es porque creen ver en ese movimiento cívico que escapa a su control una amenaza para sus privilegios. Están nerviosos, descolocados. Y los indignados olfatean su miedo.
No tengo la menor idea de la influencia que la irrupción del Movimiento 15-M podrá tener en las elecciones del próximo domingo; o de si será este o aquel partido el que rebañará más votos de ese hastío colectivo cocido durante años a fuego lento; y resulta prematuro diagnosticar a estas alturas si estamos viviendo los primeros balbuceos de un acontecimiento histórico capaz de sacudir los cimientos de nuestra anquilosada democracia o se trata de un brote fugaz de rebeldía ciudadana, una suerte de kedada multitudinaria de aprendices de Mayo del 68. Pero, a juzgar por la ansiedad y la torpeza con que eso que llamamos el sistema -líderes políticos, partidos, instituciones, poderes fácticos, medios de comunicación...- ha reaccionado ante las protestas, me inclino a pensar que los protagonistas de esa caótica acampada en el corazón de Madrid ya han ganado su primera batalla.
Sólo la ansiedad y la torpeza pueden explicar que el alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, haya comparado las concentraciones espontáneas de los indignados con las movilizaciones que siguieron a los sangrientos atentados del 11-M; o que los mismos medios de comunicación ultramontanos que jalean las paranoias conspirativas de personajes como De la Riva y señalan la mano negra de Alfredo Pérez Rubalcaba detrás de las protestas, certifiquen luego en sus editoriales los supuestos efectos demoledores del 15-M sobre las ya de por sí raquíticas expectativas electorales del PSOE, o sea, el partido del vicepresidente.
Sólo la ansiedad o la torpeza -o ambas- pueden justificar que Felipe González trace paralelismos entre la Puerta del Sol y la Plaza de Tahrir, como si la nebulosa de reivindicaciones cívicas de nuestros activistas -un atropellado catálogo de regeneración democrática redactado por quienes jamás, en su inmensa mayoría, han conocido una dictadura- pudiese homologarse a las exigencias de primera necesidad de los jóvenes árabes, que arriesgan sus vidas -y las pierden- por una libertad que jamás han conocido; o que el secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, dirigiéndose a la legión de desempleados instalada en Sol, dijese ayer que "su situación económica mejorará en 10, 20 o 30 años", afirmación que, sin duda, habrá calmado el desasosiego de quienes no encuentran trabajo.
Antisistema, guerrilla urbana, vínculos con ETA...
Sólo la ansiedad o la torpeza -o algo mucho peor- puede esconderse tras el exabrupto lanzado por el escritor y periodista César Vidal, que ayer proclamaba desde su púlpito radiofónico que muchos de los jóvenes concentrados en la Puerta del Sol tienen vínculos con ETA. "Lejos de ser, como pretenden, un movimiento ciudadano independiente, participativo y apolítico, pertenecen a los habituales grupos antisistema. Las Fuerzas de Seguridad han alertado en varias ocasiones del peligro que representan estos grupos, que mantienen contacto regular con Batasuna-ETA, y que han recibido entrenamiento de Segi en cursos de guerrilla urbana".
Sólo la ansiedad o la torpeza puede haber llevado a José Blanco a advertir a los indignados que "este sistema es el mejor" -aún no he escuchado a ninguno de los que se han echado a la calle reclamar la instauración en España de una república islámica teocrática o de una dictadura comunista-, y que cometen un "error" si piensan que pueden cambiar la política sin acudir a las urnas, como si una abstención masiva o un voto en blanco desorbitado no fueran un mensaje lo suficientemente contundente como para que nuestra casta política comprendiese que ha llegado el momento de sacudir las alfombras de la democracia. Sólo la ansiedad, la torpeza o la ignorancia pueden haber empujado al vicesecretario de Comunicación del PP, Esteban González Pons, a asegurar que el objetivo de estas protestas "es cambiar el Gobierno"; y no, no es sólo echar al Gobierno, a este Gobierno, lo que pretende el Movimiento 15-M: sus metas, utópicas o no, pasan por abrir de par en par las ventanas de la instituciones, las gobierne quien las gobierne, para limpiar el aire viciado por la corrupción, los privilegios y la mediocridad.
Sólo la ansiedad, la torpeza o la prepotencia -va a ser la prepotencia- pueden explicar que uno de los columnistas estrella del periódico de Pedro J. Ramírez sostuviese ayer que los convocados en Sol "no representan a los ciudadanos". Yo creo que sí. Si las 4.000 o 5.000 personas, jóvenes en su mayoría, que han tomado la plaza sólo se representasen a sí mismos, las Fuerzas de Seguridad ya las habría desalojado a todas, pacíficamente o por la fuerza; los partidos políticos seguirían enfrascados en su inane y aburrida campaña electoral; y los medios de comunicación habrían enviado a un par de reporteros en prácticas para cubrir las protestas. Los indignados han tenido el valor de sacudir las conciencias de una sociedad muy cabreada, sí, pero también adormecida. Mientras ellos se han echado a la calle, los demás seguimos lamentándonos en el sofá, el bar o la oficina. Pero hartos estamos todos. O casi todos.
La hora de la revolución civil
Por Leopoldo Abadía
Publicado en Cotizalia (20/05/2011)
Cuando pasa algo, al principio no me entero. Luego, con la repetición de noticias, me voy fijando y profundizo un poco, sin exagerar.
Ahora estamos de elecciones. El sábado nos dedicaremos a reflexionar y el domingo votaremos.
Yo ya he empezado a reflexionar a ver a quién elijo entre esta maraña de señores y señoras que van diciendo cosas que no me interesan en absoluto. Leo lo que dicen, oigo lo que gritan, veo cómo se aplauden (a sí mismos), con qué cariño se abrazan y se besuquean y pienso, con frecuencia: “¡Lo que hay que hacer para poder llevar el cocido a casa!”
Dicen que estas elecciones son importantes. ¡Qué van a decir, claro! Dicen que son importantes en sí mismas (Ayuntamientos y Comunidades Autónomas) y fuera de sí mismas, porque las elecciones generales vendrán enseguida, con lo que conseguiremos, una vez más, que todos estos señores y todas estas señoras tengan el jugueteo garantizado, y cobrado, durante un tiempo, más o menos largo, en función de que las generales se anticipen o no.
Cuando estoy en pleno período de reflexión, me encuentro con las acampadas. Y como soy bastante inocentón, lo primero que pienso es que ya estamos como en Túnez o como en Egipto.
No quiero pensar que ya estamos como en Libia, o como en Bahrein, o como en Siria, porque allí andan a bofetada limpia y eso no me gusta.
Estos chicos de las acampadas eligen plazas. En Túnez fue una plaza y en El Cairo, otra. Parece que las acampadas se hacen mejor en las plazas. Yo, en Barcelona, también prefiero que vayan a la plaza Cataluña, porque si lo hacen en mi calle, que no es muy ancha, se organizaría un lío de tráfico y no podría llegar el taxi que, con tanta frecuencia, me lleva a la estación de Sants, a coger el AVE.
Es posible que alguno tenga curiosidad por saber a dónde me lleva la reflexión que estoy haciendo, y en qué punto del proceso reflexivo estoy. Digo que es posible, porque supongo que a la mayoría le importan tres pitos mis reflexiones y mis procesos.
Pienso que la revolución civil que mi amigo de San Quirico en tantos artículos, conferencias, entrevistas, etc. había reclamado y que en mis libros había anunciado, parece que hace acto de presencia con las manifestaciones de estos días. Lo llaman el movimiento “15M”, lo lían más con “Democracia Real Ya” y le intentan dar glamour internacional con el “Spanish Revolution”. Como dice Quim Monzó en La Vanguardia, eso da que pensar, porque parece que sea iniciativa de unos cuantos buenrollistas de esos que le llaman “noodles” a los fideos porque es más moderno.
Doy un aviso, para que no quede duda: a mí, todo lo que sirva para que en este país nadie se apoltrone ni se quede en casa acurrucado quejándose de la crisis, me parece fenomenal. Toda agitación pacífica y civilizada que aporte la decencia y la dignidad a las personas me parece fundamental.
Y así, viendo desde le barrera los acontecimientos se me van ocurriendo cosas, alguna de ellas malpensantes y otras bienpensantes. No porque no considere que hay una protesta real, sino porque el jaleo ideológico que se va acumulando entre los acampados promete, y mucho.
Por lo que parece, unos dicen que la izquierda progresista, ante la tan anunciada debacle que se le viene encima, ha decidido movilizar a las bases más descontentas con el fin de desviar la atención, centrar el mensaje en la maldad del “sistema” y aconsejar la dispersión del voto. Por otro lado, la derecha más a la derecha considera que es una maniobra comunista – ya hasta el lenguaje parece de otro siglo -, y alarman de golpes de estado y otras historias.
Pero a mí, como a todos, hay cosas que me gustan y otras que me disgustan. Y me pregunto: si somos capaces de identificar lo malo de uno y nos quedamos con lo bueno del otro, tal vez, quizá, no sé, suena la flauta y DE VERDAD conseguimos cambiar las cosas.
Me gusta:
- Ser consciente de la posibilidad de ver hecha realidad la revolución civil pacífica que os comentaba.
- Que llevan carteles tales como:
o “Por una democracia real”. (Totalmente de acuerdo.)
o “No les votes”. (Prácticamente de acuerdo.)
o “¡Decidnos la verdad!” (Más que totalmente de acuerdo.)
- Ver que la consignas sobran y, a partir del día a día, se pueden construir los mensajes a lanzar. Pero el primer paso, el de llamar la atención, ya está hecho. Me parece correcto que no profieran gritos contra ningún partido político en particular.
- Que el objetivo sea dar un toque de atención serio a los políticos y también a los bancos. De esto último no tenemos mucha noticia aunque tiene que salir de alguna manera.
- Comprobar que participan personas de todas las edades, naturaleza, clase y creencia. Veo que la sociedad no está dormida – o no tanto como pensábamos que podía estar – y veo que el desafío es tremendo.
- Ver, en definitiva, que aquel proceso en el que se había instalado la crisis formado por sinvergüenzas - estúpidos - ingenuos, se puede convertir de forma real en un viaje a la inversa, fulminando nuestra ingenuidad por sensatez contra los estúpidos y los sinvergüenzas.
- Que el sistema se renueve pero no a cualquier precio.
No me gusta:
- Que se oigan cosas que van contra el sentido común. En la Plaza Cataluña, de Barcelona, hay una cacerolada, cosa que yo nunca he hecho y seguramente nunca haré por mi edad, pero que es de las cosas que me apetece más, porque eso de salir por la calle con una cacerola y un cucharón haciendo ruido debe ser una gozada. Los de la cacerolada dicen:
o “¿Por qué un piso tan pequeño y una hipoteca tan grande?”. Aquí ya no estoy tan de acuerdo. Porque el piso lo viste TÚ, la hipoteca la firmaste TÚ, y por tanto, el que tiene que contestar a esa pregunta eres TÚ.
- Que todo ocurra precisamente en época electoral. ¿Por qué no haberlo hecho hace dos meses? ¿Por qué no hacerlo más tarde? ¿Por qué esta urgencia?
- Que el Tribunal Constitucional, al que antes le tenía respeto y ahora le tengo menos, avala las manifestaciones en jornadas de reflexión. Así me da por pensar que esto ya no es la revolución civil. Que esto es otra cosa.
- Que los intelectuales y los periodistas que antes han posicionado su ideología se sumen como abanderados de la causa. No me gustan las visitas de algunos a Sol.
- Que no acampen ante los Ministerios de Economía, Trabajo, la Moncloa, etc. o ¿a nadie se le ha ocurrido?
- Que nadie haya promovido estas mismas protestas pacíficas contra bancos y cajas en las sedes de éstos.
- Que la izquierda mas de izquierda y progresista se alinee tan rápido y haga suya la protesta y la derecha más derechona la demonice inmediatamente.
- Que juguemos a confundir. El ex Presidente Zapatero, como ya no tiene nada que hacer, va a Cáceres y habla. Iba a decir “desbarra”, pero eso no sería una noticia, sino una constatación. Por algo le han echado.
o Pues echado y todo, se pone en mangas de camisa y dice que “esa mayoría crítica tiene que votar al PSOE” y que “el voto es la expresión para ser crítico y exigente”.
o En esa misma reunión, sale Juan Carlos Rodríguez Ibarra, y aclara las cosas: “Hay jóvenes por todas las plazas que está indignados, no con nosotros, sino porque la situación se ha vuelto bien complicada como consecuencia de la crisis económica”.
o Y, en pleno delirio, el señor Rodríguez (Ibarra), telonero del señor Rodríguez (Zapatero) suelta: “La pregunta es: ¿es razonable lo que piden?”
o Y ¿a que no sabéis lo que grita la concurrencia?
o Pues la concurrencia grita: ¡SÍ!
o Y el señor Rodríguez (I) resume: “Es el sistema el que está en contra de ellos, no al revés”·.
o Al llegar aquí, veo que el presidente Rubalcaba sigue callado. Como dicen que estos señores dominan el tempo, o sea, que hablan cuando creen que es conveniente (para ellos) hablar, supongo que está esperando.
Y cuando he llegado hasta aquí, uno de esos amigos que tengo en Twitter o en Facebook o por la calle, me pasa una nota que dice: “El 14 de Mayo, Zapatero dijo: ´A partir de mañana se pondrán nerviosos´. Y el 15 de Mayo empezaron las manifestaciones espontáneas por las plazas de España”.
Y uno piensa, torcidamente sin duda, que puede haber alguien al que le interese:
1. Echar a la gente a la calle, lo cual no me parece mal.
2. Echar a la gente contra los partidos, lo cual me parece muy bueno, porque, Dios mío, estos partidos que tenemos son para sacar entrada de primera fila.
3. Echar a la gente contra los Bancos, lo cual me parece muy bueno, y no digo NECESARIO porque algún banquero amigo mío se podría enfadar conmigo y para mí lo más importante es la amistad.
4. Echar a la gente contra las patronales y contra los sindicatos lo cual me parecería muy conveniente para que de una vez, piensen que igual podrían acelerar, un poco nada más, el ritmo de eso que llaman negociaciones y que, visto desde fuera, hace que parezca que están tomando copas y nada más.
He contado muchas veces que mi madre me enseñó a pensar siempre bien de la gente:
1. Cuando leo lo de Strauss-Kahn pienso que pobre hombre, que, si es verdad lo que nos dicen, bastante tiene con ser así.
2. Cuando leo lo de los dos Rodríguez (el Z y el I), pienso que pobres hombres, que bastante tienen con ser así. (Aquí, estoy seguro de que es verdad lo que nos dicen de ellos.)
3. Y así.
Como consecuencia, pienso que estas manifestaciones son organizadas por twitteros, facebookeros y linkedIneros. Pero no sé por qué, me huele mal.
Y pienso: ¿No será una Rubalcabada?
No creo, porque D. Alfredo es una buena persona. Pero, a veces, las buenas personas, cuando quieren conseguir sus objetivos, hacen cosas raras.
Y ¿qué puede pasar?
No lo sé. Lo que seguro que no quiero que pase es que, tras el 22 de mayo, día de votación, el movimiento desaparezca hasta que lleguen las elecciones de 2012. Porque me sonará a ensayo general, a manipulación, a interés desesperado de unos cuantos por medio de la voz de todos.
Y tampoco quiero que ni el PP ni el PSOE ni IU ni ningún partido – y exijo que ninguno – así como los grupos mediáticos y periodísticos de todas las ideas – y digo de todas – se atribuyan méritos, ni desprecien las opiniones a favor o en contra.
En las anteriores elecciones dije, en este mismo medio y oficialmente, que votaría en blanco, y así lo hice. En estas, creo que los sensatos están promoviendo el votar en conciencia y, eso, es casi mejor. Sólo pido que el sábado 21, en plena jornada de reflexión, no salga el Ministro de Interior ejerciendo de Ministro de Interior para explicar nada relacionado con las acampadas. Y no salga el opositor de turno, y el otro y el otro para aclarar, exigir, etc. Nada.
Porque, si eso ocurre, sonará a mitin de última hora, y, entonces, el esfuerzo noble de tantos, de nuevo, no servirá para nada. Y, además, como dice un amigo mío, un poco ordinariote: “Esa película ya la he visto: Bambi crece y le salen cuernos”.
Dicen que, a estas acciones, “les falta un líder y un muerto”. Espero que el segundo no llegue nunca y, que el primero, cumpla con las condiciones más exigentes posibles.
En su esencia, la revolución civil y la hora de los sensatos parece que podrían estar llegando. Por favor, no lo estropeemos entre todos.
Publicado en Cotizalia (20/05/2011)
Cuando pasa algo, al principio no me entero. Luego, con la repetición de noticias, me voy fijando y profundizo un poco, sin exagerar.
Ahora estamos de elecciones. El sábado nos dedicaremos a reflexionar y el domingo votaremos.
Yo ya he empezado a reflexionar a ver a quién elijo entre esta maraña de señores y señoras que van diciendo cosas que no me interesan en absoluto. Leo lo que dicen, oigo lo que gritan, veo cómo se aplauden (a sí mismos), con qué cariño se abrazan y se besuquean y pienso, con frecuencia: “¡Lo que hay que hacer para poder llevar el cocido a casa!”
Dicen que estas elecciones son importantes. ¡Qué van a decir, claro! Dicen que son importantes en sí mismas (Ayuntamientos y Comunidades Autónomas) y fuera de sí mismas, porque las elecciones generales vendrán enseguida, con lo que conseguiremos, una vez más, que todos estos señores y todas estas señoras tengan el jugueteo garantizado, y cobrado, durante un tiempo, más o menos largo, en función de que las generales se anticipen o no.
Cuando estoy en pleno período de reflexión, me encuentro con las acampadas. Y como soy bastante inocentón, lo primero que pienso es que ya estamos como en Túnez o como en Egipto.
No quiero pensar que ya estamos como en Libia, o como en Bahrein, o como en Siria, porque allí andan a bofetada limpia y eso no me gusta.
Estos chicos de las acampadas eligen plazas. En Túnez fue una plaza y en El Cairo, otra. Parece que las acampadas se hacen mejor en las plazas. Yo, en Barcelona, también prefiero que vayan a la plaza Cataluña, porque si lo hacen en mi calle, que no es muy ancha, se organizaría un lío de tráfico y no podría llegar el taxi que, con tanta frecuencia, me lleva a la estación de Sants, a coger el AVE.
Es posible que alguno tenga curiosidad por saber a dónde me lleva la reflexión que estoy haciendo, y en qué punto del proceso reflexivo estoy. Digo que es posible, porque supongo que a la mayoría le importan tres pitos mis reflexiones y mis procesos.
Pienso que la revolución civil que mi amigo de San Quirico en tantos artículos, conferencias, entrevistas, etc. había reclamado y que en mis libros había anunciado, parece que hace acto de presencia con las manifestaciones de estos días. Lo llaman el movimiento “15M”, lo lían más con “Democracia Real Ya” y le intentan dar glamour internacional con el “Spanish Revolution”. Como dice Quim Monzó en La Vanguardia, eso da que pensar, porque parece que sea iniciativa de unos cuantos buenrollistas de esos que le llaman “noodles” a los fideos porque es más moderno.
Doy un aviso, para que no quede duda: a mí, todo lo que sirva para que en este país nadie se apoltrone ni se quede en casa acurrucado quejándose de la crisis, me parece fenomenal. Toda agitación pacífica y civilizada que aporte la decencia y la dignidad a las personas me parece fundamental.
Y así, viendo desde le barrera los acontecimientos se me van ocurriendo cosas, alguna de ellas malpensantes y otras bienpensantes. No porque no considere que hay una protesta real, sino porque el jaleo ideológico que se va acumulando entre los acampados promete, y mucho.
Por lo que parece, unos dicen que la izquierda progresista, ante la tan anunciada debacle que se le viene encima, ha decidido movilizar a las bases más descontentas con el fin de desviar la atención, centrar el mensaje en la maldad del “sistema” y aconsejar la dispersión del voto. Por otro lado, la derecha más a la derecha considera que es una maniobra comunista – ya hasta el lenguaje parece de otro siglo -, y alarman de golpes de estado y otras historias.
Pero a mí, como a todos, hay cosas que me gustan y otras que me disgustan. Y me pregunto: si somos capaces de identificar lo malo de uno y nos quedamos con lo bueno del otro, tal vez, quizá, no sé, suena la flauta y DE VERDAD conseguimos cambiar las cosas.
Me gusta:
- Ser consciente de la posibilidad de ver hecha realidad la revolución civil pacífica que os comentaba.
- Que llevan carteles tales como:
o “Por una democracia real”. (Totalmente de acuerdo.)
o “No les votes”. (Prácticamente de acuerdo.)
o “¡Decidnos la verdad!” (Más que totalmente de acuerdo.)
- Ver que la consignas sobran y, a partir del día a día, se pueden construir los mensajes a lanzar. Pero el primer paso, el de llamar la atención, ya está hecho. Me parece correcto que no profieran gritos contra ningún partido político en particular.
- Que el objetivo sea dar un toque de atención serio a los políticos y también a los bancos. De esto último no tenemos mucha noticia aunque tiene que salir de alguna manera.
- Comprobar que participan personas de todas las edades, naturaleza, clase y creencia. Veo que la sociedad no está dormida – o no tanto como pensábamos que podía estar – y veo que el desafío es tremendo.
- Ver, en definitiva, que aquel proceso en el que se había instalado la crisis formado por sinvergüenzas - estúpidos - ingenuos, se puede convertir de forma real en un viaje a la inversa, fulminando nuestra ingenuidad por sensatez contra los estúpidos y los sinvergüenzas.
- Que el sistema se renueve pero no a cualquier precio.
No me gusta:
- Que se oigan cosas que van contra el sentido común. En la Plaza Cataluña, de Barcelona, hay una cacerolada, cosa que yo nunca he hecho y seguramente nunca haré por mi edad, pero que es de las cosas que me apetece más, porque eso de salir por la calle con una cacerola y un cucharón haciendo ruido debe ser una gozada. Los de la cacerolada dicen:
o “¿Por qué un piso tan pequeño y una hipoteca tan grande?”. Aquí ya no estoy tan de acuerdo. Porque el piso lo viste TÚ, la hipoteca la firmaste TÚ, y por tanto, el que tiene que contestar a esa pregunta eres TÚ.
- Que todo ocurra precisamente en época electoral. ¿Por qué no haberlo hecho hace dos meses? ¿Por qué no hacerlo más tarde? ¿Por qué esta urgencia?
- Que el Tribunal Constitucional, al que antes le tenía respeto y ahora le tengo menos, avala las manifestaciones en jornadas de reflexión. Así me da por pensar que esto ya no es la revolución civil. Que esto es otra cosa.
- Que los intelectuales y los periodistas que antes han posicionado su ideología se sumen como abanderados de la causa. No me gustan las visitas de algunos a Sol.
- Que no acampen ante los Ministerios de Economía, Trabajo, la Moncloa, etc. o ¿a nadie se le ha ocurrido?
- Que nadie haya promovido estas mismas protestas pacíficas contra bancos y cajas en las sedes de éstos.
- Que la izquierda mas de izquierda y progresista se alinee tan rápido y haga suya la protesta y la derecha más derechona la demonice inmediatamente.
- Que juguemos a confundir. El ex Presidente Zapatero, como ya no tiene nada que hacer, va a Cáceres y habla. Iba a decir “desbarra”, pero eso no sería una noticia, sino una constatación. Por algo le han echado.
o Pues echado y todo, se pone en mangas de camisa y dice que “esa mayoría crítica tiene que votar al PSOE” y que “el voto es la expresión para ser crítico y exigente”.
o En esa misma reunión, sale Juan Carlos Rodríguez Ibarra, y aclara las cosas: “Hay jóvenes por todas las plazas que está indignados, no con nosotros, sino porque la situación se ha vuelto bien complicada como consecuencia de la crisis económica”.
o Y, en pleno delirio, el señor Rodríguez (Ibarra), telonero del señor Rodríguez (Zapatero) suelta: “La pregunta es: ¿es razonable lo que piden?”
o Y ¿a que no sabéis lo que grita la concurrencia?
o Pues la concurrencia grita: ¡SÍ!
o Y el señor Rodríguez (I) resume: “Es el sistema el que está en contra de ellos, no al revés”·.
o Al llegar aquí, veo que el presidente Rubalcaba sigue callado. Como dicen que estos señores dominan el tempo, o sea, que hablan cuando creen que es conveniente (para ellos) hablar, supongo que está esperando.
Y cuando he llegado hasta aquí, uno de esos amigos que tengo en Twitter o en Facebook o por la calle, me pasa una nota que dice: “El 14 de Mayo, Zapatero dijo: ´A partir de mañana se pondrán nerviosos´. Y el 15 de Mayo empezaron las manifestaciones espontáneas por las plazas de España”.
Y uno piensa, torcidamente sin duda, que puede haber alguien al que le interese:
1. Echar a la gente a la calle, lo cual no me parece mal.
2. Echar a la gente contra los partidos, lo cual me parece muy bueno, porque, Dios mío, estos partidos que tenemos son para sacar entrada de primera fila.
3. Echar a la gente contra los Bancos, lo cual me parece muy bueno, y no digo NECESARIO porque algún banquero amigo mío se podría enfadar conmigo y para mí lo más importante es la amistad.
4. Echar a la gente contra las patronales y contra los sindicatos lo cual me parecería muy conveniente para que de una vez, piensen que igual podrían acelerar, un poco nada más, el ritmo de eso que llaman negociaciones y que, visto desde fuera, hace que parezca que están tomando copas y nada más.
He contado muchas veces que mi madre me enseñó a pensar siempre bien de la gente:
1. Cuando leo lo de Strauss-Kahn pienso que pobre hombre, que, si es verdad lo que nos dicen, bastante tiene con ser así.
2. Cuando leo lo de los dos Rodríguez (el Z y el I), pienso que pobres hombres, que bastante tienen con ser así. (Aquí, estoy seguro de que es verdad lo que nos dicen de ellos.)
3. Y así.
Como consecuencia, pienso que estas manifestaciones son organizadas por twitteros, facebookeros y linkedIneros. Pero no sé por qué, me huele mal.
Y pienso: ¿No será una Rubalcabada?
No creo, porque D. Alfredo es una buena persona. Pero, a veces, las buenas personas, cuando quieren conseguir sus objetivos, hacen cosas raras.
Y ¿qué puede pasar?
No lo sé. Lo que seguro que no quiero que pase es que, tras el 22 de mayo, día de votación, el movimiento desaparezca hasta que lleguen las elecciones de 2012. Porque me sonará a ensayo general, a manipulación, a interés desesperado de unos cuantos por medio de la voz de todos.
Y tampoco quiero que ni el PP ni el PSOE ni IU ni ningún partido – y exijo que ninguno – así como los grupos mediáticos y periodísticos de todas las ideas – y digo de todas – se atribuyan méritos, ni desprecien las opiniones a favor o en contra.
En las anteriores elecciones dije, en este mismo medio y oficialmente, que votaría en blanco, y así lo hice. En estas, creo que los sensatos están promoviendo el votar en conciencia y, eso, es casi mejor. Sólo pido que el sábado 21, en plena jornada de reflexión, no salga el Ministro de Interior ejerciendo de Ministro de Interior para explicar nada relacionado con las acampadas. Y no salga el opositor de turno, y el otro y el otro para aclarar, exigir, etc. Nada.
Porque, si eso ocurre, sonará a mitin de última hora, y, entonces, el esfuerzo noble de tantos, de nuevo, no servirá para nada. Y, además, como dice un amigo mío, un poco ordinariote: “Esa película ya la he visto: Bambi crece y le salen cuernos”.
Dicen que, a estas acciones, “les falta un líder y un muerto”. Espero que el segundo no llegue nunca y, que el primero, cumpla con las condiciones más exigentes posibles.
En su esencia, la revolución civil y la hora de los sensatos parece que podrían estar llegando. Por favor, no lo estropeemos entre todos.
jueves, 19 de mayo de 2011
Democracia ya, hagamos real lo posible
Por Melchor Miralles
Publicado en El Confidencial (19/05/2011)
Una oleada con epicentro en las redes sociales ha generado importantes concentraciones en varias ciudades de toda España alentando la protesta contra la clase política. Más de 600 plataformas, asociaciones, blogs, colectivos... y centenares de ciudadanos a título particular han puesto en marcha un movimiento, al margen de los partidos políticos, con el nexo común de denunciar el estado de las cosas y su inconformismo ante lo que consideran una situación límite. El asunto merece la atención y bien harían los partidos políticos, y los medios de comunicación y los periodistas en prestar atención a este movimiento 2.0, del que sabemos más o menos cómo ha empezado pero no hasta dónde y cómo va a llegar.
En "Democracia Real Ya" hay más de 600 grupos heterogéneos y ciudadanos no integrados en ninguna organización. Se autodefinen como indignados por el panorama político, económico y social, por la corrupción de políticos, empresarios y banqueros y por la indefensión de los ciudadanos ante los diferentes poderes. Se mezclan grupos como Anonymous con Intermon, la Plataforma de Apoyo a Baltasar Garzón con la Asociación por la Verdad del 11-S, la Asociación de Afectados por las Hipotecas con clubes culturales, asociaciones de aficionados a los deportes de alta montaña con la Asociación de Víctimas de Irregularidades Sanitarias, simpatizantes de #nolesvotes con otros de Juventud Sin Futuro… Cada grupo se diseña y se paga sus carteles y pancartas, aseguran no estar financiados ni dirigidos por nadie, niegan haber sido movilizados por el PSOE para incentivar el voto al PSOE, garantizan no ser antisistema violentos y prometen que han vetado los partidos en sus concentraciones.
Hay mucha gente seriamente cabreada
Se equivocan los grandes partidos que pretenden capitalizar estas protestas y obtener votos a su costa, como hicieron PSOE e IU. Les hacen daño los violentos que se suman a la hora undécima para organizar incidentes y enfrentamientos con la Policía. No miden bien los dirigentes del PP que desprecian a quienes han salido a la calle. En España hay mucha gente cabreada, seriamente cabreada con el stablishment, con los políticos, banqueros, grandes empresarios, grupos de comunicación… con quienes dirigen los destinos de tantos. El personal, además de indignado, está insatisfecho con el funcionamiento de las instituciones.
Que nadie piense que se trata de un grupo de jovenzuelos aburridos con ganas de liarla parda. Hay mucha gente de entre 30 y 55 años sumada a estos movimientos. Hay que situar las cosas en el punto en el que se encuentran, escuchar a los que protestan, entender por qué han salido a la calle. Y quienes lo han hecho, bien harían, en mi opinión, en procurar que la jornada de reflexión del sábado fuera pacífica, serena, sensata y que las aguas no se salgan de su cauce. Como bien harían en no desaparecer del mapa tras las elecciones del 22 y seguir con sus protestas, porque entonces sería legítimo pensar que se trataba de un movimiento con intereses concretos en relación a la cita electoral municipal y autonómica.
Miro con simpatía inicial este movimiento. No lo niego. Lo digo abiertamente. Coincido en que es imprescindible acometer un proceso de reforma a fondo, de regeneración democrática verdadera, y soy de los que lleva diciéndolo en público muchos años. Creo que es imprescindible rellenar de contenido los derechos de participación de los ciudadanos, reformar la Ley Electoral, introducir las listas abiertas, obligar a los partidos a cumplir el mandato constitucional de funcionar democráticamente, articular un sistema que obligue a los representantes a rendir cuentas a los representados y no a quienes elaboran las listas en sus partidos, revivir la separación de los poderes del Estado, reformar los sistemas de elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, modificar la regulación del Ministerio Fiscal y el modo de designar al Fiscal General del Estado, reformular unas Autonomías que hacen aguas y que suponen un lastre insoportable para nuestra economía, revisar la Administración municipal y en su caso recortarla, hacer real una igualdad de todos los ciudadanos ante la ley que es una quimera hoy en día… y tantas cosas más que harán probablemente imprescindible reformar nuestra Constitución.
La regeneración se ha de hacer desde dentro
Estamos ante un asunto muy serio que no se puede despachar frívolamente. Tengo claro, una vez expresada mi simpatía inicial ante este movimiento ciudadano, que para lo que debe servir es para espolear y encauzar un sentimiento generalizado obligando a los partidos políticos a reaccionar y proceder a acometer este proceso de reformas. Esta regeneración se ha de hacer desde dentro, no es deseable ni planteable en serio un Estado asambleario. Hay que crear un clima de opinión pública que fuerce, que obligue a los partidos a tomárselo en serio.
Otras cosas de lo que estamos viviendo en la calle me disgustan. Por ejemplo, esas minorías violentas que flaco favor le hacen a la causa de la regeneración democrática. O aquellos que exigen democracia real y no quieren libertad de información, y acosan, insultan y se conducen violentamente contra periodistas de la agencia Efe, Telemadrid, Intereconomía o la Cope. Sin libertad de prensa no hay democracia, amigos. Tampoco comparto algunas iniciativas que reclaman mayor gasto público y más impuestos para salir de la crisis, es decir, lo contrario de lo que dicen reclamar: no es más Estado y menos sociedad lo que necesitamos, sino más sociedad civil, más acceso a la participación política y menos intervencionismo. En definitiva, más libertad.
No me molestan las utopías. Pero creo que es importante ser realista e insistir en la reclamación y la exigencia de hacer real lo posible. No le pongamos apellidos a la democracia. La historia demuestra que no es bueno. Empleemos todos nuestros esfuerzos en modificar las cosas, porque es posible. Otra política es posible. Y para ello los políticos actuales tendrán que decirnos sin son capaces de hacerla. Si no lo son, si no asumen la realidad de lo que desean la calle, si no son capaces de entender lo que está pasando, entonces sí que corremos el riesgo de que la espiral se desboque por un camino no deseado. No es en la marginalidad, en los extremismos, en la agitación por la agitación o en la demagogia donde vamos a encontrar las soluciones. Pero si desde dentro del sistema de sufragio universal, democrático, representativo, no somos capaces de articular las reformas que son evidentemente imprescindibles, entonces nuestro futuro es oscuro. Es posible hacerlo. Solo hace falta quererlo. Nada más. Y nada menos.
Publicado en El Confidencial (19/05/2011)
Una oleada con epicentro en las redes sociales ha generado importantes concentraciones en varias ciudades de toda España alentando la protesta contra la clase política. Más de 600 plataformas, asociaciones, blogs, colectivos... y centenares de ciudadanos a título particular han puesto en marcha un movimiento, al margen de los partidos políticos, con el nexo común de denunciar el estado de las cosas y su inconformismo ante lo que consideran una situación límite. El asunto merece la atención y bien harían los partidos políticos, y los medios de comunicación y los periodistas en prestar atención a este movimiento 2.0, del que sabemos más o menos cómo ha empezado pero no hasta dónde y cómo va a llegar.
En "Democracia Real Ya" hay más de 600 grupos heterogéneos y ciudadanos no integrados en ninguna organización. Se autodefinen como indignados por el panorama político, económico y social, por la corrupción de políticos, empresarios y banqueros y por la indefensión de los ciudadanos ante los diferentes poderes. Se mezclan grupos como Anonymous con Intermon, la Plataforma de Apoyo a Baltasar Garzón con la Asociación por la Verdad del 11-S, la Asociación de Afectados por las Hipotecas con clubes culturales, asociaciones de aficionados a los deportes de alta montaña con la Asociación de Víctimas de Irregularidades Sanitarias, simpatizantes de #nolesvotes con otros de Juventud Sin Futuro… Cada grupo se diseña y se paga sus carteles y pancartas, aseguran no estar financiados ni dirigidos por nadie, niegan haber sido movilizados por el PSOE para incentivar el voto al PSOE, garantizan no ser antisistema violentos y prometen que han vetado los partidos en sus concentraciones.
Hay mucha gente seriamente cabreada
Se equivocan los grandes partidos que pretenden capitalizar estas protestas y obtener votos a su costa, como hicieron PSOE e IU. Les hacen daño los violentos que se suman a la hora undécima para organizar incidentes y enfrentamientos con la Policía. No miden bien los dirigentes del PP que desprecian a quienes han salido a la calle. En España hay mucha gente cabreada, seriamente cabreada con el stablishment, con los políticos, banqueros, grandes empresarios, grupos de comunicación… con quienes dirigen los destinos de tantos. El personal, además de indignado, está insatisfecho con el funcionamiento de las instituciones.
Que nadie piense que se trata de un grupo de jovenzuelos aburridos con ganas de liarla parda. Hay mucha gente de entre 30 y 55 años sumada a estos movimientos. Hay que situar las cosas en el punto en el que se encuentran, escuchar a los que protestan, entender por qué han salido a la calle. Y quienes lo han hecho, bien harían, en mi opinión, en procurar que la jornada de reflexión del sábado fuera pacífica, serena, sensata y que las aguas no se salgan de su cauce. Como bien harían en no desaparecer del mapa tras las elecciones del 22 y seguir con sus protestas, porque entonces sería legítimo pensar que se trataba de un movimiento con intereses concretos en relación a la cita electoral municipal y autonómica.
Miro con simpatía inicial este movimiento. No lo niego. Lo digo abiertamente. Coincido en que es imprescindible acometer un proceso de reforma a fondo, de regeneración democrática verdadera, y soy de los que lleva diciéndolo en público muchos años. Creo que es imprescindible rellenar de contenido los derechos de participación de los ciudadanos, reformar la Ley Electoral, introducir las listas abiertas, obligar a los partidos a cumplir el mandato constitucional de funcionar democráticamente, articular un sistema que obligue a los representantes a rendir cuentas a los representados y no a quienes elaboran las listas en sus partidos, revivir la separación de los poderes del Estado, reformar los sistemas de elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, modificar la regulación del Ministerio Fiscal y el modo de designar al Fiscal General del Estado, reformular unas Autonomías que hacen aguas y que suponen un lastre insoportable para nuestra economía, revisar la Administración municipal y en su caso recortarla, hacer real una igualdad de todos los ciudadanos ante la ley que es una quimera hoy en día… y tantas cosas más que harán probablemente imprescindible reformar nuestra Constitución.
La regeneración se ha de hacer desde dentro
Estamos ante un asunto muy serio que no se puede despachar frívolamente. Tengo claro, una vez expresada mi simpatía inicial ante este movimiento ciudadano, que para lo que debe servir es para espolear y encauzar un sentimiento generalizado obligando a los partidos políticos a reaccionar y proceder a acometer este proceso de reformas. Esta regeneración se ha de hacer desde dentro, no es deseable ni planteable en serio un Estado asambleario. Hay que crear un clima de opinión pública que fuerce, que obligue a los partidos a tomárselo en serio.
Otras cosas de lo que estamos viviendo en la calle me disgustan. Por ejemplo, esas minorías violentas que flaco favor le hacen a la causa de la regeneración democrática. O aquellos que exigen democracia real y no quieren libertad de información, y acosan, insultan y se conducen violentamente contra periodistas de la agencia Efe, Telemadrid, Intereconomía o la Cope. Sin libertad de prensa no hay democracia, amigos. Tampoco comparto algunas iniciativas que reclaman mayor gasto público y más impuestos para salir de la crisis, es decir, lo contrario de lo que dicen reclamar: no es más Estado y menos sociedad lo que necesitamos, sino más sociedad civil, más acceso a la participación política y menos intervencionismo. En definitiva, más libertad.
No me molestan las utopías. Pero creo que es importante ser realista e insistir en la reclamación y la exigencia de hacer real lo posible. No le pongamos apellidos a la democracia. La historia demuestra que no es bueno. Empleemos todos nuestros esfuerzos en modificar las cosas, porque es posible. Otra política es posible. Y para ello los políticos actuales tendrán que decirnos sin son capaces de hacerla. Si no lo son, si no asumen la realidad de lo que desean la calle, si no son capaces de entender lo que está pasando, entonces sí que corremos el riesgo de que la espiral se desboque por un camino no deseado. No es en la marginalidad, en los extremismos, en la agitación por la agitación o en la demagogia donde vamos a encontrar las soluciones. Pero si desde dentro del sistema de sufragio universal, democrático, representativo, no somos capaces de articular las reformas que son evidentemente imprescindibles, entonces nuestro futuro es oscuro. Es posible hacerlo. Solo hace falta quererlo. Nada más. Y nada menos.
Hartos de la clase política, como una mayoría de españoles
Por Antonio Casado
Publicado en El Confidencial (19/05/2011)
Con desalojo o sin desalojo de la Puerta del Sol madrileña y otras plazas españolas, la mecha ya está encendida. Y mejor que la orden de la Juntas Electorales Provinciales respecto a las concentraciones convocadas para la tarde-noche de ayer no dé lugar a males mayores. De entrada, el lenguaje de la orden recibida en las Delegaciones del Gobierno -me fijo en la de Madrid- no es precisamente el de los indignados. Les habrá sonado a provocación leguleya frente a la democracia real que ellos pregonan.
A saber: pedir el “voto responsable” en la calle “puede afectar a la campaña electoral y a la libertad del derecho de los ciudadanos al ejercicio del voto”. Ese es el lenguaje de la Junta, que de paso explica a los desertores del sistema los pasos a seguir para solicitar el permiso con diez días de antelación. Es como pedirle a 80.000 personas reunidas en el estadio Bernabéu que bajen la voz cuando vayan a celebrar un gol del Real Madrid para no molestar a los vecinos.
Pero, atención, es gente de orden. Y la protesta, de momento caótica y muy poco articulada es, a mi juicio, justa, lógica y razonable, amén de pacífica y desconectada de los partidos políticos dominantes. De nihilismo, nada. Aunque en esta campaña paralela, espontánea, sin líderes, sin guión previo, el grito del cambio suene distinto a como suena en los mítines de Rajoy (es evidente que Zapatero y Rubalcaba no piden cambio), denunciar la corrupción, la ineficacia y el narcisismo de la clase política, no exige ser un adicto a la gasolina. Hasta Francisco Camps lo firmaría. Y no digamos Rodríguez Ibarra (PSOE) o Cayo Lara (IU), que ayer se subían sin ningún disimulo a la ola del llamado 15-M. Tampoco hace falta ser un peligroso activista forjado en los movimientos antisistema para invocar el derecho constitucional a manifestarse en la calle, pedir la reforma de la Ley Electoral, denunciar la censura o reclamar vivienda y trabajo de los poderes públicos.
Cambio como fin y protesta callejera como medio. Es la campaña de los excluidos del Estado del Bienestar y la Sociedad de Consumo con algo de tiempo para pensar. Jóvenes en su mayoría, que sufren un 45 % de paro y no se fían de los dos grandes partidos. Creen con razón que no es justo un sistema que genera semejantes desequilibrios. Y hacen responsable a una clase política codiciosa de poder e incapaz de reconducir la situación. Imposible que este movimiento de rebeldía acepte las reglas del juego de una campaña electoral protagonizada por esa clase política. Eso es lo que deben asumir tanto las Juntas Electorales como el Ministerio del Interior, de donde salían anoche llamamientos a la calma mientras las delegaciones del Gobierno negociaban con los concentrados en los distintos puntos de España donde se está escenificando un antiguo malestar perfectamente identificado.
Un estado de ánimo de persistente reflejo en los altos índices de abstención electoral, en la valoración de la clase política como la tercera gran preocupación de los españoles, en los bajísimos índices de alineamiento ideológico y afiliación política entre los jóvenes ¿A quién le puede extrañar lemas dominantes como “No los votes” o “No nos representan”?
Publicado en El Confidencial (19/05/2011)
Con desalojo o sin desalojo de la Puerta del Sol madrileña y otras plazas españolas, la mecha ya está encendida. Y mejor que la orden de la Juntas Electorales Provinciales respecto a las concentraciones convocadas para la tarde-noche de ayer no dé lugar a males mayores. De entrada, el lenguaje de la orden recibida en las Delegaciones del Gobierno -me fijo en la de Madrid- no es precisamente el de los indignados. Les habrá sonado a provocación leguleya frente a la democracia real que ellos pregonan.
A saber: pedir el “voto responsable” en la calle “puede afectar a la campaña electoral y a la libertad del derecho de los ciudadanos al ejercicio del voto”. Ese es el lenguaje de la Junta, que de paso explica a los desertores del sistema los pasos a seguir para solicitar el permiso con diez días de antelación. Es como pedirle a 80.000 personas reunidas en el estadio Bernabéu que bajen la voz cuando vayan a celebrar un gol del Real Madrid para no molestar a los vecinos.
Pero, atención, es gente de orden. Y la protesta, de momento caótica y muy poco articulada es, a mi juicio, justa, lógica y razonable, amén de pacífica y desconectada de los partidos políticos dominantes. De nihilismo, nada. Aunque en esta campaña paralela, espontánea, sin líderes, sin guión previo, el grito del cambio suene distinto a como suena en los mítines de Rajoy (es evidente que Zapatero y Rubalcaba no piden cambio), denunciar la corrupción, la ineficacia y el narcisismo de la clase política, no exige ser un adicto a la gasolina. Hasta Francisco Camps lo firmaría. Y no digamos Rodríguez Ibarra (PSOE) o Cayo Lara (IU), que ayer se subían sin ningún disimulo a la ola del llamado 15-M. Tampoco hace falta ser un peligroso activista forjado en los movimientos antisistema para invocar el derecho constitucional a manifestarse en la calle, pedir la reforma de la Ley Electoral, denunciar la censura o reclamar vivienda y trabajo de los poderes públicos.
Cambio como fin y protesta callejera como medio. Es la campaña de los excluidos del Estado del Bienestar y la Sociedad de Consumo con algo de tiempo para pensar. Jóvenes en su mayoría, que sufren un 45 % de paro y no se fían de los dos grandes partidos. Creen con razón que no es justo un sistema que genera semejantes desequilibrios. Y hacen responsable a una clase política codiciosa de poder e incapaz de reconducir la situación. Imposible que este movimiento de rebeldía acepte las reglas del juego de una campaña electoral protagonizada por esa clase política. Eso es lo que deben asumir tanto las Juntas Electorales como el Ministerio del Interior, de donde salían anoche llamamientos a la calma mientras las delegaciones del Gobierno negociaban con los concentrados en los distintos puntos de España donde se está escenificando un antiguo malestar perfectamente identificado.
Un estado de ánimo de persistente reflejo en los altos índices de abstención electoral, en la valoración de la clase política como la tercera gran preocupación de los españoles, en los bajísimos índices de alineamiento ideológico y afiliación política entre los jóvenes ¿A quién le puede extrañar lemas dominantes como “No los votes” o “No nos representan”?
15 M, la era de los monstruos
Por Jorge Moruno Danzi (sociólogo)
Publicado en El Confidencial (19/05/2011)
Para explicar las movilizaciones que tuvieron lugar en varias ciudades el pasado domingo -“Por una Democracia Real Ya y Juventud sin Futuro”- debemos remontarnos a finales del siglo pasado y principios del actual. Me refiero a los ciclos de protesta antiglobalización, que tomaron ciudades y protagonizaron portadas durante un cierto periodo de tiempo. No se trata tanto de un revival de aquellas experiencias, sino, más bien, de una evolución en las maneras de organizarse y expresar el descontento. Lo podemos observar igualmente en las manifestaciones contra la guerra de Iraq de 2003, las movilizaciones por una vivienda digna en 2006-2007, o el movimiento contra el Plan Bolonia en las Universidades, en incluso la réplica de la ocupación en la Plaza Tahrir en su versión madrileña. Pero, ¿cuál es el hilo conductor que comparten todos y cada uno de los casos mencionados? Podríamos confirmar tres aspectos: la organización, la composición y el alcance de las demandas.
La organización
El clásico modelo de organización industrial, que responde a una gramática política de la modernidad, entra en crisis. El filósofo italiano Antonio Negri afirma que una de las razones del éxito de Lenin en la Revolución de 1917 fue, precisamente, leer con precisión la organización productiva del momento y saber que contraponer. La organización del partido, al igual que la fábrica industrial, fue hija de la modernidad, con sus burocracias, sus jerarquías y protocolos fijados, y su aspiración de transformar en universalidad la particularidad obrera. A día de hoy, esta manera de pensar la organización entorpece la adaptabilidad a los cambios abruptos en la sociedad del just in time. Anula la expresión singular de la persona, encerrada en la máquina burocrática.
En cambio, la tendencia contemporánea pasa más por amplificar redes en horizontal que no por engordar burocracias por abajo y acumular fuerzas verticalmente. La forma reticular resulta ser más rápida y eficaz que interminables procedimientos, gracias en parte al uso del móvil, Internet y las redes sociales. En una sociedad conectada, donde cada vez existen menos lugares especiales y más lugares comunes, no hay más opción que poner el foco en las relaciones compartidas y no en la ideología prediseñada. Los espacios de encuentro no se limitan al ámbito laboral o educativo; la protesta siempre tiende a exceder su marco de actuación establecido para tomar cuerpo social en la ciudad. En la era de la información, todas las movilizaciones relevantes se la juegan en el Coliseo de la opinión pública, de los medios y televisiones, condicionando así el propio éxito que se pueda obtener en el centro de trabajo.
La composición
Toda forma de organización responde a un modelo concreto que exige una determinada manera de hacer las cosas. Ese modelo es, en nuestro caso, la forma que adopta la composición socioeconómica del trabajo. Antes, y sobre todo desde la Segunda Guerra Mundial, la hegemonía era la del modelo de trabajador industrial, varón, blanco, que desarrollaba empleos mecánicos y encontraba a la salida de la fábrica una comunidad forjada por el trabajo, pero liberada del mismo. En la actualidad vivimos tiempos donde paradójicamente se produce cada vez más riqueza, con menos fuerza de trabajo directamente empleada. Todo lo contrario que otrora.
Ahora, la tendencia es la de flexibilidad y temporalidad en lugar de estabilidad y rutina, imposibilidad de definir metas de largo alcance frente a la certeza temporal que daba el trabajo seguro. La nueva composición del trabajo incluye a la anterior pero, sobre todo, se nutre de jóvenes, mujeres, inmigrantes, parados y trabajadores de mediana edad expulsados por ser demasiado caros, tener demasiada experiencia y ser rígidos.
Todos estos colectivos son los que mayoritariamente sufren la condición de precariedad y el abismo de la exclusión. Los precarios y precarias del siglo XXI no encuentran su lugar en las instituciones y organizaciones bien ideadas para otra época y modelo, pero inoperables para nuestra sociedad post-fordista, que requiere nuevos repertorios de acción colectiva acordes a su composición. Por esa razón, una parte de la izquierda más clásica siente desconfianza hacia este tipo de movilizaciones, que se escapan de sus marcos y puntos referencia e identidad.
El alcance de las demandas
Si antes, destacaba la rápida extensión de la protesta a la ciudad y la influencia de la opinión pública, ahora también, hay que hacerlo en su rápida radicalización de las demandas. Marx, para explicar la luchas sociales del siglo XIX, hacía una analogía con los agujeros de una topera: el topo salía a la superficie en los momentos de abierta conflictividad social -1830, 1848, 1871-, y cuando no era así, éste se refugiaba en la topera, construyendo túneles para comunicarse y amoldarse a la evolución histórica, en la espera de un nuevo estallido social. Hoy, esos túneles se han quedado obsoletos, al menos en parte, y los nuevos movimientos son subversivos en sí mismos, se parecen más a los anillos de una serpiente que surfean con agilidad y rapidez.
El alcance de sus demandas adopta con facilidad un carácter existencial, que ponen en cuestión la propia ecología del capitalismo y golpea con fuerza las propias contradicciones sistémicas: “No somos mercancía en manos de banqueros y políticos”; “este sistema lo vamos a cambiar”; “si gobiernan los mercados no hay democracia”. Gritos propios de lo que popularmente se estigmatiza como “antisistema”. Queda por ver cuánto tiempo falta para que pasen de ser calificados como los “radicales antisistema”. En cualquier caso, el encuentro de la gente reunida en la Puerta del Sol dista mucho de ser una masa estúpida y anónima, más bien, se debe hablar de una multitud inteligente que no elimina la expresión singular de cada persona y potencia la pluralidad.
Nuestra vara de medir el éxito de estas movilizaciones, debe basarse por el momento, en la capacidad de influir en las políticas públicas. El movimiento por una vivienda digna consiguió sacar a debate el problema de la especulación y la dificultad al acceso a una vivienda. Su presión, logró sonsacar al PSOE la renta básica de emancipación, al tiempo que nueve personas continúan a espera de juicio por las sentadas pacíficas de 2006.
Perspectivas de futuro
Decía un ejecutivo del Wall Street Journal, que no creía en la democracia como garante de libertades, pero sí en el mercado. La democracia, afirmaba, pueden ser dos lobos y una oveja decidiendo que cenan esa noche. Pero se olvida, de que existen países donde el mercado no tiene ningún impedimento para implantarse en total ausencia de instituciones democráticas. Los movimientos como el del 15 de mayo en cambio, ponen de manifiesto la insuperable contradicción entre capitalismo y democracia; entre la aspiración de la maximización de los beneficios de unos pocos, frente al deseo de amplificar libertades de muchos. Hasta el momento, las movilizaciones del pasado domingo que reunió a decenas de miles, como bien afirma el Washington Post, constituyen un acontecimiento; es decir, un punto de partida que abre la ventana de lo posible, o parafraseando a él filósofo Slavoj Zizek, la política como el arte de lo imposible. Pero esa potencialidad no depende únicamente del ambiente, sino también de la capacidad estratégica de quienes componen las redes de movimiento. Del acontecimiento, deben pasar al movimiento y con el tiempo la construcción de instituciones autónomas con capacidad de permanencia en el tiempo, que otorguen un sentido de comunidad al precariado y organicen sus demandas. Digamos a modo de caricatura, que la generación precaria, se encuentra políticamente como en los albores del movimiento obrero del siglo XIX, todavía se está encontrando así misma.
De querer persistir más allá del 22 de mayo, su tarea debe ir encaminada hacia la construcción de relatos e historias compartidas, mitos que transmitan emociones y generar sinergias, donde un amplio abanico de personas y sensibilidades se sientan útiles y se ilusionen en involucrarse por el mero hecho de hacerlo. Su principal obstáculo, será el de superar el cinismo impregnado en una sociedad que considera como parte del sentido común, no protestar. Al tiempo que escribo estas líneas, las multitudes de Sol quieren desmentir este estereotipo y parecen decididas a multiplicarse y a demostrar, que la democracia y la libertad se defiende ejerciéndola.
Publicado en El Confidencial (19/05/2011)
Para explicar las movilizaciones que tuvieron lugar en varias ciudades el pasado domingo -“Por una Democracia Real Ya y Juventud sin Futuro”- debemos remontarnos a finales del siglo pasado y principios del actual. Me refiero a los ciclos de protesta antiglobalización, que tomaron ciudades y protagonizaron portadas durante un cierto periodo de tiempo. No se trata tanto de un revival de aquellas experiencias, sino, más bien, de una evolución en las maneras de organizarse y expresar el descontento. Lo podemos observar igualmente en las manifestaciones contra la guerra de Iraq de 2003, las movilizaciones por una vivienda digna en 2006-2007, o el movimiento contra el Plan Bolonia en las Universidades, en incluso la réplica de la ocupación en la Plaza Tahrir en su versión madrileña. Pero, ¿cuál es el hilo conductor que comparten todos y cada uno de los casos mencionados? Podríamos confirmar tres aspectos: la organización, la composición y el alcance de las demandas.
La organización
El clásico modelo de organización industrial, que responde a una gramática política de la modernidad, entra en crisis. El filósofo italiano Antonio Negri afirma que una de las razones del éxito de Lenin en la Revolución de 1917 fue, precisamente, leer con precisión la organización productiva del momento y saber que contraponer. La organización del partido, al igual que la fábrica industrial, fue hija de la modernidad, con sus burocracias, sus jerarquías y protocolos fijados, y su aspiración de transformar en universalidad la particularidad obrera. A día de hoy, esta manera de pensar la organización entorpece la adaptabilidad a los cambios abruptos en la sociedad del just in time. Anula la expresión singular de la persona, encerrada en la máquina burocrática.
En cambio, la tendencia contemporánea pasa más por amplificar redes en horizontal que no por engordar burocracias por abajo y acumular fuerzas verticalmente. La forma reticular resulta ser más rápida y eficaz que interminables procedimientos, gracias en parte al uso del móvil, Internet y las redes sociales. En una sociedad conectada, donde cada vez existen menos lugares especiales y más lugares comunes, no hay más opción que poner el foco en las relaciones compartidas y no en la ideología prediseñada. Los espacios de encuentro no se limitan al ámbito laboral o educativo; la protesta siempre tiende a exceder su marco de actuación establecido para tomar cuerpo social en la ciudad. En la era de la información, todas las movilizaciones relevantes se la juegan en el Coliseo de la opinión pública, de los medios y televisiones, condicionando así el propio éxito que se pueda obtener en el centro de trabajo.
La composición
Toda forma de organización responde a un modelo concreto que exige una determinada manera de hacer las cosas. Ese modelo es, en nuestro caso, la forma que adopta la composición socioeconómica del trabajo. Antes, y sobre todo desde la Segunda Guerra Mundial, la hegemonía era la del modelo de trabajador industrial, varón, blanco, que desarrollaba empleos mecánicos y encontraba a la salida de la fábrica una comunidad forjada por el trabajo, pero liberada del mismo. En la actualidad vivimos tiempos donde paradójicamente se produce cada vez más riqueza, con menos fuerza de trabajo directamente empleada. Todo lo contrario que otrora.
Ahora, la tendencia es la de flexibilidad y temporalidad en lugar de estabilidad y rutina, imposibilidad de definir metas de largo alcance frente a la certeza temporal que daba el trabajo seguro. La nueva composición del trabajo incluye a la anterior pero, sobre todo, se nutre de jóvenes, mujeres, inmigrantes, parados y trabajadores de mediana edad expulsados por ser demasiado caros, tener demasiada experiencia y ser rígidos.
Todos estos colectivos son los que mayoritariamente sufren la condición de precariedad y el abismo de la exclusión. Los precarios y precarias del siglo XXI no encuentran su lugar en las instituciones y organizaciones bien ideadas para otra época y modelo, pero inoperables para nuestra sociedad post-fordista, que requiere nuevos repertorios de acción colectiva acordes a su composición. Por esa razón, una parte de la izquierda más clásica siente desconfianza hacia este tipo de movilizaciones, que se escapan de sus marcos y puntos referencia e identidad.
El alcance de las demandas
Si antes, destacaba la rápida extensión de la protesta a la ciudad y la influencia de la opinión pública, ahora también, hay que hacerlo en su rápida radicalización de las demandas. Marx, para explicar la luchas sociales del siglo XIX, hacía una analogía con los agujeros de una topera: el topo salía a la superficie en los momentos de abierta conflictividad social -1830, 1848, 1871-, y cuando no era así, éste se refugiaba en la topera, construyendo túneles para comunicarse y amoldarse a la evolución histórica, en la espera de un nuevo estallido social. Hoy, esos túneles se han quedado obsoletos, al menos en parte, y los nuevos movimientos son subversivos en sí mismos, se parecen más a los anillos de una serpiente que surfean con agilidad y rapidez.
El alcance de sus demandas adopta con facilidad un carácter existencial, que ponen en cuestión la propia ecología del capitalismo y golpea con fuerza las propias contradicciones sistémicas: “No somos mercancía en manos de banqueros y políticos”; “este sistema lo vamos a cambiar”; “si gobiernan los mercados no hay democracia”. Gritos propios de lo que popularmente se estigmatiza como “antisistema”. Queda por ver cuánto tiempo falta para que pasen de ser calificados como los “radicales antisistema”. En cualquier caso, el encuentro de la gente reunida en la Puerta del Sol dista mucho de ser una masa estúpida y anónima, más bien, se debe hablar de una multitud inteligente que no elimina la expresión singular de cada persona y potencia la pluralidad.
Nuestra vara de medir el éxito de estas movilizaciones, debe basarse por el momento, en la capacidad de influir en las políticas públicas. El movimiento por una vivienda digna consiguió sacar a debate el problema de la especulación y la dificultad al acceso a una vivienda. Su presión, logró sonsacar al PSOE la renta básica de emancipación, al tiempo que nueve personas continúan a espera de juicio por las sentadas pacíficas de 2006.
Perspectivas de futuro
Decía un ejecutivo del Wall Street Journal, que no creía en la democracia como garante de libertades, pero sí en el mercado. La democracia, afirmaba, pueden ser dos lobos y una oveja decidiendo que cenan esa noche. Pero se olvida, de que existen países donde el mercado no tiene ningún impedimento para implantarse en total ausencia de instituciones democráticas. Los movimientos como el del 15 de mayo en cambio, ponen de manifiesto la insuperable contradicción entre capitalismo y democracia; entre la aspiración de la maximización de los beneficios de unos pocos, frente al deseo de amplificar libertades de muchos. Hasta el momento, las movilizaciones del pasado domingo que reunió a decenas de miles, como bien afirma el Washington Post, constituyen un acontecimiento; es decir, un punto de partida que abre la ventana de lo posible, o parafraseando a él filósofo Slavoj Zizek, la política como el arte de lo imposible. Pero esa potencialidad no depende únicamente del ambiente, sino también de la capacidad estratégica de quienes componen las redes de movimiento. Del acontecimiento, deben pasar al movimiento y con el tiempo la construcción de instituciones autónomas con capacidad de permanencia en el tiempo, que otorguen un sentido de comunidad al precariado y organicen sus demandas. Digamos a modo de caricatura, que la generación precaria, se encuentra políticamente como en los albores del movimiento obrero del siglo XIX, todavía se está encontrando así misma.
De querer persistir más allá del 22 de mayo, su tarea debe ir encaminada hacia la construcción de relatos e historias compartidas, mitos que transmitan emociones y generar sinergias, donde un amplio abanico de personas y sensibilidades se sientan útiles y se ilusionen en involucrarse por el mero hecho de hacerlo. Su principal obstáculo, será el de superar el cinismo impregnado en una sociedad que considera como parte del sentido común, no protestar. Al tiempo que escribo estas líneas, las multitudes de Sol quieren desmentir este estereotipo y parecen decididas a multiplicarse y a demostrar, que la democracia y la libertad se defiende ejerciéndola.
miércoles, 18 de mayo de 2011
España desolada: 101 razones para no votar ni a PSOE ni a PP
Por Nacho Cardero
Publicado en El Confidencial (18/05/2011)
Camps, Costa, Ripoll, Toledano, Valadez, Cuenca… Así hasta sumar una centena. De la Gürtel valenciana al cortijo andaluz, hay ciento una razones para no votar ni a PSOE ni a PP este 22 de mayo, tantas como imputados se presentan a las elecciones municipales y autonómicas. No hay excusas. Frente al derecho de los políticos a la presunción de inocencia también está el derecho de los ciudadanos a no ser tomados por tontos. Según una encuesta reciente, nueve de cada diez españoles piensan que las formaciones se mueven por intereses particulares, de equilibrio de poder, pongo a este candidato al frente de la lista porque controla el aparato, no por el interés de la sociedad. Si hubiera agencias de calificación para los partidos como las hay para la deuda soberana o las cajas de ahorros, a buen seguro que su nota no pasaría de bono basura.
Acaso por ser éste un país cuajado de pífanos y tramperos de baja estofa, nuestra clase política ha pasado de puntillas por los temas clave que preocupan a los ciudadanos. No sólo hay omertá respecto al mapa de la corrupción, esa piel de toro banderilleada por un sinfín de causas judiciales que tan gráficamente se muestra en la Red como ejemplo de la incuria de nuestra clase dirigente, sino que el pacto de silencio se extiende a otras materias que deberían haber sido verdadero objeto de debate en estos comicios, especialmente ahora que comienza a aparecer negro sobre blanco la situación insostenible de las arcas de ciudades y comunidades autónomas. ¿Alguien ha puesto sobre el tapete la conveniencia de suprimir las diputaciones? ¿O de evitar duplicidades de gasto en las administraciones? ¿Y qué dicen de la financiación municipal? ¿Y de la autonómica? ¿Quién ha hablado de la incapacidad de los ayuntamientos para ingresar o del déficit oculto de nuestras regiones?
Los candidatos han dispuesto de tiempo para hacerse la fotografía de rigor con los damnificados de Lorca y el bruñido trofeo de los campeones de Copa, pero no para dar soluciones a los problemas que están conduciendo a España hacia el abismo. Al socaire de estos hechos, cabe concluir que el nivel de estas elecciones es bajo, muy bajo, por no decir ínfimo.
Esta estrategia de dar la callada por respuesta, de la que son paradigma Mariano Rajoy (junto a su alter ego Pedro Arriola, inmarcesible gurú de Génova), por parte del PP, y Carme Chacón (de la mano de Miguel Barroso), por el lado del PSOE, dice mucho de la progresiva irrelevancia de nuestra clase política. Como explica el profesor Ludolfo Paramio en La globalización y el malestar en la democracia, “la desconfianza de los ciudadanos hacia los gobiernos y los partidos es consecuencia de su percepción de esta pérdida real de poder: la democracia seguirá siendo la mejor forma de gobierno, pero quienes gobiernan o aspiran a gobernar serán crecientemente irrelevantes”. Aunque la estrategia surta efecto, aunque sean unos candidatos eficientes, quizá buenos mandatarios si alcanzan el poder algún día, jamás se les colgará la medalla de hombres de Estado. No al menos para una minoría independiente y culta que no perdonará ni el silencio, ni la inacción, ni sus listas de imputados, ni la sumisión del interés general al particular en un contexto tan sombrío como el actual, del que sabemos su origen pero desconocemos su estación de término. Esa mancha no desaparece con una victoria en las generales. Al menos, no debería.
Son las formaciones minoritarias, con las que este diario no puede ocultar cierta afinidad por compartir verbo afilado e irreverente y por moverse al margen de la triada hegemónica que controla el país, caso de UPyD y Ciudadanos, las únicas que se atreven a encarar el problema de España sin complejos. Rosa Díez, líder de UPyD, lo hizo con una Proposición de Ley en el Congreso de los Diputados para dificultar la presencia de imputados en listas, en la que se incluía una modificación de la Ley Electoral, que no se ha podido discutir antes de los comicios del 22-M, como era su intención, por zancadillas de los dos grandes partidos. En la exposición de motivos de dicha PL, se argüía que “la presunción de inocencia no puede convertirse de modo abusivo, sin daño para la democracia, en una patente de corso que permite enrocarse en las instituciones públicas a los imputados por corromper su funcionamiento, utilizando para su defensa los medios materiales y jurídicos que la institución puede poner a su servicio, con lo que esto implica de mal uso de tales recursos, privatizados de hecho para servir a intereses personales, y de suspensión de la igualdad ante la ley mediante las ventajas de todo tipo de que pueden disponer los cargos públicos en contraste con los ciudadanos privados”.
La oposición a este tipo de iniciativas y el comportamiento abúlico y clientelista de los partidos, mezclado en caliente con las consecuencias devastadoras de la crisis laboral, ha provocado un divorcio entre la sociedad civil y la clase política sin parangón en la historia reciente del país. Los ciudadanos no se fían. Movimientos espontáneos un tanto anárquicos, en los que se mezclan bloggers y jóvenes con kufiya, como #nolesvotes o Democracia real ya, cultivados en Internet y promotores de las manifestaciones del domingo 15 y martes 17 de mayo, se encargan de poner voz a este malestar creciente. No se trata de tomar el Parlamento ni de quemar conventos, como pretextan las grandes formaciones para menospreciar este tipo de iniciativas, sino de la creciente necesidad de una sociedad civil fuerte sin adhesiones inquebrantables a blasones roídos.
El informe que mejor refleja el desencanto actual, de mención obligada entre los estudiosos de la cosa, es Pulso de España 2010. Un informe sociológico (Biblioteca Nueva, 256 páginas), que disecciona a los jóvenes de nuestro país, chicos amamantados en la Red que no se consideran ni conservadores ni progresistas, sino todo lo contrario. Este informe, coordinado por José Juan Toharia, presidente de de Metroscopia, catedrático de Sociología en la Autónoma de Madrid y director académico de la Fundación Ortega-Marañón, nos describe a un país hastiado, cansado, harto de su clase dirigente: “Los españoles anhelan el relevo de ambos partidos [PSOE y PP] por otro tipo de estilo de gobernar y de controlar al Gobierno (…) Los españoles no abominan de la política, sino del modo, generalmente ramplón, mediocre y mezquino en que suelen conducirse la mayoría de los políticos. De estos políticos”.
Lo que está sucediendo en este país evoca a Casa Desolada de Charles Dickens, en el que sus protagonistas acuden a los juzgados para dirimir un pleito que se prolonga en el tiempo generación tras generación, y que cuando finalmente Lord Canciller emite veredicto, ya nadie se acuerda del origen de la disputa, pues los que la iniciaron se encuentran dos metros bajo tierra y los vencedores no tienen nada que celebrar por una sencilla razón: todo el dinero que por ley les corresponde será para pagar las costas del sinfín de abogados que les han asesorado en tan dilatado período de tiempo.
Algo similar le sucederá a España, cuyas cuadernas crujen hasta casi romperse, si los dos grandes partidos se llaman andana y, arrinconados por una opinión pública crítica, no tratan de recuperar la confianza de los ciudadanos y de unos mercados que tampoco se fían de nuestra clase dirigente. Tanto PSOE como PP están condenados a hacerlo, a aprender de sus errores y adaptarse a una sociedad que va mucho más rápido que sus políticos. Ellos son los que nos gobernarán tras el 22-M y a ellos hay que pedirles transparencia, que castiguen la corrupción, que levanten la alfombra de las cuentas públicas, que digan la verdad, en definitiva, que tomen medidas para acabar con esta España exangüe y desolada. Está en sus manos.
Publicado en El Confidencial (18/05/2011)
Camps, Costa, Ripoll, Toledano, Valadez, Cuenca… Así hasta sumar una centena. De la Gürtel valenciana al cortijo andaluz, hay ciento una razones para no votar ni a PSOE ni a PP este 22 de mayo, tantas como imputados se presentan a las elecciones municipales y autonómicas. No hay excusas. Frente al derecho de los políticos a la presunción de inocencia también está el derecho de los ciudadanos a no ser tomados por tontos. Según una encuesta reciente, nueve de cada diez españoles piensan que las formaciones se mueven por intereses particulares, de equilibrio de poder, pongo a este candidato al frente de la lista porque controla el aparato, no por el interés de la sociedad. Si hubiera agencias de calificación para los partidos como las hay para la deuda soberana o las cajas de ahorros, a buen seguro que su nota no pasaría de bono basura.
Acaso por ser éste un país cuajado de pífanos y tramperos de baja estofa, nuestra clase política ha pasado de puntillas por los temas clave que preocupan a los ciudadanos. No sólo hay omertá respecto al mapa de la corrupción, esa piel de toro banderilleada por un sinfín de causas judiciales que tan gráficamente se muestra en la Red como ejemplo de la incuria de nuestra clase dirigente, sino que el pacto de silencio se extiende a otras materias que deberían haber sido verdadero objeto de debate en estos comicios, especialmente ahora que comienza a aparecer negro sobre blanco la situación insostenible de las arcas de ciudades y comunidades autónomas. ¿Alguien ha puesto sobre el tapete la conveniencia de suprimir las diputaciones? ¿O de evitar duplicidades de gasto en las administraciones? ¿Y qué dicen de la financiación municipal? ¿Y de la autonómica? ¿Quién ha hablado de la incapacidad de los ayuntamientos para ingresar o del déficit oculto de nuestras regiones?
Los candidatos han dispuesto de tiempo para hacerse la fotografía de rigor con los damnificados de Lorca y el bruñido trofeo de los campeones de Copa, pero no para dar soluciones a los problemas que están conduciendo a España hacia el abismo. Al socaire de estos hechos, cabe concluir que el nivel de estas elecciones es bajo, muy bajo, por no decir ínfimo.
Esta estrategia de dar la callada por respuesta, de la que son paradigma Mariano Rajoy (junto a su alter ego Pedro Arriola, inmarcesible gurú de Génova), por parte del PP, y Carme Chacón (de la mano de Miguel Barroso), por el lado del PSOE, dice mucho de la progresiva irrelevancia de nuestra clase política. Como explica el profesor Ludolfo Paramio en La globalización y el malestar en la democracia, “la desconfianza de los ciudadanos hacia los gobiernos y los partidos es consecuencia de su percepción de esta pérdida real de poder: la democracia seguirá siendo la mejor forma de gobierno, pero quienes gobiernan o aspiran a gobernar serán crecientemente irrelevantes”. Aunque la estrategia surta efecto, aunque sean unos candidatos eficientes, quizá buenos mandatarios si alcanzan el poder algún día, jamás se les colgará la medalla de hombres de Estado. No al menos para una minoría independiente y culta que no perdonará ni el silencio, ni la inacción, ni sus listas de imputados, ni la sumisión del interés general al particular en un contexto tan sombrío como el actual, del que sabemos su origen pero desconocemos su estación de término. Esa mancha no desaparece con una victoria en las generales. Al menos, no debería.
Son las formaciones minoritarias, con las que este diario no puede ocultar cierta afinidad por compartir verbo afilado e irreverente y por moverse al margen de la triada hegemónica que controla el país, caso de UPyD y Ciudadanos, las únicas que se atreven a encarar el problema de España sin complejos. Rosa Díez, líder de UPyD, lo hizo con una Proposición de Ley en el Congreso de los Diputados para dificultar la presencia de imputados en listas, en la que se incluía una modificación de la Ley Electoral, que no se ha podido discutir antes de los comicios del 22-M, como era su intención, por zancadillas de los dos grandes partidos. En la exposición de motivos de dicha PL, se argüía que “la presunción de inocencia no puede convertirse de modo abusivo, sin daño para la democracia, en una patente de corso que permite enrocarse en las instituciones públicas a los imputados por corromper su funcionamiento, utilizando para su defensa los medios materiales y jurídicos que la institución puede poner a su servicio, con lo que esto implica de mal uso de tales recursos, privatizados de hecho para servir a intereses personales, y de suspensión de la igualdad ante la ley mediante las ventajas de todo tipo de que pueden disponer los cargos públicos en contraste con los ciudadanos privados”.
La oposición a este tipo de iniciativas y el comportamiento abúlico y clientelista de los partidos, mezclado en caliente con las consecuencias devastadoras de la crisis laboral, ha provocado un divorcio entre la sociedad civil y la clase política sin parangón en la historia reciente del país. Los ciudadanos no se fían. Movimientos espontáneos un tanto anárquicos, en los que se mezclan bloggers y jóvenes con kufiya, como #nolesvotes o Democracia real ya, cultivados en Internet y promotores de las manifestaciones del domingo 15 y martes 17 de mayo, se encargan de poner voz a este malestar creciente. No se trata de tomar el Parlamento ni de quemar conventos, como pretextan las grandes formaciones para menospreciar este tipo de iniciativas, sino de la creciente necesidad de una sociedad civil fuerte sin adhesiones inquebrantables a blasones roídos.
El informe que mejor refleja el desencanto actual, de mención obligada entre los estudiosos de la cosa, es Pulso de España 2010. Un informe sociológico (Biblioteca Nueva, 256 páginas), que disecciona a los jóvenes de nuestro país, chicos amamantados en la Red que no se consideran ni conservadores ni progresistas, sino todo lo contrario. Este informe, coordinado por José Juan Toharia, presidente de de Metroscopia, catedrático de Sociología en la Autónoma de Madrid y director académico de la Fundación Ortega-Marañón, nos describe a un país hastiado, cansado, harto de su clase dirigente: “Los españoles anhelan el relevo de ambos partidos [PSOE y PP] por otro tipo de estilo de gobernar y de controlar al Gobierno (…) Los españoles no abominan de la política, sino del modo, generalmente ramplón, mediocre y mezquino en que suelen conducirse la mayoría de los políticos. De estos políticos”.
Lo que está sucediendo en este país evoca a Casa Desolada de Charles Dickens, en el que sus protagonistas acuden a los juzgados para dirimir un pleito que se prolonga en el tiempo generación tras generación, y que cuando finalmente Lord Canciller emite veredicto, ya nadie se acuerda del origen de la disputa, pues los que la iniciaron se encuentran dos metros bajo tierra y los vencedores no tienen nada que celebrar por una sencilla razón: todo el dinero que por ley les corresponde será para pagar las costas del sinfín de abogados que les han asesorado en tan dilatado período de tiempo.
Algo similar le sucederá a España, cuyas cuadernas crujen hasta casi romperse, si los dos grandes partidos se llaman andana y, arrinconados por una opinión pública crítica, no tratan de recuperar la confianza de los ciudadanos y de unos mercados que tampoco se fían de nuestra clase dirigente. Tanto PSOE como PP están condenados a hacerlo, a aprender de sus errores y adaptarse a una sociedad que va mucho más rápido que sus políticos. Ellos son los que nos gobernarán tras el 22-M y a ellos hay que pedirles transparencia, que castiguen la corrupción, que levanten la alfombra de las cuentas públicas, que digan la verdad, en definitiva, que tomen medidas para acabar con esta España exangüe y desolada. Está en sus manos.
Lo quieren todo y lo quieren ahora
Por Carlos FonsecaPublicado en El Confidencial (18/05/2011)
Jóvenes y no tan jóvenes, estudiantes y parados, se han echado estos días a la calle para protestar por la falta de futuro que los políticos han decidido para ellos. Ya no se resignan. Se han cansado de mensajes vacios que hablan de una recuperación económica que nunca llega ni se traduce en la creación de empleo. Están hartos de la ostentación indecente de salarios, bonus y pensiones millonarias de banqueros y empresarios que reclaman sin pudor sacrificios y austeridad a quienes menos tienen. No están dispuestos a asumir sin más la condición de “generación perdida” que les asignan los gurús económicos que viven de predecir el futuro ajeno. Están indignados, cabreados, cansados de que les tomen el pelo, y lo mejor de todo es que han dejado a un lado la resignación para salir a la calle a pregonarlo.
En octubre del año pasado volcaba en esta columna (Seamos realistas, pidamos lo imposible) mi decepción por la indiferencia con que los trabajadores, en general, y jóvenes, en particular, asumían cifras de paro nunca conocidas y un futuro sombrío, y envidiaba las protestas en Francia contra el retraso de la edad de jubilación de los 60 a los 62 años. ¡Que arda Madrid!, escribía con el deseo de que el ejemplo francés prendiera en nuestro país. Y ha ocurrido.
Las manifestaciones que arrancaron el pasado domingo y han sacado a miles de personas a la calle son un bofetón a una manera de hacer política que ha dado la espalda a los ciudadanos. La campaña electoral en la que estamos inmersos, precedida de una precampaña eterna, es un ejemplo de la política cortoplacista de los dos partidos mayoritarios, embarcados en una carrera de promesas que no van a poder cumplir.
Muchos jóvenes han llegado al convencimiento de que la política ha quedado reducida a una lucha de poder entre PSOE-PP, instalados cómodamente en el bipartidismo del hoy me toca a mí y mañana te toca a ti. Se han desencantado de una clase política que ignora la corrupción propia y denuncia la ajena sin ningún rubor, y que se ha ido alejando de las preocupaciones de la calle para instalarse en la macroeconomía del FMI, el Banco Central Europeo, las agencias de calificación, la Bolsa, el PIB y otros indicadores que a la gente corriente no le resuelven los problemas. Ellos solos han alimentado la desafección ciudadana de la política.
El PP dice que las movilizaciones, que Esperanza Aguirre califica de antisistema, no van con él, que son un ajuste de cuentas de la izquierda desencantada con Zapatero que, además, le beneficia en su estrategia del cuanto peor, mejor. El PSOE asiste temeroso a una “revolución” juvenil que interpreta le restará votos y ha dejado sin efecto el manido ¡que viene la derecha! como último recurso para movilizar a un electorado decepcionado. E IU se frota las manos ante lo que considera un potencial caladero de votos que nunca ha sabido atraer. Se equivocan, porque este movimiento ni obedece ni se identifica con siglas, y aunque los efectos de su protesta perjudiquen a unos más que a otros, las reivindicaciones les conciernen a todos los partidos sin excepción.
Los partidos suelen ignorar la realidad que les incomoda y dejan que este tipo de movilizaciones espontáneas se diluyan en reivindicaciones utópicas, la ausencia de líderes y la inexistencia de una estrategia que vaya más allá de mañana. Por eso es el momento de apoyar este movimiento de la sociedad civil. Los manifestantes no aspiran al poder, sino a cambiar la forma de hacer política en beneficio de una “democracia real” en la que los ciudadanos no seamos “marionetas en manos de políticos y banqueros”. Creen que otro mundo es posible. Son realistas y piden lo imposible; lo quieren todo, y lo quieren ahora. A mí me parece de justicia.
Jóvenes y no tan jóvenes, estudiantes y parados, se han echado estos días a la calle para protestar por la falta de futuro que los políticos han decidido para ellos. Ya no se resignan. Se han cansado de mensajes vacios que hablan de una recuperación económica que nunca llega ni se traduce en la creación de empleo. Están hartos de la ostentación indecente de salarios, bonus y pensiones millonarias de banqueros y empresarios que reclaman sin pudor sacrificios y austeridad a quienes menos tienen. No están dispuestos a asumir sin más la condición de “generación perdida” que les asignan los gurús económicos que viven de predecir el futuro ajeno. Están indignados, cabreados, cansados de que les tomen el pelo, y lo mejor de todo es que han dejado a un lado la resignación para salir a la calle a pregonarlo.
En octubre del año pasado volcaba en esta columna (Seamos realistas, pidamos lo imposible) mi decepción por la indiferencia con que los trabajadores, en general, y jóvenes, en particular, asumían cifras de paro nunca conocidas y un futuro sombrío, y envidiaba las protestas en Francia contra el retraso de la edad de jubilación de los 60 a los 62 años. ¡Que arda Madrid!, escribía con el deseo de que el ejemplo francés prendiera en nuestro país. Y ha ocurrido.
Las manifestaciones que arrancaron el pasado domingo y han sacado a miles de personas a la calle son un bofetón a una manera de hacer política que ha dado la espalda a los ciudadanos. La campaña electoral en la que estamos inmersos, precedida de una precampaña eterna, es un ejemplo de la política cortoplacista de los dos partidos mayoritarios, embarcados en una carrera de promesas que no van a poder cumplir.
Muchos jóvenes han llegado al convencimiento de que la política ha quedado reducida a una lucha de poder entre PSOE-PP, instalados cómodamente en el bipartidismo del hoy me toca a mí y mañana te toca a ti. Se han desencantado de una clase política que ignora la corrupción propia y denuncia la ajena sin ningún rubor, y que se ha ido alejando de las preocupaciones de la calle para instalarse en la macroeconomía del FMI, el Banco Central Europeo, las agencias de calificación, la Bolsa, el PIB y otros indicadores que a la gente corriente no le resuelven los problemas. Ellos solos han alimentado la desafección ciudadana de la política.
El PP dice que las movilizaciones, que Esperanza Aguirre califica de antisistema, no van con él, que son un ajuste de cuentas de la izquierda desencantada con Zapatero que, además, le beneficia en su estrategia del cuanto peor, mejor. El PSOE asiste temeroso a una “revolución” juvenil que interpreta le restará votos y ha dejado sin efecto el manido ¡que viene la derecha! como último recurso para movilizar a un electorado decepcionado. E IU se frota las manos ante lo que considera un potencial caladero de votos que nunca ha sabido atraer. Se equivocan, porque este movimiento ni obedece ni se identifica con siglas, y aunque los efectos de su protesta perjudiquen a unos más que a otros, las reivindicaciones les conciernen a todos los partidos sin excepción.
Los partidos suelen ignorar la realidad que les incomoda y dejan que este tipo de movilizaciones espontáneas se diluyan en reivindicaciones utópicas, la ausencia de líderes y la inexistencia de una estrategia que vaya más allá de mañana. Por eso es el momento de apoyar este movimiento de la sociedad civil. Los manifestantes no aspiran al poder, sino a cambiar la forma de hacer política en beneficio de una “democracia real” en la que los ciudadanos no seamos “marionetas en manos de políticos y banqueros”. Creen que otro mundo es posible. Son realistas y piden lo imposible; lo quieren todo, y lo quieren ahora. A mí me parece de justicia.
"El pique y el repique" por Enrique García - Máiquez
(Publicado en el Diario de Cádiz el 24.04.2011)
AÚN no se ha estrenado aquí la película Cristiada y ya he visto varias veces su emocionante tráiler en Youtube. El director, Dean Wright, confiesa que "espera que inspire la defensa de la libertad religiosa". Será una defensa frontal, pues trata de la guerra cristera, o sea, del levantamiento en armas de los católicos mexicanos cuando en 1926 el presidente Plutarco Elías Calles inició una ofensiva laicista radical. A pesar de tanta acción como trae, lo más inquietante del tráiler es su aviso final: Coming soon.
¿Viene pronto, qué? ¿La película o los hechos? En España, a lo tonto -y nunca mejor dicho- el laicismo va subiendo de tono (el oráculo Peces-Barba ha dicho que los cristianos no entendemos más que el palo) y de temperatura (un grupo feminista ha prendido fuego a la puerta de una iglesia en Barcelona, en otras se han hecho pintadas de "Arderéis como en el 36", son ya varios los asaltos a las capillas universitarias y las blasfemias están a la orden del día). A la vez el laicismo va acorralándonos legislativamente: el derecho a la objeción de conciencia se limita más y más. La posibilidad de que los mansos cristianos pongamos pie en pared parecerá ciencia ficción a los que no tengan ni idea de historia. Pero es una antiquísima tradición que arranca de la espada que sacó Pedro en el Huerto de los Olivos. Precisamente a su espada echó mano el rey Clodoveo, llorando, cuando le narraban la Pasión: "¡Ah, si yo hubiese estado allí con mis francos!", exclamó, quizá con no muy buena teología, pero con absoluta franqueza.
Y eso pasó en México, en Francia en La Vendée y en gran medida -aunque la memoria estrábica se obstine en no verlo- en la España de la República. La fe es cuestión sensible, y no conviene ir metiendo el dedo en el ojo a la gente, que se pica. Los que desconocen la historia están condenados a repetirla, avisó Santayana.
De Cristiada, ya ven, venía a hablar, pero hoy es la Resurrección de Cristo, y eso lo cambia todo. No es día de piques, sino de repiques: de campanas al vuelo y de alegría cósmica. Vista desde la Resurrección, incluso la Pasión que hubiesen evitado Clodoveo y sus hombres se llena de sentido y tenemos que agradecerla infinitamente. Chesterton dijo que "la Cruz no puede ser derrotada porque es la Derrota" y es, luego, la Resurrección. También los que desconocen la teología están condenados a repetirse.
Nuestra alegría ahora debe ser palpable, sobre todo, por Jesús; y por nosotros, que vamos detrás; y por el mundo, que participa de esta fiesta; y al final, por los que nos atacan. Les conviene vernos felices. El problema social no es que no crean, sino que no creen del todo que los que creemos creamos del todo. Ignoran hasta qué punto nuestra fe es honda y, por tanto, no la respetan. Demostrémosla con una alegría desbordante. Para picarse siempre habrá tiempo, y ojalá no llegue. ¡Feliz pascua florida!
AÚN no se ha estrenado aquí la película Cristiada y ya he visto varias veces su emocionante tráiler en Youtube. El director, Dean Wright, confiesa que "espera que inspire la defensa de la libertad religiosa". Será una defensa frontal, pues trata de la guerra cristera, o sea, del levantamiento en armas de los católicos mexicanos cuando en 1926 el presidente Plutarco Elías Calles inició una ofensiva laicista radical. A pesar de tanta acción como trae, lo más inquietante del tráiler es su aviso final: Coming soon.
¿Viene pronto, qué? ¿La película o los hechos? En España, a lo tonto -y nunca mejor dicho- el laicismo va subiendo de tono (el oráculo Peces-Barba ha dicho que los cristianos no entendemos más que el palo) y de temperatura (un grupo feminista ha prendido fuego a la puerta de una iglesia en Barcelona, en otras se han hecho pintadas de "Arderéis como en el 36", son ya varios los asaltos a las capillas universitarias y las blasfemias están a la orden del día). A la vez el laicismo va acorralándonos legislativamente: el derecho a la objeción de conciencia se limita más y más. La posibilidad de que los mansos cristianos pongamos pie en pared parecerá ciencia ficción a los que no tengan ni idea de historia. Pero es una antiquísima tradición que arranca de la espada que sacó Pedro en el Huerto de los Olivos. Precisamente a su espada echó mano el rey Clodoveo, llorando, cuando le narraban la Pasión: "¡Ah, si yo hubiese estado allí con mis francos!", exclamó, quizá con no muy buena teología, pero con absoluta franqueza.
Y eso pasó en México, en Francia en La Vendée y en gran medida -aunque la memoria estrábica se obstine en no verlo- en la España de la República. La fe es cuestión sensible, y no conviene ir metiendo el dedo en el ojo a la gente, que se pica. Los que desconocen la historia están condenados a repetirla, avisó Santayana.
De Cristiada, ya ven, venía a hablar, pero hoy es la Resurrección de Cristo, y eso lo cambia todo. No es día de piques, sino de repiques: de campanas al vuelo y de alegría cósmica. Vista desde la Resurrección, incluso la Pasión que hubiesen evitado Clodoveo y sus hombres se llena de sentido y tenemos que agradecerla infinitamente. Chesterton dijo que "la Cruz no puede ser derrotada porque es la Derrota" y es, luego, la Resurrección. También los que desconocen la teología están condenados a repetirse.
Nuestra alegría ahora debe ser palpable, sobre todo, por Jesús; y por nosotros, que vamos detrás; y por el mundo, que participa de esta fiesta; y al final, por los que nos atacan. Les conviene vernos felices. El problema social no es que no crean, sino que no creen del todo que los que creemos creamos del todo. Ignoran hasta qué punto nuestra fe es honda y, por tanto, no la respetan. Demostrémosla con una alegría desbordante. Para picarse siempre habrá tiempo, y ojalá no llegue. ¡Feliz pascua florida!
De la autoridad zaherida
Por Manuel Bustos
Publicado en Diario de Cádiz (17/05/2011)
Para la existencia de una sociedad sana, que no sea sólo una suma de individuos, es preciso el ejercicio de la autoridad y sólidas convicciones. El origen de esa variará según el modelo que la primera adopte. En una sociedad democrática su legitimidad proviene de la que la ciudadanía le confiere. En cualquier caso, su ejercicio es imprescindible para que la convivencia no se malogre, a pesar de las tensiones inevitables, y la justicia se reponga cuando fuere vulnerada.
Sin embargo, me llama la atención las dificultades que hoy existen para hacer uso de este recurso obvio, que nadie debiera interpretar como antiliberal o fascista. Autoridad no es igual que autoritarismo.
En realidad nunca fue tarea fácil para quien tiene la obligación y la necesidad de ejercerla: su uso suele generar incomprensión. Puede molestar a quien siente su descarga sobre él, aunque sea justificadamente. Por eso llega a crear enemigos. Rara vez suele reconocerse su necesidad, salvo cuando se trata de aplicársela a otros. Y, si se pasara lo más mínimo, por muy razonable que fuese su uso, crearía rechazo. Aquellos que otrora la reclamaban la criticarán ahora tildándola de injusta o desmedida. Resulta casi siempre difícil, aunque se deba, encontrar en su ejercicio el justo equilibrio. Al fin al cabo depende de seres humanos.
Hoy el problema se ha agudizado. No porque la autoridad sea más dura que antaño; no, por supuesto, porque no venga legitimada, sino por la inhibición de muchos a quienes toca aplicarla y el rechazo social hacia la parte menos grata de sus efectos. Así, cuando parece inevitable su uso, se busca un disfraz. No obstante, la contrapartida del ejercicio y disfrute del poder y del cargo, el "peso de la púrpura", consiste en el uso responsable de la autoridad. Y hay quienes desean tener puestos importantes, sin asumir la soledad de la toma de decisiones o la posibilidad de la incomprensión. Hoy, por ello, se pastelea y se consiente tanto. O se mira de soslayo. Actitudes estas que afectan a todo tipo de ámbitos profesionales y de responsabilidades: jueces, profesores, maestros, padres, políticos, sacerdotes, etc. ¿Qué es lo que sucede?
A mi entender, a los compromisos y sinsabores tradicionales, propios del ejercicio de la autoridad, se unen ahora otros factores más específicos de nuestro tiempo, cuya fuerza minadora y coercitiva se viene acrecentando en las últimas décadas.
Uno muy importante es la preocupación por la imagen. Vivimos en la sociedad del espectáculo. Los afectados son legión. El político por temor a la pérdida de popularidad; los padres porque desean ser guays; el profesor por no tener una mala evaluación de sus alumnos ni enfrentarse a los progenitores de estos; el director, presidente o jefe para evitar una imagen de severidad o la división entre los miembros de su grupo, y así sucesivamente.
Es claro que hoy no nos interesa tanto el valor en sí de lo que debe defenderse, cuanto su percepción por los demás. O lo que es igual, se mira antes el grado de aceptación social del acto que los principios de verdad, justicia o bien común que se deban de preservar con él. Y mal que nos pese, si bien somos capaces de clamar contra abusos o injusticias hirientes, preferimos una autoridad débil, apenas ejerciente; una autoridad que, de actuar, lo haga sin hacer ruido.
En el fondo de este comportamiento tan paradójico late una falta grande de convicciones y de seguridad moral. Más vale no mover nada con tal de que no nos cree problemas y dé la sensación, aunque la realidad no se corresponda, de que se mantiene la concordia. Por ello, las contradicciones y los malos usos se perpetúan con los subsiguientes costos de salud ética y social. Las tensiones se conjuran de manera ficticia.
En el debilitamiento de la autoridad tiene su parte asimismo la confusión, hoy moneda corriente, entre tolerancia y consentimiento, relativismo y libertad. Probablemente sea que la sombra de la duda es alargada. ¿Sobre qué comportamientos debe descargar su peso la autoridad? ¿Acaso el "todo vale" no ha alcanzado ya carta de ciudadanía? Suele, por tanto, practicarse más la dejación de autoridad que su ejercicio; salvo cuando puedo ser yo el beneficiario del mismo.
La autoridad puede provocar respuesta y, a veces, conflicto; la relajación no repara los abusos ni las injusticias, pero crea una falsa sensación de respeto hacia la libertad. Al tiempo, las convicciones se resquebrajan y quienes se entregan con sacrificio a la defensa de la verdad, la justicia o el bien común carecen de vigor ante la presión del medio. No se halla en la autoridad responsable la fuerza coercitiva y reparadora necesaria que los proteja. Y todo, finalmente, se queda inmerso en una gran nebulosa moral, en un tremendo pasteleo. O en un hacer la vista gorda para no pecar de intolerante.
Publicado en Diario de Cádiz (17/05/2011)
Para la existencia de una sociedad sana, que no sea sólo una suma de individuos, es preciso el ejercicio de la autoridad y sólidas convicciones. El origen de esa variará según el modelo que la primera adopte. En una sociedad democrática su legitimidad proviene de la que la ciudadanía le confiere. En cualquier caso, su ejercicio es imprescindible para que la convivencia no se malogre, a pesar de las tensiones inevitables, y la justicia se reponga cuando fuere vulnerada.
Sin embargo, me llama la atención las dificultades que hoy existen para hacer uso de este recurso obvio, que nadie debiera interpretar como antiliberal o fascista. Autoridad no es igual que autoritarismo.
En realidad nunca fue tarea fácil para quien tiene la obligación y la necesidad de ejercerla: su uso suele generar incomprensión. Puede molestar a quien siente su descarga sobre él, aunque sea justificadamente. Por eso llega a crear enemigos. Rara vez suele reconocerse su necesidad, salvo cuando se trata de aplicársela a otros. Y, si se pasara lo más mínimo, por muy razonable que fuese su uso, crearía rechazo. Aquellos que otrora la reclamaban la criticarán ahora tildándola de injusta o desmedida. Resulta casi siempre difícil, aunque se deba, encontrar en su ejercicio el justo equilibrio. Al fin al cabo depende de seres humanos.
Hoy el problema se ha agudizado. No porque la autoridad sea más dura que antaño; no, por supuesto, porque no venga legitimada, sino por la inhibición de muchos a quienes toca aplicarla y el rechazo social hacia la parte menos grata de sus efectos. Así, cuando parece inevitable su uso, se busca un disfraz. No obstante, la contrapartida del ejercicio y disfrute del poder y del cargo, el "peso de la púrpura", consiste en el uso responsable de la autoridad. Y hay quienes desean tener puestos importantes, sin asumir la soledad de la toma de decisiones o la posibilidad de la incomprensión. Hoy, por ello, se pastelea y se consiente tanto. O se mira de soslayo. Actitudes estas que afectan a todo tipo de ámbitos profesionales y de responsabilidades: jueces, profesores, maestros, padres, políticos, sacerdotes, etc. ¿Qué es lo que sucede?
A mi entender, a los compromisos y sinsabores tradicionales, propios del ejercicio de la autoridad, se unen ahora otros factores más específicos de nuestro tiempo, cuya fuerza minadora y coercitiva se viene acrecentando en las últimas décadas.
Uno muy importante es la preocupación por la imagen. Vivimos en la sociedad del espectáculo. Los afectados son legión. El político por temor a la pérdida de popularidad; los padres porque desean ser guays; el profesor por no tener una mala evaluación de sus alumnos ni enfrentarse a los progenitores de estos; el director, presidente o jefe para evitar una imagen de severidad o la división entre los miembros de su grupo, y así sucesivamente.
Es claro que hoy no nos interesa tanto el valor en sí de lo que debe defenderse, cuanto su percepción por los demás. O lo que es igual, se mira antes el grado de aceptación social del acto que los principios de verdad, justicia o bien común que se deban de preservar con él. Y mal que nos pese, si bien somos capaces de clamar contra abusos o injusticias hirientes, preferimos una autoridad débil, apenas ejerciente; una autoridad que, de actuar, lo haga sin hacer ruido.
En el fondo de este comportamiento tan paradójico late una falta grande de convicciones y de seguridad moral. Más vale no mover nada con tal de que no nos cree problemas y dé la sensación, aunque la realidad no se corresponda, de que se mantiene la concordia. Por ello, las contradicciones y los malos usos se perpetúan con los subsiguientes costos de salud ética y social. Las tensiones se conjuran de manera ficticia.
En el debilitamiento de la autoridad tiene su parte asimismo la confusión, hoy moneda corriente, entre tolerancia y consentimiento, relativismo y libertad. Probablemente sea que la sombra de la duda es alargada. ¿Sobre qué comportamientos debe descargar su peso la autoridad? ¿Acaso el "todo vale" no ha alcanzado ya carta de ciudadanía? Suele, por tanto, practicarse más la dejación de autoridad que su ejercicio; salvo cuando puedo ser yo el beneficiario del mismo.
La autoridad puede provocar respuesta y, a veces, conflicto; la relajación no repara los abusos ni las injusticias, pero crea una falsa sensación de respeto hacia la libertad. Al tiempo, las convicciones se resquebrajan y quienes se entregan con sacrificio a la defensa de la verdad, la justicia o el bien común carecen de vigor ante la presión del medio. No se halla en la autoridad responsable la fuerza coercitiva y reparadora necesaria que los proteja. Y todo, finalmente, se queda inmerso en una gran nebulosa moral, en un tremendo pasteleo. O en un hacer la vista gorda para no pecar de intolerante.
martes, 17 de mayo de 2011
¿ A QUIEN VOTO ? por Jaime Rocha
Si quisieramos ser consecuentes con nuestras propias ideas, y tratáramos de buscar, entre las ofertas programáticas que a voz en grito nos hacen los partidos candidatos a gobernarnos, seguramente no encontraríamos el número suficiente de coincidencias como para efectuar una rápida elección.
En esa tesitura, habria que hacer un segundo análisis, con menos rigor, buscando el mayor número de coincidencias. Así llegaríamos a una decisión:"estos son los que mejor me pueden representar" Y nos quedaríamos mas tranquilos, esperando que llegue el importante momento de depositar la papeleta electoral y ejercer nuestro derecho a elegir a nuestros representantes, los que en nuestro nombre van a ejercer el poder político durante los próximos cuatro años.
Hasta aqui un ejercicio de lógica de lo más simple, salvo que...no es tan sencillo ni tan limpio el proceso.
Para empezar esta el asunto de la credibilidad. ¿Nos creemos a pies juntillas lo que nos dicen que van a hacer? Pues no es facil discernir, entre lo mucho que prometen, lo que es su intención cumplir y el humo ambiente. Solamente hay un camino: el cumplimiento de promesas anteriores. Hayan ejercido el poder con anterioridad o no, podemos analizar si, de aquello que nos dijeron que se disponian a hacer o defender en anteriores convocatorias, realmente luego fue su empeño, bien desde el gobierno o la oposición.
Otro asunto importante: nos piden el voto para una lista cerrada, es decir, no tenemos otra opción que votar a todos los componentes de una lista, aunque en ella se mezclen personas que, pensamos a priori, merecen nuestro apoyo, con otras a las que no concedemos un mínimo de credibilidad. Pues eso no tiene solución, o lo tomas o lo dejas, o todos o nadie. Así pues nuestra libertad queda, en cierrto modo, condicionada.
Aun no hemos terminado. ¿Que pasa con la honradez? Ya se que los delincuentes, los ladrones, los que abusan de su posición para enriquecerse, lo hacen a título personal y no se puede generalizar ni catalogar a un partido entero por muchos garbanzos negros que haya en sus filas. Pero hay en esto una prueba del algodón. ¿Que ha hecho ese partido cuando se ha descubierto un caso de corrupción en sus filas? ¿Mirar para otro lado y negarlo todo? ¿Apartarlo fulminantemente de su militancia y responsabiidades? ¿Poner en manos de la justicia las pruebas incriminatorias, si las hay?
¿Segimos? Cuando ya lo tengamos más o menos claro, ¿por qué no analizamos tambien los posibles pactos postelectorales? Con quien se aliaron en anteriores circunstancias, o con quien es previsible que lo hagan ahora en caso de necesidad. Porque no creamos que gobernará la lista más votada, lo hará aquella coalición de partidos unidos para que no gobiernen los que obtuvieron un mayor apoyo popular.
Ahora se trata de elecciones locales o, en algun caso, autonómicas, pero pronto, antes de un año, tendremos nueva cita para las generales, y en ese caso habría que considerar otros factores como las circunscripciones electorales y el papel determinante de los pequeños partidos o los de ambito regional en la política nacional.
Si despues de tantas consideraciones llega a un diagnóstico claro y tiene ya decidido su voto ¡¡ Enhorabuena !!.
¿Quien dice que no hace falta una nueva Ley Electoral? ¿Que partido propugna ese cambio? ¿Quien lo llevará en su programa, junto con una limitación del tiempo de los mandatos? ¿No pretenden ser nuestros representantes?.
Muchas e importantes cuestiones a considerar. ¡¡ Suerte !!
En esa tesitura, habria que hacer un segundo análisis, con menos rigor, buscando el mayor número de coincidencias. Así llegaríamos a una decisión:"estos son los que mejor me pueden representar" Y nos quedaríamos mas tranquilos, esperando que llegue el importante momento de depositar la papeleta electoral y ejercer nuestro derecho a elegir a nuestros representantes, los que en nuestro nombre van a ejercer el poder político durante los próximos cuatro años.
Hasta aqui un ejercicio de lógica de lo más simple, salvo que...no es tan sencillo ni tan limpio el proceso.
Para empezar esta el asunto de la credibilidad. ¿Nos creemos a pies juntillas lo que nos dicen que van a hacer? Pues no es facil discernir, entre lo mucho que prometen, lo que es su intención cumplir y el humo ambiente. Solamente hay un camino: el cumplimiento de promesas anteriores. Hayan ejercido el poder con anterioridad o no, podemos analizar si, de aquello que nos dijeron que se disponian a hacer o defender en anteriores convocatorias, realmente luego fue su empeño, bien desde el gobierno o la oposición.
Otro asunto importante: nos piden el voto para una lista cerrada, es decir, no tenemos otra opción que votar a todos los componentes de una lista, aunque en ella se mezclen personas que, pensamos a priori, merecen nuestro apoyo, con otras a las que no concedemos un mínimo de credibilidad. Pues eso no tiene solución, o lo tomas o lo dejas, o todos o nadie. Así pues nuestra libertad queda, en cierrto modo, condicionada.
Aun no hemos terminado. ¿Que pasa con la honradez? Ya se que los delincuentes, los ladrones, los que abusan de su posición para enriquecerse, lo hacen a título personal y no se puede generalizar ni catalogar a un partido entero por muchos garbanzos negros que haya en sus filas. Pero hay en esto una prueba del algodón. ¿Que ha hecho ese partido cuando se ha descubierto un caso de corrupción en sus filas? ¿Mirar para otro lado y negarlo todo? ¿Apartarlo fulminantemente de su militancia y responsabiidades? ¿Poner en manos de la justicia las pruebas incriminatorias, si las hay?
¿Segimos? Cuando ya lo tengamos más o menos claro, ¿por qué no analizamos tambien los posibles pactos postelectorales? Con quien se aliaron en anteriores circunstancias, o con quien es previsible que lo hagan ahora en caso de necesidad. Porque no creamos que gobernará la lista más votada, lo hará aquella coalición de partidos unidos para que no gobiernen los que obtuvieron un mayor apoyo popular.
Ahora se trata de elecciones locales o, en algun caso, autonómicas, pero pronto, antes de un año, tendremos nueva cita para las generales, y en ese caso habría que considerar otros factores como las circunscripciones electorales y el papel determinante de los pequeños partidos o los de ambito regional en la política nacional.
Si despues de tantas consideraciones llega a un diagnóstico claro y tiene ya decidido su voto ¡¡ Enhorabuena !!.
¿Quien dice que no hace falta una nueva Ley Electoral? ¿Que partido propugna ese cambio? ¿Quien lo llevará en su programa, junto con una limitación del tiempo de los mandatos? ¿No pretenden ser nuestros representantes?.
Muchas e importantes cuestiones a considerar. ¡¡ Suerte !!
El grito del cambio no es igual en la calle que en las urnas
Por Antonio Casado
Publicado en El Confidencial (17/05/2011)
Deben de ser los años, pero a estas alturas uno mira una campaña electoral como José María Iñigo mira las votaciones del festival de Eurovisión. Con mucha distancia, escasa capacidad de registro respecto a los discursos huecos que se despachan y una pereza infinita a la hora de procesar las respectivas estrategias, tan burdas, tan transparentes, tan previsibles.
Y todavía hay dirigentes dispuestos a decirles a los jóvenes desertores del sistema que la solución está en las urnas. No han entendido el grito de la generación perdida. O lo han entendido demasiado bien y, como no se les ocurre nada frente a los manifestantes del domingo (“Democracia real, ya”, firmado por jóvenes y no tan jóvenes de muy distintos colectivos), salen con esa ocurrencia del voto como palanca para mejorar la situación del país. Pero eso choca con el lema “No los votes”, uno de los más aireados por los promotores de la protesta. Y de los más oídos en las marchas del fin de semana en distintas ciudades. De hecho, los jóvenes que acamparon en la Puerta del Sol, ante el flequillo de Esperanza Aguirre, pretendían quedarse hasta el día de las elecciones (fueron desalojados anoche). Y no precisamente como reclamo de la participación sino todo lo contrario.
El grito no se queda solo en la reprobación de la clase política. Se incluye al Ejército, la Iglesia y la Banca. Póquer de ases en una baraja que quisieran romper los inspiradores de este inesperado movimiento agitado por las redes sociales. Al menos en las soflamas que, al igual que ocurre en las campañas electorales, duran lo que duran los globos de una piñata.
Además, no parece dominar el componente antisistema en estas manifestaciones. Más bien parecen agitadas por las desencantadas criaturas del Estado del Bienestar y la Sociedad del Consumo. Razón de más para que la clase política, ahora enzarzada en el rito vacuo de una campaña electoral, se sienta concernida por quienes han descubierto más o menos repentinamente que quieren ser tratados como personas y no como mercancías, que los mercados deben estar sometidos a la Democracia y no al revés, que un banquero lascivo a 2.200 euros la noche de hotel no es quien para sugerir recortes sociales. Y que, por supuesto, no se sienten en absoluto representados por esta clase política que concursa en las urnas del día 22.
Lo suyo es esperar y ver si los candidatos del domingo toman nota de esta nueva expresión del malestar social. Por un lado. Por otro, saber si el movimiento va a tener continuidad. Sus coordenadas están claras: “indignados y organizados” para “sacar a la ciudadanía a la calle” y provocar un “cambio de modelo político y social”, en palabras de Félix Gándara, el portavoz del grupo “Democracia real, ya”.
La clave también es el cambio en esta especie de campaña paralela iniciada en las manifestaciones del domingo. Como en la campaña oficial, donde el aspirante Rajoy también reclama lo mismo frente al titular Zapatero. El grito de cambio es el mismo, pero no suena igual en la calle que en las urnas. Dos campañas paralelas. Por mucho que se prolonguen nunca llegarán a encontrarse.
Publicado en El Confidencial (17/05/2011)
Deben de ser los años, pero a estas alturas uno mira una campaña electoral como José María Iñigo mira las votaciones del festival de Eurovisión. Con mucha distancia, escasa capacidad de registro respecto a los discursos huecos que se despachan y una pereza infinita a la hora de procesar las respectivas estrategias, tan burdas, tan transparentes, tan previsibles.
Y todavía hay dirigentes dispuestos a decirles a los jóvenes desertores del sistema que la solución está en las urnas. No han entendido el grito de la generación perdida. O lo han entendido demasiado bien y, como no se les ocurre nada frente a los manifestantes del domingo (“Democracia real, ya”, firmado por jóvenes y no tan jóvenes de muy distintos colectivos), salen con esa ocurrencia del voto como palanca para mejorar la situación del país. Pero eso choca con el lema “No los votes”, uno de los más aireados por los promotores de la protesta. Y de los más oídos en las marchas del fin de semana en distintas ciudades. De hecho, los jóvenes que acamparon en la Puerta del Sol, ante el flequillo de Esperanza Aguirre, pretendían quedarse hasta el día de las elecciones (fueron desalojados anoche). Y no precisamente como reclamo de la participación sino todo lo contrario.
El grito no se queda solo en la reprobación de la clase política. Se incluye al Ejército, la Iglesia y la Banca. Póquer de ases en una baraja que quisieran romper los inspiradores de este inesperado movimiento agitado por las redes sociales. Al menos en las soflamas que, al igual que ocurre en las campañas electorales, duran lo que duran los globos de una piñata.
Además, no parece dominar el componente antisistema en estas manifestaciones. Más bien parecen agitadas por las desencantadas criaturas del Estado del Bienestar y la Sociedad del Consumo. Razón de más para que la clase política, ahora enzarzada en el rito vacuo de una campaña electoral, se sienta concernida por quienes han descubierto más o menos repentinamente que quieren ser tratados como personas y no como mercancías, que los mercados deben estar sometidos a la Democracia y no al revés, que un banquero lascivo a 2.200 euros la noche de hotel no es quien para sugerir recortes sociales. Y que, por supuesto, no se sienten en absoluto representados por esta clase política que concursa en las urnas del día 22.
Lo suyo es esperar y ver si los candidatos del domingo toman nota de esta nueva expresión del malestar social. Por un lado. Por otro, saber si el movimiento va a tener continuidad. Sus coordenadas están claras: “indignados y organizados” para “sacar a la ciudadanía a la calle” y provocar un “cambio de modelo político y social”, en palabras de Félix Gándara, el portavoz del grupo “Democracia real, ya”.
La clave también es el cambio en esta especie de campaña paralela iniciada en las manifestaciones del domingo. Como en la campaña oficial, donde el aspirante Rajoy también reclama lo mismo frente al titular Zapatero. El grito de cambio es el mismo, pero no suena igual en la calle que en las urnas. Dos campañas paralelas. Por mucho que se prolonguen nunca llegarán a encontrarse.
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