(Publicado el 15.01.2011 en el Diario de Cádiz, en la sección "La Firma Invitada)
TRAS algunos meses, en unos días dejo Cádiz hacia Barcelona a buscarme la vida. A mis treinta y cinco años, no pasaba tanto tiempo seguido aquí desde chico, antes de marchar a Madrid a estudiar la carrera. Durante este 2010, desempleado, alquilé mi minúsculo piso de Barcelona para poder formarme, reciclarme, descansar y viajar. Todo un lujo que me he podido permitir trasladándome a casa de mis padres en mi ciudad natal.
Llegué en abril, la ciudad empezaba a entregar lo mejor de sí: luz, sol, días largos y mar que entrado mayo era ya todo abiertamente playa. Alegría. Después del otoño y el invierno en Barcelona, sentí esa seducción que aprecian tanto nuestros visitantes de primavera y verano y de la que tan conscientes somos los gaditanos. Era turista en mi tierra, con gastos pagados en casa de mi familia, junto al mar… La primavera fue fabulosa, tenía el proyecto de pasar el verano en Berlín, estudiaba alemán cada tarde en la Biblioteca de la Segunda Aguada, iba a la playa, al gimnasio de San Felipe, recorría en coche la provincia, que regalaba unos paisajes de verde fluorescente y cielos azules. Y las playas: El Palmar, Caños, Zahara, de Conil para abajo, una locura todo. Incluso sin salir de Cádiz, Cortadura es una playa maravillosa.
Mi propia ciudad me había seducido a los 35 años para cuando volaba a Berlín a finales de junio.
Volví en septiembre, mi apartamento de Barcelona me había aportado generosos ingresos durante el verano. Tras un agosto de perros en Berlín, septiembre me devolvía lo mejor del verano. De nuevo en Cádiz. Pensé "qué planazo": me busco un trabajito aquí, alquilo mi casa de Barcelona y a vivir en Cádiz.
Pero el verano se iba, el fulgor se transformaba en un fundido otoñal que culmina en esta Navidad negra, húmeda y ventosa, como la Bahía que describe Miguel Ángel García Argüez en su libro. El "otro Cádiz" emerge de su cintura de mar que de azul pasa a turbio marrón grisáceo.
Treintañeros que viven en casa de sus padres, sin ingresos, casi sin haber salido de la ciudad (pero ni a Jerez) y hacinados en bibliotecas estudiando oposiciones "de lo que sea". Sin vocación, sin motivación. Incultura, paro, resignación, inconsciencia, ignorancia, mentalidad obsoleta, personajes gaditanos que siempre son celebrados en un chiste tomando una cervecita al sol pero que bajo un temporal atlántico de noviembre se vuelven lúgubres y crudos: gorrillas, señoras en bata fucsia cojeando, grupos de adolescentes que han dejado de estudiar fumando porros en una plazoleta cualquiera. Mamá les da la paga, papá les paga el carné de conducir, un coche 'pa' ir al Bahía y salir de fiesta sábados. 'Pa' ir de Cádiz a Puerta Tierra o al revés. Más allá de San Fernando, lo desconocido… La novia, los coleguitas y listo, ahí se sienten fuertes y seguros porque además les han dicho que como se vive en Cádiz no se vive en ningún sitio. A partir de ahí, no se sabe muy bien qué… Eso sí, la careta nos la ponemos los gaditanos como nadie. Bendita careta de 'arreglarse' el sábado por la noche, pintarse como una puerta y engrasarse los rizos y a emborracharse en taconazos a Muñoz Arenillas. Jajaja Jijiji, venga 'pisha', otro cubatita que está la cosa fatal. Y lo bien que se vive aquí, y que esto es lo más bonito del mundo, "no vea tú", "esto es Cadi y aquí hay que mamá". Mamá, que no tengo "pa salí", dame 10 euros "pa echarle" gasolina al coche.
Pero es que "está to mu mal", es culpa de Z o de P, de Teo o de Fila, a ver quién viene a arreglarnos el asunto, desde fuera. Que vengan AVES de Madrid, subvenciones de la Junta, cruceros del Norte de Europa, que vengan turistas, subvenciones, hasta el segundo puente, que venga de Puerto Real. Que vengan el 2012, el 13 y el 14. O que pasen de largo…
Pero al gaditano, que nadie le venga a decir de fuera lo que tiene que hacer: salir de sí mismo, que sea Cádiz la que tienda un puente hacia fuera, hacia el resto del mundo y a los tiempos que corren. Esta península tartésica divina es nuestra cara y es nuestra cruz. Quién le dice al gaditano medio(cre) que tenga un poco de sentido crítico, que lea el Diario, que se levante, que se rebele, que estudie, que emprenda, que se arriesgue, que se asocie, que deje de mirarse el ombligo reflejado en el agua del mar, en el cielo azul o en el cubata de garrafón. Que eso es pan para el veranito y hambre para los inviernos. Y nos queda mucho invierno en este país hasta que vuelvan los calorcitos de los buenos trabajos y los buenos sueldos. La cosa está mala, sí, pero aquí en Cádiz está mucho peor que en otros sitios, siempre lo está.
Qué impopular resulta en mi ciudad hablar así, qué foráneo mi punto de vista. Y qué mezquino me siento por no tener más agallas y quedarme, emprender, arriesgar, rebelarme y levantarme. Pero ahora apremia la necesidad de encontrar un trabajo, no tengo ahorros ni perspectivas aquí. Los meses de paro que me quedan hay que invertirlos en buscar algo en Barcelona y rodearme de una atmósfera más motivante laboral, personalmente y a nivel vital. Soy consciente de que escribo esto en un momento bajo de ánimos, inquieto ante el futuro, es el último día del año, hacemos balance y escudriñamos qué es lo que nos traerá el tiempo venidero. Pero pese a eso no creo errar demasiado en mi visión de la situación de esta ciudad que cada vez se encuentra literalmente más "anclada" en el mar.
Ni el mar, ni la playa, ni el azul, ni la luz, ni el pescaíto, ni la Caleta, ni nuestra maravilla de casco histórico se van a esfumar. Las oportunidades, sí que pasan y no vuelven. Démonos los gaditanos la oportunidad de apostar a mejorar, miremos más a "los gaditanos" que hay tras esa abstracción deslumbrante que a veces es nuestra propia ciudad, madre y cárcel de mar.
Próspero 2011, primero a los gaditanos y luego a Cádiz. Venga la felicidad de esa prosperidad. Desde lejos, atento a lo que acontezca en este brazo de tierra, con la esperanza de poder algún día volver a prosperar yo también junto a ti.
Chapeau por la persona que ha escrito esta carta harto de la indolencia del gaditano.
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