(Publicado en el Diario de Cádiz, el sabado 22 de enero de 2011)
CÁDIZ es una ciudad pequeña, recoleta, abarcable para los hombres y mujeres que la habitan y la visitan, que se puede recorrer en cómodos paseos que permiten observar su belleza y sus singularidades, donde, como se dice coloquialmente, casi todos nos conocemos. Y sin embargo que fácil es que en Cádiz se pierdan cosas, que desaparezcan como por ensalmo, sin que nadie sea capaz de encontrarlas y, mucho menos, sin que nadie se responsabilice de la pérdida.
Se hace una obra y de las esquinas desaparecen los guardacantones decimonónicos y los cañones, y no pasa nada, salvo que la autoridad, aburrida de escuchar en el Pleno preguntar por uno perdido en la calle Dr. Zurita, se quejó: "el dichoso cañoncito". Por eso se han perdido en los últimos años una veintena de cañones y varios guardacantones de forja. Se pierden obras de arte, como "Los mojosos" de Costus, y se anuncia una comisión de investigación, comisión que, al parecer, también se ha perdido, pues nadie parece tener noticias de ella. Se hacen obras en la plaza de Mina y se pierden las estatuas que adornaban varias esquinas de los jardines, pero no hay problema, pues, sobre sus pedestales, se han colocados unos hermosos -y menos valiosos- maceteros y ¡santas pascuas! Se pierden placas con la motivación original de un homenaje y no pasa nada, como sucede con el busto de José Martí en la Alameda que, obsequio de la ciudad de La Habana a la de Cádiz, se sustituyó la leyenda original por otra en una acto de apropiación indebida por parte de una asociación privada, con la aquiescencia del ayuntamiento. Se destruyen los restos recientemente encontrados del Hospital de la Segunda Aguada, mientras se abandonan los restos fenicios y romanos bajo el espacio Entrecatedrales, convertidos en un vertedero de basura y no pasa nada.
Y la penúltima pérdida, sorprendente como pocas por su envergadura, es toda una marquesina de unos cincuenta metros de largo, por cuatro o cinco de ancho y unos tres metros de altura, que ocupaba el lateral de la plaza de Las Tortugas frente a la verja del muelle. Tras las obras de ampliación del aparcamiento de Canalejas la marquesina no se ha repuesto, y se han perdido sus recias columnas y su techumbre que servía para proteger de las inclemencias del tiempo a los que aguardan el autobús en dicha plaza. ¿Dónde está la marquesina? ¿Ningún responsable, ni técnico municipal la echa de menos? ¿Estarán sus formidables columnas adornando alguna propiedad privada?
En la pequeña y recoleta ciudad de Cádiz, la hermosa ciudad gobernada en las últimas décadas, dicen los que rigen su destino, como si nadie antes hubiera trabajado por ella, se pierden elementos identitarios sin que nadie diga ni haga nada. Y es que, al parecer, nada de eso importa mientras no perdamos la sonrisa impuesta. ¿Cádiz la ciudad que sonríe? Con el Ayuntamiento de Cádiz, sí, por decreto.
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