Publicado en Cotizalia (29/07/11)
La agencia de calificación crediticia Moody's ha puesto el rating Aa2 de España en revisión ante una posible rebaja. Dicha medida no afecta a a la deuda española a corto plazo y sería de un solo escalón.
La reacción del mercado no se ha hecho esperar. Las caídas rozaban el 1,5% en los primeros compases mientras que la prima de riesgo superaba los 350 puntos básicos tras cerrar ayer en 340 puntos. La rentabilidad de los bonos españoles a 10 años superaba el 6,1%. Sin embargo, el anuncio del adelanto electoral en España para el 20 de noviembre permitía al Ibex 35 limitar el golpe aunque no conseguía el mismo efecto en el mercado de deuda donde la prima volvía a 350 puntos básicos tras caer inicialmente.
La agencia explicaba hoy en una nota que su decisión se basa en las crecientes presiones sobre la capacidad de financiación del país, cuyos costes han vuelto a incrementarse tras la aprobación del segundo rescate griego. Una solución que no ha convencido a los mercados y que se ha traducido en rebajas de rating de la deuda helena por parte de las principales agencias de calificación. Moody's también se refiere a los desafíos que plantea al Gobierno en un entorno de crecimiento débil y con el problema fiscal de las Comunidades Autónomas.
Precisamente el elevado endeudamiento de éstas se ha convertido en motivo de preocupación de los inversores, especialmente después de que durante el pasado Consejo de Política Fiscal no se alcanzara ningún acuerdo al respecto.
La agencia señala que es probable que aumenten aún más las presiones sobre España, tras el anuncio del paquete oficial de rescate a Grecia, que ha marcado ·un claro cambio en el riesgo para los tenedores de bonos de países con alta carga de la deuda·. Indica también, que los costes de financiación han estado aumentando desde hace tiempo para el Gobierno español y para muchos emisores de deuda, como los bancos nacionales y los gobiernos regionales.
Ante estas afirmaciones, el Tesoro reaccionaba señalanado que l·os argumentos externos que apoyan esta revisión dependen excesivamente de la evolución del mercado a corto plazo· y recordaba a los inversores que el Gobierno ha reiterado en múltiples ocasiones su ·compromiso incondicional con la disciplina fiscal· con el fin de alcanzar los objetivos de déficit público fijados.
Advertencia a las Comunidades Autónomas y a la banca española
Las advertencias de Moody's también van dirigidas a las Comunidades Autónomas así como al sector financiero. De hecho, ha puesto en perspectiva negativa los ratings de BBVA, Santander, Caixabank y la CECA. Los dos grandes bancos españolas reaccionaban en bolsa con caídas importantes, que también se veían amortiguadas ante el adelanto electoral.
España, la cuarta economía del la zona euro, ha estado en el punto de mira de los mercados, junto a Italia, en las últimas semanas a pesar de los esfuerzos del Ejecutivo por convencer a los inversores de que el país no seguirá los pasos de Grecia, Irlanda y Portugal con sus sendos rescates. De hecho, Italia fue hace un mes objetivo de las advertencias de Moody's, quien amenazó con rebajar la calificación de su deuda y la de 16 entidades financieras. La decisión final se conocerá a finales de septiembre.
De hecho, ambos países se han convertido en el objetivo de los bajistas en las últimas semanas lo que se ha traducido en una fuerte volatilidad en las bolsas española e italiana y en nuevas tensiones en el mercado de deuda. Tanto el Tesoro español como el italiano se ha visto obligados a subir significativamente los intereses en las últimas subastas para poder financiarse.
Este cuadro de Zurbarán, "Defensa de Cádiz", ilustra perfectamente el objetivo y prioridad de nuestra asociación.
sábado, 30 de julio de 2011
jueves, 28 de julio de 2011
Los barones del PP, sus planes de futuro, Rajoy y su libro
Por Melchor Miralles
Publicado en El Confidencial (28/07/2011)
El PP vive momentos de euforia. Nadie considera posible una derrota del partido en las próximas elecciones generales, que casi seguro se celebrarán en noviembre, y se están produciendo muchos y diferentes movimientos en la oscuridad de cara a la formación del nuevo Gobierno que, de ganar, presidirá Mariano Rajoy. Ya escribí hace semanas que nadie sabe qué planes tiene "el jefe", y que quien afirme saber quién va a acceder a cada cartera del futuro Ejecutivo se lo inventa. Lo que sí se conoce, y se comenta cada día con más interés por todos los afectados, son las intenciones de muchos respecto al que será el equipo de Rajoy en el Consejo de Ministros, en el propio partido y en el grupo parlamentario. Y se produce una curiosa situación entre los barones (y damas) de las once, y probablemente doce (si sumamos Andalucía), Comunidades en las que gobierna el PP: los clásicos veteranos, que desean abandonar para mejorar sin terminar la legislatura y los más jóvenes recién llegados a los respectivos gobiernos, que agotarán el mandato quieran o no quieran. Esta es la fotografía de la situación.
Murcia. Ramón Luis Valcárcel. Un histórico. Presidente murciano desde 1995. Ganador con mayorías absolutas de récord. No quiere agotar los cuatro años. Solo si el presidente se lo pidiera aguantaría hasta el final de su mandato. Si quisiera, tendría muchas posibilidades de formar parte del Gobierno de Rajoy. Pero él aspira a un cargo en Europa, y tiene bastantes posibilidades. Actualmente es vicepresidente del Comité de las Regiones de la Unión Europea. Le corresponde presidir este organismo a partir de 2012, pero en Génova no se descartan otras alternativas. Es uno de los barones con más influencia en Génova y más respetado por el presidente.
La Rioja. Pedro Sanz, también presidente desde 1995, ha ganado cinco elecciones con mayoría absoluta. Tampoco está por la labor de agotar la legislatura. Rajoy no descarta su incorporación al Ejecutivo, aunque no está en las quinielas entre quienes tiene más posibilidades, pero en el alto mando del PP nacional se tiene claro que si deja la presidencia ocupará un puesto que "a él le llene y le satisfaga. Pedro reúne las características que le gustan al jefe: discreto, trabajador, de perfil bajo, ganador, peleón y de los que se lleva bien con casi todo el mundo".
Extremadura. José Antonio Monago. No se plantea a día de hoy otra cosa que agotar la legislatura, que no va a ser fácil para él, y donde tendrá que tener un ojo puesto en Izquierda Unida y otro en el PSOE, con quien pretende alcanzar más de un acuerdo. Es uno de los 'niños bonitos' de Rajoy, de los que tiene futuro en el PP en el ámbito nacional, pero que ha de calentar ejerciendo la presidencia de una Comunidad que al PP le ha costado un mundo conseguir. Está centrado en adelgazar la Administración extremeña y en diseñar un plan de generación de empleo primando a los emprendedores.
Galicia. Alberto Núñez Feijoo es sin duda el barón que mantiene una relación más estrecha con Mariano Rajoy. Si quisiera, sería ministro. Preside la comunidad gallega desde abril de 2009 y tiene intención de agotar la legislatura, salvo que los planes de Génova cambien. Hará lo que le diga el presidente, y a la vez el presidente es una de las tres personas a quien más escucha, hasta el punto de que le pone constantemente como ejemplo de líder del futuro. Quienes conocen bien a Rajoy tienen claro que es uno de los futuribles para suceder a Rajoy en el partido y, quién sabe, en la presidencia del Gobierno.
Baleares. José Ramón Bauzá reconquistó Baleares para el PP el pasado mes de junio y se encuentra entre los favoritos del presidente y de María Dolores de Cospedal. Tiene una legislatura cómoda en el Parlamento Autonómico y el proyecto de consolidar un nuevo PP en Baleares tras años de escándalos. Otro de los 'chicos Rajoy' que agotará su mandato y probablemente repetirá, y con posibilidades de futuro en Madrid a poco que le salgan bien las cosas en su Comunidad.
Madrid. Esperanza Aguirre, tras su nueva mayoría absoluta, ha expresado a sus más íntimos que no le gustaría agotar el mandato. Dos personas se perfilan como sucesores, salvo sorpresa: el inevitable Ignacio González, su vicepresidente y persona de máxima confianza desde hace años y Lucía Figar, actual consejera de Educación y Empleo. La presidenta aspira a ser ministra de Asuntos Exteriores en el primer gabinete Rajoy, el presidente lo sabe aunque ella no se lo ha pedido, y no lo va a tener sencillo. Una de las batallas de fuste que se libran entre bambalinas en Génova, a la que habrá que estar muy atento porque va a generar emociones fuertes.
Aragón. Luisa Fernanda Rudi preside la Comunidad desde el pasado día 13 gracias a los votos del PAR. Ex presidenta del Congreso de los Diputados, ex alcaldesa de Zaragoza, es otro de los pesos pesados del PP. Aunque lo lógico es que agote la legislatura hasta 2015, Rajoy valora enormemente su experiencia y su lealtad y no es descartable que, en función de qué camino elija para formar Gobierno, pueda terminar siendo reclamada para otros menesteres. Ella no maneja por ahora abandonar Aragón.
Cantabria. Ignacio Diego le ganó las elecciones por mayoría absoluta a Miguel Ángel Revilla en una batalla que no fue fácil y estará cuatro años al frente de la Comunidad. Otro de los jóvenes cachorros con futuro si es capaz de gestionar bien su presidencia estos cuatro años.
Valencia. Alberto Fabra va a tener que gestionar la que es sin duda ahora mismo la Comunidad más conflictiva del PP, pese a los permanentemente excelentes resultados electorales. La resaca del tsunami Camps está empezando. Fabra ha de recomponer un partido con guerras internas salpicado por la corrupción en las tres provincias, retocar el Gobierno y otros altos cargos con personas de su confianza, ganarse a quienes mandan en Valencia y Alicante y hacer ver a Génova que su elección ha sido acertada. Ha sido alcalde de Castellón tras la dimisión de José Luis Gimeno y ahora es presidente tras la dimisión de Camps, es decir, ha accedido a ambos cargos sin haber sido el candidato. Bastante tiene con hacerse con el poder real del Gobierno y el partido y con reordenar su casa en Valencia como para pensar en Madrid.
Castilla-La Mancha. María Dolores de Cospedal preside Castilla la Mancha tras un éxito importantísimo para el PP y es secretaria general de su partido. Es sin duda una de las personas con más poder en Génova. Lo lógico sería que agotara la legislatura, pero la batalla que se va a librar por acceder al Gobierno si el PP gana las generales y las diferentes combinaciones que se pueden dar podrían generar situaciones que la lleven a consumar una de sus ilusiones, ser vicepresidente del Gobierno. Ella lo niega a los cuatro vientos, pero la política depara situaciones imprevistas.
Castilla y León. Juan Vicente Herrera preside la Junta de Castilla y León desde 2001. Es otro de los barones con peso en Madrid que ya ha hecho saber a la dirección nacional del partido que no desea agotar la legislatura. A sus personas de confianza en Génova les ha transmitido si deseo de formar parte del Gobierno de Rajoy o acceder a algún otro cargo ya sea de ámbito nacional o comunitario. Rajoy valora su gestión al frente de la Junta desde que sucedió a Juan José Lucas, su discreción, su capacidad y sus buenas relaciones con todas las familias del partido, y en Génova todos creen que el presidente hará caso de sus deseos y le buscará una salida más que digna.
Andalucía. Javier Arenas puede estar cerca de conseguir una mayoría absoluta para el PP en Andalucía que sería histórica, además de suponer una derrota de gravísimas consecuencias para el PSOE. Arenas preside el PP de Andalucía y es vicesecretario nacional, con enorme poder en la dirección del PP. Está centrado al cien por cien en las elecciones andaluzas y no tiene intención de formar parte del Gobierno de Rajoy si este gana las elecciones. Sólo un desastre improbable en Andalucía podría hacerle cambiar de planes. es, sin duda, uno de los imprescindibles para el líder del PP y será lo que él quiera ser.
Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla. Juan Jesús Vivas y Juan José Imbroda no se moverán de sus capitales y no cuentan con pese específico en Génova como para aspirar a corto plazo a moverse camino de Madrid, ni entra en sus planes.
Y Rajoy, a lo suyo, a su ritmo, con un ojo puesto en Valencia y otro en el posible adelanto electoral. Preparando unas vacaciones cortas pero que espera intensas y ya con las galeradas del libro que ha escrito para Planeta corregidas, todo preparado para la presentación, probablemente en septiembre, en un acto que están preparando con mimo la editorial y el equipo de Rajoy que se pretende sea el "arranque de temporada" con todos los honores. Está preparando un lanzamiento a bombo y platillo que ha llevado a Esteban González Pons a retrasar el lanzamiento del suyo, escrito durante los últimos seis meses, en el que ha puesto muchas esperanzas, y que finalmente ha decidido editar con una editorial valenciana, con la que trabaja ya en dos presentaciones, una en Valencia y una en Madrid, que no serán antes de octubre, para no competir con su jefe.
Publicado en El Confidencial (28/07/2011)
El PP vive momentos de euforia. Nadie considera posible una derrota del partido en las próximas elecciones generales, que casi seguro se celebrarán en noviembre, y se están produciendo muchos y diferentes movimientos en la oscuridad de cara a la formación del nuevo Gobierno que, de ganar, presidirá Mariano Rajoy. Ya escribí hace semanas que nadie sabe qué planes tiene "el jefe", y que quien afirme saber quién va a acceder a cada cartera del futuro Ejecutivo se lo inventa. Lo que sí se conoce, y se comenta cada día con más interés por todos los afectados, son las intenciones de muchos respecto al que será el equipo de Rajoy en el Consejo de Ministros, en el propio partido y en el grupo parlamentario. Y se produce una curiosa situación entre los barones (y damas) de las once, y probablemente doce (si sumamos Andalucía), Comunidades en las que gobierna el PP: los clásicos veteranos, que desean abandonar para mejorar sin terminar la legislatura y los más jóvenes recién llegados a los respectivos gobiernos, que agotarán el mandato quieran o no quieran. Esta es la fotografía de la situación.
Murcia. Ramón Luis Valcárcel. Un histórico. Presidente murciano desde 1995. Ganador con mayorías absolutas de récord. No quiere agotar los cuatro años. Solo si el presidente se lo pidiera aguantaría hasta el final de su mandato. Si quisiera, tendría muchas posibilidades de formar parte del Gobierno de Rajoy. Pero él aspira a un cargo en Europa, y tiene bastantes posibilidades. Actualmente es vicepresidente del Comité de las Regiones de la Unión Europea. Le corresponde presidir este organismo a partir de 2012, pero en Génova no se descartan otras alternativas. Es uno de los barones con más influencia en Génova y más respetado por el presidente.
La Rioja. Pedro Sanz, también presidente desde 1995, ha ganado cinco elecciones con mayoría absoluta. Tampoco está por la labor de agotar la legislatura. Rajoy no descarta su incorporación al Ejecutivo, aunque no está en las quinielas entre quienes tiene más posibilidades, pero en el alto mando del PP nacional se tiene claro que si deja la presidencia ocupará un puesto que "a él le llene y le satisfaga. Pedro reúne las características que le gustan al jefe: discreto, trabajador, de perfil bajo, ganador, peleón y de los que se lleva bien con casi todo el mundo".
Extremadura. José Antonio Monago. No se plantea a día de hoy otra cosa que agotar la legislatura, que no va a ser fácil para él, y donde tendrá que tener un ojo puesto en Izquierda Unida y otro en el PSOE, con quien pretende alcanzar más de un acuerdo. Es uno de los 'niños bonitos' de Rajoy, de los que tiene futuro en el PP en el ámbito nacional, pero que ha de calentar ejerciendo la presidencia de una Comunidad que al PP le ha costado un mundo conseguir. Está centrado en adelgazar la Administración extremeña y en diseñar un plan de generación de empleo primando a los emprendedores.
Galicia. Alberto Núñez Feijoo es sin duda el barón que mantiene una relación más estrecha con Mariano Rajoy. Si quisiera, sería ministro. Preside la comunidad gallega desde abril de 2009 y tiene intención de agotar la legislatura, salvo que los planes de Génova cambien. Hará lo que le diga el presidente, y a la vez el presidente es una de las tres personas a quien más escucha, hasta el punto de que le pone constantemente como ejemplo de líder del futuro. Quienes conocen bien a Rajoy tienen claro que es uno de los futuribles para suceder a Rajoy en el partido y, quién sabe, en la presidencia del Gobierno.
Baleares. José Ramón Bauzá reconquistó Baleares para el PP el pasado mes de junio y se encuentra entre los favoritos del presidente y de María Dolores de Cospedal. Tiene una legislatura cómoda en el Parlamento Autonómico y el proyecto de consolidar un nuevo PP en Baleares tras años de escándalos. Otro de los 'chicos Rajoy' que agotará su mandato y probablemente repetirá, y con posibilidades de futuro en Madrid a poco que le salgan bien las cosas en su Comunidad.
Madrid. Esperanza Aguirre, tras su nueva mayoría absoluta, ha expresado a sus más íntimos que no le gustaría agotar el mandato. Dos personas se perfilan como sucesores, salvo sorpresa: el inevitable Ignacio González, su vicepresidente y persona de máxima confianza desde hace años y Lucía Figar, actual consejera de Educación y Empleo. La presidenta aspira a ser ministra de Asuntos Exteriores en el primer gabinete Rajoy, el presidente lo sabe aunque ella no se lo ha pedido, y no lo va a tener sencillo. Una de las batallas de fuste que se libran entre bambalinas en Génova, a la que habrá que estar muy atento porque va a generar emociones fuertes.
Aragón. Luisa Fernanda Rudi preside la Comunidad desde el pasado día 13 gracias a los votos del PAR. Ex presidenta del Congreso de los Diputados, ex alcaldesa de Zaragoza, es otro de los pesos pesados del PP. Aunque lo lógico es que agote la legislatura hasta 2015, Rajoy valora enormemente su experiencia y su lealtad y no es descartable que, en función de qué camino elija para formar Gobierno, pueda terminar siendo reclamada para otros menesteres. Ella no maneja por ahora abandonar Aragón.
Cantabria. Ignacio Diego le ganó las elecciones por mayoría absoluta a Miguel Ángel Revilla en una batalla que no fue fácil y estará cuatro años al frente de la Comunidad. Otro de los jóvenes cachorros con futuro si es capaz de gestionar bien su presidencia estos cuatro años.
Valencia. Alberto Fabra va a tener que gestionar la que es sin duda ahora mismo la Comunidad más conflictiva del PP, pese a los permanentemente excelentes resultados electorales. La resaca del tsunami Camps está empezando. Fabra ha de recomponer un partido con guerras internas salpicado por la corrupción en las tres provincias, retocar el Gobierno y otros altos cargos con personas de su confianza, ganarse a quienes mandan en Valencia y Alicante y hacer ver a Génova que su elección ha sido acertada. Ha sido alcalde de Castellón tras la dimisión de José Luis Gimeno y ahora es presidente tras la dimisión de Camps, es decir, ha accedido a ambos cargos sin haber sido el candidato. Bastante tiene con hacerse con el poder real del Gobierno y el partido y con reordenar su casa en Valencia como para pensar en Madrid.
Castilla-La Mancha. María Dolores de Cospedal preside Castilla la Mancha tras un éxito importantísimo para el PP y es secretaria general de su partido. Es sin duda una de las personas con más poder en Génova. Lo lógico sería que agotara la legislatura, pero la batalla que se va a librar por acceder al Gobierno si el PP gana las generales y las diferentes combinaciones que se pueden dar podrían generar situaciones que la lleven a consumar una de sus ilusiones, ser vicepresidente del Gobierno. Ella lo niega a los cuatro vientos, pero la política depara situaciones imprevistas.
Castilla y León. Juan Vicente Herrera preside la Junta de Castilla y León desde 2001. Es otro de los barones con peso en Madrid que ya ha hecho saber a la dirección nacional del partido que no desea agotar la legislatura. A sus personas de confianza en Génova les ha transmitido si deseo de formar parte del Gobierno de Rajoy o acceder a algún otro cargo ya sea de ámbito nacional o comunitario. Rajoy valora su gestión al frente de la Junta desde que sucedió a Juan José Lucas, su discreción, su capacidad y sus buenas relaciones con todas las familias del partido, y en Génova todos creen que el presidente hará caso de sus deseos y le buscará una salida más que digna.
Andalucía. Javier Arenas puede estar cerca de conseguir una mayoría absoluta para el PP en Andalucía que sería histórica, además de suponer una derrota de gravísimas consecuencias para el PSOE. Arenas preside el PP de Andalucía y es vicesecretario nacional, con enorme poder en la dirección del PP. Está centrado al cien por cien en las elecciones andaluzas y no tiene intención de formar parte del Gobierno de Rajoy si este gana las elecciones. Sólo un desastre improbable en Andalucía podría hacerle cambiar de planes. es, sin duda, uno de los imprescindibles para el líder del PP y será lo que él quiera ser.
Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla. Juan Jesús Vivas y Juan José Imbroda no se moverán de sus capitales y no cuentan con pese específico en Génova como para aspirar a corto plazo a moverse camino de Madrid, ni entra en sus planes.
Y Rajoy, a lo suyo, a su ritmo, con un ojo puesto en Valencia y otro en el posible adelanto electoral. Preparando unas vacaciones cortas pero que espera intensas y ya con las galeradas del libro que ha escrito para Planeta corregidas, todo preparado para la presentación, probablemente en septiembre, en un acto que están preparando con mimo la editorial y el equipo de Rajoy que se pretende sea el "arranque de temporada" con todos los honores. Está preparando un lanzamiento a bombo y platillo que ha llevado a Esteban González Pons a retrasar el lanzamiento del suyo, escrito durante los últimos seis meses, en el que ha puesto muchas esperanzas, y que finalmente ha decidido editar con una editorial valenciana, con la que trabaja ya en dos presentaciones, una en Valencia y una en Madrid, que no serán antes de octubre, para no competir con su jefe.
miércoles, 27 de julio de 2011
La nacionalización de la CAM: un reto para el Estado
Por Manuel Muela
Publicado en El Confidencial (26/07/2011)
La nacionalización de la CAM, aunque tardía, junto con otras nacionalizaciones que la seguirán en los próximos meses, convertirá al Estado, a través del FROB, en propietario de un grupo crediticio, que representará alrededor del 20% de los activos del sistema español y que ocupará el primer lugar de banca minorista del país, con miles de oficinas y empleados extendidos en casi todo el territorio nacional. Eso supone enfrentarse a una gestión difícil, pero que podría hacer de la necesidad virtud, poniendo a disposición de familias y empresas el servicio de crédito necesario, que tanto se viene demandando desde que estalló la crisis hace cuatro años.
Nadie niega que sin un sistema crediticio en funcionamiento resulta casi imposible pensar en la regeneración de la actividad económica. Nuestras entidades crediticias, o al menos la mayoría de ellas, siguen constreñidas por el enorme caudal de activos dañados e improductivos y la incertidumbre sobre la evolución presente y futura de su actividad, dada la parálisis y la depresión que horadan a la economía española. La tormenta económico-financiera que nos viene castigando, va haciendo mella en el ánimo de la sociedad, a pesar de los intentos reiterados de las autoridades por negar las evidencias hasta que las realidades adversas se van imponiendo una detrás de otra.
Y es precisamente esa impostura oficial la que va minando la confianza de las personas no solo en sus gobernantes, sino en sus propias capacidades para superar unos malos tiempos de los que un gran número de españoles habían perdido la memoria: los días de vino y rosas de los pasados veinte años han terminado dramáticamente con una marea de cifras que aturden y confunden hasta a los espíritus más sólidos.
España se ha dado de bruces con la crisis financiera y económica en una situación singular que la diferencia de la de otros países: nuestro sistema crediticio, basado en la banca al por menor, tiene reconocida una gran eficiencia y puede ser modelo para otros; pero la confianza en su fortaleza le llevó a endeudarse desmesuradamente en los mercados internacionales, que es lo que permitió que el crédito en España creciera a tasas cercanas al veinte por ciento durante los años del boom inmobiliario. Junto a ello la realidad de una economía que ha girado obsesivamente alrededor de la construcción de viviendas, con abandono de otras actividades empresariales, que han sido sacrificadas en el altar de la especulación.
Las responsabilidades son muchas y variadas y no han sido las menores las de los poderes públicos, que se han comportado como meros espectadores y beneficiarios de la riada del dinero abundante, abandonando la previsión exigible a cualquier gobernante.
El sistema financiero necesita a su ‘José Tomás’
Llegados a este punto se dan gritos de alarma y se apela al uso de la riqueza nacional para taponar las vías de agua, declarando el estado de excepción financiera con una catarata de decretos-leyes, que han culminado, por el momento, con el de febrero pasado sobre nuevas exigencias de capital a las entidades de crédito, cuyo objetivo principal son las cajas de ahorros a las que se obliga a convertirse en bancos, para facilitar su despolitización y obtener el crédito de los mercados, según los mentores de la norma. A un grave problema financiero se le receta la medicina jurídica de la transformación societaria que, como es de sentido común, tiene una virtualidad escasa, salvo la de facilitar una venta de bienes cuasi públicos, que no otra cosa son las cajas de ahorros, en condiciones muy poco justificables. Lo sucedido con las recientes salidas a bolsa de entidades que han recibido importantes préstamos públicos se comenta por sí mismo. Desde luego no es para sentirse satisfechos de la operación.
La controversia falaz entre privatización y nacionalización hace que muchos piensen que la primera es la mejor opción, sin pararse a pensar que la envergadura del problema obliga al Estado, es decir a los contribuyentes, a poner los recursos para hacerla posible, como sería el caso de la CAM, que da pie a este comentario. Si a ello añadimos que cualquier venta o subasta requerirá de apoyos públicos futuros indudables, creo que sería defendible optar por el establecimiento de una gestión pública estable, encaminada a dotar de eficiencia a las entidades que lo requieran.
Sin prejuicios y en defensa del interés general creo que hay que desechar la actuación injusta de convertir al Estado en mero intermediario para hacer un ligero calafateado y asumir pérdidas, renunciando a los beneficios económicos y sociales de ordenar un servicio público de crédito, que durante la larga travesía de la crisis ayude a restaurar la confianza de nuestro tejido productivo. Porque, aparte de la gestión de un grupo financiero importante, se podrían desarrollar políticas públicas de suelo y vivienda, teniendo en cuenta el conjunto de activos inmobiliarios de las entidades que lo forman. Todo ello justificaría, en mi opinión, más de la mitad de la acción de gobierno de una legislatura.
Ya sé que lo público tiene pocos defensores, ni siquiera en los más obligados a ello que son los gobernantes y los servidores públicos, pero esta es una ocasión para demostrar que el Estado no vale solo para suministrar recursos que los mercados e inversores niegan. El Estado, que ha carecido de instrumentos financieros eficaces en esta crisis- el Instituto de Crédito Oficial es una gota en medio de la tormenta- y que es criticado duramente por la falta de crédito tiene ahora la ocasión de contrarrestar con hechos la indefensión crediticia de la economía nacional. Creo que esa actuación pública sería una opción más seria que algunas de las proclamas que se oyen sobre la ayuda de los bancos para crear empleo y cosas por el estilo. Esta nacionalización, por su importancia, ha puesto un toro de envergadura en la plaza y necesitamos el José Tomás que lo toree en beneficio del país.
Publicado en El Confidencial (26/07/2011)
La nacionalización de la CAM, aunque tardía, junto con otras nacionalizaciones que la seguirán en los próximos meses, convertirá al Estado, a través del FROB, en propietario de un grupo crediticio, que representará alrededor del 20% de los activos del sistema español y que ocupará el primer lugar de banca minorista del país, con miles de oficinas y empleados extendidos en casi todo el territorio nacional. Eso supone enfrentarse a una gestión difícil, pero que podría hacer de la necesidad virtud, poniendo a disposición de familias y empresas el servicio de crédito necesario, que tanto se viene demandando desde que estalló la crisis hace cuatro años.
Nadie niega que sin un sistema crediticio en funcionamiento resulta casi imposible pensar en la regeneración de la actividad económica. Nuestras entidades crediticias, o al menos la mayoría de ellas, siguen constreñidas por el enorme caudal de activos dañados e improductivos y la incertidumbre sobre la evolución presente y futura de su actividad, dada la parálisis y la depresión que horadan a la economía española. La tormenta económico-financiera que nos viene castigando, va haciendo mella en el ánimo de la sociedad, a pesar de los intentos reiterados de las autoridades por negar las evidencias hasta que las realidades adversas se van imponiendo una detrás de otra.
Y es precisamente esa impostura oficial la que va minando la confianza de las personas no solo en sus gobernantes, sino en sus propias capacidades para superar unos malos tiempos de los que un gran número de españoles habían perdido la memoria: los días de vino y rosas de los pasados veinte años han terminado dramáticamente con una marea de cifras que aturden y confunden hasta a los espíritus más sólidos.
España se ha dado de bruces con la crisis financiera y económica en una situación singular que la diferencia de la de otros países: nuestro sistema crediticio, basado en la banca al por menor, tiene reconocida una gran eficiencia y puede ser modelo para otros; pero la confianza en su fortaleza le llevó a endeudarse desmesuradamente en los mercados internacionales, que es lo que permitió que el crédito en España creciera a tasas cercanas al veinte por ciento durante los años del boom inmobiliario. Junto a ello la realidad de una economía que ha girado obsesivamente alrededor de la construcción de viviendas, con abandono de otras actividades empresariales, que han sido sacrificadas en el altar de la especulación.
Las responsabilidades son muchas y variadas y no han sido las menores las de los poderes públicos, que se han comportado como meros espectadores y beneficiarios de la riada del dinero abundante, abandonando la previsión exigible a cualquier gobernante.
El sistema financiero necesita a su ‘José Tomás’
Llegados a este punto se dan gritos de alarma y se apela al uso de la riqueza nacional para taponar las vías de agua, declarando el estado de excepción financiera con una catarata de decretos-leyes, que han culminado, por el momento, con el de febrero pasado sobre nuevas exigencias de capital a las entidades de crédito, cuyo objetivo principal son las cajas de ahorros a las que se obliga a convertirse en bancos, para facilitar su despolitización y obtener el crédito de los mercados, según los mentores de la norma. A un grave problema financiero se le receta la medicina jurídica de la transformación societaria que, como es de sentido común, tiene una virtualidad escasa, salvo la de facilitar una venta de bienes cuasi públicos, que no otra cosa son las cajas de ahorros, en condiciones muy poco justificables. Lo sucedido con las recientes salidas a bolsa de entidades que han recibido importantes préstamos públicos se comenta por sí mismo. Desde luego no es para sentirse satisfechos de la operación.
La controversia falaz entre privatización y nacionalización hace que muchos piensen que la primera es la mejor opción, sin pararse a pensar que la envergadura del problema obliga al Estado, es decir a los contribuyentes, a poner los recursos para hacerla posible, como sería el caso de la CAM, que da pie a este comentario. Si a ello añadimos que cualquier venta o subasta requerirá de apoyos públicos futuros indudables, creo que sería defendible optar por el establecimiento de una gestión pública estable, encaminada a dotar de eficiencia a las entidades que lo requieran.
Sin prejuicios y en defensa del interés general creo que hay que desechar la actuación injusta de convertir al Estado en mero intermediario para hacer un ligero calafateado y asumir pérdidas, renunciando a los beneficios económicos y sociales de ordenar un servicio público de crédito, que durante la larga travesía de la crisis ayude a restaurar la confianza de nuestro tejido productivo. Porque, aparte de la gestión de un grupo financiero importante, se podrían desarrollar políticas públicas de suelo y vivienda, teniendo en cuenta el conjunto de activos inmobiliarios de las entidades que lo forman. Todo ello justificaría, en mi opinión, más de la mitad de la acción de gobierno de una legislatura.
Ya sé que lo público tiene pocos defensores, ni siquiera en los más obligados a ello que son los gobernantes y los servidores públicos, pero esta es una ocasión para demostrar que el Estado no vale solo para suministrar recursos que los mercados e inversores niegan. El Estado, que ha carecido de instrumentos financieros eficaces en esta crisis- el Instituto de Crédito Oficial es una gota en medio de la tormenta- y que es criticado duramente por la falta de crédito tiene ahora la ocasión de contrarrestar con hechos la indefensión crediticia de la economía nacional. Creo que esa actuación pública sería una opción más seria que algunas de las proclamas que se oyen sobre la ayuda de los bancos para crear empleo y cosas por el estilo. Esta nacionalización, por su importancia, ha puesto un toro de envergadura en la plaza y necesitamos el José Tomás que lo toree en beneficio del país.
lunes, 25 de julio de 2011
El PSOE después del 22 de mayo
Por Rafael Román, diputado por Cádiz
Publicado en El País (22/07/2011)
Hasta el 22 de mayo. Parecía que no iba a ocurrir nunca. Pero sucedió. Desde 1977, el PSOE ha sido el partido mayoritario (a veces ampliamente hegemónico) en Andalucía hasta las últimas elecciones municipales. Pero ese retroceso que significa siempre una derrota no debe reducir ni un ápice nuestra voluntad de seguir siendo de nuevo el partido ganador en Andalucía. Para ello el electorado debe percibir meridianamente claro el mensaje de nuestra aspiración a gobernar en solitario.
Un partido con la tradición victoriosa del PSOE de Andalucía no puede renunciar a plantear palmariamente su proyecto autónomo y que lo haga es la mejor garantía de tranquilizar a nuestros pasados y actuales votantes.
Jefferson -ahora de moda nuevamente por su opinión de que cada generación tiene derecho a su propia Constitución- expresaba: "No me encuentro entre quienes temen al pueblo. De él, y no de los ricos, dependemos para una libertad continuada". En 1810 ya lo tenía claro este Padre Fundador de la democracia americana. Del pueblo, de las clases medias andaluzas, y no de los poderosos -económicos o mediáticos-, va a depender juzgar sobre nuestra ambición de ser el partido que articule, tras las próximas elecciones, nuevamente la política andaluza. Y con orgullo y a pecho descubierto hay que exponer que gobernaremos sin más alianza que con el pueblo andaluz.
En el PSOE estamos atravesando un momento difícil porque la derrota ha sido seria. Se ha producido una inflexión que nos escuece a los socialistas. Hemos retrocedido porque han coincidido un conjunto de factores -crisis, paro, 15-M, una coalición a la contra, no firmada, que busca el despiece del PSOE y la adopción de medidas muy duras que no iban en nuestro programa-. Pero el PSOE tiene capacidad de recuperación si no se compadece de sí mismo y adopta las medidas adecuadas -como las 27 medidas que Griñán ha presentado en el Parlamento donde la transparencia y el empleo son el hilo conductor- para que la visión de la opinión pública identifique al partido con las políticas reformistas e innovadoras que necesita Andalucía y, sobre todo, si nítidamente se percibe que las clases medias no son las que le pagan la crisis a la banca y a las grandes empresas y patrimonios.
Enfrente tenemos a un líder de la derecha que facilita las cosas. Ha engañado a la opinión pública con sus ingresos, nada austeros por cierto, y hace unos meses esculpió en piedra su modelo de gobierno: "Gobernar es imitar a Camps". Tras tanto chau chau, ni austeridad ni nuevos modos de gobierno. Más bien exactamente lo contrario.
Publicado en El País (22/07/2011)
Hasta el 22 de mayo. Parecía que no iba a ocurrir nunca. Pero sucedió. Desde 1977, el PSOE ha sido el partido mayoritario (a veces ampliamente hegemónico) en Andalucía hasta las últimas elecciones municipales. Pero ese retroceso que significa siempre una derrota no debe reducir ni un ápice nuestra voluntad de seguir siendo de nuevo el partido ganador en Andalucía. Para ello el electorado debe percibir meridianamente claro el mensaje de nuestra aspiración a gobernar en solitario.
Un partido con la tradición victoriosa del PSOE de Andalucía no puede renunciar a plantear palmariamente su proyecto autónomo y que lo haga es la mejor garantía de tranquilizar a nuestros pasados y actuales votantes.
Jefferson -ahora de moda nuevamente por su opinión de que cada generación tiene derecho a su propia Constitución- expresaba: "No me encuentro entre quienes temen al pueblo. De él, y no de los ricos, dependemos para una libertad continuada". En 1810 ya lo tenía claro este Padre Fundador de la democracia americana. Del pueblo, de las clases medias andaluzas, y no de los poderosos -económicos o mediáticos-, va a depender juzgar sobre nuestra ambición de ser el partido que articule, tras las próximas elecciones, nuevamente la política andaluza. Y con orgullo y a pecho descubierto hay que exponer que gobernaremos sin más alianza que con el pueblo andaluz.
En el PSOE estamos atravesando un momento difícil porque la derrota ha sido seria. Se ha producido una inflexión que nos escuece a los socialistas. Hemos retrocedido porque han coincidido un conjunto de factores -crisis, paro, 15-M, una coalición a la contra, no firmada, que busca el despiece del PSOE y la adopción de medidas muy duras que no iban en nuestro programa-. Pero el PSOE tiene capacidad de recuperación si no se compadece de sí mismo y adopta las medidas adecuadas -como las 27 medidas que Griñán ha presentado en el Parlamento donde la transparencia y el empleo son el hilo conductor- para que la visión de la opinión pública identifique al partido con las políticas reformistas e innovadoras que necesita Andalucía y, sobre todo, si nítidamente se percibe que las clases medias no son las que le pagan la crisis a la banca y a las grandes empresas y patrimonios.
Enfrente tenemos a un líder de la derecha que facilita las cosas. Ha engañado a la opinión pública con sus ingresos, nada austeros por cierto, y hace unos meses esculpió en piedra su modelo de gobierno: "Gobernar es imitar a Camps". Tras tanto chau chau, ni austeridad ni nuevos modos de gobierno. Más bien exactamente lo contrario.
viernes, 22 de julio de 2011
La dimisión de Camps no es el final de la comedia
Por Antonio Casado
Publicado en El Confidencial (22/07/2011)
Va a dar mucho juego esta comedia de puertas que aún no ha bajado el telón. Continuará. En lo judicial, con una vista pública ante jurado en la que dos procesados (Camps y Costa) defienden su inocencia mientras que otros dos (Campos y Betoret), sobre una misma relación de hechos y las mismas pruebas, reconocen su culpabilidad. Cuanto menos, surrealista. En vísperas de unas elecciones generales. O en plena campaña. Suficiente para desengañar a Rajoy de que la dimisión de Camps, no pedida desde Génova, marca la salida del laberinto.
Aún así me parece más coherente la posición de Camps que la de la dirección nacional del PP. Si el ya expresidente valenciano está convencido de su inocencia y dispuesto a defenderla “donde sea” (sería más creíble si hablase de demostrar y no de defender), hizo bien en rechazar el allanamiento (reconocimiento de culpabilidad) aunque significase renunciar al cargo.
Menos acomodo mental tiene la posición de Génova, inspirada en los análisis político-judiciales de su enviado especial a Valencia, el ex ministro Federico Trillo. Por la mañana le pide a Camps que se reconozca culpable y por la tarde le declara inocente. Eso ocurrió el miércoles, mientras se acosaba al presidente valenciano con el argumento de que el PP se estaba jugando el Gobierno de España. Y ahora no sirven los distingos del portavoz, González Pons, entre justicia material y justicia formal, para poder decir que Camps está formalmente procesado pero es materialmente inocente (“o no culpable”, matiza).
Tampoco sirven los esfuerzos orientados a minimizar la conducta supuestamente delictiva de Camps mediante el socorrido argumento de los “cuatro trajes”. El presunto delito por el que va a ser juzgado es bastante más grave de lo que decía el Código Penal cuando se produjeron los hechos (entre 2005 y 2008), según doctrina oficial del PP. Así se desprende de la reforma pactada hace un año con el PSOE para castigar el cohecho impropio con penas de un año de cárcel y tres de inhabilitación.
El endurecimiento de penas ya no alcanzará a Camps y los otros tres procesados, si todos resultaran condenados por sentencia o por reconocimiento previo de culpabilidad. Tendrían que pagar una multa cuantiosa, pero sin cárcel ni inhabilitación, lo cual no oculta la opinión que al PP, o a su brazo parlamentario, le merecen quienes en el ejercicio de su cargo aceptan regalos hechos en razón del cargo que ocupan.
También ha decaído la apelación a los resultados de las últimas elecciones autonómicas, en las que Camps fue mayoritariamente elegido para un nuevo periodo de cuatro años, a pesar de haber perdido 70.000 votos. Doctrina Berlusconi pura y dura. Como si los votos de los ciudadanos tuvieran valor absolutorio o condenatorio, en relación con las malas prácticas de un gobernante.
Por higiene democrática hemos de saludar el apagón de aquel “las urnas me absolverán” instalado en la mente de Camps antes del 22 de mayo, mimetizando al sentencioso Fidel Castro de 1953 que, después del asalto al cuartel de Moncada, pronunció ante el tribunal la célebre frase: “La historia me absolverá”.
Publicado en El Confidencial (22/07/2011)
Va a dar mucho juego esta comedia de puertas que aún no ha bajado el telón. Continuará. En lo judicial, con una vista pública ante jurado en la que dos procesados (Camps y Costa) defienden su inocencia mientras que otros dos (Campos y Betoret), sobre una misma relación de hechos y las mismas pruebas, reconocen su culpabilidad. Cuanto menos, surrealista. En vísperas de unas elecciones generales. O en plena campaña. Suficiente para desengañar a Rajoy de que la dimisión de Camps, no pedida desde Génova, marca la salida del laberinto.
Aún así me parece más coherente la posición de Camps que la de la dirección nacional del PP. Si el ya expresidente valenciano está convencido de su inocencia y dispuesto a defenderla “donde sea” (sería más creíble si hablase de demostrar y no de defender), hizo bien en rechazar el allanamiento (reconocimiento de culpabilidad) aunque significase renunciar al cargo.
Menos acomodo mental tiene la posición de Génova, inspirada en los análisis político-judiciales de su enviado especial a Valencia, el ex ministro Federico Trillo. Por la mañana le pide a Camps que se reconozca culpable y por la tarde le declara inocente. Eso ocurrió el miércoles, mientras se acosaba al presidente valenciano con el argumento de que el PP se estaba jugando el Gobierno de España. Y ahora no sirven los distingos del portavoz, González Pons, entre justicia material y justicia formal, para poder decir que Camps está formalmente procesado pero es materialmente inocente (“o no culpable”, matiza).
Tampoco sirven los esfuerzos orientados a minimizar la conducta supuestamente delictiva de Camps mediante el socorrido argumento de los “cuatro trajes”. El presunto delito por el que va a ser juzgado es bastante más grave de lo que decía el Código Penal cuando se produjeron los hechos (entre 2005 y 2008), según doctrina oficial del PP. Así se desprende de la reforma pactada hace un año con el PSOE para castigar el cohecho impropio con penas de un año de cárcel y tres de inhabilitación.
El endurecimiento de penas ya no alcanzará a Camps y los otros tres procesados, si todos resultaran condenados por sentencia o por reconocimiento previo de culpabilidad. Tendrían que pagar una multa cuantiosa, pero sin cárcel ni inhabilitación, lo cual no oculta la opinión que al PP, o a su brazo parlamentario, le merecen quienes en el ejercicio de su cargo aceptan regalos hechos en razón del cargo que ocupan.
También ha decaído la apelación a los resultados de las últimas elecciones autonómicas, en las que Camps fue mayoritariamente elegido para un nuevo periodo de cuatro años, a pesar de haber perdido 70.000 votos. Doctrina Berlusconi pura y dura. Como si los votos de los ciudadanos tuvieran valor absolutorio o condenatorio, en relación con las malas prácticas de un gobernante.
Por higiene democrática hemos de saludar el apagón de aquel “las urnas me absolverán” instalado en la mente de Camps antes del 22 de mayo, mimetizando al sentencioso Fidel Castro de 1953 que, después del asalto al cuartel de Moncada, pronunció ante el tribunal la célebre frase: “La historia me absolverá”.
jueves, 21 de julio de 2011
Cumbre decisiva
Editorial
Publicado en El País (20/07/2011)
La zona euro vivirá mañana una cumbre crucial. Sería exagerado decir que en la reunión del Eurogrupo se juega la supervivencia de la moneda única, pero es evidente que la credibilidad europea como área monetaria respetada y con iniciativa política depende de que los ministros de Finanzas emitan un mensaje claro sobre el segundo plan de rescate de Grecia y, como efecto encadenado, cierta calma para las deudas de los dos países intervenidos (Irlanda y Portugal) y para las economías de los dos grandes países del Sur de Europa (Italia y España) que tienen que pagar los costes de la indecisión europea sobre Grecia en forma de una prima de riesgo exorbitante (ayer, la española, después de un moderado descenso, todavía estaba en 345 puntos básicos). El FMI acaba de explicar alto y claro que el retraso de la solución de la crisis griega "no es una opción".
Aunque Angela Merkel sostenga públicamente que de la cumbre no saldrá "un paso espectacular" que resuelva los problemas de Grecia, sabe perfectamente que al euro le esperan meses innecesariamente dolorosos si no hay un mensaje claro en los siguientes términos: Grecia tendrá un segundo rescate, probablemente con reestructuración voluntaria de la deuda por parte de los acreedores privados, y dicho rescate no será considerado como impago (event credit) por las agencias de calificación. Alemania se resiste a aceptar la evidencia de que Grecia no puede pagar a sus acreedores y que el único camino que queda es la reestructuración sin default. Si ese objetivo se consigue mediante quitas pactadas, o a través de una tasa a los bancos acreedores, es algo cuyas consecuencias tendrá que evaluar la cumbre; y mejor que lo haga bien. Pero el paso vital es apagar el incendio que abrasa a las deudas periféricas; y eso solo puede hacerse mediante un acuerdo sobre el segundo (y se supone que definitivo) rescate de Atenas.
Sería deseable una reflexión previa sobre el modelo actual de los rescates que, más que salvar países, actúan como arenas movedizas en las que los rescatados se hunden poco a poco. Europa tiene que avanzar hacia la unión financiera real, que es la creación de los eurobonos, en vez de aplazar o complicar las decisiones. Quizá sea demasiado pedir para una cita urgente. El mínimo exigible es un acuerdo tajante, político y económico, sobre Grecia. Sin él, las tensiones de la deuda pueden acarrear efectos políticos indeseados durante los próximos meses y un grave empeoramiento de las condiciones económicas del área.
Mientras Berlín ensaya ante el espejo elegantes posturas ortodoxas y Merkel se encastilla en el estribillo "o quita privada o nada", la prima de riesgo encarece los costes financieros de los países implicados en planes de ajuste, como se pudo comprobar en la emisión de deuda española de ayer. El aumento desorbitado del servicio de la deuda reduce los márgenes presupuestarios y coarta el crecimiento económico. Con ese lastre, es difícil pensar ya que España puede acercarse a tasas de crecimiento superiores al 1,5% en 2012.
Publicado en El País (20/07/2011)
La zona euro vivirá mañana una cumbre crucial. Sería exagerado decir que en la reunión del Eurogrupo se juega la supervivencia de la moneda única, pero es evidente que la credibilidad europea como área monetaria respetada y con iniciativa política depende de que los ministros de Finanzas emitan un mensaje claro sobre el segundo plan de rescate de Grecia y, como efecto encadenado, cierta calma para las deudas de los dos países intervenidos (Irlanda y Portugal) y para las economías de los dos grandes países del Sur de Europa (Italia y España) que tienen que pagar los costes de la indecisión europea sobre Grecia en forma de una prima de riesgo exorbitante (ayer, la española, después de un moderado descenso, todavía estaba en 345 puntos básicos). El FMI acaba de explicar alto y claro que el retraso de la solución de la crisis griega "no es una opción".
Aunque Angela Merkel sostenga públicamente que de la cumbre no saldrá "un paso espectacular" que resuelva los problemas de Grecia, sabe perfectamente que al euro le esperan meses innecesariamente dolorosos si no hay un mensaje claro en los siguientes términos: Grecia tendrá un segundo rescate, probablemente con reestructuración voluntaria de la deuda por parte de los acreedores privados, y dicho rescate no será considerado como impago (event credit) por las agencias de calificación. Alemania se resiste a aceptar la evidencia de que Grecia no puede pagar a sus acreedores y que el único camino que queda es la reestructuración sin default. Si ese objetivo se consigue mediante quitas pactadas, o a través de una tasa a los bancos acreedores, es algo cuyas consecuencias tendrá que evaluar la cumbre; y mejor que lo haga bien. Pero el paso vital es apagar el incendio que abrasa a las deudas periféricas; y eso solo puede hacerse mediante un acuerdo sobre el segundo (y se supone que definitivo) rescate de Atenas.
Sería deseable una reflexión previa sobre el modelo actual de los rescates que, más que salvar países, actúan como arenas movedizas en las que los rescatados se hunden poco a poco. Europa tiene que avanzar hacia la unión financiera real, que es la creación de los eurobonos, en vez de aplazar o complicar las decisiones. Quizá sea demasiado pedir para una cita urgente. El mínimo exigible es un acuerdo tajante, político y económico, sobre Grecia. Sin él, las tensiones de la deuda pueden acarrear efectos políticos indeseados durante los próximos meses y un grave empeoramiento de las condiciones económicas del área.
Mientras Berlín ensaya ante el espejo elegantes posturas ortodoxas y Merkel se encastilla en el estribillo "o quita privada o nada", la prima de riesgo encarece los costes financieros de los países implicados en planes de ajuste, como se pudo comprobar en la emisión de deuda española de ayer. El aumento desorbitado del servicio de la deuda reduce los márgenes presupuestarios y coarta el crecimiento económico. Con ese lastre, es difícil pensar ya que España puede acercarse a tasas de crecimiento superiores al 1,5% en 2012.
Dimisión para evitar la indignidad
Publicado en El Mundo (20/07/2011)
Entre la indignidad y la dimisión, Camps ha optado por la segunda de las opciones que Rajoy le puso encima de la mesa. Incluso para un hombre tan místico y alejado de la realidad como Camps, declararse culpable de un delito y confesar públicamente que es un mentiroso era demasiado.
Hay que reconocerle al que pronto será ex presidente de la Generalitat valenciana que, situado al borde del abismo, ha tenido un rasgo de dignidad. Tal vez la mañana del miércoles, cuando se disponía a dirigirse al tribunal superior para declararse culpable, Camps se mirara al espejo y pensara en las terribles consecuencias que tendría el paso que se había comprometido a dar. Para él, para su familia y para su partido. Quizá su mujer y sus hijos le dijeron que no podía aceptar el oprobio de arrastrarse por el fango porque no podría volver a salir a la calle.
Camps se debatió durante toda la mañana entre la vida y la muerte. O, mejor dicho, entre la muerte y la muerte. La dirección del PP le puso una pistola encima de la mesa para que la usara. Y Camps decidió usarla, disparando contra su cargo público, no contra sí mismo.
El diputado Federico Trillo ha estado en tareas de mediador para resolver el problema, como amigo y abogado defensor de Camps y también como hombre de confianza de Rajoy para estas cosas. Trillo le dijo a Camps que la decisión dependía de él y de su propia conciencia.
A una cierta hora de la mañana, Camps se decantó por anunciar su dimisión para evitar la vergüenza. La dirección del PP le ha hecho luz de gas al presidente valenciano, como Charles Boyer intentaba volver loca a Ingrid Bergman a base de hacer parpadear las luces de la casa.
La estrategia de Mariano Rajoy de dejar correr el tiempo para que las personas de las que se quiere librar acaben ahorcándose ha dado resultado, una vez más. Para ello, el PP no ha tenido empacho en obligar a Víctor Campos y Betoret, compañeros de causa de Camps, a hacer el más espantoso de los ridículos. Ellos aceptaron su delito y pagar la multa, como precursores de lo que después tendría que hacer el presidente.
Podría decirse que Camps les ha dejado tirados, pero es más correcta la interpretación de que Trillo y el PP les han obligado a presentarse en el Tribunal Superior de Justicia para dejar en evidencia a Camps y situarle ante el precipicio: o te tiras te tiramos.
La tensión y la incertidumbre alcanzaron el clímax en el PP valenciano. Pero Trillo ha sido más rápido en sacar el arma y una vez que el resto de los acusados dio el paso, a Camps se le cerraron todas las salidas.
El que mejor le conoce porque además le ha sufrido es el inefable Ric Costa, que habiéndose comprometido con la dirección del PP a reconocer el delito, no quiso ir al tribunal hasta que no fuera su jefe. Él si que sabe.
Entre la indignidad y la dimisión, Camps ha optado por la segunda de las opciones que Rajoy le puso encima de la mesa. Incluso para un hombre tan místico y alejado de la realidad como Camps, declararse culpable de un delito y confesar públicamente que es un mentiroso era demasiado.
Hay que reconocerle al que pronto será ex presidente de la Generalitat valenciana que, situado al borde del abismo, ha tenido un rasgo de dignidad. Tal vez la mañana del miércoles, cuando se disponía a dirigirse al tribunal superior para declararse culpable, Camps se mirara al espejo y pensara en las terribles consecuencias que tendría el paso que se había comprometido a dar. Para él, para su familia y para su partido. Quizá su mujer y sus hijos le dijeron que no podía aceptar el oprobio de arrastrarse por el fango porque no podría volver a salir a la calle.
Camps se debatió durante toda la mañana entre la vida y la muerte. O, mejor dicho, entre la muerte y la muerte. La dirección del PP le puso una pistola encima de la mesa para que la usara. Y Camps decidió usarla, disparando contra su cargo público, no contra sí mismo.
El diputado Federico Trillo ha estado en tareas de mediador para resolver el problema, como amigo y abogado defensor de Camps y también como hombre de confianza de Rajoy para estas cosas. Trillo le dijo a Camps que la decisión dependía de él y de su propia conciencia.
A una cierta hora de la mañana, Camps se decantó por anunciar su dimisión para evitar la vergüenza. La dirección del PP le ha hecho luz de gas al presidente valenciano, como Charles Boyer intentaba volver loca a Ingrid Bergman a base de hacer parpadear las luces de la casa.
La estrategia de Mariano Rajoy de dejar correr el tiempo para que las personas de las que se quiere librar acaben ahorcándose ha dado resultado, una vez más. Para ello, el PP no ha tenido empacho en obligar a Víctor Campos y Betoret, compañeros de causa de Camps, a hacer el más espantoso de los ridículos. Ellos aceptaron su delito y pagar la multa, como precursores de lo que después tendría que hacer el presidente.
Podría decirse que Camps les ha dejado tirados, pero es más correcta la interpretación de que Trillo y el PP les han obligado a presentarse en el Tribunal Superior de Justicia para dejar en evidencia a Camps y situarle ante el precipicio: o te tiras te tiramos.
La tensión y la incertidumbre alcanzaron el clímax en el PP valenciano. Pero Trillo ha sido más rápido en sacar el arma y una vez que el resto de los acusados dio el paso, a Camps se le cerraron todas las salidas.
El que mejor le conoce porque además le ha sufrido es el inefable Ric Costa, que habiéndose comprometido con la dirección del PP a reconocer el delito, no quiso ir al tribunal hasta que no fuera su jefe. Él si que sabe.
miércoles, 20 de julio de 2011
Camps evita el banquillo: se declarará culpable obligado por Rajoy
Notica de El Confidencial (19/07/2011)
El presidente valenciano, Francisco Camps, finalmente ha accedido a la exigencia de la Dirección Nacional del Partido Popular y aceptará pagar la multa de casi 46.000 euros que le exige el juez José Flors para eludir el juicio "por cohecho impropio" en el caso 'de los trajes'. El anuncio se hará público de manera inminente, incluso podría efectuarse tras la reunión que está manteniendo en estos momentos con Federico Trillo, el coordinador de Justicia del PP.
Tras estar en absoluto silencio desde el viernes, Camps se autoinculpará en el caso ‘de los trajes’ “por lealtad a Rajoy”, a pesar de que ésta es la última opción a la que quería recurrir. Aunque para Génova lo más urgente es eludir la fotografía de Camps sentado en el banquillo de los acusados en plena campaña electoral, para el barón regional supone aceptar la culpabilidad que ha negado durante dos años y cargar con unos antecedentes penales que asegura no merecer. El presidente valenciano insiste en su inocencia. De hecho, es la opción que ha defendido ante los suyos hasta el último momento: "Yo quiero llegar a juicio para salir absuelto". Sin embargo, las presiones que han llegado desde Génova le han obligado a desistir de su empeño.
Las pretensiones de Rajoy pasan por obligar a los otros cuatro implicados en el caso, Víctor Campos, ex vicepresidente del Consell; Rafael Betoret, ex jefe de gabinete de Turismo, Ricardo Costa, ex secretario general del PPCV, y Pedro García, ex director general de la televisión pública, a asumir junto con Camps el delito de cohecho pasivo impropio del que se les acusa. Según fuentes internas del PP en Valencia, ha sido Costa, la mano derecha de Camps durante años, quien más reacio se ha mostrado a pagar la multa que pide la Fiscalía Anticorrupción a cambio de entonar el mea culpa en un caso en el que también mantiene su inocencia. Los otros cuatro implicados están dispuestos a acceder “por lealtad al partido y a los intereses de Rajoy”, dicen fuentes del PP. Una teoría que, hasta el último momento, no convencía a Ricardo Costa.
Más que por la cantidad económica, la razón fundamental que esgrimió Costa ante Camps para negarse a autoinculparse es su imputación en la trama Gürtel. Si se declara culpable en este caso, llegaría con antecedentes penales al siguiente juicio, el de la financiación del PP valenciano, y su situación podría complicarse mucho que a sus compañeros. A última hora de ayer, Federico Trillo, el coordinador de Justicia del PP, se reunió con Camps en Valencia para ultimar los detalles finales antes de que los cinco implicados se declaren culpables, sobre todo por el miedo a que Costa se niegue finalmente a aceptar esta decisión. Si él no acepta la petición de Rajoy, todos tendrían que sentarse en el banquillo de los acusados.
Génova obliga a Costa a aceptar la misma postura
Sin embargo, desde Génova le recuerdan lo que ocurrió en septiembre de 2009,cuando fue apartado de la secretaría General del PP valenciano. Han llegado incluso a amenazarlo con una situación similar para obligarle a aceptar estapostura. Según fuentes consultadas por este diario, Costa ha reconsiderado supostura y ha aceptado las órdenes de sus líderes nacionales.
Si Camps asume el delito y paga la multa, podría seguir en el poder como presidente de la Comunidad Valenciana, aunque su entorno más cercano tiene ciertas dudas de que pueda seguir gobernando por el estado “límite”en el que se encuentra. Él quería delegar en la vicepresidenta sus funciones hasta que se celebrase el juicio del que, asegura, saldría absuelto. “Nadie sabe el coste electoral que podría tener para nosotros la foto de Camps sentado enel banquillo en las portadas de todos los diarios durante varios días. Y somos conscientes de que el juicio y la campaña electoral coincidirían con absoluta seguridad”, afirman fuentes del PP. Esta premisa, junto con la delicada situación financiera de las cuentas públicas de la Comunidad Valenciana, han obligado al presidente a olvidarse de esta opción.
El presidente valenciano, Francisco Camps, finalmente ha accedido a la exigencia de la Dirección Nacional del Partido Popular y aceptará pagar la multa de casi 46.000 euros que le exige el juez José Flors para eludir el juicio "por cohecho impropio" en el caso 'de los trajes'. El anuncio se hará público de manera inminente, incluso podría efectuarse tras la reunión que está manteniendo en estos momentos con Federico Trillo, el coordinador de Justicia del PP.
Tras estar en absoluto silencio desde el viernes, Camps se autoinculpará en el caso ‘de los trajes’ “por lealtad a Rajoy”, a pesar de que ésta es la última opción a la que quería recurrir. Aunque para Génova lo más urgente es eludir la fotografía de Camps sentado en el banquillo de los acusados en plena campaña electoral, para el barón regional supone aceptar la culpabilidad que ha negado durante dos años y cargar con unos antecedentes penales que asegura no merecer. El presidente valenciano insiste en su inocencia. De hecho, es la opción que ha defendido ante los suyos hasta el último momento: "Yo quiero llegar a juicio para salir absuelto". Sin embargo, las presiones que han llegado desde Génova le han obligado a desistir de su empeño.
Las pretensiones de Rajoy pasan por obligar a los otros cuatro implicados en el caso, Víctor Campos, ex vicepresidente del Consell; Rafael Betoret, ex jefe de gabinete de Turismo, Ricardo Costa, ex secretario general del PPCV, y Pedro García, ex director general de la televisión pública, a asumir junto con Camps el delito de cohecho pasivo impropio del que se les acusa. Según fuentes internas del PP en Valencia, ha sido Costa, la mano derecha de Camps durante años, quien más reacio se ha mostrado a pagar la multa que pide la Fiscalía Anticorrupción a cambio de entonar el mea culpa en un caso en el que también mantiene su inocencia. Los otros cuatro implicados están dispuestos a acceder “por lealtad al partido y a los intereses de Rajoy”, dicen fuentes del PP. Una teoría que, hasta el último momento, no convencía a Ricardo Costa.
Más que por la cantidad económica, la razón fundamental que esgrimió Costa ante Camps para negarse a autoinculparse es su imputación en la trama Gürtel. Si se declara culpable en este caso, llegaría con antecedentes penales al siguiente juicio, el de la financiación del PP valenciano, y su situación podría complicarse mucho que a sus compañeros. A última hora de ayer, Federico Trillo, el coordinador de Justicia del PP, se reunió con Camps en Valencia para ultimar los detalles finales antes de que los cinco implicados se declaren culpables, sobre todo por el miedo a que Costa se niegue finalmente a aceptar esta decisión. Si él no acepta la petición de Rajoy, todos tendrían que sentarse en el banquillo de los acusados.
Génova obliga a Costa a aceptar la misma postura
Sin embargo, desde Génova le recuerdan lo que ocurrió en septiembre de 2009,cuando fue apartado de la secretaría General del PP valenciano. Han llegado incluso a amenazarlo con una situación similar para obligarle a aceptar estapostura. Según fuentes consultadas por este diario, Costa ha reconsiderado supostura y ha aceptado las órdenes de sus líderes nacionales.
Si Camps asume el delito y paga la multa, podría seguir en el poder como presidente de la Comunidad Valenciana, aunque su entorno más cercano tiene ciertas dudas de que pueda seguir gobernando por el estado “límite”en el que se encuentra. Él quería delegar en la vicepresidenta sus funciones hasta que se celebrase el juicio del que, asegura, saldría absuelto. “Nadie sabe el coste electoral que podría tener para nosotros la foto de Camps sentado enel banquillo en las portadas de todos los diarios durante varios días. Y somos conscientes de que el juicio y la campaña electoral coincidirían con absoluta seguridad”, afirman fuentes del PP. Esta premisa, junto con la delicada situación financiera de las cuentas públicas de la Comunidad Valenciana, han obligado al presidente a olvidarse de esta opción.
El "complejo de Dios" de la modernidad
Por Leonardo Boff
15/07/2011
La crisis actual no es solo una crisis de escasez creciente de recursos y de servicios naturales. Es fundamentalmente la crisis de un tipo de civilización que ha colocado al ser humano como «señor y dueño» de la naturaleza (Descartes). Ésta, para él, no tiene espíritu ni propósito y por eso puede hacer lo que quiera con ella.
Según el fundador del paradigma moderno de la tecnociencia, Francis Bacon, el ser humano debe torturarla hasta que nos entregue todos sus secretos. De esta actitud se ha derivado una relación de agresión y de verdadera guerra contra la naturaleza salvaje que debía ser dominada y «civilizada». Surgió así también la proyección arrogante del ser humano como el «Dios» que domina y organiza todo.
Debemos reconocer que el cristianismo ayudó a legitimar y a reforzar esta comprensión. El Génesis dice claramente: «llenad la Tierra y sujetadla y dominad sobre todo lo que vive y se mueve sobre ella» (1,28). Después se afirma que el ser humano fue hecho «a imagen y semejanza de Dios» (Gn 1,26). El sentido bíblico de esta expresión es que el ser humano es lugarteniente de Dios, y como Éste es el señor del universo, el ser humano es el señor de la Tierra. Él goza de una dignidad que es solo suya: la de estar por encima de los demás seres. De aquí se generó el antropocentrismo, una de las causas de la crisis ecológica. Finalmente, el monoteísmo estricto suprimió el carácter sagrado de todas las cosas y lo concentró sólo en Dios. El mundo, al no poseer nada de sagrado, no necesita ser respetado. Podemos modelarlo a nuestro gusto. La moderna civilización de la tecnociencia ha ocupado todos los espacios con sus aparatos y ha podido penetrar en el corazón de la materia, de la vida y del universo. Todo venía envuelto con el aura del «progreso», una especie de recuperación del paraíso, en otro tiempo perdido, pero ahora reconstruido y ofrecido a todos.
Esta visión gloriosa empezó a derrumbarse en el siglo XX con las dos guerras mundiales y otras coloniales que produjeron doscientos millones de víctimas. Cuando se perpetró el mayor acto terrorista de la historia, las bombas atómicas lanzadas sobre Japón por el ejército estadounidense, que mataron a miles de personas y destruyeron la naturaleza, la humanidad se llevó un susto del cual no se ha repuesto hasta hoy. Con las armas atómicas, biológicas y químicas construidas después, nos hemos dado cuenta de que no necesitamos a Dios para hacer realidad el Apocalipsis.
No somos Dios y querer serlo nos lleva a la locura. La idea del hombre queriendo ser «Dios» se ha transformado en una pesadilla. Pero él se esconde todavía detrás del «tina» (there is no alternative) neoliberal: «no hay alternativa, este mundo es definitivo». Ridículo. Démonos cuenta de que «el saber como poder» (Bacon) cuando se realiza sin conciencia y sin límites puede autodestruirnos. ¿Qué poder tenemos sobre la naturaleza? ¿Quién domina un tsunami? ¿Quién controla el volcán chileno Puyehe? ¿Quién frena la furia de las inundaciones en las ciudades serranas de Río? ¿Quién impide el efecto letal de las partículas atómicas de uranio, de cesio y de otros elementos, liberadas por las catástrofes de Chernobyl y de Fukushima? Como dijo Heidegger en su última entrevista a Der Spiegel: «sólo un Dios podrá salvarnos».
Tenemos que aceptarnos como simples criaturas junto con todas las demás de la comunidad de vida. Tenemos el mismo origen común: el polvo de la Tierra. No somos la corona de la creación, sino un eslabón de la corriente de la vida, con una diferencia, la de ser conscientes y con la misión de «guardar y cuidar el jardín del Edén» (Gn 2,15), es decir, de mantener las condiciones de sostenibilidad de todos los ecosistemas que componen la Tierra.
Si partimos de la Biblia para legitimar la dominación de la Tierra, tenemos que volver a ella para aprender a respetarla y a cuidarla. La Tierra generó a todos. Dios ordenó: «Que la Tierra produzca seres vivos, según su especie» (Gn 1,24). Ella, por lo tanto, no es inerte; es generadora, es madre. La alianza de Dios no es solo con los seres humanos. Después del tsunami del diluvio, Dios rehizo la alianza «con nuestra descendencia y con todos los seres vivos» (Gn 9,10). Sin ellos, somos una familia menguada.
La historia muestra que la arrogancia de «ser Dios», sin nunca poder serlo, sólo nos trae desgracias. Bástenos ser simples criaturas con la misión de cuidar y respetar a la Madre Tierra.
15/07/2011
La crisis actual no es solo una crisis de escasez creciente de recursos y de servicios naturales. Es fundamentalmente la crisis de un tipo de civilización que ha colocado al ser humano como «señor y dueño» de la naturaleza (Descartes). Ésta, para él, no tiene espíritu ni propósito y por eso puede hacer lo que quiera con ella.
Según el fundador del paradigma moderno de la tecnociencia, Francis Bacon, el ser humano debe torturarla hasta que nos entregue todos sus secretos. De esta actitud se ha derivado una relación de agresión y de verdadera guerra contra la naturaleza salvaje que debía ser dominada y «civilizada». Surgió así también la proyección arrogante del ser humano como el «Dios» que domina y organiza todo.
Debemos reconocer que el cristianismo ayudó a legitimar y a reforzar esta comprensión. El Génesis dice claramente: «llenad la Tierra y sujetadla y dominad sobre todo lo que vive y se mueve sobre ella» (1,28). Después se afirma que el ser humano fue hecho «a imagen y semejanza de Dios» (Gn 1,26). El sentido bíblico de esta expresión es que el ser humano es lugarteniente de Dios, y como Éste es el señor del universo, el ser humano es el señor de la Tierra. Él goza de una dignidad que es solo suya: la de estar por encima de los demás seres. De aquí se generó el antropocentrismo, una de las causas de la crisis ecológica. Finalmente, el monoteísmo estricto suprimió el carácter sagrado de todas las cosas y lo concentró sólo en Dios. El mundo, al no poseer nada de sagrado, no necesita ser respetado. Podemos modelarlo a nuestro gusto. La moderna civilización de la tecnociencia ha ocupado todos los espacios con sus aparatos y ha podido penetrar en el corazón de la materia, de la vida y del universo. Todo venía envuelto con el aura del «progreso», una especie de recuperación del paraíso, en otro tiempo perdido, pero ahora reconstruido y ofrecido a todos.
Esta visión gloriosa empezó a derrumbarse en el siglo XX con las dos guerras mundiales y otras coloniales que produjeron doscientos millones de víctimas. Cuando se perpetró el mayor acto terrorista de la historia, las bombas atómicas lanzadas sobre Japón por el ejército estadounidense, que mataron a miles de personas y destruyeron la naturaleza, la humanidad se llevó un susto del cual no se ha repuesto hasta hoy. Con las armas atómicas, biológicas y químicas construidas después, nos hemos dado cuenta de que no necesitamos a Dios para hacer realidad el Apocalipsis.
No somos Dios y querer serlo nos lleva a la locura. La idea del hombre queriendo ser «Dios» se ha transformado en una pesadilla. Pero él se esconde todavía detrás del «tina» (there is no alternative) neoliberal: «no hay alternativa, este mundo es definitivo». Ridículo. Démonos cuenta de que «el saber como poder» (Bacon) cuando se realiza sin conciencia y sin límites puede autodestruirnos. ¿Qué poder tenemos sobre la naturaleza? ¿Quién domina un tsunami? ¿Quién controla el volcán chileno Puyehe? ¿Quién frena la furia de las inundaciones en las ciudades serranas de Río? ¿Quién impide el efecto letal de las partículas atómicas de uranio, de cesio y de otros elementos, liberadas por las catástrofes de Chernobyl y de Fukushima? Como dijo Heidegger en su última entrevista a Der Spiegel: «sólo un Dios podrá salvarnos».
Tenemos que aceptarnos como simples criaturas junto con todas las demás de la comunidad de vida. Tenemos el mismo origen común: el polvo de la Tierra. No somos la corona de la creación, sino un eslabón de la corriente de la vida, con una diferencia, la de ser conscientes y con la misión de «guardar y cuidar el jardín del Edén» (Gn 2,15), es decir, de mantener las condiciones de sostenibilidad de todos los ecosistemas que componen la Tierra.
Si partimos de la Biblia para legitimar la dominación de la Tierra, tenemos que volver a ella para aprender a respetarla y a cuidarla. La Tierra generó a todos. Dios ordenó: «Que la Tierra produzca seres vivos, según su especie» (Gn 1,24). Ella, por lo tanto, no es inerte; es generadora, es madre. La alianza de Dios no es solo con los seres humanos. Después del tsunami del diluvio, Dios rehizo la alianza «con nuestra descendencia y con todos los seres vivos» (Gn 9,10). Sin ellos, somos una familia menguada.
La historia muestra que la arrogancia de «ser Dios», sin nunca poder serlo, sólo nos trae desgracias. Bástenos ser simples criaturas con la misión de cuidar y respetar a la Madre Tierra.
martes, 19 de julio de 2011
Esta insoportable levedad
Por Juan Luis Cebrián
Publicad en El País (18/07/2011)
Hace poco más de un mes asistí en Madrid a varios debates entre intelectuales, políticos, empresarios y ciudadanos del común. A pesar de reunir muy diferente y variopinta asistencia, en todos ellos tuve ocasión de comprobar el singular sentido de ánimo de la sociedad capitalina (creo que la española en general) ante lo que podríamos llamar, parodiando a Kundera, la insoportable levedad del devenir de España. Dos de esos actos estaban relacionados directamente con la recuperación de la memoria colectiva. Uno fue organizado por la Asociación de Defensa de la Transición y el otro, por la Fundación Fernando Abril Martorell, que otorgaba el Premio de la Concordia a Antonio Muñoz Molina. Salvo el incombustible Enrique Múgica y yo mismo, creo que prácticamente no hubo coincidencias entre los presentes en ambas ocasiones. Sin embargo, resultaron tan evidentes la convergencia de actitudes y lo similar de las preocupaciones allí expresadas, que bien puede entenderse que reflejaban un verdadero estado de opinión. Gentes de derechas, de centro y de izquierdas, antiguos comunistas y viejos franquistas arrepentidos, católicos fervientes y ateos recalcitrantes, mujeres, hombres, profesores, jueces, militares, diputados, periodistas e intelectuales, reclamaban, con la serena parsimonia de su experiencia y la firmeza de su convicción, una recuperación del consenso y el pacto como únicas vías para salir del agujero en el que parece hundirse la sociedad española.
Por los mismos días me reuní en un par de escuelas de negocios con jóvenes empresarios y directivos, la mayoría de ellos bien instalados, y con otros profesionales y universitarios víctimas del paro, algunos de ellos ocasionales pero frecuentes visitantes, como tantos ciudadanos, de la acampada de los indignados en la Puerta del Sol. Eran gentes nacidas en los años setenta y ochenta, algunos más jóvenes aún, cuyos puntos de vista no divergían mucho de los de la generación de sus padres y coincidían en una expresión de simpatía hacia el movimiento del 15-M, por más que algunos se sintieran molestos por la invasión de la vía pública.
Todo ello me sirvió para comprobar la existencia de un creciente malestar que no conoce fronteras ideológicas, generacionales ni de clase social. Puede pensarse que cuanto nos sucede se resume en la profundidad de la recesión económica y la atribulada gestión de la misma. En muchos países europeos, los Gobiernos y los partidos que les sustentan vienen siendo contundentemente desalojados del poder central o local por los electores, en busca de una alternativa posible que mejore la vida de los ciudadanos. Pero la crisis no es solo económica, aunque sus efectos sobre el aumento del paro y el descenso de nivel de vida de las gentes sean los más inmediatos y dolorosos, sino también política y de convivencia. Es además sistémica no únicamente en lo financiero, sino que afecta de lleno al modelo de organización social y al desarrollo individual y colectivo de las gentes. El descontento español, griego, islandés o portugués, ahora italiano también, anida con diferentes expresiones en muchas otras latitudes, y en el norte de África y Cercano Oriente comienza a cuajar en guerras civiles larvadas, o no tan larvadas, como las de Libia y Siria. La falta de liderazgo, en ocasiones capaz de afirmarse solo por la fuerza, la resistencia al cambio de quienes ocupan posiciones establecidas y la inflexibilidad de la respuesta frente a un mundo en continua ebullición, no harán sino prolongar la decadencia de una realidad insostenible.
Nos enfrentamos, desde luego, a problemas globales, por lo que las soluciones lo tienen que ser también. Pero la expresión local de unos y otras evidencia las carencias del Estado-nación a la hora de enfrentar estas cuestiones. Eso explica la deriva hacia el populismo de tantos líderes políticos, dispuestos a deslizarse sin mayores cauciones por la senda del proteccionismo comercial, la xenofobia racista y la insolidaridad. El cortoplacismo, atizado por la frecuencia de comicios de todo tipo y las urgencias de las campañas electorales, caracteriza la mayoría de las decisiones de los dirigentes occidentales, que no entienden su incapacidad de competir con algunas sociedades emergentes en las que el calendario -como en el caso de China- corre a diferente velocidad que en el resto del mundo.
Sobresale el distanciamiento entre la clase política y los ciudadanos, no solo en los regímenes dictatoriales o autoritarios, sino en democracias más o menos consolidadas. Los acampados en las plazas protestan contra el sistema sobre todo por haber sido excluidos de él. Están contra los partidos, los sindicatos, los banqueros y... los periódicos, o los medios de comunicación en general. A todos se mide por el mismo rasero, como integrantes de una casta reacia a propiciar los cambios que la gente demanda. A todos se les reprocha ignorar que las nuevas tecnologías de la comunicación han empoderado a los pueblos más que algunas de las instituciones democráticas que rigen la vida de los países. Y en todos los casos aspiran a más participación ante lo que consideran el fracaso de la representación política. Los reclamos de reforma de la ley electoral, o contra la presencia de imputados en las listas, se basan en la percepción, desde mi punto de vista acertada, de que los representantes no nos representan, o lo hacen cada vez menos. No digo esto a la búsqueda de alguna popularidad que no merezco entre los nuevos levantiscos. Hace un cuarto de siglo, en mi libro El tamaño del elefante, escribía: "No es ya el Parlamento el que controla al Gobierno, sino el Gobierno el que controla a la mayoría parlamentaria, la diseña de antemano.... Y de acuerdo con los sondeos electorales, la domestica, la manipula y utiliza... Una reforma de todo el sistema de representación política en España es necesaria si se quiere que la democracia avanzada que la Constitución define se haga efectivamente realidad". A partir de aquella fecha, los problemas no han hecho sino empeorar en ese terreno. Ahora se ven agudizados por la profundidad de la crisis, la destrucción de empleo, la falta de horizonte de las nuevas generaciones y la perplejidad e irritación que producen ver a los dirigentes políticos disputarse el poder por el poder, reproduciendo promesas que nunca se cumplen y rindiendo tributo a una demagogia persistente e inútil.
Algunos comparan las revueltas juveniles de ahora con los acontecimientos de Mayo del 68. La escenografía es en parte similar, con esas chicas ofreciendo flores a los robocops policiales, remedando imágenes de una época en la que los manifestantes entonaban el haz el amor y no la guerra. Pero pese a la idílica utopía del movimiento hippie, Mayo del 68 acabó siendo violento, y mayo del 2011 apenas lo ha sido. Las revoluciones han perdido prestigio y habrá que esperar a ver en qué desembocan los acontecimientos del norte de África para saber si son capaces de recuperarlo. En el entretanto, conviene no desdeñar el significado de las protestas. No es solo la representación política lo que está en entredicho, sino un entramado institucional anquilosado y clientelista que sume a los ciudadanos en la desesperanza y el desasosiego.
Por lo mismo, hace años que deberíamos haber encarado una reforma constitucional que actualizara la gobernación de este país. Una reforma capaz de instaurar un Estado federal moderno, culminando y corrigiendo el proceso de las autonomías, que cuestione la provincia como distrito electoral y establezca las prioridades para las próximas generaciones de españoles. Un programa así exige no solo un liderazgo del que hoy carecemos, sino una voluntad de acuerdo en la política que permita abordar también, de manera urgente y eficaz, la reforma del sistema financiero y la modernización de las relaciones laborales, sin lo que será imposible dinamizar la economía y generar puestos de trabajo. Pero mientras el país confronta la amenaza de ruina, se desvanece la cohesión territorial y aumentan los conflictos sociales. La pérdida de confianza en la gestión del actual presidente del Gobierno es clamorosa dentro y fuera de España. Es imposible suponer que de una legislatura como la que hemos padecido se derive ya ninguna de las soluciones que los ciudadanos reclaman. El deterioro preocupante del partido en el poder amenaza con desequilibrar el futuro inmediato de nuestras instituciones políticas. Y aunque su recién estrenado candidato ha procurado, con éxito inicial, devolverle la esperanza, no es imaginable que acuda a los próximos comicios sin un congreso previo que restaure su maltrecho liderazgo y diseñe un proyecto que le permita recuperar al electorado y elaborar los pactos que el futuro demanda. Para que todo eso suceda, José Luis Rodríguez Zapatero debe de una vez por todas abandonar su patológico optimismo y renunciar al juego de las adivinanzas. Los titubeos, las dudas y los aplazamientos a que nos tiene acostumbrados son la peor de las recetas para una situación que reclama medidas de urgencia. Su deber moral es anunciar cuanto antes un calendario creíble para el proceso electoral. Solo así podrán los españoles soportar la levedad del ser.
Publicad en El País (18/07/2011)
Hace poco más de un mes asistí en Madrid a varios debates entre intelectuales, políticos, empresarios y ciudadanos del común. A pesar de reunir muy diferente y variopinta asistencia, en todos ellos tuve ocasión de comprobar el singular sentido de ánimo de la sociedad capitalina (creo que la española en general) ante lo que podríamos llamar, parodiando a Kundera, la insoportable levedad del devenir de España. Dos de esos actos estaban relacionados directamente con la recuperación de la memoria colectiva. Uno fue organizado por la Asociación de Defensa de la Transición y el otro, por la Fundación Fernando Abril Martorell, que otorgaba el Premio de la Concordia a Antonio Muñoz Molina. Salvo el incombustible Enrique Múgica y yo mismo, creo que prácticamente no hubo coincidencias entre los presentes en ambas ocasiones. Sin embargo, resultaron tan evidentes la convergencia de actitudes y lo similar de las preocupaciones allí expresadas, que bien puede entenderse que reflejaban un verdadero estado de opinión. Gentes de derechas, de centro y de izquierdas, antiguos comunistas y viejos franquistas arrepentidos, católicos fervientes y ateos recalcitrantes, mujeres, hombres, profesores, jueces, militares, diputados, periodistas e intelectuales, reclamaban, con la serena parsimonia de su experiencia y la firmeza de su convicción, una recuperación del consenso y el pacto como únicas vías para salir del agujero en el que parece hundirse la sociedad española.
Por los mismos días me reuní en un par de escuelas de negocios con jóvenes empresarios y directivos, la mayoría de ellos bien instalados, y con otros profesionales y universitarios víctimas del paro, algunos de ellos ocasionales pero frecuentes visitantes, como tantos ciudadanos, de la acampada de los indignados en la Puerta del Sol. Eran gentes nacidas en los años setenta y ochenta, algunos más jóvenes aún, cuyos puntos de vista no divergían mucho de los de la generación de sus padres y coincidían en una expresión de simpatía hacia el movimiento del 15-M, por más que algunos se sintieran molestos por la invasión de la vía pública.
Todo ello me sirvió para comprobar la existencia de un creciente malestar que no conoce fronteras ideológicas, generacionales ni de clase social. Puede pensarse que cuanto nos sucede se resume en la profundidad de la recesión económica y la atribulada gestión de la misma. En muchos países europeos, los Gobiernos y los partidos que les sustentan vienen siendo contundentemente desalojados del poder central o local por los electores, en busca de una alternativa posible que mejore la vida de los ciudadanos. Pero la crisis no es solo económica, aunque sus efectos sobre el aumento del paro y el descenso de nivel de vida de las gentes sean los más inmediatos y dolorosos, sino también política y de convivencia. Es además sistémica no únicamente en lo financiero, sino que afecta de lleno al modelo de organización social y al desarrollo individual y colectivo de las gentes. El descontento español, griego, islandés o portugués, ahora italiano también, anida con diferentes expresiones en muchas otras latitudes, y en el norte de África y Cercano Oriente comienza a cuajar en guerras civiles larvadas, o no tan larvadas, como las de Libia y Siria. La falta de liderazgo, en ocasiones capaz de afirmarse solo por la fuerza, la resistencia al cambio de quienes ocupan posiciones establecidas y la inflexibilidad de la respuesta frente a un mundo en continua ebullición, no harán sino prolongar la decadencia de una realidad insostenible.
Nos enfrentamos, desde luego, a problemas globales, por lo que las soluciones lo tienen que ser también. Pero la expresión local de unos y otras evidencia las carencias del Estado-nación a la hora de enfrentar estas cuestiones. Eso explica la deriva hacia el populismo de tantos líderes políticos, dispuestos a deslizarse sin mayores cauciones por la senda del proteccionismo comercial, la xenofobia racista y la insolidaridad. El cortoplacismo, atizado por la frecuencia de comicios de todo tipo y las urgencias de las campañas electorales, caracteriza la mayoría de las decisiones de los dirigentes occidentales, que no entienden su incapacidad de competir con algunas sociedades emergentes en las que el calendario -como en el caso de China- corre a diferente velocidad que en el resto del mundo.
Sobresale el distanciamiento entre la clase política y los ciudadanos, no solo en los regímenes dictatoriales o autoritarios, sino en democracias más o menos consolidadas. Los acampados en las plazas protestan contra el sistema sobre todo por haber sido excluidos de él. Están contra los partidos, los sindicatos, los banqueros y... los periódicos, o los medios de comunicación en general. A todos se mide por el mismo rasero, como integrantes de una casta reacia a propiciar los cambios que la gente demanda. A todos se les reprocha ignorar que las nuevas tecnologías de la comunicación han empoderado a los pueblos más que algunas de las instituciones democráticas que rigen la vida de los países. Y en todos los casos aspiran a más participación ante lo que consideran el fracaso de la representación política. Los reclamos de reforma de la ley electoral, o contra la presencia de imputados en las listas, se basan en la percepción, desde mi punto de vista acertada, de que los representantes no nos representan, o lo hacen cada vez menos. No digo esto a la búsqueda de alguna popularidad que no merezco entre los nuevos levantiscos. Hace un cuarto de siglo, en mi libro El tamaño del elefante, escribía: "No es ya el Parlamento el que controla al Gobierno, sino el Gobierno el que controla a la mayoría parlamentaria, la diseña de antemano.... Y de acuerdo con los sondeos electorales, la domestica, la manipula y utiliza... Una reforma de todo el sistema de representación política en España es necesaria si se quiere que la democracia avanzada que la Constitución define se haga efectivamente realidad". A partir de aquella fecha, los problemas no han hecho sino empeorar en ese terreno. Ahora se ven agudizados por la profundidad de la crisis, la destrucción de empleo, la falta de horizonte de las nuevas generaciones y la perplejidad e irritación que producen ver a los dirigentes políticos disputarse el poder por el poder, reproduciendo promesas que nunca se cumplen y rindiendo tributo a una demagogia persistente e inútil.
Algunos comparan las revueltas juveniles de ahora con los acontecimientos de Mayo del 68. La escenografía es en parte similar, con esas chicas ofreciendo flores a los robocops policiales, remedando imágenes de una época en la que los manifestantes entonaban el haz el amor y no la guerra. Pero pese a la idílica utopía del movimiento hippie, Mayo del 68 acabó siendo violento, y mayo del 2011 apenas lo ha sido. Las revoluciones han perdido prestigio y habrá que esperar a ver en qué desembocan los acontecimientos del norte de África para saber si son capaces de recuperarlo. En el entretanto, conviene no desdeñar el significado de las protestas. No es solo la representación política lo que está en entredicho, sino un entramado institucional anquilosado y clientelista que sume a los ciudadanos en la desesperanza y el desasosiego.
Por lo mismo, hace años que deberíamos haber encarado una reforma constitucional que actualizara la gobernación de este país. Una reforma capaz de instaurar un Estado federal moderno, culminando y corrigiendo el proceso de las autonomías, que cuestione la provincia como distrito electoral y establezca las prioridades para las próximas generaciones de españoles. Un programa así exige no solo un liderazgo del que hoy carecemos, sino una voluntad de acuerdo en la política que permita abordar también, de manera urgente y eficaz, la reforma del sistema financiero y la modernización de las relaciones laborales, sin lo que será imposible dinamizar la economía y generar puestos de trabajo. Pero mientras el país confronta la amenaza de ruina, se desvanece la cohesión territorial y aumentan los conflictos sociales. La pérdida de confianza en la gestión del actual presidente del Gobierno es clamorosa dentro y fuera de España. Es imposible suponer que de una legislatura como la que hemos padecido se derive ya ninguna de las soluciones que los ciudadanos reclaman. El deterioro preocupante del partido en el poder amenaza con desequilibrar el futuro inmediato de nuestras instituciones políticas. Y aunque su recién estrenado candidato ha procurado, con éxito inicial, devolverle la esperanza, no es imaginable que acuda a los próximos comicios sin un congreso previo que restaure su maltrecho liderazgo y diseñe un proyecto que le permita recuperar al electorado y elaborar los pactos que el futuro demanda. Para que todo eso suceda, José Luis Rodríguez Zapatero debe de una vez por todas abandonar su patológico optimismo y renunciar al juego de las adivinanzas. Los titubeos, las dudas y los aplazamientos a que nos tiene acostumbrados son la peor de las recetas para una situación que reclama medidas de urgencia. Su deber moral es anunciar cuanto antes un calendario creíble para el proceso electoral. Solo así podrán los españoles soportar la levedad del ser.
Final de ciclo
Editorial
Publicado en El País (18/07/2011)
Gestionar el final de un ciclo de gobierno no resulta tarea fácil para ningún gobernante y las circunstancias por las que atraviesa España en la actualidad no contribuyen ciertamente a allanar ese cometido. Desde que el presidente del Gobierno desatara las dudas sobre su continuidad en un comentario tan informal como irresponsable a finales del año pasado, los acontecimientos se han precipitado. Para peor. A la fecha nos encontramos con un país amenazado de ruina (atrapado en la vorágine de los mercados financieros desatada sobre Europa), sin perspectiva, con serios problemas de cohesión social y aun territorial, en el que cunde la desilusión entre los ciudadanos sin distinción de ideologías o de clase social. Existen motivos más que fundados para la intranquilidad, patente desde luego tanto en las manifestaciones de los indignados como en los resultados electorales de los recientes comicios.
Las turbulencias en los mercados de deuda se han cebado en España con una intensidad que no solo amenaza con estrangular las finanzas públicas, sino que asfixia también desde hace tiempo a empresas de todo tamaño al encarecer su financiación, enterrando la perspectiva de una pronta recuperación económica. El sendero hacia la nada por el que se precipitaron con anterioridad Grecia, Irlanda y Portugal viene siendo recorrido a trompicones también por España, pese a las bienintencionadas declaraciones de las autoridades o los anuncios continuados de iniciativas y reformas que devienen luego ineficaces por su falta de ambición inicial, o sus demoras y continuos retardos, como es el caso del sector financiero, cuya urgencia aconsejaba una diligencia extrema en su resolución. Ni el Gobierno ni el Banco de España han sido consecuentes con ello.
Sería injusto responsabilizar de todos los males a nuestras autoridades. Una parte no menor de nuestras aflicciones tiene su origen en Europa y se necesitan por ello soluciones que trasciendan las fronteras nacionales. Pero es imposible no reconocer la parvedad de la aportación española a esas soluciones. Más allá de la impotencia de Europa para solventar sus problemas, la pérdida de confianza en la gestión de José Luis Rodríguez Zapatero parece irreversible y el creciente escepticismo sobre la gobernabilidad española en las circunstancias actuales amenaza con acrecentar nuestros males. La crisis no es solo económica, sino también, y acaso sobre todo, política.
Hace ya mucho que las respuestas del presidente del Gobierno a los desafíos a los que se enfrenta España apenas merecen crédito alguno por parte de los ciudadanos. Las encuestas lo venían demostrando de forma consistente (una reciente coloca al Gobierno del Estado como la institución peor valorada de una lista de 39), y el escepticismo y el desconcierto fueron rubricados por el descalabro de los socialistas en las pasadas elecciones, al tiempo que crecía la contestación en la calle.
Más allá de cualquier consideración sobre el origen de las protestas del 15-M, sobre su legitimidad o sus intenciones, resulta evidente que el aprecio que han merecido por parte de la opinión trae causa del profundo malestar en el que se ha sumido el conjunto de un país con cinco millones de parados, en el que 300.000 familias han perdido sus casas en los últimos tres años, y en el que su primer gobernante es incapaz de ofrecer ninguna esperanza razonable de alivio a sus angustias.
Rodríguez Zapatero dispone de toda la legitimidad y todo el derecho para terminar la legislatura si así lo quiere y nada en las leyes le obliga a disolver las Cámaras. Pero tras el anuncio, hecho en marzo, de que no concurrirá de nuevo a las elecciones, este periódico sostuvo que sus propósitos de agotar la legislatura solo eran moral y políticamente justificables a condición de que culminase las reformas imprescindibles que asegurasen la estabilidad necesaria, política y económica, para que el país afrontara el periodo electoral en las mejores condiciones posibles. Esa condición no se ha cumplido. Aún peor: su incapacidad en la gestión, los magros resultados de las reformas apenas incoadas, más el lastre y la impotencia de una legislatura agónica auguran un deterioro imparable al que resulta imprescindible poner fin cuanto antes. A este respecto, la fecha sugerida por algunos dirigentes socialistas para celebrar elecciones (finales de noviembre) es del todo tardía. Si de verdad Rodríguez Zapatero quiere rendir un último servicio a su país, debe hacerlo abandonando el poder cuanto antes y reconociendo la urgencia de que nuestro Gobierno recupere la credibilidad perdida. Los españoles en su conjunto, y los votantes socialistas en particular, se lo agradecerán.
Publicado en El País (18/07/2011)
Gestionar el final de un ciclo de gobierno no resulta tarea fácil para ningún gobernante y las circunstancias por las que atraviesa España en la actualidad no contribuyen ciertamente a allanar ese cometido. Desde que el presidente del Gobierno desatara las dudas sobre su continuidad en un comentario tan informal como irresponsable a finales del año pasado, los acontecimientos se han precipitado. Para peor. A la fecha nos encontramos con un país amenazado de ruina (atrapado en la vorágine de los mercados financieros desatada sobre Europa), sin perspectiva, con serios problemas de cohesión social y aun territorial, en el que cunde la desilusión entre los ciudadanos sin distinción de ideologías o de clase social. Existen motivos más que fundados para la intranquilidad, patente desde luego tanto en las manifestaciones de los indignados como en los resultados electorales de los recientes comicios.
Las turbulencias en los mercados de deuda se han cebado en España con una intensidad que no solo amenaza con estrangular las finanzas públicas, sino que asfixia también desde hace tiempo a empresas de todo tamaño al encarecer su financiación, enterrando la perspectiva de una pronta recuperación económica. El sendero hacia la nada por el que se precipitaron con anterioridad Grecia, Irlanda y Portugal viene siendo recorrido a trompicones también por España, pese a las bienintencionadas declaraciones de las autoridades o los anuncios continuados de iniciativas y reformas que devienen luego ineficaces por su falta de ambición inicial, o sus demoras y continuos retardos, como es el caso del sector financiero, cuya urgencia aconsejaba una diligencia extrema en su resolución. Ni el Gobierno ni el Banco de España han sido consecuentes con ello.
Sería injusto responsabilizar de todos los males a nuestras autoridades. Una parte no menor de nuestras aflicciones tiene su origen en Europa y se necesitan por ello soluciones que trasciendan las fronteras nacionales. Pero es imposible no reconocer la parvedad de la aportación española a esas soluciones. Más allá de la impotencia de Europa para solventar sus problemas, la pérdida de confianza en la gestión de José Luis Rodríguez Zapatero parece irreversible y el creciente escepticismo sobre la gobernabilidad española en las circunstancias actuales amenaza con acrecentar nuestros males. La crisis no es solo económica, sino también, y acaso sobre todo, política.
Hace ya mucho que las respuestas del presidente del Gobierno a los desafíos a los que se enfrenta España apenas merecen crédito alguno por parte de los ciudadanos. Las encuestas lo venían demostrando de forma consistente (una reciente coloca al Gobierno del Estado como la institución peor valorada de una lista de 39), y el escepticismo y el desconcierto fueron rubricados por el descalabro de los socialistas en las pasadas elecciones, al tiempo que crecía la contestación en la calle.
Más allá de cualquier consideración sobre el origen de las protestas del 15-M, sobre su legitimidad o sus intenciones, resulta evidente que el aprecio que han merecido por parte de la opinión trae causa del profundo malestar en el que se ha sumido el conjunto de un país con cinco millones de parados, en el que 300.000 familias han perdido sus casas en los últimos tres años, y en el que su primer gobernante es incapaz de ofrecer ninguna esperanza razonable de alivio a sus angustias.
Rodríguez Zapatero dispone de toda la legitimidad y todo el derecho para terminar la legislatura si así lo quiere y nada en las leyes le obliga a disolver las Cámaras. Pero tras el anuncio, hecho en marzo, de que no concurrirá de nuevo a las elecciones, este periódico sostuvo que sus propósitos de agotar la legislatura solo eran moral y políticamente justificables a condición de que culminase las reformas imprescindibles que asegurasen la estabilidad necesaria, política y económica, para que el país afrontara el periodo electoral en las mejores condiciones posibles. Esa condición no se ha cumplido. Aún peor: su incapacidad en la gestión, los magros resultados de las reformas apenas incoadas, más el lastre y la impotencia de una legislatura agónica auguran un deterioro imparable al que resulta imprescindible poner fin cuanto antes. A este respecto, la fecha sugerida por algunos dirigentes socialistas para celebrar elecciones (finales de noviembre) es del todo tardía. Si de verdad Rodríguez Zapatero quiere rendir un último servicio a su país, debe hacerlo abandonando el poder cuanto antes y reconociendo la urgencia de que nuestro Gobierno recupere la credibilidad perdida. Los españoles en su conjunto, y los votantes socialistas en particular, se lo agradecerán.
lunes, 18 de julio de 2011
El ensañamiento de Murphy
Por Jose Antonio Zarzalejos
Publicado en El Confidencial (16/07/2011)
“Soy militante del PSOE pero no simpatizante”
Felipe González
“Si algo puede salir mal, saldrá mal”. Eso dicen que reza la famosa Ley de Murphy de 1949 aunque, en realidad, esa expresión sea una destilación libre de la teorización del ingeniero Edward Murphy, según la cual el error tiene más posibilidades que el acierto. O en otras palabras: si la tostada se cae al suelo, lo hará siempre por el lado de la mantequilla. Pues bien: esta ley de sumo pesimismo se ha ensañado con un Gobierno que esta semana ha quedado desencuadernado y su candidato en las próximas elecciones cuestionado desde el punto de vista político.
Tanto en el Gobierno como en el PSOE había una cierta complacencia sobre la “extraordinaria” gestión antiterrorista. El “proceso de paz” emprendido en 2006 por Rodríguez Zapatero habría sido una “jugada maestra” que debilitó a ETA de manera irreversible. En línea con esta versión, los etarras eran poco menos que una pandilla de desarrapados en huida abierta por el norte de Europa y algunos países latinoamericanos.
Esta tesis dejó de ser creíble cuando Bildu franqueó la ley de partidos y, en palabras de la propia ETA, la izquierda abertzale ganó con la coalición la “batalla política e ideológica de la ilegalización”. Efectivamente: el deseo indisimulado del presidente del Gobierno de que las listas de Bildu fuesen legalizadas, la connivencia del PNV, la falta de criterio del lehendakari López y el exceso de jurisdicción del Tribunal Constitucional, ofrecieron a ETA la victoria que por vía terrorista no podía ya obtener. Hace mucho tiempo que los pistoleros se sabían derrotados en el terreno “operativo”, pero aspiraban a un triunfo político que los partidos nacionales evitaron, impulsados en 2001 por el Gobierno de Aznar, prohibiendo la legalidad institucional del entorno civil de ETA.
Ahora Bildu -un clon de Batasuna- está, no sólo en la legalidad, sino también en el poder de las dos principales instituciones de Guipúzcoa (Ayuntamiento de San Sebastián y Diputación Foral), siendo Donostia “premiada” con la capitalidad cultural europea en una de las decisiones más desatinadas que se conocen, y que será investigada, no tanto por su designación, como por la motivación que la justifica y la rentabilización política que permite a la coalición abertzale. Que ETA se jacte de todo ello en el comunicado publicado íntegramente por el diario Gara el pasado miércoles, echa por tierra las supuestas virtualidades del “proceso de paz” de 2006.
Por si fuera poco, el tal proceso se ha sumido, no ya en el descrédito, sino en la peor de las sospechas con el auto de procesamiento dictado por el juez Pablo Ruz -zarandeado por Jáuregui y Rubalcaba- contra el ex director general de la Policía, el jefe superior del País Vasco y un inspector por la posible comisión de un delito de colaboración con banda armada o encubrimiento de ésta y otro de revelación de secretos. Atribuye a los tres, en grados diferentes, la alerta a Joseba Elosúa en el bar Faisán de Irún sobre una inminente acción policial que daría con él y otros responsables del aparato de extorsión de ETA en la cárcel.
El chivatazo se perpetró el 4 de mayo de 2006, en pleno “proceso de paz”, y aunque el magistrado no se pronuncia sobre el móvil de semejante comportamiento, no hace falta especular demasiado para considerarlo como una connivencia con los etarras para no dificultar el curso de las negociaciones. Y como a este Gobierno si algo le puede salir mal, le sale mal indefectiblemente, en ejemplo evidente de cómo la ley de Murphy se cumple de forma sañuda, el auto de procesamiento y el comunicado de ETA (que mantiene su existencia y sigue reclamando la negociación para llegar a la independencia de Euskadi) se producen simultáneamente a la renuncia al cargo de ministro del Interior por el candidato Rubalcaba y la toma de posesión como nuevo ministro del que el 4 de mayo de 2006 era Secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho.
Ni contra uno ni contra otro hay, ni indiciariamente, reproche penal. Pero, ¿alguien puede dudar de la concurrencia de responsabilidad política?, ¿alguien estaría en condiciones de afirmar que el candidato del PSOE, Pérez Rubalcaba, no queda erosionado con esta decisión judicial? Ni siquiera los más acreditados hooligans del socialismo podrían no interiorizar estas noticias como durísimos reveses para un Gobierno que se ha refugiado en la lucha antiterrorista como un nicho –quizás el único-- de su excelencia política. Si alguien llegó a pensar tal cosa, este pequeño crédito se ha convertido esta semana en un saldo por completo negativo.
Ni el enjuiciamiento de Camps ayuda al Gobierno.
Todos los demás, también lo son. Porque el rebrote de la crisis económica para el que el presidente del Gobierno, ante el mismísimo Herman van Rompuy en la escalinata de la Moncloa, no encontraba explicación, sí la tenía: en la comunidad castellano-manchega el Gobierno del PP anunciaba que el déficit superaba el 4% (más de dos puntos del reconocido por el ex presidente Barreda) y que estaban pendientes de pago facturas por importe de 1.700 millones de euros; por otra parte, varias de nuestras entidades financieras no han superado los test de estrés conocidos la tarde de ayer, al margen de que la metodología aplicada por la EBA pueda ser discutible. Pero como Murphy es implacable y Zapatero parece abonado a su estricto cumplimiento, el presidente se permitió el lujo de amonestar a Alemania, sin cuestionarse ni por un momento que todas sus reformas –con la excepción parcial de la de las pensiones—son insuficientes (las laborales) o equivocadas (la de cajas de ahorro) y que sus medidas de recorte resultan meramente coyunturales y no estructurales.
A mayor abundamiento, el pasado martes, después de lograr por los pelos la aprobación del techo de gasto (-3,8% respecto de los presupuestos de 2011), la vicepresidenta primera, Elena Salgado, anunciaba que habría que revisarlo en el mismo proyecto de Presupuestos. Falta ahora que los nuevos gobernantes populares en Aragón, Extremadura o Baleares confirmen o desmientan los déficits declarados por sus predecesores. Sin olvidarse de lo que pueda decir al respecto el desde ayer nuevo presidente de la Junta asturiana, Francisco Álvarez Cascos.
La comprobación de que la gestión de la crisis ha resultado ineficaz; el testimonio aplastante de la desafección del electorado al PSOE (22-M) y la bofetada que representa para la política antiterrorista del Gobierno la declaración de ETA que se perpetua y se proyecta en Bildu y la confirmación de indicios racionales de criminalidad en dos funcionarios policiales y un cargo político que entraron en presunta connivencia con los terroristas el 4 de mayo de 2006, son todas circunstancias que erigen a este Gobierno en víctima del ensañamiento de la ley de Murphy porque todo cuanto podía salirle mal le ha salido. Debido, claro es, a una irresponsabilidad política sólo pareja a la técnica y, en determinados casos, a un analfabetismo ético indignante. Del que no le rescata ni la apertura de juicio oral a un torpe y marrullero Francisco Camps, y tres más, acusado de un delito de cohecho impropio que juzgará un jurado popular, asunto que podría ofrecer un poco de combustible para un deprimido PSOE. Algún peaje deberá pagar el Partido Popular por haber permitido que el presidente valenciano y otros imputados, con grave desconsideración a la ciudanía y a la estima al servicio público, se presentasen a las elecciones el 22-M.
Dada la situación, debe ser un mínimo consuelo para el PSOE que su candidato se declare preparado “urbi et orbi” para acudir a la cita electoral en cualquier momento, que seguramente será en Noviembre. Y sería lo mejor que pudiera ocurrir una vez la semana que viene se apruebe la reforma de las pensiones y ya convalidado el Decreto ley de regla de gasto y amparo a los hipotecados. Se sabe que cuando rige la vigencia de la ley de Murphy es inútil recurrir a aplazamientos porque todo aquello que el Gobierno intente que no sea la decisión de hacer mutis por el foro, le saldrá mal. Que se lo cuente, sino, al nuevo y flamante portavoz del Gobierno, José Blanco, que confundió al jugador Ibaka por la multinacional Ikea. ¡Es Murphy!
Publicado en El Confidencial (16/07/2011)
“Soy militante del PSOE pero no simpatizante”
Felipe González
“Si algo puede salir mal, saldrá mal”. Eso dicen que reza la famosa Ley de Murphy de 1949 aunque, en realidad, esa expresión sea una destilación libre de la teorización del ingeniero Edward Murphy, según la cual el error tiene más posibilidades que el acierto. O en otras palabras: si la tostada se cae al suelo, lo hará siempre por el lado de la mantequilla. Pues bien: esta ley de sumo pesimismo se ha ensañado con un Gobierno que esta semana ha quedado desencuadernado y su candidato en las próximas elecciones cuestionado desde el punto de vista político.
Tanto en el Gobierno como en el PSOE había una cierta complacencia sobre la “extraordinaria” gestión antiterrorista. El “proceso de paz” emprendido en 2006 por Rodríguez Zapatero habría sido una “jugada maestra” que debilitó a ETA de manera irreversible. En línea con esta versión, los etarras eran poco menos que una pandilla de desarrapados en huida abierta por el norte de Europa y algunos países latinoamericanos.
Esta tesis dejó de ser creíble cuando Bildu franqueó la ley de partidos y, en palabras de la propia ETA, la izquierda abertzale ganó con la coalición la “batalla política e ideológica de la ilegalización”. Efectivamente: el deseo indisimulado del presidente del Gobierno de que las listas de Bildu fuesen legalizadas, la connivencia del PNV, la falta de criterio del lehendakari López y el exceso de jurisdicción del Tribunal Constitucional, ofrecieron a ETA la victoria que por vía terrorista no podía ya obtener. Hace mucho tiempo que los pistoleros se sabían derrotados en el terreno “operativo”, pero aspiraban a un triunfo político que los partidos nacionales evitaron, impulsados en 2001 por el Gobierno de Aznar, prohibiendo la legalidad institucional del entorno civil de ETA.
Ahora Bildu -un clon de Batasuna- está, no sólo en la legalidad, sino también en el poder de las dos principales instituciones de Guipúzcoa (Ayuntamiento de San Sebastián y Diputación Foral), siendo Donostia “premiada” con la capitalidad cultural europea en una de las decisiones más desatinadas que se conocen, y que será investigada, no tanto por su designación, como por la motivación que la justifica y la rentabilización política que permite a la coalición abertzale. Que ETA se jacte de todo ello en el comunicado publicado íntegramente por el diario Gara el pasado miércoles, echa por tierra las supuestas virtualidades del “proceso de paz” de 2006.
Por si fuera poco, el tal proceso se ha sumido, no ya en el descrédito, sino en la peor de las sospechas con el auto de procesamiento dictado por el juez Pablo Ruz -zarandeado por Jáuregui y Rubalcaba- contra el ex director general de la Policía, el jefe superior del País Vasco y un inspector por la posible comisión de un delito de colaboración con banda armada o encubrimiento de ésta y otro de revelación de secretos. Atribuye a los tres, en grados diferentes, la alerta a Joseba Elosúa en el bar Faisán de Irún sobre una inminente acción policial que daría con él y otros responsables del aparato de extorsión de ETA en la cárcel.
El chivatazo se perpetró el 4 de mayo de 2006, en pleno “proceso de paz”, y aunque el magistrado no se pronuncia sobre el móvil de semejante comportamiento, no hace falta especular demasiado para considerarlo como una connivencia con los etarras para no dificultar el curso de las negociaciones. Y como a este Gobierno si algo le puede salir mal, le sale mal indefectiblemente, en ejemplo evidente de cómo la ley de Murphy se cumple de forma sañuda, el auto de procesamiento y el comunicado de ETA (que mantiene su existencia y sigue reclamando la negociación para llegar a la independencia de Euskadi) se producen simultáneamente a la renuncia al cargo de ministro del Interior por el candidato Rubalcaba y la toma de posesión como nuevo ministro del que el 4 de mayo de 2006 era Secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho.
Ni contra uno ni contra otro hay, ni indiciariamente, reproche penal. Pero, ¿alguien puede dudar de la concurrencia de responsabilidad política?, ¿alguien estaría en condiciones de afirmar que el candidato del PSOE, Pérez Rubalcaba, no queda erosionado con esta decisión judicial? Ni siquiera los más acreditados hooligans del socialismo podrían no interiorizar estas noticias como durísimos reveses para un Gobierno que se ha refugiado en la lucha antiterrorista como un nicho –quizás el único-- de su excelencia política. Si alguien llegó a pensar tal cosa, este pequeño crédito se ha convertido esta semana en un saldo por completo negativo.
Ni el enjuiciamiento de Camps ayuda al Gobierno.
Todos los demás, también lo son. Porque el rebrote de la crisis económica para el que el presidente del Gobierno, ante el mismísimo Herman van Rompuy en la escalinata de la Moncloa, no encontraba explicación, sí la tenía: en la comunidad castellano-manchega el Gobierno del PP anunciaba que el déficit superaba el 4% (más de dos puntos del reconocido por el ex presidente Barreda) y que estaban pendientes de pago facturas por importe de 1.700 millones de euros; por otra parte, varias de nuestras entidades financieras no han superado los test de estrés conocidos la tarde de ayer, al margen de que la metodología aplicada por la EBA pueda ser discutible. Pero como Murphy es implacable y Zapatero parece abonado a su estricto cumplimiento, el presidente se permitió el lujo de amonestar a Alemania, sin cuestionarse ni por un momento que todas sus reformas –con la excepción parcial de la de las pensiones—son insuficientes (las laborales) o equivocadas (la de cajas de ahorro) y que sus medidas de recorte resultan meramente coyunturales y no estructurales.
A mayor abundamiento, el pasado martes, después de lograr por los pelos la aprobación del techo de gasto (-3,8% respecto de los presupuestos de 2011), la vicepresidenta primera, Elena Salgado, anunciaba que habría que revisarlo en el mismo proyecto de Presupuestos. Falta ahora que los nuevos gobernantes populares en Aragón, Extremadura o Baleares confirmen o desmientan los déficits declarados por sus predecesores. Sin olvidarse de lo que pueda decir al respecto el desde ayer nuevo presidente de la Junta asturiana, Francisco Álvarez Cascos.
La comprobación de que la gestión de la crisis ha resultado ineficaz; el testimonio aplastante de la desafección del electorado al PSOE (22-M) y la bofetada que representa para la política antiterrorista del Gobierno la declaración de ETA que se perpetua y se proyecta en Bildu y la confirmación de indicios racionales de criminalidad en dos funcionarios policiales y un cargo político que entraron en presunta connivencia con los terroristas el 4 de mayo de 2006, son todas circunstancias que erigen a este Gobierno en víctima del ensañamiento de la ley de Murphy porque todo cuanto podía salirle mal le ha salido. Debido, claro es, a una irresponsabilidad política sólo pareja a la técnica y, en determinados casos, a un analfabetismo ético indignante. Del que no le rescata ni la apertura de juicio oral a un torpe y marrullero Francisco Camps, y tres más, acusado de un delito de cohecho impropio que juzgará un jurado popular, asunto que podría ofrecer un poco de combustible para un deprimido PSOE. Algún peaje deberá pagar el Partido Popular por haber permitido que el presidente valenciano y otros imputados, con grave desconsideración a la ciudanía y a la estima al servicio público, se presentasen a las elecciones el 22-M.
Dada la situación, debe ser un mínimo consuelo para el PSOE que su candidato se declare preparado “urbi et orbi” para acudir a la cita electoral en cualquier momento, que seguramente será en Noviembre. Y sería lo mejor que pudiera ocurrir una vez la semana que viene se apruebe la reforma de las pensiones y ya convalidado el Decreto ley de regla de gasto y amparo a los hipotecados. Se sabe que cuando rige la vigencia de la ley de Murphy es inútil recurrir a aplazamientos porque todo aquello que el Gobierno intente que no sea la decisión de hacer mutis por el foro, le saldrá mal. Que se lo cuente, sino, al nuevo y flamante portavoz del Gobierno, José Blanco, que confundió al jugador Ibaka por la multinacional Ikea. ¡Es Murphy!
Quizás sea Alemania la que deba salir del euro
Por Juan Carlos Escudier
Publicado en El Confidencial (16/07/2011)
Con cada nuevo espasmo de la crisis de la deuda se generaliza la impresión de que el euro no es exactamente el primo de Zumosol que iba a protegernos de esos especuladores disfrazados de matón de instituto, sino alguien bastante más enclenque del que, llegado el caso, conviene distanciarse. En los últimos tiempos no han faltado los análisis que sugieren que lo mejor para Grecia e, incluso, para España, sería salir de la moneda única, una posibilidad tan inaudita que ni siquiera está contemplada en los textos comunitarios. De acuerdo al Tratado de Lisboa un Estado miembro puede abandonar la Unión Europea, lo que a su vez le permitiría desligarse del euro. Para lo que no hay cauce previsto es para divorciarse del euro y permanecer en las instituciones europeas, lo que muestra hasta qué punto el camino de la unión monetaria se creía irreversible.
Lo que esta avivando las dudas sobre el euro no es tanto la difícil situación de algunos países sino la indefinición de su principal socio, Alemania, del que ahora mismo nadie tiene claro a qué juega exactamente. Berlín dejó a Grecia cocerse durante meses en su propio jugo antes de impulsar el primer paquete de rescate -cuyos principales beneficiarios eran los propios bancos alemanes- y constituir a continuación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), con el que se abordó la intervención de Irlanda. Erráticamente, un día su ministro de Economía, Wolfgang Schäuble, puede amenazar con expulsar de la Unión a los países que no acepten su disciplina fiscal; al otro, es la propia Merkel la que se reafirma en no abandonar a su suerte a nadie en Europa; pero, al siguiente, la canciller es capaz de dejar que se pudra el acuerdo para rescatar por segunda vez a Atenas, con gravísimas consecuencias para Italia y España, mientras viaja por África para vender barcos de guerra a Angola. Con doña Angela no sabe uno a qué carta quedarse.
La pregunta que algunos han comenzado a hacerse es si el compromiso alemán con el euro es sólido o si maneja un plan B con resurrección del marco incluida. Dando por cierta una información de The Guardian, según la cual en octubre de 2010 Merkel habría amenazado en un cumbre de la UE en Bruselas con sacar a Alemania del euro si no se aceptaba su plan de incluir a los inversores privados en los futuros planes de rescate, la hipótesis no es tan descabellada.
De hecho, ya hay quien se ha ocupado de aventurar las consecuencias de un abandono alemán de euro. La primera sería una apreciación formidable del marco respecto al resto de monedas, incluida el euro si este siguiera existiendo. Como aventura Marshall Auerbach, consejero del instituto Roosevelt, lo probable sería que Berlín tuviera que rescatar a sus propios bancos, cuyos títulos en euros o en las viejas monedas sólo serían fracciones de su anterior valor. Un marco tan poderoso afectaría a su industria exportadora, y obligaría a Alemania a incurrir en un elevado déficit presupuestario, que es de lo que acusa ahora a los países periféricos. Entre tanto, añade Auerbach, el resto de países daría un gran salto de competitividad y la inestabilidad resultante podría combatirse con el respaldo del BCE a la deuda soberana del toda la Eurozona. La conclusión de estas cábalas es que, puestos a salvar a un euro en peligro, la mejor opción es que lo abandonara su miembro más poderoso.
A la vista del anterior resulta más incompresible si cabe la indolencia alemana en la crisis de la deuda ya que la estrategia de reducir ahora la carga que Berlín, como primera potencia europea, ha de soportar para sostener al euro puede resultarle finalmente mucho más cara. Merkel cree que tiene la sartén por el mango y no cuenta con el aceite hirviendo le pueda saltar a la cara. En otras palabras, Alemania puede tratar de imponer una disciplina fiscal severa los países de la periferia que incluya grandes sacrificios sociales y una inevitable y prolongada recesión, pero bastaría con la amenaza de una suspensión de pagos de uno de estos países, tal es el caso de Grecia, para que la propia Alemania se viera envuelta en gravísimas dificultades.
Las reformas realizadas hasta ahora han sido timoratas, pensadas exclusivamente en clave interna alemana, cuya opinión pública sigue convencida de que es quien paga la fiesta que otros nos pegamos. Hasta la prevención de que al menos hasta 2013, cuando entre en vigor el Mecanismo Europeo de Estabilidad –que sustituirá al FEEF-, no se permitan reestructuraciones de deuda con quitas para los tenedores de bonos privados, está pensada para dar tiempo a proteger a los bancos germanos de las eventuales pérdidas.
Así es muy difícil avanzar en la solución del problema que no habría llegado a los límites actuales si, por ejemplo, se hubiera dotado al fondo europeo de rescate de más recursos o de la posibilidad de comprar deuda soberana, algo que aliviaría la carga financiera de los países emisores en dificultades. Es insólito que siga sin articularse el mecanismo que permita la creación de un Tesoro europeo que pueda emitir eurobonos, lo que acabaría con la espiral de las primas de riesgo al estar garantizados por la UE en su conjunto, o que en circunstancias excepcionales como las actuales ni siquiera se haya planteado aumentar el presupuesto comunitario para transferir recursos que relancen las economías más débiles.
Alemania no puede eludir sus responsabilidades. Las tuvo, incluso, en nuestra burbuja inmobiliaria, porque si aquí se tenía acceso a dinero barato era porque el BCE trataba de insuflar oxígeno a la entonces maltrecha economía alemana. ¿Acaso el ahorro alemán no se empleó en comprar casas en las costas españolas? Para ser la locomotora de Europa no basta con estar delante; es preciso tirar de todos los vagones.
Publicado en El Confidencial (16/07/2011)
Con cada nuevo espasmo de la crisis de la deuda se generaliza la impresión de que el euro no es exactamente el primo de Zumosol que iba a protegernos de esos especuladores disfrazados de matón de instituto, sino alguien bastante más enclenque del que, llegado el caso, conviene distanciarse. En los últimos tiempos no han faltado los análisis que sugieren que lo mejor para Grecia e, incluso, para España, sería salir de la moneda única, una posibilidad tan inaudita que ni siquiera está contemplada en los textos comunitarios. De acuerdo al Tratado de Lisboa un Estado miembro puede abandonar la Unión Europea, lo que a su vez le permitiría desligarse del euro. Para lo que no hay cauce previsto es para divorciarse del euro y permanecer en las instituciones europeas, lo que muestra hasta qué punto el camino de la unión monetaria se creía irreversible.
Lo que esta avivando las dudas sobre el euro no es tanto la difícil situación de algunos países sino la indefinición de su principal socio, Alemania, del que ahora mismo nadie tiene claro a qué juega exactamente. Berlín dejó a Grecia cocerse durante meses en su propio jugo antes de impulsar el primer paquete de rescate -cuyos principales beneficiarios eran los propios bancos alemanes- y constituir a continuación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), con el que se abordó la intervención de Irlanda. Erráticamente, un día su ministro de Economía, Wolfgang Schäuble, puede amenazar con expulsar de la Unión a los países que no acepten su disciplina fiscal; al otro, es la propia Merkel la que se reafirma en no abandonar a su suerte a nadie en Europa; pero, al siguiente, la canciller es capaz de dejar que se pudra el acuerdo para rescatar por segunda vez a Atenas, con gravísimas consecuencias para Italia y España, mientras viaja por África para vender barcos de guerra a Angola. Con doña Angela no sabe uno a qué carta quedarse.
La pregunta que algunos han comenzado a hacerse es si el compromiso alemán con el euro es sólido o si maneja un plan B con resurrección del marco incluida. Dando por cierta una información de The Guardian, según la cual en octubre de 2010 Merkel habría amenazado en un cumbre de la UE en Bruselas con sacar a Alemania del euro si no se aceptaba su plan de incluir a los inversores privados en los futuros planes de rescate, la hipótesis no es tan descabellada.
De hecho, ya hay quien se ha ocupado de aventurar las consecuencias de un abandono alemán de euro. La primera sería una apreciación formidable del marco respecto al resto de monedas, incluida el euro si este siguiera existiendo. Como aventura Marshall Auerbach, consejero del instituto Roosevelt, lo probable sería que Berlín tuviera que rescatar a sus propios bancos, cuyos títulos en euros o en las viejas monedas sólo serían fracciones de su anterior valor. Un marco tan poderoso afectaría a su industria exportadora, y obligaría a Alemania a incurrir en un elevado déficit presupuestario, que es de lo que acusa ahora a los países periféricos. Entre tanto, añade Auerbach, el resto de países daría un gran salto de competitividad y la inestabilidad resultante podría combatirse con el respaldo del BCE a la deuda soberana del toda la Eurozona. La conclusión de estas cábalas es que, puestos a salvar a un euro en peligro, la mejor opción es que lo abandonara su miembro más poderoso.
A la vista del anterior resulta más incompresible si cabe la indolencia alemana en la crisis de la deuda ya que la estrategia de reducir ahora la carga que Berlín, como primera potencia europea, ha de soportar para sostener al euro puede resultarle finalmente mucho más cara. Merkel cree que tiene la sartén por el mango y no cuenta con el aceite hirviendo le pueda saltar a la cara. En otras palabras, Alemania puede tratar de imponer una disciplina fiscal severa los países de la periferia que incluya grandes sacrificios sociales y una inevitable y prolongada recesión, pero bastaría con la amenaza de una suspensión de pagos de uno de estos países, tal es el caso de Grecia, para que la propia Alemania se viera envuelta en gravísimas dificultades.
Las reformas realizadas hasta ahora han sido timoratas, pensadas exclusivamente en clave interna alemana, cuya opinión pública sigue convencida de que es quien paga la fiesta que otros nos pegamos. Hasta la prevención de que al menos hasta 2013, cuando entre en vigor el Mecanismo Europeo de Estabilidad –que sustituirá al FEEF-, no se permitan reestructuraciones de deuda con quitas para los tenedores de bonos privados, está pensada para dar tiempo a proteger a los bancos germanos de las eventuales pérdidas.
Así es muy difícil avanzar en la solución del problema que no habría llegado a los límites actuales si, por ejemplo, se hubiera dotado al fondo europeo de rescate de más recursos o de la posibilidad de comprar deuda soberana, algo que aliviaría la carga financiera de los países emisores en dificultades. Es insólito que siga sin articularse el mecanismo que permita la creación de un Tesoro europeo que pueda emitir eurobonos, lo que acabaría con la espiral de las primas de riesgo al estar garantizados por la UE en su conjunto, o que en circunstancias excepcionales como las actuales ni siquiera se haya planteado aumentar el presupuesto comunitario para transferir recursos que relancen las economías más débiles.
Alemania no puede eludir sus responsabilidades. Las tuvo, incluso, en nuestra burbuja inmobiliaria, porque si aquí se tenía acceso a dinero barato era porque el BCE trataba de insuflar oxígeno a la entonces maltrecha economía alemana. ¿Acaso el ahorro alemán no se empleó en comprar casas en las costas españolas? Para ser la locomotora de Europa no basta con estar delante; es preciso tirar de todos los vagones.
La hija periodística de Murdoch
Noticia
Publicado en El País (15/07/2011)
El pasado jueves 7 de julio, a las 16.15, Rebekah Brooks se presentó en la redacción del News of The World, en el complejo de oficinas de News International en Wapping, sureste de Londres. Llegó flanqueada por dos guardas de seguridad y acompañada por el director del periódico, Colin Myler, que tenía los ojos llorosos. Los escasos empleados que se habían enterado de la precipitada comparecencia de la consejera delegada estaban convencidos de que la que fue directora de The Sun y antes del News of The World iba a anunciarles su dimisión. Cinco minutos después se enteraron de que no solo ella no dimitía, sino que eran ellos los que se iban: Rebekah Brooks se había presentado para anunciarles el cierre inminente del tabloide dominical.
Cinco minutos después, nada más acabar sus brevísimas palabras, la consejera delegada se marchó con los guardaespaldas sin contestar a las preguntas de la boquiabierta redacción. Dos minutos después, la noticia estaba en los informativos de todo el país y los periodistas ya no podían acceder al sistema informático general. "No podía salir más rápido y desde luego no estaba llorando", comentó un redactor citado por The Times, el diario del mismo grupo que daba cuenta de estas escenas en su edición del viernes.
Para muchos es una gran ironía que Rebekah Brooks, que era la directora del News of The World cuando se realizaron las escuchas en el teléfono móvil de la niña Milly Dowler, anunciase el despido a muchos periodistas que ni siquiera trabajaban para el diario cuando ocurrieron esas cosas.
News International había desmentido que Rupert Murdoch haya rechazado en dos ocasiones la dimisión de Brooks. Pero incluso el primer ministro británico, David Cameron, vecino de los Brooks los fines de semana en la campiña de Oxfordshire, había afirmado que si Rebekah le hubiera presentado la dimisión a él, se la habría aceptado.
Alguna gente creía que si seguía en su cargo era porque todavía no había llegado el momento de echar su cabeza a las fieras, porque, si caía ella, quien queda más expuesto ante el público es James Murdoch, el hijo del patrón y responsable del negocio europeo y asiático del grupo. Pero hay bastante coincidencia estos días en los medios británicos al subrayar que Rupert Murdoch no solo la quiere como a una hija, sino que cree ciegamente en sus cualidades profesionales y no quiere perderla por ningún motivo.
Rebekah Wade, como se llamaba de soltera, llegó al News of The World con veintipocos años. Enseguida dio el salto al Sun, el verdadero poder fáctico de Murdoch en la política británica, y con 29 años volvió al News of The World... como directora. Tres años después, en enero de 2003, se convirtió en la primera mujer directora del Sun. Pero su meteórica carrera aún no había tocado techo: en junio de 2009, Rupert Murdoch anunció su elevación al cargo de consejera delegada de News International.
Su agenda y su capacidad para las relaciones públicas apenas tienen parangón. En su momento se convirtió en íntima de Tony y Cherie Blair. Eran los tiempos en que Murdoch apoyaba el centrismo de Blair y Rebekah vivía con el actor Ross Kemp, ferviente propagandista del Partido Laborista. Su amistad con los Blair no le impidió luego intimar también con Gordon Brown, plato de menor gusto en la familia Murdoch. Y nada de lo anterior le ha impedido a Rebekah frecuentar al actual primer ministro, el conservador David Cameron, y ni siquiera le hace falta ir a Downing Street a visitarle porque se ven con frecuencia los fines de semana. Ahora, Murdoch ha aceptado su dimisión.
Publicado en El País (15/07/2011)
El pasado jueves 7 de julio, a las 16.15, Rebekah Brooks se presentó en la redacción del News of The World, en el complejo de oficinas de News International en Wapping, sureste de Londres. Llegó flanqueada por dos guardas de seguridad y acompañada por el director del periódico, Colin Myler, que tenía los ojos llorosos. Los escasos empleados que se habían enterado de la precipitada comparecencia de la consejera delegada estaban convencidos de que la que fue directora de The Sun y antes del News of The World iba a anunciarles su dimisión. Cinco minutos después se enteraron de que no solo ella no dimitía, sino que eran ellos los que se iban: Rebekah Brooks se había presentado para anunciarles el cierre inminente del tabloide dominical.
Cinco minutos después, nada más acabar sus brevísimas palabras, la consejera delegada se marchó con los guardaespaldas sin contestar a las preguntas de la boquiabierta redacción. Dos minutos después, la noticia estaba en los informativos de todo el país y los periodistas ya no podían acceder al sistema informático general. "No podía salir más rápido y desde luego no estaba llorando", comentó un redactor citado por The Times, el diario del mismo grupo que daba cuenta de estas escenas en su edición del viernes.
Para muchos es una gran ironía que Rebekah Brooks, que era la directora del News of The World cuando se realizaron las escuchas en el teléfono móvil de la niña Milly Dowler, anunciase el despido a muchos periodistas que ni siquiera trabajaban para el diario cuando ocurrieron esas cosas.
News International había desmentido que Rupert Murdoch haya rechazado en dos ocasiones la dimisión de Brooks. Pero incluso el primer ministro británico, David Cameron, vecino de los Brooks los fines de semana en la campiña de Oxfordshire, había afirmado que si Rebekah le hubiera presentado la dimisión a él, se la habría aceptado.
Alguna gente creía que si seguía en su cargo era porque todavía no había llegado el momento de echar su cabeza a las fieras, porque, si caía ella, quien queda más expuesto ante el público es James Murdoch, el hijo del patrón y responsable del negocio europeo y asiático del grupo. Pero hay bastante coincidencia estos días en los medios británicos al subrayar que Rupert Murdoch no solo la quiere como a una hija, sino que cree ciegamente en sus cualidades profesionales y no quiere perderla por ningún motivo.
Rebekah Wade, como se llamaba de soltera, llegó al News of The World con veintipocos años. Enseguida dio el salto al Sun, el verdadero poder fáctico de Murdoch en la política británica, y con 29 años volvió al News of The World... como directora. Tres años después, en enero de 2003, se convirtió en la primera mujer directora del Sun. Pero su meteórica carrera aún no había tocado techo: en junio de 2009, Rupert Murdoch anunció su elevación al cargo de consejera delegada de News International.
Su agenda y su capacidad para las relaciones públicas apenas tienen parangón. En su momento se convirtió en íntima de Tony y Cherie Blair. Eran los tiempos en que Murdoch apoyaba el centrismo de Blair y Rebekah vivía con el actor Ross Kemp, ferviente propagandista del Partido Laborista. Su amistad con los Blair no le impidió luego intimar también con Gordon Brown, plato de menor gusto en la familia Murdoch. Y nada de lo anterior le ha impedido a Rebekah frecuentar al actual primer ministro, el conservador David Cameron, y ni siquiera le hace falta ir a Downing Street a visitarle porque se ven con frecuencia los fines de semana. Ahora, Murdoch ha aceptado su dimisión.
Ninguna entidad española suspendida necesitará más capital del ya previsto
Noticia
Publicado en El País (15/07/2011)
España ha acumulado cinco de los ocho suspensos de las pruebas de resistencia a la banca europea, según los resultados hechos públicos hoy por la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés). Las entidades que no han superado los mínimos son CatalunyaCaixa, Unnim, la CAM y el Grupo Caja 3, además del Banco Pastor. Tampoco han aprobado dos bancos griegos y un austríaco. En su conjunto, las entidades financieras que no alcanzan el mínimo del 5% requerido de core tier 1 (capital de máxima resistencia) necesitan un capital adicional de 2.500 millones de euros. No obstante, en el caso de las españolas, no precisarán captar fondos adicionales una vez reciban las ayudas que ya han solicitado.
España, a diferencia del resto de países de la UE, ha sometido a la práctica totalidad de su sistema financiero con un 95%, mientras la media europea se sitúa en el 60%. De hecho, los grandes bancos españoles superan holgadamente los requisitos de capital exigidos para resistir un hipotético deterioro extremo de la economía durante los próximos dos años. Además, las cinco entidades suspendidas no necesitarán ampliar más capital del previsto, ya que o bien cuentan con provisiones genéricas y han salido al mercado a captar fondos, como el caso del Pastor, o ya tienen solicitada ayuda al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB).
El esfuerzo realizado por las entidades españolas dentro del proceso de reestructuración puesto en marcha por el Gobierno y supervisado por el Banco de España se traduce en que, de las 25 cajas o bancos que se han sometido a las pruebas, 12 de ellos alcanzan los mínimos de capital exigidos gracias a los fondos captados a lo largo de 2011.
Como se esperaba, las grandes entidades españolas han superado el examen, incluso con holgura en el caso de los dos mayores bancos. El que obtiene un core tier 1 más elevado es el BBVA, con el 9,2%, mientras que el Santander llega al 8,4%. Siempre hablando de los escenarios más adversos, también pasa la prueba el Banco Financiero y de Ahorro (BFA) -a pesar de que se ha quedado con los activos más tóxicos de las antiguas Caja Madrid y Bancaja para dejar limpia a Bankia- y obtiene el 5,4%. Respecto a La Caixa, alcanza el 6,4% de capital de máxima calidad. Popular, Sabadell y Bankinter registran, respectivamente, ratios del 5,3%; 5,7%; y 5,3%.
En cuanto a los suspensos, la Caja de Ahorros del Mediterráneo, castigada por su salida en marcha de la unión con Cajastur en el extinto Banco Base, se queda con un nivel de capital del 3% en el escenario más adverso. Por este motivo, necesita 947 millones de euros para alcanzar el mínimo del 5% exigido por la EBA. El Grupo Caja 3, la entidad surgida de la integración de Caja Badajoz Cajacírculo de Burgos y la Inmaculada obtiene una ratio del 3,3%. El Pastor también obtiene un 3,3%, pero no tendrá que captar más capital gracias a las provisiones genéricas y la emisión de convertibles.
En el caso de Catalunya Caixa, su capital se ha quedado en el 4,8%, pero la entidad catalana defiende que si se cuenta el efecto de la venta de acciones que tenía de Repsol por valor de un 0,4%, su ratio alcanzaría el 5,2%, suficiente para aprobar aún sin tener en cuenta las provisiones anticíclicas. Por último, la otra entidad catalana suspendida, Unnim, obtiene un 4,5%, pero también superaría el aprobado de tener en cuenta las dotaciones genéricas, subestándar y fondos de pérdida esperada.
En cuanto al resto de países, Alemania, Francia e Italia no registran ningún suspenso. Además, en el conjunto de la banca europea, ya que en total se han examinado a 90 entidades, hay 16 aprobados raspados, ya que estas entidades no llegan a superar el 6% de capital en el escenario más adverso.
Publicado en El País (15/07/2011)
España ha acumulado cinco de los ocho suspensos de las pruebas de resistencia a la banca europea, según los resultados hechos públicos hoy por la Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés). Las entidades que no han superado los mínimos son CatalunyaCaixa, Unnim, la CAM y el Grupo Caja 3, además del Banco Pastor. Tampoco han aprobado dos bancos griegos y un austríaco. En su conjunto, las entidades financieras que no alcanzan el mínimo del 5% requerido de core tier 1 (capital de máxima resistencia) necesitan un capital adicional de 2.500 millones de euros. No obstante, en el caso de las españolas, no precisarán captar fondos adicionales una vez reciban las ayudas que ya han solicitado.
España, a diferencia del resto de países de la UE, ha sometido a la práctica totalidad de su sistema financiero con un 95%, mientras la media europea se sitúa en el 60%. De hecho, los grandes bancos españoles superan holgadamente los requisitos de capital exigidos para resistir un hipotético deterioro extremo de la economía durante los próximos dos años. Además, las cinco entidades suspendidas no necesitarán ampliar más capital del previsto, ya que o bien cuentan con provisiones genéricas y han salido al mercado a captar fondos, como el caso del Pastor, o ya tienen solicitada ayuda al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB).
El esfuerzo realizado por las entidades españolas dentro del proceso de reestructuración puesto en marcha por el Gobierno y supervisado por el Banco de España se traduce en que, de las 25 cajas o bancos que se han sometido a las pruebas, 12 de ellos alcanzan los mínimos de capital exigidos gracias a los fondos captados a lo largo de 2011.
Como se esperaba, las grandes entidades españolas han superado el examen, incluso con holgura en el caso de los dos mayores bancos. El que obtiene un core tier 1 más elevado es el BBVA, con el 9,2%, mientras que el Santander llega al 8,4%. Siempre hablando de los escenarios más adversos, también pasa la prueba el Banco Financiero y de Ahorro (BFA) -a pesar de que se ha quedado con los activos más tóxicos de las antiguas Caja Madrid y Bancaja para dejar limpia a Bankia- y obtiene el 5,4%. Respecto a La Caixa, alcanza el 6,4% de capital de máxima calidad. Popular, Sabadell y Bankinter registran, respectivamente, ratios del 5,3%; 5,7%; y 5,3%.
En cuanto a los suspensos, la Caja de Ahorros del Mediterráneo, castigada por su salida en marcha de la unión con Cajastur en el extinto Banco Base, se queda con un nivel de capital del 3% en el escenario más adverso. Por este motivo, necesita 947 millones de euros para alcanzar el mínimo del 5% exigido por la EBA. El Grupo Caja 3, la entidad surgida de la integración de Caja Badajoz Cajacírculo de Burgos y la Inmaculada obtiene una ratio del 3,3%. El Pastor también obtiene un 3,3%, pero no tendrá que captar más capital gracias a las provisiones genéricas y la emisión de convertibles.
En el caso de Catalunya Caixa, su capital se ha quedado en el 4,8%, pero la entidad catalana defiende que si se cuenta el efecto de la venta de acciones que tenía de Repsol por valor de un 0,4%, su ratio alcanzaría el 5,2%, suficiente para aprobar aún sin tener en cuenta las provisiones anticíclicas. Por último, la otra entidad catalana suspendida, Unnim, obtiene un 4,5%, pero también superaría el aprobado de tener en cuenta las dotaciones genéricas, subestándar y fondos de pérdida esperada.
En cuanto al resto de países, Alemania, Francia e Italia no registran ningún suspenso. Además, en el conjunto de la banca europea, ya que en total se han examinado a 90 entidades, hay 16 aprobados raspados, ya que estas entidades no llegan a superar el 6% de capital en el escenario más adverso.
sábado, 16 de julio de 2011
El bloqueo de la negociación conduce a EEUU a la quiebra
Publicado en El País (15/07/2011)
A medida que se acerca la fecha fatídica en la que el Gobierno de Estados Unidos puede declararse en suspensión de pagos, crece extraordinariamente la tensión política, aparecen las divisiones dentro de los partidos y aumenta el pesimismo sobre la solución de una crisis que puede marcar el rumbo de este país por varios años y mantiene en vilo a la economía internacional. Todos los esfuerzos por evitar un escenario catastrófico han resultado hasta hoy infructuosos.
Asuntos cruciales para EE UU y el mundo, desde el valor de los bonos del Tesoro hasta la fortaleza del dólar -sin mencionar lo más esencial: la credibilidad de la mayor potencia económica-, penden actualmente de una negociación política que está en manos de un grupo de radicales republicanos dispuestos a hacer de esta batalla la razón misma de su existencia.
En esas condiciones, las múltiples llamadas a la cordura desde los círculos financieros, empresariales y políticos, incluso las amenazas de las agencias calificadoras de rebajar la nota de solvencia de este país, se estrellan con la intransigencia ideológica de quienes, indiferentes a todas las consecuencias, entienden que reducir el déficit sin subir impuestos es un dogma de fe. Así pues, el peligro de que el Gobierno norteamericano no pueda hacer frente a sus pagos a partir del dos de agosto es en estos momentos absolutamente cierto.
Obama busca una salida
El presidente Barack Obama, que desde la semana pasada reúne a diario en la Casa Blanca a los líderes del Congreso en busca de un acuerdo, pretende juntarlos a todos en un retiro de fin de semana en su residencia de Camp David para forzar un arreglo. Pero el líder republicano en la Cámara de Representantes, John Boehner, no cree necesario ni oportuno un esfuerzo semejante.
Detrás de esa negativa está el intento de la oposición de evitar que Obama tenga demasiado protagonismo en la negociación y pueda, por tanto, rentabilizar políticamente una hipotética solución. En ese cálculo de corto plazo, en esos movimientos tácticos por hacer parecer al otro como el culpable del daño que se está causando a la nación, se consume el tiempo mientras EE UU se aproxima al precipicio
Lo que se negocia es un acuerdo para reducir el déficit federal en unos cuatro billones de dólares en una década a cambio de que el Congreso dé luz verde al Ejecutivo para asumir nueva deuda con la que pagar sus facturas, sus créditos y los beneficios de los bonos del Estado. Sin ese permiso, el Gobierno no puede endeudarse más. Sin esa nueva deuda, la Administración se queda sin dinero a partir del dos de agosto.
Los republicanos, en contra de las subidas de impuestos
La negociación está estancada porque Obama propone que esos cuatro billones salgan tanto de la reducción de servicios públicos, incluidas las ayudas sanitarias, como del aumento de los impuestos a las empresas petroleras y a los ingresos superiores a los 250.000 dólares anuales.
Los republicanos pretenden que toda la reducción del déficit provenga del recorte de gastos y han advertido que la Cámara de Representantes, en la que tienen mayoría, no va a pasar ninguna iniciativa que contenga un solo céntimo de aumento de impuestos.
Para Obama, a su vez, aceptar un acuerdo en el que todo el sacrificio corra a cargo de los beneficiarios de los programas sociales supondría un suicidio político. Es más, eso tampoco pasaría en el Congreso porque lo rechazarían los demócratas.
El peligro inminente de la quiebra
Así pues, o los dos bandos hacen renuncias significativas o estamos condenados a un verano dramático en el que los pensionistas pueden quedarse sin sus cheques, China sin el cobro de sus bonos y el mundo entero en estado de alarma por el impacto de un conflicto de esta naturaleza. Puede ser, sencillamente, el golpe final a una economía ya amenazada por múltiples riesgos en otras regiones.
Obviamente, la política nacional es soberana y cualquier congresista elegido por su pequeña circunscripción tiene derecho a defender lo que cree que son los intereses de sus electores sin preocuparse por las relaciones con China o las presiones sobre el dólar. Pero, en este caso, a estas alturas, ese derecho soberano está siendo administrado con una alarmante irresponsabilidad.
No debería de ser una sorpresa. Cuando los republicanos ganaron la mayoría en noviembre pasado aupados por la vitalidad del Tea Party, ya se advirtió que ésta no era una fuerza amiga de las componendas. Ese grupo está haciendo ahora buenas sus palabras. Después de que el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, propuso esta semana darle a Obama el permiso que quería para endeudarse -no para ayudarle, sino para culparle después exclusivamente por la deuda-, fue inmediatamente comparado con Poncio Pilatos en las páginas webs del Tea Party.
Un republicano mucho más duro que McConnell, el número dos en la Cámara, Eric Cantor, este sí un halcón anti impuestos, asumió entonces la voz cantante de la negociación en la verdadera línea intransigente que exigen sus bases. Tan áspero está el clima político, que Obama se marchó abruptamente de las conversaciones el miércoles después de un choque dialéctico con el portavoz de la oposición. "Si Cantor sigue al frente, habrá quiebra", pronosticó ayer el senador demócrata Charles Schumer.
El conservadurismo tradicional trata de apartar al 'Tea Party'
Discretamente, otros republicanos tratan de apartar a Cantor y al Tea Party de esta jugada. El conservadurismo tradicional entiende que esto está yendo demasiado lejos y que los ciudadanos van a castigar al Partido Republicano si se llega a la suspensión de pagos. Ante esa eventualidad, en las filas de la oposición, desde el mismo McConnell hasta Karl Rove, han empezado ya a apuntar a Obama como único responsable de una quiebra pública.
Nadie va a salir bien parado si se llega a eso, pero Obama está haciendo todos los esfuerzos por mostrarse centrista, moderado y conciliador. "Está demostrando más paciencia que el santo Job", declaró ayer la líder de los demócratas en la Cámara, Nancy Pelosi.
Las próximas horas son críticas. La agencia Moody's ha advertido que puede rebajar la calificación máxima de la deuda norteamericana en pocos días. Standard's & Poors considera que existe un 50% de posibilidades de rebajarla. Ambas creen que, sin esperar al dos de agosto, la imagen de solvencia de EE UU, imprescindible para mantener su posición como faro de la economía mundial, ya está en peligro.
A medida que se acerca la fecha fatídica en la que el Gobierno de Estados Unidos puede declararse en suspensión de pagos, crece extraordinariamente la tensión política, aparecen las divisiones dentro de los partidos y aumenta el pesimismo sobre la solución de una crisis que puede marcar el rumbo de este país por varios años y mantiene en vilo a la economía internacional. Todos los esfuerzos por evitar un escenario catastrófico han resultado hasta hoy infructuosos.
Asuntos cruciales para EE UU y el mundo, desde el valor de los bonos del Tesoro hasta la fortaleza del dólar -sin mencionar lo más esencial: la credibilidad de la mayor potencia económica-, penden actualmente de una negociación política que está en manos de un grupo de radicales republicanos dispuestos a hacer de esta batalla la razón misma de su existencia.
En esas condiciones, las múltiples llamadas a la cordura desde los círculos financieros, empresariales y políticos, incluso las amenazas de las agencias calificadoras de rebajar la nota de solvencia de este país, se estrellan con la intransigencia ideológica de quienes, indiferentes a todas las consecuencias, entienden que reducir el déficit sin subir impuestos es un dogma de fe. Así pues, el peligro de que el Gobierno norteamericano no pueda hacer frente a sus pagos a partir del dos de agosto es en estos momentos absolutamente cierto.
Obama busca una salida
El presidente Barack Obama, que desde la semana pasada reúne a diario en la Casa Blanca a los líderes del Congreso en busca de un acuerdo, pretende juntarlos a todos en un retiro de fin de semana en su residencia de Camp David para forzar un arreglo. Pero el líder republicano en la Cámara de Representantes, John Boehner, no cree necesario ni oportuno un esfuerzo semejante.
Detrás de esa negativa está el intento de la oposición de evitar que Obama tenga demasiado protagonismo en la negociación y pueda, por tanto, rentabilizar políticamente una hipotética solución. En ese cálculo de corto plazo, en esos movimientos tácticos por hacer parecer al otro como el culpable del daño que se está causando a la nación, se consume el tiempo mientras EE UU se aproxima al precipicio
Lo que se negocia es un acuerdo para reducir el déficit federal en unos cuatro billones de dólares en una década a cambio de que el Congreso dé luz verde al Ejecutivo para asumir nueva deuda con la que pagar sus facturas, sus créditos y los beneficios de los bonos del Estado. Sin ese permiso, el Gobierno no puede endeudarse más. Sin esa nueva deuda, la Administración se queda sin dinero a partir del dos de agosto.
Los republicanos, en contra de las subidas de impuestos
La negociación está estancada porque Obama propone que esos cuatro billones salgan tanto de la reducción de servicios públicos, incluidas las ayudas sanitarias, como del aumento de los impuestos a las empresas petroleras y a los ingresos superiores a los 250.000 dólares anuales.
Los republicanos pretenden que toda la reducción del déficit provenga del recorte de gastos y han advertido que la Cámara de Representantes, en la que tienen mayoría, no va a pasar ninguna iniciativa que contenga un solo céntimo de aumento de impuestos.
Para Obama, a su vez, aceptar un acuerdo en el que todo el sacrificio corra a cargo de los beneficiarios de los programas sociales supondría un suicidio político. Es más, eso tampoco pasaría en el Congreso porque lo rechazarían los demócratas.
El peligro inminente de la quiebra
Así pues, o los dos bandos hacen renuncias significativas o estamos condenados a un verano dramático en el que los pensionistas pueden quedarse sin sus cheques, China sin el cobro de sus bonos y el mundo entero en estado de alarma por el impacto de un conflicto de esta naturaleza. Puede ser, sencillamente, el golpe final a una economía ya amenazada por múltiples riesgos en otras regiones.
Obviamente, la política nacional es soberana y cualquier congresista elegido por su pequeña circunscripción tiene derecho a defender lo que cree que son los intereses de sus electores sin preocuparse por las relaciones con China o las presiones sobre el dólar. Pero, en este caso, a estas alturas, ese derecho soberano está siendo administrado con una alarmante irresponsabilidad.
No debería de ser una sorpresa. Cuando los republicanos ganaron la mayoría en noviembre pasado aupados por la vitalidad del Tea Party, ya se advirtió que ésta no era una fuerza amiga de las componendas. Ese grupo está haciendo ahora buenas sus palabras. Después de que el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, propuso esta semana darle a Obama el permiso que quería para endeudarse -no para ayudarle, sino para culparle después exclusivamente por la deuda-, fue inmediatamente comparado con Poncio Pilatos en las páginas webs del Tea Party.
Un republicano mucho más duro que McConnell, el número dos en la Cámara, Eric Cantor, este sí un halcón anti impuestos, asumió entonces la voz cantante de la negociación en la verdadera línea intransigente que exigen sus bases. Tan áspero está el clima político, que Obama se marchó abruptamente de las conversaciones el miércoles después de un choque dialéctico con el portavoz de la oposición. "Si Cantor sigue al frente, habrá quiebra", pronosticó ayer el senador demócrata Charles Schumer.
El conservadurismo tradicional trata de apartar al 'Tea Party'
Discretamente, otros republicanos tratan de apartar a Cantor y al Tea Party de esta jugada. El conservadurismo tradicional entiende que esto está yendo demasiado lejos y que los ciudadanos van a castigar al Partido Republicano si se llega a la suspensión de pagos. Ante esa eventualidad, en las filas de la oposición, desde el mismo McConnell hasta Karl Rove, han empezado ya a apuntar a Obama como único responsable de una quiebra pública.
Nadie va a salir bien parado si se llega a eso, pero Obama está haciendo todos los esfuerzos por mostrarse centrista, moderado y conciliador. "Está demostrando más paciencia que el santo Job", declaró ayer la líder de los demócratas en la Cámara, Nancy Pelosi.
Las próximas horas son críticas. La agencia Moody's ha advertido que puede rebajar la calificación máxima de la deuda norteamericana en pocos días. Standard's & Poors considera que existe un 50% de posibilidades de rebajarla. Ambas creen que, sin esperar al dos de agosto, la imagen de solvencia de EE UU, imprescindible para mantener su posición como faro de la economía mundial, ya está en peligro.
Ausencias culpables
Editorial El País
Publicado en El País (15/07/2011)
Europa ha dejado en manos de los Gobiernos nacionales la gestión de su profunda crisis de la deuda. El Senado italiano aprobó ayer un plan de austeridad económica que implica, entre recortes presupuestarios, subidas de impuestos, privatizaciones y aplicación de un fuerte copago sanitario (que puede alcanzar hasta 10 euros por visita y 25 por urgencias), en total unos 70.000 millones de euros hasta 2014. El plan parece ambicioso, aunque debe ser corregido atendiendo a la tendencia de la Administración italiana a la contabilidad creativa, y refleja con exactitud el miedo que ha causado en Italia el desbordamiento de su prima de riesgo. Su economía no responde a la retórica expresión de solidez que vendió Silvio Berlusconi, poco ducho en otras finanzas que no sean las suyas. De hecho, soporta el pesado lastre, bien calibrado por sus acreedores, de que ha crecido muy poco en los últimos 10 años y no tiene mejores expectativas para el próximo decenio.
Desgraciadamente, las posibles virtudes del plan italiano (las Bolsas y la deuda italiana y española parecen haberse calmado moderadamente) palidecen ante dos ausencias políticas insólitas e irresponsables. La de Berlusconi, desaparecido en el peor momento de la tempestad financiera, confirma su incapacidad para ejercer sus responsabilidades. El desorden político desatado por Berlusconi (en el que hay que incluir algún grueso desacuerdo con el ministro de Economía, Tremonti) no es el mejor aval para dar credibilidad a los ajustes en Bruselas y ante los mercados.
Pero la ausencia más peligrosa es la de Europa. Alemania se resiste a aceptar una cumbre extraordinaria del Eurogrupo para poner orden en la caótica situación de las deudas nacionales europeas. Lo sorprendente no es la reticencia en sí; ya se sabe que Angela Merkel y sus satélites (Países Bajos, Austria) verían con más simpatía una liga hanseática (si fuera posible resucitarla) que una moneda común en la que participan españoles, portugueses y griegos. La perplejidad nace del argumento esgrimido para bloquear la iniciativa del complaciente Van Rompuy: "Grecia cuenta con financiación suficiente hasta septiembre y no hay necesidad de acelerar un segundo rescate". Pero eso es precisamente lo que piden los inversores: que Europa demuestre aquí y ahora que tiene una idea para salvar a Grecia y evitar los segundos rescates de Irlanda y Portugal.
Merkel y el pelotón de los resistentes parecen no darse cuenta de que Grecia no puede vivir meses de interinidad; no aceptan que esa interinidad, además de cercenar el futuro de Grecia y comprometer el de Portugal e Irlanda, ahoga las posibilidades de crecimiento de España o Italia. Mientras Alemania se encastilla en la ideología de que cada país es responsable de sus excesos y se resiste a aceptar los eurobonos, la economía española, sujeta a un férreo programa de restricción fiscal, observa cómo se disparan sus costes financieros por culpa de la indecisión europea. Cada punto básico que sube el diferencial cuesta millones en intereses; y ese encarecimiento financiero acabará por devorar cualquier margen presupuestario. La miopía de Berlín está costando mucho dinero y empleo en Madrid y en Roma.
Publicado en El País (15/07/2011)
Europa ha dejado en manos de los Gobiernos nacionales la gestión de su profunda crisis de la deuda. El Senado italiano aprobó ayer un plan de austeridad económica que implica, entre recortes presupuestarios, subidas de impuestos, privatizaciones y aplicación de un fuerte copago sanitario (que puede alcanzar hasta 10 euros por visita y 25 por urgencias), en total unos 70.000 millones de euros hasta 2014. El plan parece ambicioso, aunque debe ser corregido atendiendo a la tendencia de la Administración italiana a la contabilidad creativa, y refleja con exactitud el miedo que ha causado en Italia el desbordamiento de su prima de riesgo. Su economía no responde a la retórica expresión de solidez que vendió Silvio Berlusconi, poco ducho en otras finanzas que no sean las suyas. De hecho, soporta el pesado lastre, bien calibrado por sus acreedores, de que ha crecido muy poco en los últimos 10 años y no tiene mejores expectativas para el próximo decenio.
Desgraciadamente, las posibles virtudes del plan italiano (las Bolsas y la deuda italiana y española parecen haberse calmado moderadamente) palidecen ante dos ausencias políticas insólitas e irresponsables. La de Berlusconi, desaparecido en el peor momento de la tempestad financiera, confirma su incapacidad para ejercer sus responsabilidades. El desorden político desatado por Berlusconi (en el que hay que incluir algún grueso desacuerdo con el ministro de Economía, Tremonti) no es el mejor aval para dar credibilidad a los ajustes en Bruselas y ante los mercados.
Pero la ausencia más peligrosa es la de Europa. Alemania se resiste a aceptar una cumbre extraordinaria del Eurogrupo para poner orden en la caótica situación de las deudas nacionales europeas. Lo sorprendente no es la reticencia en sí; ya se sabe que Angela Merkel y sus satélites (Países Bajos, Austria) verían con más simpatía una liga hanseática (si fuera posible resucitarla) que una moneda común en la que participan españoles, portugueses y griegos. La perplejidad nace del argumento esgrimido para bloquear la iniciativa del complaciente Van Rompuy: "Grecia cuenta con financiación suficiente hasta septiembre y no hay necesidad de acelerar un segundo rescate". Pero eso es precisamente lo que piden los inversores: que Europa demuestre aquí y ahora que tiene una idea para salvar a Grecia y evitar los segundos rescates de Irlanda y Portugal.
Merkel y el pelotón de los resistentes parecen no darse cuenta de que Grecia no puede vivir meses de interinidad; no aceptan que esa interinidad, además de cercenar el futuro de Grecia y comprometer el de Portugal e Irlanda, ahoga las posibilidades de crecimiento de España o Italia. Mientras Alemania se encastilla en la ideología de que cada país es responsable de sus excesos y se resiste a aceptar los eurobonos, la economía española, sujeta a un férreo programa de restricción fiscal, observa cómo se disparan sus costes financieros por culpa de la indecisión europea. Cada punto básico que sube el diferencial cuesta millones en intereses; y ese encarecimiento financiero acabará por devorar cualquier margen presupuestario. La miopía de Berlín está costando mucho dinero y empleo en Madrid y en Roma.
jueves, 14 de julio de 2011
La venganza de los serios
Por John Carlin
Publicado en El País (14/07/2011)
Durante los 12 años que trabajé en The Independent, uno de los diarios ingleses que no paga para conseguir información, hubo una lamentable etapa en la que compartíamos dueños con The Mirror, un tabloide que sí paga. Nuestro destino estaba en manos de Kelvin MacKenzie, exdirector de The Sun y en aquel momento ejecutivo del Grupo Mirror. En teoría, MacKenzie estaba ahí para ayudar a que The Independent vendiera más ejemplares y emergiera de sus eternos problemas económicos. La realidad era que nos desdeñaba y le importaba poco lo que nos pasara.
Lo decía abiertamente cuando se encontraba con alguno de nosotros en un pasillo o en el ascensor. Eramos unos pijillos. Escribíamos artículos impenetrablemente largos (más de 10 párrafos para un tabloide es Guerra y paz), utilizando palabras y frases de difícil comprensión para las masas, sobre conflictos e injusticias en lugares absurdamente remotos e irrelevantes como Ruanda, los Balcanes o Guatemala. ¿Y quién los leía? Bueno, quizá teníamos 300.000 lectores por aquellas fechas, pero esa era una triste fracción de lo que vendían The Sun y The Mirror. Sí, sí, nos creíamos tan listos, con nuestros títulos universitarios de Oxford y Cambridge y nuestros matizados argumentos, pero lo que el gran público quería era simplísimo -generar polémicas donde no las había- e historias escandalosas de famosos y fotos de mujeres con los pechos al descubierto. No había nada que hacer, opinaba MacKenzie. Representábamos una cultura elitista y -casi, casi- obsoleta.
La actitud de nuestro estimado ejecutivo era compartida por una buena parte de los directivos y periodistas de la prensa tabloide en general. Si había un diario por el que sentían incluso más desdén que por el Independent era The Guardian, cuya vena moralista, siempre haciendo campaña a favor de causas progres, les parecía especialmente ridícula. La broma es que ahora es The Guardian el que los ha pillado, dejando al desnudo con una revelación tras otra que el éxito comercial de los tabloides, especialmente The Sun y The News of the World, cuyo dueño es el famoso Rupert Murdoch, se basaba no en la mejor calidad de sus reporteros sino en el dinero con el que contaban, no solo para pagar a fuentes, sino a detectives privados que se encargaron de interceptar los teléfonos de famosos, de políticos y de miembros de la familia real inglesa. The Independent se ha unido a la fiesta, claro, junto a otros diarios relativamente mucho más serios como el Financial Times, el Observer o el Telegraph, que ahora despotrican contra los tabloides con el mismo vigor e indignación que los tabloides siempre han demostrado a la hora de opinar sobre los pecados sexuales u otros supuestos excesos de personajes públicos.
The Times de Londres no ha tenido más remedio que participar en la venganza de los serios, pese a que el dueño es Murdoch. Bastante a su honra, el director del Times ha permitido que sus columnistas le peguen duro al News of the World. Será interesante ver ahora cuál será la respuesta del Sunday Times, también de Murdoch, también supuestamente serio, pero acusado esta semana de las mismas vilezas que sus primos hermanos tabloides.
Rodarán más cabezas antes de que este episodio llegue a su fin. Algunas de las que se tambalean ocupan puestos de autoridad en diarios que no tienen nada que ver con Murdoch, como el Mirror, el Express o el Daily Mail. Se supone que el impacto sobre la prensa inglesa en general será positivo; que se volverá a la legalidad y se recuperará una cierta decencia. Pero sería una pena que, como consecuencia, se diluyera la tradición de agresiva independencia que es el lado bueno de la prensa inglesa, que se achique ante el poder, como ocurre con la prensa de muchos otros países del mundo. Un exjefe mío en el Independent, Peter Wilby, escribió una columna en The Guardian esta semana en la que expresó el deseo de que, cuando todo este lío acabe, la prensa inglesa siga siendo tan mordaz y valiente como siempre lo ha sido. "Si no", escribió Wilby, conocido por sus opiniones de izquierda, "tendremos algo mucho peor que Murdoch y sus tabloides: diarios tímidos y respetables que reflejan la forma de pensar del poder establecido".
Publicado en El País (14/07/2011)
Durante los 12 años que trabajé en The Independent, uno de los diarios ingleses que no paga para conseguir información, hubo una lamentable etapa en la que compartíamos dueños con The Mirror, un tabloide que sí paga. Nuestro destino estaba en manos de Kelvin MacKenzie, exdirector de The Sun y en aquel momento ejecutivo del Grupo Mirror. En teoría, MacKenzie estaba ahí para ayudar a que The Independent vendiera más ejemplares y emergiera de sus eternos problemas económicos. La realidad era que nos desdeñaba y le importaba poco lo que nos pasara.
Lo decía abiertamente cuando se encontraba con alguno de nosotros en un pasillo o en el ascensor. Eramos unos pijillos. Escribíamos artículos impenetrablemente largos (más de 10 párrafos para un tabloide es Guerra y paz), utilizando palabras y frases de difícil comprensión para las masas, sobre conflictos e injusticias en lugares absurdamente remotos e irrelevantes como Ruanda, los Balcanes o Guatemala. ¿Y quién los leía? Bueno, quizá teníamos 300.000 lectores por aquellas fechas, pero esa era una triste fracción de lo que vendían The Sun y The Mirror. Sí, sí, nos creíamos tan listos, con nuestros títulos universitarios de Oxford y Cambridge y nuestros matizados argumentos, pero lo que el gran público quería era simplísimo -generar polémicas donde no las había- e historias escandalosas de famosos y fotos de mujeres con los pechos al descubierto. No había nada que hacer, opinaba MacKenzie. Representábamos una cultura elitista y -casi, casi- obsoleta.
La actitud de nuestro estimado ejecutivo era compartida por una buena parte de los directivos y periodistas de la prensa tabloide en general. Si había un diario por el que sentían incluso más desdén que por el Independent era The Guardian, cuya vena moralista, siempre haciendo campaña a favor de causas progres, les parecía especialmente ridícula. La broma es que ahora es The Guardian el que los ha pillado, dejando al desnudo con una revelación tras otra que el éxito comercial de los tabloides, especialmente The Sun y The News of the World, cuyo dueño es el famoso Rupert Murdoch, se basaba no en la mejor calidad de sus reporteros sino en el dinero con el que contaban, no solo para pagar a fuentes, sino a detectives privados que se encargaron de interceptar los teléfonos de famosos, de políticos y de miembros de la familia real inglesa. The Independent se ha unido a la fiesta, claro, junto a otros diarios relativamente mucho más serios como el Financial Times, el Observer o el Telegraph, que ahora despotrican contra los tabloides con el mismo vigor e indignación que los tabloides siempre han demostrado a la hora de opinar sobre los pecados sexuales u otros supuestos excesos de personajes públicos.
The Times de Londres no ha tenido más remedio que participar en la venganza de los serios, pese a que el dueño es Murdoch. Bastante a su honra, el director del Times ha permitido que sus columnistas le peguen duro al News of the World. Será interesante ver ahora cuál será la respuesta del Sunday Times, también de Murdoch, también supuestamente serio, pero acusado esta semana de las mismas vilezas que sus primos hermanos tabloides.
Rodarán más cabezas antes de que este episodio llegue a su fin. Algunas de las que se tambalean ocupan puestos de autoridad en diarios que no tienen nada que ver con Murdoch, como el Mirror, el Express o el Daily Mail. Se supone que el impacto sobre la prensa inglesa en general será positivo; que se volverá a la legalidad y se recuperará una cierta decencia. Pero sería una pena que, como consecuencia, se diluyera la tradición de agresiva independencia que es el lado bueno de la prensa inglesa, que se achique ante el poder, como ocurre con la prensa de muchos otros países del mundo. Un exjefe mío en el Independent, Peter Wilby, escribió una columna en The Guardian esta semana en la que expresó el deseo de que, cuando todo este lío acabe, la prensa inglesa siga siendo tan mordaz y valiente como siempre lo ha sido. "Si no", escribió Wilby, conocido por sus opiniones de izquierda, "tendremos algo mucho peor que Murdoch y sus tabloides: diarios tímidos y respetables que reflejan la forma de pensar del poder establecido".
Los árboles nos impiden ver el blosque
Por Pablo González Caballero
Publicado en El País (14/07/2011)
Sigue creciendo la histeria económica. Ya no quiebran grandes empresas, sino países enteros cuya deuda soberana es una soberana deuda. Se habla de contagio, de riesgo para el euro y de fractura en Europa.
Todos los países se entregan a dramáticos ajustes que no solo enfrentan a los gobernantes con el pueblo, sino que una semana después resultan ser insuficientes. Y como un cáncer devastador, el paro y la pobreza crecen a un ritmo despiadado e incontenible, sin que aparezca un solo dirigente capaz de encontrar soluciones... ¿Qué es lo que pasa? Honestamente, creo que los árboles nos impiden ver el bosque.
Esta no es una crisis económica sino de modelo económico. La mayoría de los gobernantes del mundo haciendo exactamente lo contrario de lo que deberían hacer. En lugar de supeditar los mercados a la soberanía nacional, lo que hacen es atender solícitos sus exigencias, por depredadoras que sean. Como si los mercados fuesen un dios al que temer, y no unos pocos miles de grandes accionistas, banqueros, millonarios y, sobre todo, especuladores que sin generar el menor bienestar a la población mundial provocan los peores desastres con su codicia sin freno. Ahora han hecho presa en las deudas soberanas, y en lugar de plantarles cara lo que hacen nuestros gobernantes es suplicarles y temblar.
Siempre habrá miserables y usureros, jugadores de ventaja y personas que acumulen fortunas irracionales sin hacer nada por los demás. Pero para que traduzcan su poder económico en poder a secas -en el poder de decidir sobre nuestras vidas- necesitan que nuestros gobernantes les sigan el juego.
Ese, y no otro, es el problema. Porque sin la traición de quienes deberían representarnos todo ese egoísmo concentrado se quedaría en nada.
Publicado en El País (14/07/2011)
Sigue creciendo la histeria económica. Ya no quiebran grandes empresas, sino países enteros cuya deuda soberana es una soberana deuda. Se habla de contagio, de riesgo para el euro y de fractura en Europa.
Todos los países se entregan a dramáticos ajustes que no solo enfrentan a los gobernantes con el pueblo, sino que una semana después resultan ser insuficientes. Y como un cáncer devastador, el paro y la pobreza crecen a un ritmo despiadado e incontenible, sin que aparezca un solo dirigente capaz de encontrar soluciones... ¿Qué es lo que pasa? Honestamente, creo que los árboles nos impiden ver el bosque.
Esta no es una crisis económica sino de modelo económico. La mayoría de los gobernantes del mundo haciendo exactamente lo contrario de lo que deberían hacer. En lugar de supeditar los mercados a la soberanía nacional, lo que hacen es atender solícitos sus exigencias, por depredadoras que sean. Como si los mercados fuesen un dios al que temer, y no unos pocos miles de grandes accionistas, banqueros, millonarios y, sobre todo, especuladores que sin generar el menor bienestar a la población mundial provocan los peores desastres con su codicia sin freno. Ahora han hecho presa en las deudas soberanas, y en lugar de plantarles cara lo que hacen nuestros gobernantes es suplicarles y temblar.
Siempre habrá miserables y usureros, jugadores de ventaja y personas que acumulen fortunas irracionales sin hacer nada por los demás. Pero para que traduzcan su poder económico en poder a secas -en el poder de decidir sobre nuestras vidas- necesitan que nuestros gobernantes les sigan el juego.
Ese, y no otro, es el problema. Porque sin la traición de quienes deberían representarnos todo ese egoísmo concentrado se quedaría en nada.
miércoles, 13 de julio de 2011
¿Qué hace España en Afganistán?
Por Javier Rupérez,político y diplomático español.
Publicado en El Confidencial (11/07/2011)
Conviene recordar el comienzo de esta historia: los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 habían sido planificados por Osama Bin Laden en Afganistán aprovechando la complicidad que los yihadistas recibían de los talibán, entonces en el poder. En la práctica, el Gobierno afgano encabezaba a la perfección lo que los analistas internacionales denominan “estado delincuente”. La acción bélica americana, utilizando el legítimo derecho a la defensa contra los ataques, y contando con el apoyo inmatizado de gobiernos e instituciones internacionales, tuvo como primer objetivo el de derrocar a quienes habían permitido y alentado la realización de los ataques terroristas.
A finales del año 2001, la operación ‘Libertad Duradera’, realizada con abundancia de medios aéreos pero con elementos terrestres limitados a los comandos de fuerzas especiales, se saldó con un rotundo éxito. Desde el punto de vista politico la comunidad internacional encontró en Hamid Karzai, un pastún bien conocido en Washington y opuesto al radicalismo fundamentalista talibán, la figura adecuada para encarnar la transición hacia formas civiles y democráticas mientras que, desde el punto de vista de la seguridad, el golpe propiciado a Al Qaeda y sus cómplices parecía tan definitivo que EEUU y sus aliados estimaron improbable el resurgimiento de los talibanes.
Tanto era así que la Administración Bush aplicó en el Irak de Saddam Hussein, desviando la atención de lo que Afganistán ocurría, la misma receta afgana: acabar de raíz con la peligrosidad de regímenes autoritarios de perfiles arabo/islamistas cuya razón de ser giraba en torno a la inducción de inestabilidad y violencia para con las democracias occidentales y sus ciudadanos. Los “infieles” de Bin Laden.
Tempranamente, la ONU invitó a la comunidad internacional a participar en los esfuerzos de reconstrucción física y social del martirizado país y España, todavía bajo el gobierno de José María Aznar, respondió a la invitación con largueza, enviando un contingente relativamente numeroso de fuerzas militares con misiones civiles y humanitarias. Esas tropas se fueron integrando alternativamente bajo el mando americano en la operación ‘Libertad Duradera’ o bajo el de la OTAN, en el marco de la ISAF (International Security Assistance Force). Fue precisamente al realizar al relevo de uno de esos contingentes cuando se produjo en Trebisonda, en Turquía, el accidente del avión que devolvía a casa a sus integrantes, con el espantoso saldo de 62 muertos. En otro accidente aéreo, esta vez en Afganistán, en el que se vio envuelto un helicóptero, fallecieron 17 militares españoles. Recordemos que hasta la fecha Afganistán sigue siendo la intervención militar española en el exterior que mayor número de víctimas se ha cobrado: 97.
Y Zapatero abandonó Irak
Al llegar a la presidencia del Gobierno, tiempo le faltó a Zapatero para anunciar la retirada de las tropas españolas estacionadas en Irak, cumpliendo con ello una promesa electoral al coste de crear con los americanos una insalvable sima de credibilidad, dada la abrupta e inesperada manera con que la decisión fue adoptada y publicitada. Al hacerlo, introdujo además uno de los elementos de la falsedad que tan a menudo habría de salpicar toda su desgraciada gestión: que la presencia militar española en Irak no tenía cobertura legal, cuando lo cierto es que aquellas tropas ya estaban bajo el mandato del Consejo de Seguridad de la ONU.
Las tropas españolas no habían participado en la misma invasión, cuyo pecado de “ilegalidad” tanto preocupaba a Zapatero y a sus cohortes. Intentó el Gobierno socialista cubrir la papeleta frente a los evidentemente irritados americanos con la promesa de que, en Afganistán, España si cumpliría con sus compromisos, con el recurso elemental de que Irak era la “mala guerra”, la guerra de Bush, mientras que Afganistán era la “buena operación humanitaria”, aunque también la había iniciado Bush. Pero en realidad lo que contaba es que frente a la contradicción y sus gravosos resultados Zapatero podía presumir que el también tenía “su” operación militar, que no guerra. Ni Bono, del que ni los conserjes deben recordar que fue Ministro de Defensa, ni Chacón, eternamente perdida en el inane mutismo de sus vacías circunvoluciones cerebrales, pusieron el menor interés en desfacer los correspondientes entuertos y menos en explicar las razones de una presencia que en el fondo de sus almas se les antojaba reaccionaria y poco compatible con una política “de progreso”.
Ni que decir tiene que el voluntarioso y torpe Moratinos bastante tenía con que Afganistán le sirviera para que Condoleezza Rice no le diera con la puerta en las narices. Poco le había faltado al educado Colin Powell para hacerlo. Sin embargo, en el tumulto, Afganistán quedó para los socialistas como intocable piedra de toque, en la que poco o nada creían pero a la que consideraban reverencial para presumir frente a los inquilinos de la Casa Blanca. Impagable tragicomedia esta de unos aficionados pacifistas que por temor a ser reñidos no debaten en Afganistán lo que en Irak les llevó a movilizar las masas. De nuevo el síndrome OTAN. ¿Se acuerdan? Del “OTAN de entrada NO” al “OTAN en el interés de España”. En el corto espacio de cuatro años. ¿Hay alguien que de más volatines en menos tiempo?
ISAF: “I Saw Americans Fighting”
Es en esos dimes y diretes, cuando una apariencia de estabilidad empieza a instalarse en Irak, el momento en que los jefes militares aliados dan la voz de alarma: los talibanes se están rearmando, las zonas fronterizas entre Afganistán y Pakistán distan mucho de estar pacificadas, la complicidad entre los servicios de inteligencia pakistaníes y las diversas facciones islamistas radicales se hace evidente, las tropas aliadas están siendo objeto de ataques numerosos y bien planificados, la seguridad es precaria incluso en Kabul, Karzai se ha convertido en un líder errático y, por si fuera poco, la corrupción permea todo el sistema de gobierno mientras las seculares tensiones tribales retornan con fuerza. Obama, ya instalado en la Casa Blanca, responde con la guerra, esta vez la suya: se incrementan los ataques de los aviones no tripulados contra terroristas e insurgentes, incluso dentro de territorio pakistaní y, tras un periodo agónico de meditación, ordena el envío de 30.000 soldados adicionales. El número total de tropas desplegadas en el territorio llega a los100.000, de las que más del 80% son estadounidenses.
El Gobierno español se resiste tozudamente a utilizar la palabra “guerra” para describir lo que está ocurriendo en el país asiático, a pesar de que nuestras tropas no dejan de recibir ataques de los insurgentes locales y a pesar de que -y en eso no están solos los españoles, otros países europeos practican la misma táctica- las zonas donde se han desplegado están relativamente alejadas de los conflictos más intensos o se ven poco afectadas por los mismos. No tarda en aparecer un sardónico chiste: ISAF no querría decir lo que sus siglas reflejan sino “I Saw Americans Fighting”. Es decir, “he visto luchar a los americanos”.
Lo grave y contradictorio de la desgana argumentativa gubernamental es su mismo resultado: las tropas españolas y sus elementos de apoyo, a un coste significativo para el contribuyente nacional, están cumpliendo satisfactoriamente con su cometido mientras al españolito de a pie, al que naturalmente no le gustan las guerras ni comprende qué hacemos peleando en una tan lejana, le falta lo elemental: una explicación. Un razonamiento que debería haber sido este: las democracias occidentales no pueden permitir que Afganistán se convierta de nuevo en un nido de gestación y lanzamiento del terrorismo islamista internacional; un nuevo 11 de septiembre sería muy negativo para la estabilidad de todos nuestros países y del mundo en general; el yihadismo debe ser confrontado con vigor y sin complejos, si realmente queremos establecer una línea fecunda de conversación y colaboración con el mundo musulmán; España, país democrático y próspero, comparte el interés de sus socios y aliados en que así sea y sus recursos defensivos le permiten, y en cierta medida le obligan, a prestar su apoyo a la causa común. Nunca ha sido fácil vender guerras. Menos todavía si por parte de los que deberían desempeñar tales tareas tienen sus mentes puestas en otras urgencias -el Llobregat, la hípica- y se sienten poseídos por el miedo escénico de los que deben recitar un papel en el que no creen. Los castizos denominan a la figura como coitus interruptus.
El hartazgo de la opinión pública
Ciertamente el presente no es muy prometedor. El presidente Obama, que tiene cierta afición a dar un paso adelante y dos atrás, acaba de anunciar la retirada de 10.000 soldados de Afganistán para este verano y los consiguientes repliegues hasta la completa retirada de la tropa combatiente en el verano de 2014. Los países que bajo la OTAN tenían también contingentes desplegados en Afganistán, entre ellos España, han anunciado ahora, en el caso de que no lo hubiera hecho antes, su intención de proceder de la misma manera. Urgencias varias, en las que se suman necesidades electorales, la necesidad de reducir gastos, el hartazgo de la opinión pública o las dudas sobre la viabilidad del objetivo, dibujan un panorama desalentador. Tanto más cuanto que los éxitos parciales indudables que los jefes militares describen no parecen ir acompañados de certezas tranquilizadoras sobre el futuro del país y más bien hacen pensar en una vuelta al dominio de la confusa alianza que forman yihadistas, talibanes, jefes feudales, espías pakistaníes, cultivadores de opio y otras gentes de mal vivir. ¿Diez años de guerra, de muertos, de gastos, para esto? ¿Acaso no están los americanos y sus aliados experimentando en sus carnes lo que sufrieron los soviéticos tras la invasión de 1979? ¿No será cierta la sabiduría convencional que hace de Afganistán un territorio de imposible conquista para foráneos, orgullosa tierra indómita, martirio de gigantes y nido de víboras?
No es previsible que el mundo occidental dé la batalla por perdida definitivamente ni probable que, sean cuales sean las demandas del momento, Afganistán quede abandonado a su suerte. Las razones por las que allí estamos, para todos los que allí estamos, siguen siendo hoy tan válidas como hace diez años y resultaría suicida no tenerlo en cuenta. Pero, al mismo tiempo, es indudable que la fatiga permea a dirigentes y opiniones públicas y frente a ella solo cabe la reafirmación en lo fundamental -otro Afganistán delincuente resultaría extremadamente dañino para nuestros intereses- y la adopción de posibles cambios en lo accesorio -las tácticas, los despliegues, las políticas concretas-.
Comienza a dibujarse una acción antiterrorista más basada en la información y en las acciones puntuales de fuerzas especiales -al estilo de la que acabó en Pakistán con la vida de Bin Laden- que en el mantenimiento sobre el territorio de cantidades masivas de fuerza militar preocupada sobre todo por asegurar su propia seguridad. Ello y la letalidad de los aviones no tripulados en las zonas fronterizas y el mantenimiento de la cohesión aliada -la OTAN en Afganistán no está pasando por sus mejores momentos- podría demostrarse suficiente para contener a la fiera del barbudo con babuchas y kalasnikov. A ello convendría añadir cantidades hoy de imposible evaluación, como, por ejemplo, la voluntad pakistaní para cortar definitivamente sus lazos con talibanes y yihadistas, las posibilidades de una mejora real de relaciones entre Nueva Delhi e Islamabad con algún tipo de arreglo sobre Cachemira o la decisión iraní de no seguir armando a todo aquel que quiere disparar contra los occidentales. No hay que ser muy versado en los vericuetos de la política internacional para adelantar que ninguna de esas cosas aparecen hoy en el horizonte de lo posible, menos en el de lo probable.
¿Y España? Con sus aliados, con los Estados Unidos, con la libertad, contra el terrorismo, contra la barbarie y, ahora que los demóscopos nos anuncian cambios en La Moncloa, con todas las explicaciones que sean necesarias para justificar nuestros sacrificios y todas las gestiones que haya que realizar para acompasar nuestra colaboración a las acciones comunes y para contribuir adecuadamente a la misma descripción de estas. Mariano Rajoy y el PP tienen todas las adecuadas credenciales para hacerlo. Entre otras, y no es la menor, la impecable manera en que han sabido apoyar a nuestras tropas en Afganistán, y en los demás despliegues exteriores en que nos encontramos, sin un mohín de crítica o de disgusto cuando tentador hubiera sido devolver la moneda a los que en su oposición a la guerra en Irak estuvieron dispuestos a cualquier cosa. Incluso a calificar de “asesino” al presidente del Gobierno. Aunque en esto de los socialistas hay que andarse con mucho tiento: como aquellos del cuento, ni olvidan ni aprenden nada. Y lo de Afganistán tiene cuerda para rato. En el camino nos encontraremos.
Publicado en El Confidencial (11/07/2011)
Conviene recordar el comienzo de esta historia: los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 habían sido planificados por Osama Bin Laden en Afganistán aprovechando la complicidad que los yihadistas recibían de los talibán, entonces en el poder. En la práctica, el Gobierno afgano encabezaba a la perfección lo que los analistas internacionales denominan “estado delincuente”. La acción bélica americana, utilizando el legítimo derecho a la defensa contra los ataques, y contando con el apoyo inmatizado de gobiernos e instituciones internacionales, tuvo como primer objetivo el de derrocar a quienes habían permitido y alentado la realización de los ataques terroristas.
A finales del año 2001, la operación ‘Libertad Duradera’, realizada con abundancia de medios aéreos pero con elementos terrestres limitados a los comandos de fuerzas especiales, se saldó con un rotundo éxito. Desde el punto de vista politico la comunidad internacional encontró en Hamid Karzai, un pastún bien conocido en Washington y opuesto al radicalismo fundamentalista talibán, la figura adecuada para encarnar la transición hacia formas civiles y democráticas mientras que, desde el punto de vista de la seguridad, el golpe propiciado a Al Qaeda y sus cómplices parecía tan definitivo que EEUU y sus aliados estimaron improbable el resurgimiento de los talibanes.
Tanto era así que la Administración Bush aplicó en el Irak de Saddam Hussein, desviando la atención de lo que Afganistán ocurría, la misma receta afgana: acabar de raíz con la peligrosidad de regímenes autoritarios de perfiles arabo/islamistas cuya razón de ser giraba en torno a la inducción de inestabilidad y violencia para con las democracias occidentales y sus ciudadanos. Los “infieles” de Bin Laden.
Tempranamente, la ONU invitó a la comunidad internacional a participar en los esfuerzos de reconstrucción física y social del martirizado país y España, todavía bajo el gobierno de José María Aznar, respondió a la invitación con largueza, enviando un contingente relativamente numeroso de fuerzas militares con misiones civiles y humanitarias. Esas tropas se fueron integrando alternativamente bajo el mando americano en la operación ‘Libertad Duradera’ o bajo el de la OTAN, en el marco de la ISAF (International Security Assistance Force). Fue precisamente al realizar al relevo de uno de esos contingentes cuando se produjo en Trebisonda, en Turquía, el accidente del avión que devolvía a casa a sus integrantes, con el espantoso saldo de 62 muertos. En otro accidente aéreo, esta vez en Afganistán, en el que se vio envuelto un helicóptero, fallecieron 17 militares españoles. Recordemos que hasta la fecha Afganistán sigue siendo la intervención militar española en el exterior que mayor número de víctimas se ha cobrado: 97.
Y Zapatero abandonó Irak
Al llegar a la presidencia del Gobierno, tiempo le faltó a Zapatero para anunciar la retirada de las tropas españolas estacionadas en Irak, cumpliendo con ello una promesa electoral al coste de crear con los americanos una insalvable sima de credibilidad, dada la abrupta e inesperada manera con que la decisión fue adoptada y publicitada. Al hacerlo, introdujo además uno de los elementos de la falsedad que tan a menudo habría de salpicar toda su desgraciada gestión: que la presencia militar española en Irak no tenía cobertura legal, cuando lo cierto es que aquellas tropas ya estaban bajo el mandato del Consejo de Seguridad de la ONU.
Las tropas españolas no habían participado en la misma invasión, cuyo pecado de “ilegalidad” tanto preocupaba a Zapatero y a sus cohortes. Intentó el Gobierno socialista cubrir la papeleta frente a los evidentemente irritados americanos con la promesa de que, en Afganistán, España si cumpliría con sus compromisos, con el recurso elemental de que Irak era la “mala guerra”, la guerra de Bush, mientras que Afganistán era la “buena operación humanitaria”, aunque también la había iniciado Bush. Pero en realidad lo que contaba es que frente a la contradicción y sus gravosos resultados Zapatero podía presumir que el también tenía “su” operación militar, que no guerra. Ni Bono, del que ni los conserjes deben recordar que fue Ministro de Defensa, ni Chacón, eternamente perdida en el inane mutismo de sus vacías circunvoluciones cerebrales, pusieron el menor interés en desfacer los correspondientes entuertos y menos en explicar las razones de una presencia que en el fondo de sus almas se les antojaba reaccionaria y poco compatible con una política “de progreso”.
Ni que decir tiene que el voluntarioso y torpe Moratinos bastante tenía con que Afganistán le sirviera para que Condoleezza Rice no le diera con la puerta en las narices. Poco le había faltado al educado Colin Powell para hacerlo. Sin embargo, en el tumulto, Afganistán quedó para los socialistas como intocable piedra de toque, en la que poco o nada creían pero a la que consideraban reverencial para presumir frente a los inquilinos de la Casa Blanca. Impagable tragicomedia esta de unos aficionados pacifistas que por temor a ser reñidos no debaten en Afganistán lo que en Irak les llevó a movilizar las masas. De nuevo el síndrome OTAN. ¿Se acuerdan? Del “OTAN de entrada NO” al “OTAN en el interés de España”. En el corto espacio de cuatro años. ¿Hay alguien que de más volatines en menos tiempo?
ISAF: “I Saw Americans Fighting”
Es en esos dimes y diretes, cuando una apariencia de estabilidad empieza a instalarse en Irak, el momento en que los jefes militares aliados dan la voz de alarma: los talibanes se están rearmando, las zonas fronterizas entre Afganistán y Pakistán distan mucho de estar pacificadas, la complicidad entre los servicios de inteligencia pakistaníes y las diversas facciones islamistas radicales se hace evidente, las tropas aliadas están siendo objeto de ataques numerosos y bien planificados, la seguridad es precaria incluso en Kabul, Karzai se ha convertido en un líder errático y, por si fuera poco, la corrupción permea todo el sistema de gobierno mientras las seculares tensiones tribales retornan con fuerza. Obama, ya instalado en la Casa Blanca, responde con la guerra, esta vez la suya: se incrementan los ataques de los aviones no tripulados contra terroristas e insurgentes, incluso dentro de territorio pakistaní y, tras un periodo agónico de meditación, ordena el envío de 30.000 soldados adicionales. El número total de tropas desplegadas en el territorio llega a los100.000, de las que más del 80% son estadounidenses.
El Gobierno español se resiste tozudamente a utilizar la palabra “guerra” para describir lo que está ocurriendo en el país asiático, a pesar de que nuestras tropas no dejan de recibir ataques de los insurgentes locales y a pesar de que -y en eso no están solos los españoles, otros países europeos practican la misma táctica- las zonas donde se han desplegado están relativamente alejadas de los conflictos más intensos o se ven poco afectadas por los mismos. No tarda en aparecer un sardónico chiste: ISAF no querría decir lo que sus siglas reflejan sino “I Saw Americans Fighting”. Es decir, “he visto luchar a los americanos”.
Lo grave y contradictorio de la desgana argumentativa gubernamental es su mismo resultado: las tropas españolas y sus elementos de apoyo, a un coste significativo para el contribuyente nacional, están cumpliendo satisfactoriamente con su cometido mientras al españolito de a pie, al que naturalmente no le gustan las guerras ni comprende qué hacemos peleando en una tan lejana, le falta lo elemental: una explicación. Un razonamiento que debería haber sido este: las democracias occidentales no pueden permitir que Afganistán se convierta de nuevo en un nido de gestación y lanzamiento del terrorismo islamista internacional; un nuevo 11 de septiembre sería muy negativo para la estabilidad de todos nuestros países y del mundo en general; el yihadismo debe ser confrontado con vigor y sin complejos, si realmente queremos establecer una línea fecunda de conversación y colaboración con el mundo musulmán; España, país democrático y próspero, comparte el interés de sus socios y aliados en que así sea y sus recursos defensivos le permiten, y en cierta medida le obligan, a prestar su apoyo a la causa común. Nunca ha sido fácil vender guerras. Menos todavía si por parte de los que deberían desempeñar tales tareas tienen sus mentes puestas en otras urgencias -el Llobregat, la hípica- y se sienten poseídos por el miedo escénico de los que deben recitar un papel en el que no creen. Los castizos denominan a la figura como coitus interruptus.
El hartazgo de la opinión pública
Ciertamente el presente no es muy prometedor. El presidente Obama, que tiene cierta afición a dar un paso adelante y dos atrás, acaba de anunciar la retirada de 10.000 soldados de Afganistán para este verano y los consiguientes repliegues hasta la completa retirada de la tropa combatiente en el verano de 2014. Los países que bajo la OTAN tenían también contingentes desplegados en Afganistán, entre ellos España, han anunciado ahora, en el caso de que no lo hubiera hecho antes, su intención de proceder de la misma manera. Urgencias varias, en las que se suman necesidades electorales, la necesidad de reducir gastos, el hartazgo de la opinión pública o las dudas sobre la viabilidad del objetivo, dibujan un panorama desalentador. Tanto más cuanto que los éxitos parciales indudables que los jefes militares describen no parecen ir acompañados de certezas tranquilizadoras sobre el futuro del país y más bien hacen pensar en una vuelta al dominio de la confusa alianza que forman yihadistas, talibanes, jefes feudales, espías pakistaníes, cultivadores de opio y otras gentes de mal vivir. ¿Diez años de guerra, de muertos, de gastos, para esto? ¿Acaso no están los americanos y sus aliados experimentando en sus carnes lo que sufrieron los soviéticos tras la invasión de 1979? ¿No será cierta la sabiduría convencional que hace de Afganistán un territorio de imposible conquista para foráneos, orgullosa tierra indómita, martirio de gigantes y nido de víboras?
No es previsible que el mundo occidental dé la batalla por perdida definitivamente ni probable que, sean cuales sean las demandas del momento, Afganistán quede abandonado a su suerte. Las razones por las que allí estamos, para todos los que allí estamos, siguen siendo hoy tan válidas como hace diez años y resultaría suicida no tenerlo en cuenta. Pero, al mismo tiempo, es indudable que la fatiga permea a dirigentes y opiniones públicas y frente a ella solo cabe la reafirmación en lo fundamental -otro Afganistán delincuente resultaría extremadamente dañino para nuestros intereses- y la adopción de posibles cambios en lo accesorio -las tácticas, los despliegues, las políticas concretas-.
Comienza a dibujarse una acción antiterrorista más basada en la información y en las acciones puntuales de fuerzas especiales -al estilo de la que acabó en Pakistán con la vida de Bin Laden- que en el mantenimiento sobre el territorio de cantidades masivas de fuerza militar preocupada sobre todo por asegurar su propia seguridad. Ello y la letalidad de los aviones no tripulados en las zonas fronterizas y el mantenimiento de la cohesión aliada -la OTAN en Afganistán no está pasando por sus mejores momentos- podría demostrarse suficiente para contener a la fiera del barbudo con babuchas y kalasnikov. A ello convendría añadir cantidades hoy de imposible evaluación, como, por ejemplo, la voluntad pakistaní para cortar definitivamente sus lazos con talibanes y yihadistas, las posibilidades de una mejora real de relaciones entre Nueva Delhi e Islamabad con algún tipo de arreglo sobre Cachemira o la decisión iraní de no seguir armando a todo aquel que quiere disparar contra los occidentales. No hay que ser muy versado en los vericuetos de la política internacional para adelantar que ninguna de esas cosas aparecen hoy en el horizonte de lo posible, menos en el de lo probable.
¿Y España? Con sus aliados, con los Estados Unidos, con la libertad, contra el terrorismo, contra la barbarie y, ahora que los demóscopos nos anuncian cambios en La Moncloa, con todas las explicaciones que sean necesarias para justificar nuestros sacrificios y todas las gestiones que haya que realizar para acompasar nuestra colaboración a las acciones comunes y para contribuir adecuadamente a la misma descripción de estas. Mariano Rajoy y el PP tienen todas las adecuadas credenciales para hacerlo. Entre otras, y no es la menor, la impecable manera en que han sabido apoyar a nuestras tropas en Afganistán, y en los demás despliegues exteriores en que nos encontramos, sin un mohín de crítica o de disgusto cuando tentador hubiera sido devolver la moneda a los que en su oposición a la guerra en Irak estuvieron dispuestos a cualquier cosa. Incluso a calificar de “asesino” al presidente del Gobierno. Aunque en esto de los socialistas hay que andarse con mucho tiento: como aquellos del cuento, ni olvidan ni aprenden nada. Y lo de Afganistán tiene cuerda para rato. En el camino nos encontraremos.
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