Publicado en El Confidencial (15/03/2011)
La realidad tiene la tozuda mala costumbre de presentarse cuando menos se le espera, y en muchas ocasiones, como ocurre ahora, en medio de un gran dolor y sufrimiento, como el que está padeciendo el pueblo japonés, en especial en el norte del país como consecuencia de terrible terremoto y posterior tsunami. Para ellos, que al impacto de los efectos devastadores del desastre añaden la preocupación por la situación de las centrales nucleares, va nuestro cariño y recuerdo.El debate nuclear abierto en todo el mundo a raíz de los graves sucesos que están ocurriendo en las centrales nucleares japonesas como consecuencia parece haber cogido en España a casi todo el mundo con el pie cambiado. Ahora no tocaba. La difícil situación económica que atravesamos, parecía haber dejado en un segundo plano cuestiones como el futuro de las centrales nucleares. Pero el melón se ha abierto con fuerza. Se diría que ha explotado con la misma contundencia que lo han hecho los edificios del reactor de las nucleares japonesas.
Aunque de manera no explícita, el PSOE y el PP habían iniciado conversaciones sobre el futuro energético del país, con vistas a alcanzar un probable pacto en la materia. La labor incansable del pronuclear Ministro de Industria, Miguel Sebastián, había conseguido eliminar de la Ley de Economía sostenible un artículo que ponía fecha de cierre a las centrales nucleares españolas: 40 años. El PSOE abandonaba con esa renuncia a fijar por ley la fecha de cierre de las centrales nucleares su promesa electoral de ir cerrando progresivamente las centrales nucleares una vez que cumplieran su vida útil. Por su parte Rajoy ha ido anunciando a bombo y platillo su intención de alargar la vida de la central nuclear de Garoña, cuyo cierre había fijado el gobierno en el año 2013 después, por tanto, de la próxima cita electoral que Rajoy espera ganar. En este contexto de idilio nuclear no les ha venido nada bien a los grandes partidos que la primera planta en estallar (el reactor número 1 de la central nuclear de Fukushima ) sea una planta gemela precisamente a la nuclear de Garoña.
Mientras el mundo debate intensamente sobre los sucesos de Japón, aquí parece que se tocara un tema tabú si se cuestiona la seguridad de las centrales nucleares. Insisto, no toca. Con unas plantas nucleares ya amortizadas y por tanto generando grandes beneficios económicos para las empresas eléctricas, cuestionar la seguridad de las mismas parece inoportuno. Mientras en España la clase política no quiere ni oír hablar del tema de la seguridad nuclear, incluso la muy nuclearizada Francia cuestiona la versión japonesa sobre los impactos de los sucesos de Japón y aboga por una reclasificación de los mismos desde el actual 4, hasta el nivel 5 o incluso el 6.
Pero los efectos políticos en toda Europa han sido inmediatos. En las últimas horas la conservadora Angela Merkel ha anunciado que da marcha atrás en su anterior decisión de alargar la vida de las centrales nucleares alemanas; las autoridades suizas han paralizado un proceso puesto en marcha para la posible construcción de nuevas centrales nucleares, e incluso la Comisión Europea estudia exigir nuevos test de estrés a las centrales nucleares. Y esto es sólo el principio.
El principal problema de las centrales nucleares en los últimos años habían sido los peligrosos residuos radiactivos. La dificultad de encontrar lugares para almacenarlos por la oposición social parecía el último caballo de batalla por superar para el poderoso lobby nuclear. En España se concretó en el debate sobre la ubicación del cementerio nuclear La cuestión de la seguridad que ahora se reabre con fuerza, parecía ir quedando en un segundo plano. E incluso el debate se orientaba hacia la cuestión económica.
Pero sin duda hay un antes y un después para la energía nuclear tras los sucesos de Japón. Es posible que los políticos de los partidos mayoritarios traten de eludirlo, pues les incomoda esta discusión, pero el alargamiento de la vida de las centrales nucleares está en entredicho al haber quedado en evidencia su vulnerabilidad ante el terremoto. Ciertamente algo impredecible, pero que puede volver a ocurrir, como puede ocurrir un atentado o un accidente de otro tipo. Lo ocurrido en Japón muestra que la energía nuclear es muy difícil de controlar en condiciones extremas. El sueño de la energía nuclear segura ha durado demasiado poco.
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